En diálogo con LA NACION, la actriz y cantante habla de su madrina artística, de su carrera y de la firme pasión que la lleva a estrenar dos espectáculos
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Hija del Maestro Víctor Buchino y ahijada de Tita Merello, Vicky Buchino creció rodeada de artistas y desde muy chiquita supo que quería ser cantante y actriz. Debutó en televisión de la mano de Antonio Prieto, en los ‘60, y nunca paró de trabajar. “Si no me convocan, autogestiono mis espectáculos”, asegura.
Y en eso está, preparando su próximo show, Entre Nosotros. “Lo hago con el maestro Diego Piccoli y debutamos el 13 de mayo en el Club del Progreso, que es como un pedazo de París en Buenos Aires; es hermosísimo. Tenemos un repertorio variado, porque es cena show, y vamos a estar una vez por mes. Y además estoy preparando un show con Víctor Dupont, que es mi hijo (fruto de su matrimonio con el actor Ricardo Dupont) y es un homenaje a los 50 años del rock nacional, que son más en realidad. Estrenamos el 27 de mayo en La dama de Bollini, y también estamos programando para hacer una gira por el interior del país. Después de casi dos años paralizados, estamos recién empezando a poner la rueda en marcha”, detalla Buchino en charla con LA NACION.
-¿Y es difícil volver a poner esa rueda en marcha después de la pandemia?
-Es muy difícil porque el palo en esta rueda fue muy fuerte. ¡Fue un hierro más que un palo! Nos paralizó, estuvimos sin trabajar durante un año y medio y yo me comí todos los ahorros. Además se me cortaron los alumnos, porque no es lo mismo hacerlo de forma presencial que remota. Dar canto por Zoom, cuando necesitás la energía del otro, es complicado. Todos los artistas nos hemos tenido que bajar las pretensiones; antes vivíamos holgadamente de esto, ahora vivimos. También hay que bajar el precio de las entradas, especular con días y horarios.
-¿Siempre te ganaste la vida como artista?
-Sí, porque no sé hacer otra cosa. Crecí en una familia de artistas: mi padre, mis abuelos. Si esto se cortara, hipotecaría mi casa.
-Tuviste momentos de mucha popularidad con los musicales El diluvio que viene, Teresa de Calcuta, Tita una mujer, ¿cómo te adaptas a estos ciclos que se suceden entre la popularidad y la falta de trabajo?
-Eso pasó siempre porque el trabajo del artista es un oficio que nosotros convertimos en carrera. Tengo casi 54 años de trayectoria, porque empecé muy chica. Esto es vocación y pasión. Sin eso no se puede encarar nada en la vida. Siempre me tiro a la pileta, si hay agua mejor, y si no, me doy un golpe y ya está. Nuestra carrera es un riesgo permanente: un año tenés mucho trabajo y al otro nada; un año protagonizás en la calle Corrientes y hacés giras y al año siguiente nadie te llama.
-¿Por ese motivo aprendiste a autogestionarte?
-Si no me tienen en cuenta, yo misma llamo a los productores, si es necesario. Y, por otro lado, tengo una manager que es una leona, Andrea Tedeschi. Soy una obrera del arte, me pongo el overol todos los días y salgo. Trabajo con mi cuerpo, que es mi empresa, y con mi voz. Tomo clases de canto, entreno, me tiño el pelo, me pongo crema y hago todo lo que tengo que hacer para estar bien por fuera y fortalecida por dentro. Y como soy una persona agnóstica pero tengo fe en lo que hago, trato de rodearme de gente muy inteligente. La autogestión es casi permanente, de un tiempo a esta parte.
-Creciste en una familia de artistas, ¿tu oficio fue elección o destino?
-No tengo recuerdos de haber querido hacer otra cosa en mi vida. Siempre digo que cuando nací no grité sino que di un ‘la mayor’. De chiquita me preguntaban ¿qué vas a hacer cuando seas grande? Y, en mi media lengua, respondía “acantante”. Siempre lo supe. Tengo un cassette en el que se me escucha con Raúl Lavié, que es como mi hermano mayor, y mi padre al piano; yo cantaba Historia de un amor, que años después popularizó Luis Miguel otra vez. Nunca me concebí haciendo otra cosa. La primera vez que aparecí en televisión tenía 8 años. Cada vez que Antonio Prieto venía a Buenos Aires y trabajaba, pedía hacerlo con mi papá. Goar Mestre, que era el dueño de Canal 13 en ese momento, le propuso hacer un show y Prieto, que buscaba una niña prodigio, le dijo a mi papá que quería que yo fuera parte. Mi papá se sorprendió y sugirió probarme.
-No entraste por acomodo…
-¡No! Mi papá me dio una mano en muchos aspectos y artísticamente me enseñó muchas cosas pero jamás me puso a dedo; siempre tuve que dar pruebas. Ese fue mi debut en televisión, en El show de Antonio Prieto.
-Debe haber sido una infancia muy agitada, con trabajo y todavía yendo a la escuela...
-Terminé la escuela primera y no quise hacer la secundaria. En cambio, estudié Bellas Artes. En esa época tenías que tener un título para estudiar por lo que estuve un año sin hacer nada hasta que hice valer mi portación de apellido. En todas las escuelas me pedían ciclo básico, y a una de las que fui, la Augusto Bolognini, me dijeron que era muy chica y necesitaba completar la secundaria, pero también me preguntaron si era algo de Víctor Buchino; contesté que era la hija y me tomaron. Hice los cuatro años básicos de Bellas Artes, y fueron maravillosos. Dejé las artes plásticas para dedicarme de lleno a la música.
-Sos ahijada de Tita Merello, ¿cómo era tu relación con ella?
-Todavía llevo la pulsera que me regaló un día frente a cámaras y me pidió que no me la sacara nunca porque me iba a traer suerte. Lo cumplo. Fue una madrina maravillosa, muy presente, generosa. Mis padres estuvieron en México en la década del ‘40 con Tita y Luis (Sandrini) cuando eran matrimonio, con Libertad Lamarque y Alfredo Malerba, con (Santos) Discépolo y su amor mexicano, Raquel Díaz de León. Mi padre trabajaba tanto que un día le dio un surménage, con un diagnóstico severo, y el médico le dijo que tenía que parar. Después de eso, vivieron un año en Nueva York y volvieron a Buenos Aires, donde se reinsertó laboralmente y nací yo. Entonces mi mamá llamó a Tita, porque en México le había hecho la propuesta de ser madrina de su primer hijo, y le preguntó si la seguía en pie. Fue una madrina extraordinaria.
-¿Qué recuerdos tenés?
-Los mejores y los peores porque tenía un carácter de mierda (ríe). No es ninguna novedad. Era muy cálida y me decía que quería que tomara en serio mi carrera. Por eso siempre fui muy cauta, porque en eso coincidían mi padre y ella, y esos apellidos me marcaron mucho. Así estoy moldeada, para hacer una carrera artesanal. Tita estaba muy orgullosa de mí, me decía ‘muy bien la carrera’. Pero tengo un dolor muy grande porque la llamé unos días antes de que muriera, ella ya estaba en la Favaloro, y como tenía un carácter tremendo me dijo, ‘estas son horas de llamar, es la hora en la que como, llamame después’. Y me cortó. Entonces me encabroné y dije ‘no te llamo’. Y a los pocos días se murió. Ella era así y sé que en algún lugar está conmigo; y sobre todo cuando subo al escenario siempre digo ‘madrina, vamos con todo’. Y ella está ahí.
-Tu hijo Víctor sigue el legado familiar…
-Sí, mi hijo es artista, poeta, escritor, músico, director. Un tipo con un gran compromiso. Es mi único hijo, que tuve con Ricardo Dupont.
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