Verónica Cangemi y Gustavo Grobocopatel: cómo fusionaron sus dos mundos y cómo encontraron un fuerte vínculo en la música
La soprano y el empresario, que llevan cuatro años en pareja, estrenan el álbum que planearon, idearon y registraron juntos: Entre dos mundos, en el que fusionan la música clásica con el folklore
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Se conocieron hace cuatro años y pudieron ensamblar fácilmente dos mundos que parecían muy diferentes. Ella, Verónica Cangemi, es cantante de ópera internacionalmente reconocida y aplaudida y él, Gustavo Grobocopatel, es ingeniero agropecuario, empresario y conocido por todos como “el rey de la soja”. Hoy viven entre Buenos Aires y Colonia y acaban de presentar un trabajo musical que ya puede escucharse en todas las plataformas digitales. Se gestó y grabó en pandemia y se llama Entre dos mundos. En diálogo con LA NACION, Cangemi y Grobocopatel cuentan cómo nació y creció éste proyecto que piensan presentar en vivo en Mendoza, posiblemente en la próxima fiesta de la vendimia, y detallan cómo se conocieron y se enamoraron.
-Entre dos mundos es un título muy sugestivo...
Gustavo Grobocopatel: -Nos gustó el título porque refleja la idea de fusión entre el mundo de lo clásico y lo popular, la música de cámara y el folklore. Una sonoridad lírica con una más popular. Buscamos integrar algo para generar un producto nuevo que es un poco de todo.
-¿Es la primera vez que graban juntos?
Verónica Cangemi: -Sí. Gustavo hizo folklore durante toda su carrera y lleva treinta años cantando. Tiene un grupo que se llama Cruz del Sur, además de ser el número uno en el mundo empresarial. Su parte artística es tal vez menos conocida pero muy interesante. Es investigador, curioso, siempre escucha gente nueva. Y yo soy nieta del compositor Hilario Cuadros, pero también en mi familia casi todos son cantantes líricos, de ópera, de tango, de folklore. Hacía muchísimos años que yo no cantaba folklore porque me dediqué a la ópera, y en pandemia empezamos a gestar este proyecto que nos mantuvo en un momento muy especial, maravilloso y esperanzador para nosotros, porque la música era lo que nos tenía en comunicación en el día a día, ocupados y viendo de qué manera lográbamos unir dos mundos completamente distintos.
Grobocopatel: -Empezamos a escuchar música cuyana. Vero es muy mendocina, necesita la dosis cotidiana de Radio Nihuil o de alguna tonada, y pensamos en hacer algo. Se lo comentamos a un sobrino de Vero que se llama Joaquín Guevara y a Emilio Cucchiarelli, dos jóvenes músicos mendocinos muy talentosos, que armaron los arreglos con la estética del encuentro de los mundos y una sonoridad nueva. Estudiamos, mucho más yo que ella porque la vara era muy alta. Y así estuvimos durante muchos meses y fuimos a grabar a Mendoza apenas se abrió la pandemia. Ahora ya pueden escucharlo en todas las plataformas digitales. La idea es presentarlo en la época de la vendimia, en febrero próximo.
-Verónica, recorriste el mundo y seguís cantando en los mejores escenarios, con los más prestigiosos directores. ¿Cómo se dio esa primera oportunidad de mostrar lo que hacés?
Cangemi: -Cuando yo era muy joven mi madre me inscribió en un concurso que se llamaba Festivales Musicales de Buenos Aires. Gané el primer premio y me fui a estudiar a Londres. Pasaron seis meses y un maestro alemán me propuso estudiar en Alemania y me preparó durante un año para un concurso en Barcelona. Volví a ganar el primer premio y ahí empezó mi gran carrera que tiene mucha dedicación, mucho estudio, pasión y ganas. Pero nunca dejé mis raíces y jamás fui una argentina que se fue enojada, todo lo contrario, estoy orgullosa de poder mostrar que un argentino puede viajar por el mundo haciendo música.
-Gustavo, sos un empresario reconocido y también un artista, ¿hay prejuicios?
-Empecé a cantar en la escuela secundaria, estudié con Lucía Maranca durante muchos años, pero nunca me presentaba, era como un estudiante eterno. Después empecé a cantar en público y también con el grupo Cruz del Sur, con quienes editamos tres discos. Tuve siempre esa doble vida, que para mí es una sola. Y sí, siempre hay un prejuicio previo: ‘Uy, mirá este debe cantar porque paga, por sus relaciones, por poder’. Después, en una segunda etapa, hay un interés genuino. Y hay empresarios que se acercan y me dicen: ‘Gustavo, hiciste lo que yo hubiera querido hacer, me hubiese gustado tocar el piano o la guitarra pero mis padres quisieron que estudiara derecho o abogacía’. De empresario creo que tengo algo de artista. Soy curioso, innovador, creativo como empresario y creo que también tiene que ver con la música. Cualquier empresario del mundo de hoy requiere mucho del pensamiento artístico. Por eso sostengo que tiene que volver la enseñanza artística a la escuela secundaria, para poder encender ese pensamiento en los jóvenes.
Cangemi: -Es lindo estar al lado de una persona que entiende lo que es un artista y que también es un artista. Si bien trabaja en el mundo empresarial, es raro encontrar a alguien que tenga tanta cultura de la música de nuestro país.
-¿Cómo se conocieron?
Cangemi: -Gustavo iba a dar un concierto de música de cámara en Mendoza y me llamaron para invitarme, con mucho tiempo de anticipación. Cuando me dijeron que era un empresario que cantaba dije que no, porque venía de cantar en París y no tenía tiempo. Fue un prejuicio. Decidí no ir, pero me olvidé del día del concierto y llamé para saber cómo había ido. Me contestaron que era al día siguiente, me pidieron que fuera y ahí lo conocí. Me impresionó su cultura y sobre todo su formación con su maestra Maranca.
Grobocopatel: -En resumen, Verónica fue al concierto y le gustó y todo. Ahí surgió la famosa frase: el amor es ciego y sordo (risas).
Cangemi: -Él se fue a Buenos Aires, yo a cantar a Europa y al mes nos volvimos a encontrar y nunca más nos separamos. Hace cuatro años que estamos juntos y tres que vivimos en Colonia (Uruguay).
Grobocopatel: -Con Vero estoy mucho más metido en el mundo de la ópera y de la música en general. Siempre admiré la música cuyana y me parece lo más sofisticado de la música popular. El disco trae a los autores y compositores tradicionales como Hilario Cuadros, Félix Dardo Palorma, Tito Francia, Oscar Valles y el Negro Villavicencio. Son diez obras, una pequeña muestra del mundo extraordinario que es la música cuyana, que ha conservado la raíz y el respeto por las formas.
-¿Qué proyectos tienen?
Cangemi: -El 21 de agosto canto en el Teatro Colón. Después voy a Perú y luego tengo una temporada en la Ópera de Viena, y Gustavo va a poder acompañarme. Nos acompañamos mutuamente y para un artista eso es muy importante. Tengo la dicha, a esta edad, de decir: ‘qué bueno que nos acompañamos porque podemos compartir nuestra pasión y disfrutamos’. Y como parte del staff del Colón tengo un proyecto de sacar la ópera de los teatros y ponerla cerca de la gente, en los barrios, en las plazas. El proyecto se llama Ópera en camino y lo está llevando adelante el Teatro Colón.
Grobocopatel: -Y yo quiero hacer un concierto de música de cámara argentina, en octubre. Voy a cantar poemas de Jorge Luis Borges, León Benaros, Oliverio Girondo, Daniel Devoto y Gabriela Mistral.
-Lograron el objetivo de fusionar dos mundos...
Cangemi: -Yo aprendo del mundo empresarial, porque además me gusta la gestión, y es mi manera de acompañar a Gustavo en su mundo.
Grobocopatel: -Los artistas tienen una emotividad diferente y yo pivoteo entre el mundo empresarial, más racional y el artístico, que es pura emoción. Para mí es fácil ir de un mundo a otro, me siento cómodo y los mundos se ayudan entre sí, no son contradictorios. Creo que a la sociedad le faltan más científicos y artistas que piensen como empresarios y más empresarios que piensen como artistas.
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