Vanessa Miller: en qué anda la actriz que se formó en el under porteño y brilló en VideoMatch, pero volvió a Chile en busca de desafíos
Conocida por sus sketches junto a Pablo Granados y Pachu Peña, se dio el gusto de trabajar con Antonio Gasalla y tener su propio late night show; en diálogo con LA NACION, recordó qué fue lo que la trajo a vivir a la Argentina y cómo era, para una mujer, hacer humor en los ‘90
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Prefiere que le digan “Vane”. Incluso intentó cambiar su nombre en el registro civil y, aunque vivió 15 años en la Argentina, mantiene intacto el acento chileno. Vanessa Miller, la actriz/notera que acompañó a Pablo Granados y Pachu Peña en el viejo VideoMatch, cumplió con el deseo de su madre de que trabajara con Antonio Gasalla, hizo teatro y series televisivas y, luego, volvió a cruzar la Cordillera con un bagaje de nuevas experiencias y anécdotas para contar.
En la montaña, a una hora de Santiago de Chile, pero lejos de los incendios que azotan la región, contó a LA NACIÓN cómo fue crecer en una familia de artistas -su madre era la actriz y directora teatral Liliana Ross, y su padre el director y productor de teatro y televisión Hugo Miller- y se refirió a los motivos que a mediados de los ‘80 la trajeron de esta lado de los Andes. “Las lolas”, es el nombre del chat de WhatsApp que mantiene con sus amigas y colegas argentinas, porque pese a que hace más de veinte años que volvió a su país natal, hay cosas que añora, como “las lluvias, las flores de los palos borrachos y la energía de Buenos Aires”.
La directora de Cecilia, la incomparable, miniserie disponible en Pime Video, recordó sus inicios en el Parakultural y cómo era hacer humor hace tres décadas siendo mujer, en un mundo y un ambiente dominado por hombres: “Había muy buenas personas y gente a la que era muy fácil querer. Creo que el trío que conformamos con Pablo y Pachu era muy divertido justamente por el contrapunto. Pero en un momento fue claro para mí que, como mujer, tenía un techo que dejó de ser cómodo”.
―Entre 1994 y 1995, formaste parte de VideoMatch y, anteriormente, de Ritmo de la Noche, dos de los programas mas vistos de la televisión. ¿Qué significó para vos esa experiencia?
―VideoMatch fue un gran salto y un gran logro para mi carrera. Era un trabajo de mucha visibilidad en el que además podía, en algunas oportunidades, plasmar mis propias ideas, eran una suerte de guiones espontáneos o improvisados pero había una búsqueda de armar situaciones y de generar sketches. Era bastante integral, proponer ideas y actuarlas. Era un contexto más espontáneo e improvisado, la antesala de escribir guiones, sólo que no los escribíamos sino que directamente pasábamos a actuarlos. Curiosamente lo que yo había hecho antes con el dúo Las Ricuritas era bastante similar: improvisábamos y, a partir de eso, íbamos fijando la estructura de la obra.
―¿La pasabas bien?
―Creo que por un lado yo he aprendido a pasarlo mejor en la vida de grande. Y por otro lado, el contexto tan preponderantemente masculino con un criterio muy masculinizado hacía que las cosas no fueran nada fáciles para alguien como yo.
―Imagino que hacer humor en los ‘90 no habrá sido fácil para una mujer...
―Y, creo que sí era más difícil. Hacer humor siendo mujer en esa época era posible, lo hacíamos muchas mujeres; tal vez a mí me tocó hacerlo en programas en que los productores eran hombres, los directores eran hombres y los capocómicos eran hombres. Es decir, las decisiones y el poder lo cortaban miradas masculinas. Había excepciones. Juana Molina fue una, pero creo que la industria todavía no es una industria equitativa en este aspecto. Con los años he asumido que liderar es un espacio que las mujeres tenemos que conquistar con esfuerzo extra. Donde me siento más cómoda y siento que puedo dar y compartir, es dirigiendo, siempre estuvo en mi ADN e intentar dirigir en ese contexto era casi contradecir la orgánica de “el club de Toby” (club de hombres).
― ¿Cómo llegaste a VideoMatch?
―A través de un productor que vio un dúo cómico, Las Ricuritas, en el que yo trabajaba con María Rosa Rivero. Estábamos en el under argentino del Parakultural, El Dorado y en ese contexto hacíamos humor. Estaban Humberto Tortonese, Alejandro Urdapilleta, Batato Barea, Las Gambas al Ajillo (Alejandra Flechner, María José Gabín, Verónica Llinás y Laura Market) y con mi compañera nos constituimos como dupla y tuvimos éxito con nuestra obra. Nos descubren y comencé a hacer trabajos chicos y empezaron a poner el foco en quién era yo.
― ¿Cómo manejabas la popularidad?
―La verdad es que era bastante inmanejable, al menos para mí. Aprendí muchas cosas, era muy bonito sentirte querida por la gente común y poder experimentar la llegada inmensa que tenían los contenidos que hacíamos y, en ese contexto, querer aportar alguna cosa que hiciera la diferencia.
― ¿Recordás cómo era en esa época andar por la calle?
―Era bien increíble. Un día que fui a comprar al supermercado y me tuvieron que sacar los guardias; fue la primera vez que me di verdaderamente cuenta del efecto que tenía el programa y la situación en la que estaba producto de ello. Pero soy agradecida de la fama cuando la tengo y de la tranquilidad de mi privacidad cuando la tengo. En las dos condiciones me siento bastante bien.
― ¿Por qué elegiste la Argentina?
―Fui a la Argentina porque había vuelto la democracia y en Chile no. Terminé la escuela y las facultades de actuación habían sido cerradas por la dictadura de Pinochet y empecé otra carrera mientras esperaba que abriera la que yo quería. El contexto universitario en medio de una dictadura no era lo que quería, quería una educación más libre, cosmopolita y moderna y me daba cuenta de que tenía menos opción y que tenía que ir a un país con democracia. Intenté resistir pero mi papá, asustado porque iba a la facultad a protestar y a marchar y a ser parte del movimiento estudiantil en pos de la democracia, empezó a ver con mejores ojos mi pedido de ir a estudiar a otro país.
― ¿Estaba acá lo que buscabas? ¿Cómo te trató la Argentina?
―Siempre rescato de la Argentina que me tocó ver una movilidad social que en Chile está aún hoy restringida, en las generaciones actuales hay un poco más pero en esa época eran círculos muy cerrados. En la Argentina pude vivir la experiencia de tener compañeros de distintas clases y sin tanto sesgo. Y una clase media súper instruida, lectora, con librerías abiertas todo el día, libros baratos. Pequeñas diferencias que hacen la gran diferencia; yo casi no conocía la democracia.
―Ahora que mencionaste a tu papá, tanto él como tu madre eran artistas... ¿Fue particular tu infancia?
―Siendo sincera fue una infancia bastante distinta a la normalidad de los otros niños de mi generación. Los entornos de teatro, los camarines, los ensayos, las giras, construyen un estilo de vida que era bastante diferente al de los otros chicos de mi curso, por ejemplo. Yo veía a mi mamá cambiarse en un camarín junto a hombres y mujeres y conversar de temas que en los contextos más conservadores no se tocaban. Por otro lado, mi papá, él fue uno de los principales pioneros y gestores de la televisión en Chile, por lo tanto en mi casa siempre se almorzó viendo tele, cosa que en la casa de mis compañeros estaba súper prohibida, era mal visto y se consideraba que hacer eso quitaba la comunicación familiar. En mi casa en cambio, eso era parte de la comunicación familiar; la televisión estaba ahí y nosotros la analizábamos constantemente como familia. Luego estaba la discusión entre mi papá y mi mamá a partir justamente de eso, en la que la pregunta era si estábamos desarrollando una atención múltiple o una atención dispersa.
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―Previo a la experiencia en VideoMatch trabajaste haciendo personajes en El palacio de la risa, con Antonio Gasalla. ¿Cómo fue trabajar con él?
―Fue poquito tiempo, pero para mí fue un enorme aprendizaje y un honor. Él es sin dudas una de las figuras del mundo del espectáculo que hizo historia instalando géneros, personajes y diversidades, desde su mirada crítica que sin duda también es un aporte político y social. Antonio es un gran artista argentino y me acuerdo que, cuando me fui de Chile, mi mamá me dijo: “Trabajá con Antonio Gasalla si puedes hacerlo, aunque sea gratis, ¡hazlo!”.
―Y le hiciste caso por supuesto.
―Sí. Ellos lo admiraban y sabían bastante del mundo del espectáculo. Así es que siguiendo ese consejo, cuando tuve la oportunidad solo me sentí bendecida.
― ¿Sabías que no está bien de salud?
―Sí, lo lamento mucho. Pero su aporte a la cultura popular, al humor y a la mirada aguda de la sociedad argentina no tiene fecha de caducidad y va a quedar para siempre como un documento histórico de un artista maravilloso.
―Después de eso vinieron Poliladron, conducciones en Utilísima y finalmente por el 2000 volviste a Chile, ¿cómo fue esa decisión?
―Bueno, a mí me tocó vivir, como a todos los argentinos, muchos procesos de inestabilidad laboral: patacones, corralito, y mi gran sostén era mi trabajo. Coincidió una crisis económica de las tantas que la Argentina tuvo con la última etapa de la enfermedad de mi padre en Chile, y sentí que si no volvía me iba a perder la oportunidad de acompañarlo. En ese momento mi situación económica era super inestable allá y necesitaba capitular creo.
―El trabajo que habías hecho acá, ¿te abrió puertas en Chile?
―Sí, me sirvió acá, me abrió algunas puertas. De hecho me conseguí un trabajo en Polka para una producción que se haría en Chile y esa fue mi primera manera de volver. Una vez aquí ya pude montar una obra de teatro que se había hecho primero en la Argentina, que se llamaba Decadencia, y luego esa obra de teatro me convirtió en parte de un elenco totalmente vanguardista en la televisión chilena con un programa que todavía es de culto que se llamó Plan Z. Para mí fue como la continuidad chilena de la breve experiencia que logré hacer con Sebastián Borensztein que se llamó Viva la patria.
― ¿Extrañás Argentina?
―Y siempre extraño. A mis amigas y amigos que son mis hermano. Yo me fui a los 18 años y me quedé hasta los 33, entonces esos amigos que son para toda la vida yo los tengo allá. Extraño a algunas personas que quiero mucho que son parte de mi historia artística y personal, soy parte de un chat de actrices que nos llamamos “Las Lolas”, que fue un proyecto que nunca vio la luz pero que era increíble, en el que están las actrices, hoy algunas de ellas directoras y escritoras, las más increíble que te puedas imaginar. Las amo y me encanta seguir unida a ellas a través del tiempo. Respecto a lugar, se extrañan las lluvias tropicales, la flor de los palos borrachos y la energía de una ciudad que es una capital latinoamericana energética y con unas nubes que pasan mucho más apuradas que la del cielo de Chile
― ¿Cómo es tu presente laboral? Acabás de estrenar Cecilia, la incomparable...
―Tengo dos proyectos en carpeta, ambos pensados más en formato cine que series. En uno de ellos tal vez me gustaría actuar y dirigir pero por ahora estoy enfocada en desarrollar primero uno en el que, al igual que Cecilia, sea mío. Como armé una productora, como empresa también tenemos algunos proyectos de entretenimiento para televisión.
―Nada para contar aún...
―No. Por ahora está en Amazon Prime Video Latinoamérica la serie que dirigí, Cecilia, la incomparable. Es una serie musical y dramática, una biopic de una de las artistas populares, la cantante más querida y recordada de la música popular chilena. En la forma que está contada tiene mucho de poético y de color, que quien me conoce ese da cuenta de que yo sigo estando ahí, hay algo del riesgo del corazón abierto y de la pregunta viva de Las Ricuritas, de la actriz notera de VideoMatch, de la caracterizadora de Viva la Patria y de la hija de dos artistas que vivieron para crear.
― ¿La directora le fue ganando a la actriz?
―Hoy soy directora y escritora; a la actriz la tengo como descansando un poco.
―En Chile además, adaptaste el libro de Pilar Sordo Lecciones de seducción y lo llevaste al teatro con el nombre de Sexytosas, ¿cómo fue esa experiencia?
―Fue muy entretenido porque además estaba mi mamá también. Hicimos un trío de mujeres conversadoras, divertidas, todas aprendiendo algo nuevo. Pilar pasando al teatro y nosotras haciendo algo de terapia transpersonal. Fue una super bonita experiencia y ella es una mujer muy power. De ella guardo algunos consejos para la vida que me marcaron y me ayudaron en algún momento específico.
―Saliendo de lo laboral... ¿Cómo es tu vida en Chile? ¿Estás en pareja?
―Vivo en la montaña, a una hora de Santiago. Tengo poco tiempo libre, siempre hay mucho que hacer, hay árboles frutales, tengo cinco perros a los que amo mucho y la estructura de pareja definitivamente no fue con la que me quedé para la vida. Estoy lejos de los focos de incendio, pero en verano acá siempre hay que estar alerta.
―Tu documento dice Vanessa, pero comenzaste el trámite para cambiar de nombre, para ser Vane, ¿por qué?
―Sí. Fue por gusto. Es un intento legal que quiero retomar en algún momento. Tuve que suspenderlo por la muerte de mi mamá y las implicancias que tenía en el proceso asociado.
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