Actriz, bailarina y periodista, quedó quinta en el reality al que ingresó para concientizar sobre la falta de representación del colectivo trans; Licciardi dejó la conducción de Alta Voz, en la TV Pública, para interpretar a Vivi, una de las integrantes de la brigada urbana en la serie éxito de Netflix creada por Santiago Korovsky
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Valeria Licciardi es una de las protagonistas de División Palermo, una de las series más vistas en Netflix que cuenta la historia de un grupo especial de la guardia urbana, formado por personas con capacidades diferentes. Actriz, bailarina y periodista, habla con LA NACION sobre esa experiencia, recuerda su primera incursión en televisión, cuando participó de Gran Hermano; su estadía en la casa fue muy comentada al ser la primera mujer trans en entrar en el reality de Telefe. Licciardi confiesa que entró a GH como activista —para visibilizar a las personas trans— y con la idea de tener una oportunidad en los medios. Y así fue: trabajó en radio, en noticieros, en obras de teatro y en series de TV.
Licciardi era parte del noticiero de Canal 9 y de IP Noticias cuando la convocaron para hacer División Palermo. “Me llamó Santiago Korovsky para hacer un asesoramiento para un personaje trans. Le di una mano, charlamos y quedó ahí. Me ofrecieron hacer el casting, pero estaba en el noticiero y no quería desperfilarme, así que guardé por un rato a la actriz. Le dije que no, pasaron unos meses y volvieron a llamarme. Esta vez estaba en Alta voz, en la TV Pública, y decidí aceptar porque me gusta estar en constante trasformación. Me encantó el personaje porque Vivianne no está estereotipada, es feminista, elige sus batallas, no quiere caerle bien a nadie y tiene muchos matices interesantes para componer”, detalla.
—¿Esperabas este éxito?
— Nos divertimos mucho haciéndola y eso traspasa la pantalla. Sinceramente esperaba que le fuera bien, porque creo que el público estaba necesitando algo distinto, que se toquen temáticas que muchas veces están ahí pero no saben tratarse. La serie relaja desde el humor y me encanta. Yo tengo un humor muy cínico, irónico, que no todos comprenden.
— Entraste a la TV gracias Gran Hermano, ¿te acordas por qué lo hiciste?
— Ya era periodista y colaboraba con el suplemento Soy de Página 12, escribiendo una especie de diario. Estaba recién separada luego de seis años de convivencia, y tenía que construir mi vida de nuevo. Empecé a trabajar de camarera en un restaurante de Palermo que ya no existe y se llamaba Arevalito: un lugar hermoso al que iba como clienta y un día pedí trabajo. En ese momento no había tantas posibilidades de trabajo para personas trans. Y paralelamente estudié Trabajo Social, mi segunda carrera. Al restaurante venían los productores de Endemol, estaba empezando Gran Hermano y me decían que me metiera. Yo les respondía que no, porque quería trabajar en serio y ellos contestaban que la productora tenía radio, programas y quizá hubiera una posibilidad de trabajo después. Lo pensé y me pareció interesante participar desde un lugar de activista, para visibilizar a las personas trans. En realidad, se presentaba a una persona trans como muy glamorosa o muy marginal; en el medio no había nada. Me pareció interesante mostrarme y creo que lo que hice fue un terrorismo televisivo porque yo era yo, y no un personaje. Quizá no fue un éxito para ellos, pero sí para mí porque vieron a una chica trans que le pasan cosas como a cualquier otro y que no tiene nada de fetichismo ni espectacular.
— Entonces el saldo fue positivo para vos…
— Creo que mi paso por Gran Hermano fue una bisagra. Estuve dos meses y después se empezaron a abrir otras puertas. No hay que subestimar un programa como ese porque te come. Yo zafé porque tenía claro a lo que iba, un poco por el activismo, un poco por no tener vacaciones y pasarlas ahí y otro poco por la posibilidad de abrir puertas para seguir trabajando. Es un programa que busca el conflicto, el debate. Hay muchos temas que se ponen en el tapete pero hay que ver cómo son tratados. Recuerdo que cuando salí de la casa y fui al debate, Victoria Vanucci decidió levantarse e irse porque no entendía que tenía que respetar mi identidad. Considero que mi paso por el reality fue importante, y recuerdo que tenía claro que no me iba a pelear con las chicas, que no me iba a acostar con nadie y que no iba a generar cosas que fueran en contra de mis propios valores, porque a veces el reality te pone en una encrucijada tremenda a la hora de estrategias de juego. No me interesaba jugar con el hecho de ser trans porque la sociedad ya tenía un tema con eso de ocultar y estigmatizar. Ese año ganó Francisco Delgado, porque era la época en que ganaban los malos. Hoy, en cambio, ganan los buenos o mejor dicho los lindos que no dicen nada y no se meten. Creo que si ahora estaba yo, podría ser candidata a ganar.
—¿Volverías a entrar?
— No, a un reality como ese no. Estuvo bueno y el resultado fue positivo pero ya está.
—¿Se cumplió la promesa de un trabajo posterior?
— Salí quinta, estuve dos meses en la casa y después trabajé en Radio con Vos durante dos años. Me encanta la radio. Cuando terminé el secundario, empecé a trabajar en el área de prensa de una marca de cosméticos, con una amiga de mi mamá. Y a los 14 años le pedía a mi papá que me llevara los sábados a Radio Panda, donde di mis primeros pasos en los medios. Después estuve en FM Palermo haciendo producción en la primera mañana. Y en radios zonales de Adrogué y Banfield, donde mi jefa era Soledad Larghi.
— Y la inquietud por ser actriz y bailarina, ¿cuándo apareció?
— Siempre quise expresarme y busqué distintos canales para hacerlo. Estudié periodismo y como actriz y bailarina tomé clases con distintos maestros, desde mucho antes de entrar en Gran Hermano. Esas clases fueron un laboratorio de investigación personal y de la sociedad también. Estaba haciendo una obra de teatro en el Teatro Porteño y me vino a ver la directora Leticia Mazur, que después me llamó para ser parte del elenco de Los huesos, que hicimos en el Teatro San Martín, en el Sarmiento y el Recoleta, durante tres años. Estábamos todos desnudos en el escenario y tenía una connotación política, porque los cuerpos trans no están representados ni siquiera en láminas de educación sexual. Me parecía disruptivo. Trabajé en otras obras hasta que apareció la posibilidad de hacer noticieros y entonces pude desarrollar un poco más el periodismo. Estuve casi dos años en el noticiero de Canal 9 y en IP Noticias. De ahí fui a otro programa de la TV Pública que se llama Alta voz y en ese momento me llamó Santiago Korovsky para hacer División Palermo.
—¿Hay proyectos para el resto del año?
— Ahora estoy disfrutando la serie y de la confirmación de una segunda temporada. Y desde hace ya varios años tengo un emprendimiento de bombachas, Nana. Nació un poco antes de Gran Hermano. Necesitaba una bombacha que fuera con mi cuerpo para una obra que iba a hacer en el Centro Cultural Rojas. Entonces me las mandé a hacer por una modista, porque no encontraba lo que necesitaba. Hice dos de más y se las regalé a dos amigas trans que quedaron fascinadas y pedían más. Entonces empecé a hacerlas yo, porque más allá de la venta comercial, desde ahí puedo expresar muchas cuestiones y hablar de nuestra cultura travesti-trans. Pude expandirme al resto del país y en cada provincia hay una representante que me hace los pedidos, yo se los mando y ellas se encargan de distribuirlo. Solo comercializamos esa bombacha y de a poco incorporamos juegos de ESI (Educación Sexual Integral) para todas las edades y libros de personas travestis y trans.
— Alguna vez contaste que tuviste el acompañamiento de tu familia cuando te afirmaste como una chica trans, ¿cómo fue?
— Siempre me acompañaron. Mi mayor miedo, y el de mis padres también, era cómo iba a tener que batallar en la vida. Una vez mi mamá me dijo: ‘hice lo que tenía que hacer’. Y yo entendí que cada uno tiene que construir su vida y es difícil para todos. Un día me dije: voy a enfrentarme a la sociedad como lo que soy, un ser trans y bancarme que la gente se oponga y se meta. Todo dolió menos porque mi familia me abrazó y lo sigue haciendo.
—¿Qué edad tenías cuando te diste cuanta que eras distinta a tus compañeros?
— Fui pasando por distintos procesos, pero fue a los siete años. En primer grado ya me hizo ruido tener uniforme. Me crié en Adrogué, pero iba a una escuela de Luis Guillón, el Mariano Moreno, donde hice desde jardín hasta secundario. Mis compañeros fueron amorosos conmigo y no sentí el bullying que sufrieron otras personas de mi condición, y creo que es porque vieron mi proceso desde muy chica. Además, era un colegio muy inclusivo y la diversidad no hacía la desigualdad. Uno le tiene miedo a eso, y al incorporarlo te quedas tranquila porque, de alguna manera, todos somos disidentes de algo.
—¿Crees que tu trasformación, entonces, se dio de una forma natural?
— Yo creo que fluyó. Hubo amor, contención, acompañamiento y eso ayuda y salva. Por supuesto con sus errores, pero trato de olvidarme de las cosas malas. Creo que he recorrido un largo camino (risas) pero valió la pena aunque todavía hay muchas cosas por transformar, muchos deseos por cumplir. Quiero hacer algo que valga la pena y División Palermo me hizo verlo, porque aporta algo más que entretenimiento y ya no es que los otros se ríen de nosotros sino nosotros con ellos y también de ellos. Como sociedad tenemos que escaparnos del encasillamiento y los estereotipos. Todo sería más fácil, me parece. Quiero hacer algo productivo y que no solo sirva para pagar cuentas, sino que tenga algo más que valga la pena.
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