Junto a Nahuel Pérez Biscayart, la actriz española protagoniza El Jockey, el nuevo film de Luis Ortega; qué la atrapó de este proyecto, el clic que hizo durante el rodaje y la crisis que sufrió cuando tuvo que despedirse de Tokio, su personaje en La Casa de Papel
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“¡Qué ilusión! Es mi primera entrevista con Argentina”, dice Úrsula Corberó mientras se acomoda en uno de los confortables sillones del Hotel Four Seasons para hablar con LA NACIÓN. Impecable, como si no hubiera aterrizado hace apenas unas horas desde el Festival de San Sebastián, la actriz española se mueve como pez en el agua a la hora de dar notas y posar ante la cámara. “Me encanta. Igual no te creas que he hecho muchas notas aquí, eh. Es la primera vez que hago una película en Argentina”, repite asombrada por la íntima relación que la une al país desde hace tiempo.
En esta oportunidad, la novia de Ricardo “Chino” Darín es la protagonista de El Jockey, la nueva película de Luis Ortega que protagoniza junto a Nahuel Pérez Biscayart y que ya puede verse en salas de todo el país. La expectativa es muy grande, sobre todo desde que se supo que el film -que mezcla thriller y drama- quedó preseleccionada para representar a nuestro país tanto en el Oscar como en los premios Goya. “Esta película me ha llevado a mi primera vez en muchas cosas: es mi primera película en la Argentina, mi primera vez presentando una película en un festival como fue el de Venecia y San Sebastián y ahora, la noticia de los Oscar y los Goya. Nunca presenté ninguna película en los Goya tampoco, ¿podés creer?”, dice nuevamente sorprendida.
También es la primera vez que Corberó trabaja con Luis Ortega, a quien viene persiguiendo desde hace años para que la convoque en alguno de sus proyectos. Y si bien la propuesta tardó en llegar, no podría haber sido mejor. En ella, la actriz interpreta a Abril, una jocketa muy exitosa que está embarazada de su novio Remo Manfredini (Nahuel Pérez Biscayart), otra leyenda del turf. Ambos corren caballos para Sirena (Daniel Giménez Cacho), un empresario obsesionado con el jockey. Mientras que ella deberá decidir entre continuar con su embarazo o seguir corriendo, su pareja (que tiene una conducta excéntrica y autodestructiva) sufre un accidente, quedando al borde de la muerte. Sin embargo, a los días desaparece del hospital y deambula sin identidad por las calles de Buenos Aires. Sirena lo quiere vivo o muerto mientras que Abril intenta encontrarlo antes de que sea demasiado tarde.
“Es una película muy difícil de describir, es complicada de poner en palabras. Creo que el hecho de verla es una experiencia mucho más abstracta, emocional, de preguntas sin respuestas”, confiesa la catalana que comparte elenco con figuras de la talla de Roberto Carnaghi, Luis Ziembrowski, Roly Serrano y el recientemente fallecido Daniel Fanego, entre otros.
-Luis Ortega nos tiene acostumbrados a un cine más experimental. ¿Cuál fue tu primera reacción al leer el guion?
-No entendí nada (risas). Pero está bien a veces no tener todas las respuestas de una. A mí me gustan las pelis que me dejan pensando: “¿Habré entendido bien esto?” “¿Querrá decir esto o es mi sensación?”. Ahora que estuvimos en Venecia y en San Sebastián, he hablado con varios periodistas y todos han quedado impregnados de una forma distinta; cada uno se sintió tocado y conmovido por distintas sensaciones, distintas preguntas. Al principio, parece que todo va más hacia un thriller, una cosa de acción con muchísimo ritmo pero, a partir de la mitad, hay una pausa, un quiebre. Es un quiebre en todos los sentidos, no solamente de los personajes sino también de los tiempos, de los silencios. Me sorprendió mucho cuando la vi terminada. Es una experiencia y las experiencias son difíciles de poner en palabras.
-Siempre decís que elegís los proyectos que te aporten algo tanto en lo personal como en lo profesional... ¿Qué te aportó El Jockey?
-Muchísimas cosas. Por supuesto que tengo un vínculo con la Argentina desde hace muchísimos años, pero siempre vengo a descansar. Y de repente, este proyecto me dio la posibilidad de trabajar aquí. Realmente tenía muchas ganas porque, más allá de que nos entendamos con el idioma, tenemos culturas muy distintas. Por otro lado, fue una experiencia de liberación para mí. Yo estoy acostumbrada a hacer proyectos donde me gusta involucrarme de manera poco sana (soy muy controladora) y sabía que esta era la oportunidad para soltar un poco, para dejarme llevar y confiar. Y resulto ser muy fructífero porque hubo un clic en mí, una cosa de liberación absoluta. Y lo pude hacer porque estuve rodeada de gente muy talentosa.
-¿Cómo fue trabajar con Luis Ortega? ¿Es verdad que le pediste varias veces estar en alguna de sus películas?
-Se lo iba soltando pero no quería ser pesada porque viste que a veces uno genera el efecto contrario y el otro puede decir: “Yo a esta pesada no la llamo más” (risas). Pero sí, desde hace bastantes años que vengo insistiendo. El “Chino” había trabajado con él [en la miniserie Historia de un clan y en la película El ángel], así que lo conocía, conocía su cine, y me parecía una persona distinta en todos los aspectos.
-Recién decías que esta película fue una experiencia muy liberadora para vos. ¿Pudiste improvisar en el rodaje?
-Sí, bastante. Es raro lo que genera Luis en el set porque parece que le chupa todo un huevo, entonces el equipo está relajado. El transmite esa cosa de “no estamos salvando vidas, estamos haciendo una película”, entonces cada día sucedía un poco eso. Por primera vez me pasó de terminar el rodaje y no querer irme a casa, quería seguir. Yo soy una persona que pierde la motivación muy fácil y acá me pasaba que todo me parecía fascinante. Incluso cuando yo terminaba me quedaba a ver otras escenas porque había algo mágico.
-O sea que trabajar con él superó ampliamente tus expectativas…
-¡Completamente! Fue una experiencia casi religiosa para mí. Y si bien parece que le chupa todo un huevo después te das cuenta que no, y eso es lo más maravilloso. Es muy difícil encontrar eso en un rodaje porque, por lo general, son muy estresantes, duran muchas horas, hay mucha prisa, todo es una cuestión de vida o muerte, entonces a veces te olvidás de la parte creativa. Pero aquí, en esta peli, nunca sentí que estuviera trabajando.
-Tu personaje es una jocketa. ¿Cómo te llevás con los caballos? ¿Tuviste que aprender a montar?
-Sí, tome algunas clases. No muchas, porque la verdad es que la que sale corriendo no soy yo (risas). La que corría era una jocketa increíble, así que no tuve que pasar por eso, pero Luis quería que tome algunas clases por una cuestión de seguridad al subirme al caballo. Fue un proceso muy bonito porque amo los caballos. Y también fue bastante terapéutico porque son animales muy sensibles que huelen tu miedo. Esa fue otra de las partes bonitas que experimenté con esta película.
-La semana pasada falleció Daniel Fanego. ¿Qué recuerdos te quedaron de él?
-No tuvimos muchas escenas juntos, coincidimos poco. Pero me acuerdo del día que rodamos la escena de la cena en la que estábamos todos y fue adorable. Me transmitía mucha paz, me gustaba mucho como actor; la verdad es que fue una pena. Nos enteramos cuando estábamos en San Sebastián y le dedicamos la función. Luis está muy tocado por la situación.
-Hablando de los festivales, se llevaron una gran ovación tanto en Venecia como en San Sebastián. ¿Cómo fue la experiencia? Era tu primera vez en un festival, ¿no?
-Fue mi primera vez, sí. Esta película me ha llevado a mi primera vez en muchas cosas: mi primera película en la Argentina, mi primera vez presentando una película en un festival; nunca había presentado nada. Venecia fue espectacular. No podía creer que estaba presentando una película allí en sección oficial. Uno tiene que tener la capacidad de disfrutar de esos momentos porque pasan muy rápido.
-Y ahora El Jockey quedó seleccionada para representar al país en los Oscar y los premios Goya...
-Increíble, me enteré ayer cuando baje del avión. Está preseleccionada y hay que ver qué pasa, pero ya eso me parece un planazo. Tampoco nunca presenté ninguna película en los Goya, ¿podes creer? Pasa que yo hice poco cine, hice muchas series que además fueron muy largas. Con La Casa de Papel estuve cuatro años de mi vida filmando, entonces es difícil meter películas en el medio.
-La película hace foco en el tema de la mutación de la identidad. ¿Siempre tuviste en claro quién querías ser?
-Curiosamente sí, y desde muy pequeña. Yo veía un programa en España que se llamaba Lluvia de estrellas, donde niños se transformaban en cantantes conocidos y a mí eso me fascinaba. Eso de mutar y transformarse en otra persona a mi me tenía la cabeza loca. Yo le decía a mi madre que quería eso. Hay algo de mostrar mi costado creativo y saber que estoy provocando algo en los demás que me fascina, me gusta mucho. Mi padre es carpintero, mi madre trabajaba en una mercería, así que nada que ver con esto pero yo estaba tan obsesionada que empecé estudiando baile y canto, y luego me anotaron en una agencia de niños que hacían publicidades y moda.
-Así diste tus primeros pasos...
-Claro, ahí empecé a hacer mis primeros pinitos (así se le dice en España cuando das los primeros pasos en alguna actividad) pero fue difícil. Me acuerdo que no quedaba en los castings, nunca me seleccionaban y mi madre me decía: “Cariño, vámonos… Son colas interminables, llevamos ya mucho tiempo viniendo. Te compro una Barbie y vamos a tomar un chocolate con churros”. Y yo le decía: “No, mamá; es que no entiendes. Mientras yo estoy haciendo el casting, a mí ya me graban”.
-Y mirá donde llegaste… ¿Qué dice tu mamá ahora?
-A mi mamá se le cae la baba. En realidad, a mis padres se les cae la baba. Los veo muy emocionados y eso me emociona a mí también. Ahora vinieron con mi perrita a San Sebastián, me llevé a la familia completa y fue muy hermoso.
-¿Sentís que La Casa de Papel fue un antes y un después en tu carrera a nivel popularidad?
-Sí, y fue todo de repente. Yo antes venía aquí a disfrutar de mi anonimato, pero esa serie traspasó fronteras.
-¿Te siguen diciendo Tokio por la calle?
-No tanto. Siempre me sentí muy agradecida de todo lo que pasó, de las puertas que me abrió ese personaje y esa serie icónica, así que nunca me molesto que me llamen Tokio. Ahora que pasaron algunos años, si me dicen Tokio digo: “Está bien, pero estaría bueno que si ya conocen a la actriz lo vean como un paso más en mi carrera”.
-¿Cómo se hace para desprenderse de un papel tan fuerte?
-Yo creo que hay que ir a contracorriente un poco. Mientras duró, intenté disfrutarlo.
-¿Nunca te dio miedo quedar encasillada?
-Sí, en su momento sí; sobre todo cuando terminó. Ahí tuve un momento de crisis bastante heavy en todos los aspectos porque veníamos de estar todo el tiempo viviendo emociones fuertes. Pasaron muchas cosas y muy de repente. Así que cuando termino, dije: “Vale, ahora sí que estoy completamente perdida. Después de esto, ¿qué hago? ¿Hacia dónde enfoco mi carrera?”. Me llegaban cosas pero no estaba muy centrada como para fiarme de mis instintos y mis gustos, entonces tuve que tomarme un tiempo para pensar. Estuve como un año y medio sin trabajar, recuperándome y de luto también porque nunca había interpretado un personaje durante tanto tiempo. Así que fue un luto con el personaje, con el equipo, con mis compañeros, con todo lo que nos había aportado la serie, con el lugar donde nos había posicionado. Fue fuerte.
Una española casi argentina
Desde hace muchos años que Úrsula se siente una argentina más. Desde 2016, la actriz -oriunda de San Pedro de Vilamajor, Barcelona- está en pareja con el “Chino” Darín, a quien conoció en el set de la serie española La embajada. Al parecer, la historia de amor que tenían sus personajes traspasó la pantalla y, desde entonces, son una de las parejas más cool de la industria.
Por esa razón, Argentina es un lugar muy especial para Corberó. “Yo me siento argentina. A veces tengo crisis de identidad, porque cuando llevo mucho tiempo acá (normalmente vengo a pasar largas estadías) después vuelvo a España y me siento rara”, revela quien, en esta oportunidad, aterrizó en Buenos Aires para asistir a la avant premiere de su nuevo film. “¿Podés creer que el ‘Chino’ y su familia no están acá? Están en España. Lo mismo me pasó el año pasado cuando vine a rodar la peli. Parece chiste”, se queja la catalana que tiene pensado quedarse en la ciudad al menos una semana.
-¿Qué es lo que más te gusta de Argentina, además del “Chino”?
-El “Chino” es mi cosa favorita de este país (risas). Muchas cosas me gustan, creo que no podría elegir.
-Te cambio la pregunta: ¿En qué cosas ya te sentís argentina?
-En muchas cosas. Ahora, por ejemplo, estoy todo el día usando el: “Y sí...”. Allá en España es “Sí” o “Claro”. Tengo muchas palabras, me apoderé de muchas expresiones argentinas. Me siento como los niños cuando empiezan a aprender nuevas palabras y las usan sin saber muy bien qué significado tienen. Ayer, por ejemplo, dije: “40 mil lucas” (risas) y me tuvieron que corregir. Me fascinan los idiomas, me fascinan los acentos y siempre he sido muy curiosa con eso. Es verdad que al estar todo el día con mi pareja o con mis suegros [en referencia a Ricardo Darín y Florencia Bas], hay cosas que se me pegan.
-¿Tomás mate?
-Tomo mate. No soy muy matera porque me da un poco de taquicardia, pero cuando el “Chino” se hace le robo un par de sorbitos.
-Hablando del “Chino”... trabajan mucho los dos y a veces pasan mucho tiempo separados. ¿Cómo hacen para manejar el tema de la distancia?
-Es curioso, porque yo digo que aprendí a estar sola y a ser más independiente desde que estoy con él. Al principio lo pasábamos mal (bueno, yo por lo menos porque él es más independiente), a mí me costaba mucho, pero porque cuando empezás una relación es más difícil porque está esa cosa de que no te querés separar de la persona. Pero el concepto de amor muta y luego se convierte en algo menos efervescente, entonces te lleva a una cosa más pacífica, más tranquila. La verdad que si estamos separados es porque los dos estamos trabajando.
-¿Se acompañan mucho?
-Sí, claro. Si uno de los dos no trabaja, estamos juntos. Nosotros tenemos una profesión muy intensa, donde pasás de cero a cien en cuestión de días. De repente, estas seis meses sin rodar y luego te metés en un proyecto y estas doce horas al día trabajando. Luego llegás a casa y sigues estudiando entonces tienes poco tiempo.
-Es una buena excusa para extrañarse…
-Sabés que creo que eso es clave. Está bueno tener la oportunidad de echar de menos a tu pareja. A veces lo hablo con él y digo: “No sé si estaríamos juntos si no estuviéramos tanto tiempo separados”.
-¿Les gustaría volver a trabajar juntos?
-¡Nos encantaría! Lo que pasa es que tenemos como mucha expectativa puesta en eso. Yo creo que estamos esperando “el proyecto”. Sentirnos los dos iluminados por esa historia a contar. Sólo falta eso y estamos.
-Hablemos ya con Luis (Ortega)...
-Vale, pero díceselo tú también así no soy yo siempre la que lo está persiguiendo (risas).
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