Una tarde de champagne, mallas de hierro y gatos con Daniela Cardone
La modelo y una entrevista puertas adentro de su estudio musical
Daniela Cardone volvió a Buenos Aires después de hacer algunas giras por el interior del país. Su trabajo ya no son las pasarelas: ahora ella es DJ y pasa música en diferentes bares y boliches, aunque su "puesto fijo" la lleva, una vez por mes, hasta el palermitano Ink.
Son las 6 de la tarde y el atardecer está empezando a asomarse en Recoleta. Con un vestido negro con tachas circulares y un corte de pelo irregular (carré pero con mechones largos en los costados), la modelo que supo disparar suspiros en los noventas abre la puerta de su piso ecléctico. Ya desde la entrada se ven algunas estatuas budistas (las hay de tamaños más que interesantes), plantas frondosas que adornan el balcón y alfombras persas. Pero lo que más llama la atención es una enorme mesa de billar y un mueble estilo Luis XIV conviviendo en su living.
Basta caminar unos pasos para encontrarse con un palo de pole dance que asoma desde otra habitación, unas luces led azul eléctrico que recorren el piso del pasillo y una colección de gorros de policía que adorna una de las paredes, frente a unos paneles luminosos multicolores. Pero vamos a concentrarnos en el lugar donde más tiempo pasa Daniela: después de atravesar un portal con un cartel que anuncia su nombre -un souvenir de su paso por "El Musical de Tus Sueños", en 2009-, nos sumergimos en su estudio musical.
Cardone está radiante, divertida. Propone abrir una botella de champagne y juega con unos anteojos de sol amarillos. Afuera, el tráfico porteño se mezcla con la electrónica que sale de su Mac. Una consola y dos bandejas se ubican al costado de la habitación que está llena de espejos gigantes. No hay manera de escaparse de la imagen de uno mismo. También hay dos cabezas de maniquí que lucen dos mallas de hierro, esas que usaban los caballeros templarios cuando iban a pelear montados a caballo en la época del rey Arturo. "Las uso para las producciones, son muy pesadas para tocar", dice Daniela, e intenta convertir a la entrevistadora en una suerte de Juana De Arco al ponerle la malla sobre su cabellera. Su risa fuerte resuena en el estudio.
Daniela recorre sin nostalgia las épocas de modelo. "No tengo enemigas, no me gustan las peleas. No entiendo porqué hay tantas peleas ahora", dice con aire zen. La mamá de Brenda Gandini y Junior Pisanu se considera una persona pacífica. Incluso tiene un Buda tatuado en uno de sus brazos. Dice que no es una persona melancólica y, ahora, con 52 años, se siente en la plenitud de su vida. Tan así es que se ríe del término "MILF" ("Mother I Would Like To Fuck" o la manera en que se nombra a las mujeres maduras que despiertan "ratones") y confiesa que las fotos subidas de tono que sube a Instagram son para provocar. Tiene 62.500 seguidores en esa red social. En cambio en Twitter, tiene 307. La explicación: decidió cerrar su cuenta anterior por las críticas que recibió después de mostrar fotos con Matute, su gato embalsamado.
Daniela ama los gatos. Tiene cinco en su casa , todos persas. Azabache, Matutino, Keyra, Martitha y el más holgazán y que hace honor a su nombre, Garfield. Y cuando el líder del gaterío murió, decidió hacerle un procedimiento para poder conservarlo con ella. Ahora descansa en su habitación. Muchos la juzgaron. "A la gente le da morbo. Deberían mirarse a ellos en vez de estar viendo qué hago yo. Hay mucha envidia. Ya me van a imitar, yo empecé a ser DJ y ahora hay un montón que pasan música", dice. Mientras Garfield toma los últimos rayos de sol que se filtran por el balcón, Daniela cuenta cómo los rapa cada tanto para que no sufran el calor y los llama "mis hijos".
A medida que pasa la entrevista, los leds de distintos colores, las bolas de boliche y el champagne ayudan a imaginar a DC -el apodo que adoptó la modelo para moverse dentro del mundo de la electrónica- en situación. "Empecé con esto de la música en España, donde viví unos años. Era como un juego, pasábamos música con amigos. Y después cuando vine acá me animé", cuenta. Su setlist es bien electrónico, pero fusiona los sintetizadores con canciones conocidas como, por ejemplo, "Malo" de Bebe. "No me importa lo que digan, a mí siempre me criticaron por todo", dice, sobre la mirada de los otros.
Daniela empezó como modelo, también probó las plumas, tuvo una marca de ropa, hizo algunas incursiones en la actuación y fue ganadora de una suerte de Expedición Robinson en España (La isla de los FamoS.O.S). La competencia, que tuvo lugar en 2003, consistía en sobrevivir en una isla, conseguir alimentos y sortear diversas pruebas físicas. Se llevó a cabo en la República Dominicana, y los famosos fueron ocho, entre ellos un torero y una Miss España. "Aprendí mucho de esa experiencia, era la lucha por la subsistencia, no tenía para comer. También lidiar con los otros, la convivencia. Pero sobre todo aprendí a estar conmigo misma que es algo que no muchos saben hacer", rescata.
Aunque aceptó participar del segmento "El Musical de tus Sueños" en 2009, Cardone dice que no participaría hoy de un "Bailando por un sueño" o de algún reality similar. "Hay mucha malicia, críticas, no estoy para eso. Ya lo pasé. Ahora hay como un ensañamiento", explica. Ella está concentrada en la música.
Se sonroja levemente cuando le preguntan si está de novia y dice que sí, que hace poco conoció a alguien pero no quiere hablar de eso porque es "muy reciente". A pesar de tener el palo de pole dance en casa, Cardone no está haciendo ejercicio, al menos por ahora. "No tengo una rutina. A veces me conecto y me pongo al día con todo. Pero hice tanto ejercicio en mi vida, que ahora no estoy con ganas", cuenta.
Las copas van bajando, igual que la luz natural. El cuarto musical se ilumina con los leds y con las luces de los autos. De repente suena un celular, es el de Daniela. Mira y dice: "Es Oyarbide". Atiende. "Sí, estoy en una nota". Corta. "Era Norberto. Justo pasaba por la esquina y vio todo prendido y a Garfield en el balcón", dice y lanza una carcajada. La música electrónica sube y la habitación por un segundo se convierte en Ink, o un boliche de Mendoza, o donde sea que DC esté a punto de tocar.
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