Un jarabe envenenado y el último verano: el acto final de Alicia Bruzzo, una actriz que se fue antes de tiempo
Elegía Mar del Sur para veranear. El pequeño poblado cercano a la ciudad de Miramar le permitía desconectarse del mundo vertiginoso que solía apabullarla. En su casa a metros de la playa podía encontrarse con su verdadero ser. Sin maquillajes, sin personajes, sin rótulos. Aquel verano de 2007 no fue la excepción. Alicia Bruzzo se recluyó en su vivienda para descansar de un año personal intenso. Su físico le había regalado algunas alertas, después de varios contratiempos que habían comenzado a minar su salud. “Me vine a mi mar, me vine a mimar”, dijo a modo de plegaria. Mantra de un verano. De su último verano.
Debieron trasladarla de urgencia a Buenos Aires. Cuando atravesó el arco General San Martín rumbo al norte, la silueta de los edificios de Miramar la reverenciaron en ese paso definitivo. Se iba para no volver. A los pocos días, el 13 de febrero, un paro cardíaco ponía fin a su vida en la Fundación Fleni. Pasaron catorce años de la partida de una actriz enorme que aún tenía mucho para dar.
Tabaco y envenenamiento
Alicia Bruzzo era una de las intérpretes más prestigiosas de nuestro país, una primera actriz, cuando su salud comenzó a jugarle una mala pasada. En 1992 aconteció el primer hecho luctuoso que se convirtió en el eslabón inicial de una serie de alteraciones concatenadas. Ese año, una partida de propóleo adulterado atacó su salud con graves consecuencias.
Aquel jarabe envenenado generó la intoxicación de mucha gente y la muerte de 25 personas. Se trató de un sabotaje sobre una partida completa que se llevó a cabo fuera del laboratorio que procesaba el producto. En el Hospital Fernández se atendieron más de 3000 pacientes afectados por la sustancia en mal estado.
Fruto de la intoxicación, Bruzzo debió ser internada en terapia intensiva debido a la gravedad de su cuadro. Le tomó bastante tiempo recuperarse, luego de varios tratamientos que nunca lograron que su salud fuera la de antes. Entre otras consecuencias, se le inició un proceso de obesidad que fue transformando su físico. La actriz comenzó a perder plasticidad y no era poco el esfuerzo que debía hacer para poder cumplir con su trabajo, que requiere de lo corporal como una de las herramientas expresivas.
Ocho años después, Alicia Bruzzo seguía pagando las consecuencias de aquel envenenamiento. Presentaba alteraciones hormonales y neurológicas, y había llegado a pesar más de 140 kilos. Luego de algunos tratamientos sin éxito, apeló a una cirugía gástrica para poder encausar en alguna medida todo aquello que se había alterado.
Quien fuera la protagonista de Pasajeros de una pesadilla, aquella película poderosa que fue hito de su carrera, era una fumadora compulsiva. No son pocas las fotografías que la muestran con un cigarrillo en su mano. Aquella adicción le costó otro grave problema de salud. En 2001 se le diagnosticó un cáncer de pulmón. Mientras batallaba contra la dolencia, se dedicó a profundizar su vocación por la pintura y también abocarse al lenguaje del arte digital. Incluso, ofreció varias muestras públicas en las que se pudieron apreciar sus creaciones.
Amante de su vocación de actriz, las sucesivas dolencias no pudieron frenarla para desarrollar su trabajo, aunque con limitaciones. En 2005, protagonizó y dirigió aquella recordada Yo amo a Shirley Valentine. Era un material conocido, dado que ya lo había interpretado en 1991 con dirección de Agustín Alezzo. Catorce años después, Bruzzo adaptó el texto e incorporó en escena a Manuela Serrano Bruzzo, su hija, fruto de su matrimonio con el director y maestro Raúl Serrano. La descendiente de la pareja heredó de sus padres la pasión por el teatro y el talento para desarrollarse tanto en la actuación como en la dirección y la escritura.
Trayectoria con honores
Alicia Bruzzo fue una de las actrices más talentosas que transitó la escena, el cine y la televisión nacional. Sus interpretaciones contaban siempre con un valor agregado. En 1972 ingresó al teatro por la puerta grande, con un papel en Las brujas de Salem de Arthur Miller. No sólo el director Agustín Alezzo vio en ella lo superlativo de su actuación, sino que sus compañeros encontraron en la novata actriz el germen de una artista que podía darle carnadura a cualquier personaje que le tocase transitar. Aquellos compañeros visionarios eran nada menos que Alfredo Alcón, Milagros de la Vega y Susy Kent.
Bruzzo era de esas actrices que podían enaltecer la televisión ya sea en los grandes textos de Alta comedia o en ficciones más pasatistas que calaban hondo en el gusto popular. Frente a cámaras debutó con Alberto Martín y Nora Cárpena en una historia de Alberto Migré. Cómo olvidarla en El Rafa, Atreverse, Pobre Clara o en Situación límite. Su paso siempre era superior.
Arribó al cine el mismo año que debutó en teatro. Su primer estreno para la pantalla grande fue Llegué sin darme cuenta, donde compartía elenco con Sergio Denis. Tiempo después, Alicia Bruzzo sería parte de títulos inteligentes de la cinematografía nacional como Espérame mucho y Una sombra ya pronto serás. Su último paso por la televisión fue en El deseo, junto a Natalia Oreiro.
La despedida
Había nacido el 29 de septiembre de 1945 en la maternidad Sardá. Su infancia y adolescencia transcurrieron en la calle Rondeau de su adorado barrio de Parque Patricios. Allí hizo de la vereda arbolada un primer escenario. Luego, llegaría el Bernasconi y el Conservatorio Nacional. Huracán a pocos pasos y el amor por sus vecinos de pasar austero.
A comienzos de 2007 llevaba más de un año sin trabajar. La afección en sus pulmones le seguía complicando el desenvolvimiento de una vida normal. De todos modos, entendió que volver a Mar del Sur le haría bien. Disfrutó esos primeros días del año en esa casa a la que regresaba una y otra vez para encontrar la paz y sobrellevar de mejor forma los avatares de una salud diezmada.
Una descompensación pulmonar alertó a sus afectos más cercanos. Con la premura del caso, una ambulancia la trasladó a Buenos Aires. En la Fundación Fleni fue atendida en la sala de cuidados intensivos. El 13 de febrero, un paro cardiorrespiratorio puso fin a su vida. Tenía 61 años. En cada función de los teatros de Mar del Plata se la recordó con un aplauso cerrado. Y en Buenos Aires recibió su sepultura con una ovación.
Un día como hoy, hace catorce años, partía una de las más grandes actrices argentinas. Se fue antes de tiempo. Su muerte privó al público de todo lo que aún tenía para dar. Su cuerpo flagelado, que no podía seguir de pie, marcó el mutis prematuro y definitivo.
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