La cara de la actriz Silvina Sabater es muy reconocible, su carrera pasó tanto por la televisión como por el cine y el teatro, pero es sobre las tablas en donde más pudo cultivar su labor artística; actualmente se sube a escena en dos obras y además forma parte del elenco de ATAV 2
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Actriz con larga y prestigiosa trayectoria en teatro, Silvina Sabater tuvo pocas oportunidades de lucirse en televisión aunque actualmente hace un pequeño personaje en la segunda temporada de Argentina tierra de amor y venganza (ATAV 2) como la abuela del personaje de Justina Bustos. En diálogo con LA NACION, Sabater habló de las dos obras que actualmente tiene en la cartelera, Los gestos bárbaros y Late el corazón de un perro y rememoró sus inicios de la mano de Alfredo Alcón y en reemplazo de Silvia Montanari.
-Trabajás desde hace muchos años en teatro, pero pocas veces se te vio en televisión, ¿fue una elección?
-¡Lo que es la televisión! El otro día fui a la verdulería y una señora me dijo que me había visto en ATAV 2 y me preguntaron si seguía y sigo, pero no sé cuándo salen al aire los capítulos. No me niego a la tele, pero no se ha dado. Cuando hice Montaña rusa fue impresionante lo que pasaba. Una vez fui al zoológico con mis hijos y casi me agreden porque mi personaje le pegaba al de Nancy Dupláa y me decían: “Dejala tranquila, mala”. Hice un capítulo hermoso de Sobrevivir con humor y algunas producciones de Canal 7 como En terapia. Picoteo, pero no se da seguido, no sé qué pasa. Si me llaman y me interesa, lo hago porque no tengo un veto, en ese sentido. También me gusta mucho el cine y me llegó tardíamente. Este año se estrena una película de terror que filmé hace casi dos años y se llama Cuando acecha la maldad y otra más. Ahora empiezo a filmar un corto muy hermoso sobre la historia de la última sobreviviente en el mundo y es muy visual. Pero me surge más trabajo en teatro.
-La fantasía de la gente es que un actor tiene que ser famosos, ¿vos qué pensás?
-A veces les cuento a mis alumnos que cuando era chica pensaba que si a los 30 años no era famosa, abandonaba la actuación. Yo amo lo que hago, es mi pasión y una vez que empezás no hay retorno.
-En este momento estás haciendo dos obras: una de ellas es Late el corazón de un perro, en el Espacio Callejón, donde interpretás a una mujer acumuladora; y la otra, Los gestos bárbaros, en Hasta Trilce, que habla de vínculos rotos. ¿Qué podes contar de cada una de ellas?
-Y en dos meses empiezo a ensayar Después del ensayo, una obra de Bergman que me entusiasma mucho, dirige Daniel Fanego y protagonizan Osmar Núñez y Vanesa González. Vamos a estrenar en el Picadero y yo tengo un personaje difícil. Cuando mi hermano va a verme al teatro me dice: “Hermana, nunca una comedia vos” (risas). En las dos obras que hago en este momento tengo personajes muy opuestos. En Los gestos bárbaros soy una mujer más entera, aunque con pésima relación con sus hijos y me doy el gusto de salir bien arreglada. Es una obra oscura con historia de vínculos muy lastimados, y mi personaje es bien diferente al que hago en Late el corazón de un perro, donde interpreto a una vieja acumuladora que vive en una casa a la cual nadie accede. Es la historia de una mujer que dirige Franco Verdoia y me contó que empezó a escribirla viendo un programa de televisión y le pareció un mundo muy atractivo. Es sobre una patología que se llama síndrome de Diógenes. Yo estaba de gira en Bruselas cuando Franco me mandó la obra y me encantó, inmediatamente le dije que sí. Me preguntaba cómo se resolvería escenográficamente y debo decir que la escenografía es una síntesis y una sutileza, una maravilla, casi un personaje más. Vamos a hacer el largometraje. Es un buen año y eso que el horóscopo chino no me lo vaticinada.
-¿Sos de leer los horóscopos?
-En el chino soy liebre y en el horóscopo me interesa saber cómo los astros están alineados en cuanto al tema laboral. Después, en salud soy una persona sana y no tengo de qué ocuparme, salvo del tabaco. Yo había dejado de fumar en el 2019 con muchísimo esfuerzo y engordando nueve kilos. Luché y lo sostuve hasta que me llamó Fede León para ofrecerme hacer una gira por Europa con un personaje que fumaba en Yo escribo vos dibujás. Le pedí usar un cigarrillo electrónico, pero necesitaba que el personaje encendiera tres cigarrillos juntos y tuviera mucho humo en la cara. Pensé en fumar solamente en los ensayos, pero no lo pude sostener y volví a fumar otra vez. En Late el corazón de un perro, la vieja es una fumadora compulsiva. Y para el corto que voy a filmar, el director me dijo que era muy importante que fumara. Evidentemente no puedo dejar.
-Querés dejar de fumar y no te dejan...
-No sé si quiero dejar. Es una excusa perfecta.
-¿Cómo fueron tus comienzos en el medio?
-Empecé a trabajar a los 24 años en un espectáculo muy exitoso que se llamaba La cocina y estuvimos mucho tiempo en cartel. Después trabajé con Alfredo Alcón en Panorama desde el puente, una obra de Arthur Miller que dirigía Carlos Gandolfo. Yo estaba cursando el último año de la Escuela de Arte Dramático y necesitaba pagarme los estudios, así que fui a ver a Gandolfo y le pedí que me diera trabajo. Me dijo que no porque solamente tenía un personaje de extra y yo venía de hacer La cocina. Le respondí que no me importaba, que necesitaba trabajar, era con Alcón, en el Teatro Astral y me pagaban. Me acuerdo que mi personaje abría una ventana, decía “oohh” y la cerraba. Nada más. Entonces yo usaba todo el tiempo de la obra en estudiar y hacer mis trabajos en el camarín. Así empecé de extra hasta que Silvia Montanari, que era la protagonista, tuvo una fractura y necesitaban un reemplazo.
-¡De extra a protagonista sin escalas!
-Sí (risas). Me acuerdo que me llamaron por teléfono y pensé que me estaban cargando. Sin embargo, fui a la reunión con el productor, que estaba muy enojado y me dijo: “Alfredo quiere que usted haga el personaje, pero yo no la conozco y si el reemplazo es largo lo va a hacer una figura”. El reemplazo fue por una semana, tuve dos días para ensayar y estrené y al poco tiempo tuve que volver a reemplazar a Silvia por no recuerdo qué razón, y Alfredo quiso que otra vez lo hiciera yo, muy a pesar del productor. Un día le pregunté a Alfredo cómo se había arriesgado y me respondió “Uno se da cuenta después de tantos años” y me auguró un futuro de gran actriz. Muy hermoso que dijera eso de mí. En ese momento me pareció raro, pero con los años lo entendí porque también me pasa cuando le veo pasta a un estudiante. Aprendí mucho con Alfredo y fue un gran desafío.
-¿Y cómo continuó tu carrera?
-Trabajé con todos los grandes: Ulises Dumont, Federico Luppi, Carlos Carela, Norma Aleandro... Recuerdo que con Norma y Carlos viajé a Venezuela para hacer una obra que abría allí el Festival Internacional de Teatro. Fue increíble. Y la primera vez que actué con Luppi fue de “pueblo”. Me acuerdo que me quedaba durante horas mirándolos a esos actores para aprender. Ese fue mi primer viaje y después giré mucho con obras de Daniel Veronese. Viajar no era fácil en ese momento para mí porque yo era separada, tenía dos hijos chicos (Demian y Diego, hijos de su relación con el actor Jorge D’Elía con quien estuvo en pareja durante 13 años) y alquilaba. Nunca tuve la expectativa de ir a Europa porque además tenía sueldo docente así que no estaba en mis planes, aunque sí en mis deseos. Con Mujeres soñaron caballos hicimos una hermosa gira por todo el mundo. Jamás había pensado en viajar tanto a lugares tan insólitos como Japón o Rusia, aproveché para conocer y lo primero que hacía cuando llegaba a una ciudad era ir a la oficina de turismo. No hay nada más lindo que trabajar y viajar. Es un regalo del cielo.
-Tu otra pasión es la docencia y tenés tu propia escuela, ¿es así?
-Soy profesora nacional de arte dramático y tengo mi taller desde hace años. Además soy directora de la licenciatura en actuación desde hace 25 años en la Escuela de Arte Dramático y doy dos cátedras. Este año me jubilo y voy a extrañar muchísimo. Son mis dos pasiones y me siento muy bendecida porque nunca tuve que hacer otro trabajo para ganarme la vida. Salvo cuando no me dejaban entrar todavía a la Escuela Nacional de Arte y en ese momento trabajé como maestra porque soy maestra nacional. Con más plata o menos plata, pero siempre haciendo lo que me gusta, vivir de lo que te gusta es estar más cerquita de la felicidad. Dejé de alquilar a mis 60 años y me compré mi departamento con lo que junté en 11 años de gira. Fue algo importante para mi viejo, que ya no está, porque le preocupaba que yo no tuviera techo propio.
Para agendar
Los gestos bárbaros: se puede ver los miércoles, a las 20.30, en Hasta Trilce (Maza 177 CABA).
Late el corazón de un perro: está los domingos, a las 21, en el Espacio Callejón (Humahuaca 3759, CABA).
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