Triste, solitario y final: a treinta años de la muerte de Rita Hayworth
Murió sin recordar quién era, sola, bajo un encierro de casi una década y al cuidado de una hija a la que no reconocía; la gran "Gilda" partió acechada por la decadencia de su físico y de su mente
Sólo 68 años de vida bastaron para que Margarita Carmen Cansino Hayworth se convirtiera en estrella. Y en mito. Un 14 de mayo de 1987, Manhattan despedía a uno de los grandes iconos del star system norteamericano. Pasaron 30 años desde entonces, pero el aura de Rita Hayworth sigue brillando en el recuerdo de sus admiradores y de una industria que la tuvo como a una de sus niñas mimadas. Un romance que se fue consumiendo cuando la gran celebridad comenzó a registrar los signos de un Alzheimer que, junto con los estragos de su adicción al alcohol, le fueron minando el camino y aceleraron el final.
Sus últimos años transcurrieron en soledad. Solo acompañada por su hija Yasmine y un equipo de enfermeros y médicos que, con los avances científicos que contaban, ponían el mejor esmero para tratar un diagnóstico aún incierto.
Se confundió Alzheimer con alcoholismo. Y una senilidad avanzada y tan precoz como inexplicable. Algunos colegas buscaban acercarse, pero las puertas del piso de Nueva York estaban bloqueadas a las visitas. La consigna era no mostrar la decadencia. Por otra parte, era imposible poder mantener un ida y vuelta lógico con una mujer que se encontraba presa de una realidad paralela: ya no recordaba quién era, había perdido todo registro de su pasado estelar y quienes la rodeaban eran extraños con buenas intenciones. Así de duro y trágico fueron los últimos años de una mujer que prematuramente le dijo adiós a Rita para volver a ser Margarita. Una Margarita opacada por el peor enemigo.
Origen flamenco
Pocos saben que Margarita Cansino era ciudadana española. Es que su padre, Eduardo Cansino Reina, era oriundo de Sevilla. Bailarín talentoso y sanguíneo, apoyó desde siempre la vocación de su hija por la danza. Desde niña, Margarita mostró talento por el baile, siendo esta disciplina un arte en el que descolló aún antes de dedicarse a la actuación. Tenía 13 años cuando acompañaba a su progenitor por diversos "tablaos" bajo el mote de Rita Cansino. Pero, fue sin dudas, a través del cine, donde logró posicionarse como una de las estrellas de su país.
Rita (tomado del final de su nombre real, Margarita), se fue convirtiendo en marca a medida que la carrera iba tomando otro espesor; todo a fuerza de papeles que cada vez lograban mayor protagonismo.
Luego de trajinar audiciones y obtener participaciones menores, la exuberante pelirroja ya utilizaba su nombre artístico cuando conoció a Edward Judson, quien impulsó su ascenso en la Columbia hasta convertirla en una estrella que le haría facturar millones a la compañía. Este matrimonio fue uno de sus grandes actos de rebeldía. Margarita era una muchacha de armas tomar. Y, a pesar de la oposición de sus padres, decidió contraer enlace con este hombre que le aparejaría notables satisfacciones financieras.
“Mucho trabajo, mucho estudio y talento”, solía repetir esta mujer que, si bien era un verdadero sex symbol, no se privaba de hacer gala de cierta cultura y solvencia en sus papeles. Curiosamente, jamás ganó un Oscar. La Academia quedó en deuda con ella. “Los premios no sostienen una carrera y no compran el amor del público”, dijo alguna vez.
Rita sabía que la belleza era otra de sus armas. Seductora a más no poder, la utilizaba a su gusto para seducir, lograr objetivos y encandilar a la cámara. “La belleza siempre ayuda, pero no puede ser lo único…”.
Con todo, tuvo que someterse, a pedido de los jerárquicos de la Columbia, a tratamientos intensivos e invasivos para adelgazar, modificar su peinado y tomar cursos de maquillaje para lucir como una verdadera estrella.
Rita hizo muy bien los deberes. Rápidamente se convirtió en una figura asediada por la prensa, admirada por los fans, y por la que los estudios se peleaban para tenerla en sus filas.
Amores & cía.
Judson fue el primero de sus cinco maridos. El amor, con todas sus contrariedades, fue motivo de alegrías y tristezas para la protagonista de Gilda. Su segundo enlace fue con el director Orson Welles. Fue un amor apasionado, que congeniaba bien en el set. A tal punto que, luego de la separación, continuaron filmando. Rita fue la impulsora de ese proyecto que le permitió a Welles seguir en los grandes estudios; así era ella con la gente que quería. Y a pesar de ser temperamental, y algunos dicen algo avara, se portaba bien con aquellos a los que le interesaba.
Así como tuvo un primer matrimonio que fue combatido por sus padres, no se dejó amedrentar por los posibles comentarios que podría provocar su unión con el príncipe iraní Ali Khan. Luego de esta unión que le causó más de un disgusto dada la disparidad cultural, Dick Haymes y James Hill fueron amores con los que transcurrió la última parte de su vida.
Si bien, debido a su trabajo, su rol de madre quedó algo relegado, tuvo dos hijas: Rebeca, fruto de la unión con Orson Welles, y Yasmine, hija del príncipe iraní.
Por siempre Gilda
Acaso un papel basta para justificar toda una carrera. Si esta máxima fuese aplicable a la carrera de la diva, sin dudas su caracterización en Gilda dio la vuelta al mundo. Cachetada a Glenn Ford mediante y el striptease de un guante bastaron para paralizar las salas de cine y hacer explotar la taquilla de cuanta ciudad exhibió el filme.
Fue uno de los grandes títulos del cine negro dirigido por Charles Vidor. La película, censurada en muchos países por su audacia, hoy es vista como un material de culto para los historiadores del séptimo arte. Curiosamente, el argumento vincula la trama con Buenos Aires. Años después, la estrella visitó la ciudad, pero ya no era la gran figura en esplendor.
Gilda consagró a Rita Hayworth. Se convirtió en la mujer más sexy de su momento. Una bomba fatal que paralizaba todo a su paso. Tal era su valía que su rostro fue valuado y asegurado, en su tiempo, en medio millón de dólares.
Ocaso
Hace treinta años, la muerte de la gran estrella fue el corolario para años de sinsabores, luchas contra las enfermedades, ostracismo y un retiro forzado y muy prematuro.
Rita recién había atravesado la barrera de los cincuenta años. Su adicción al alcohol hizo dudar sobre las verdaderas causas de sus síntomas. En aquellos tiempos, el Alzheimer no era una patología difundida y, en consecuencia, su tratamiento impreciso.
Rita comenzaba a transitar un deterioro mental y físico. Sus últimas apariciones públicas, antes de su retiro, mostraban a una mujer debilitada y con algunos trastornos en la coherencia y la ilación de sus frases.
Sus últimas participaciones en cine fueron complejas. Los títulos no tenían el peso específico de producciones anteriores. Y las horas de rodaje en los sets se extendían más de lo previsto debido a sus problemas para memorizar parlamentos.
Su hija Yasmine fue quien la cuidó en sus últimos años. Encerrada en su departamento transcurrió en armonía una vida que sepultó a la estrella y dio paso a una anciana precoz. Fue prácticamente una década en la que poco se supo de ella.
El 14 de mayo de 1987 dio su suspiro triste, solitario y final, luego de algunos episodios previos que anticiparon las últimas bocanadas. Su estrella en el Paseo de la Fama y su tumba en el Cementerio de Holy Cross de California ven desfilar a diario a sus fans. A esos que no la olvidan. A esos mismos que aún hoy sienten que Gilda puede aparecer en cualquier momento y desprenderse de su guante paralizándolo todo.
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