Tras las acusaciones de abuso, Gerardo Romano advirtió: “Es el colmo denunciar a un actor por hacer bien su trabajo”
El actor charló con LA NACION sobre las declaraciones de la actriz Paula Di Chello, con quien compartió el set de Se dice amor en 2005; su recuerdo de esa escena, los motivos que lo llevaron a romper el silencio y cuál fue la reacción de sus hijos
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No están siendo semanas fáciles para Gerardo Romano. Hace unos días, el actor fue acusado por la actriz Paula Di Chello de haberla besado fuera de libreto hasta dejarle el labio sangrando cuando compartían el set de Se dice amor, novela que se emitió en 2005 por la pantalla de Telefe. Si bien en un primer momento prefirió mantenerse en silencio, en las últimas horas el protagonista de Un judío común y corriente decidió hablar y dar su versión de los hechos. “Es el colmo denunciar a un actor por hacer bien su trabajo”, consideró Romano a LA NACION sobre ese momento, mientras recordaba lo “violento y sádico” que era ese villano que le tocó interpretar en uno de los tantos éxitos de Quique Estevanez.
Tras negar cada una de las palabras de su colega, este artista -que fue pionero en obtener el mote de sex symbol en la TV- explicó por qué este accionar le parece “poco ético” y esbozó su propia teoría sobre lo que se esconde detrás de esta fuerte acusación. “¿Está bien que una actriz ignota e intrascendente denuncie falsamente a un actor para tener algún punto de referencia promocional y así vender sus libros infantiles?”, preguntó fiel a su estilo.
Romano confesó que la acusación pública de abuso lo angustió: “Tengo 76 años, hace 50 que soy actor, 56 que soy abogado. Fui jefe de la División de Sumarios del Ministerio de Justicia de la Nación, fui profesor en la Facultad de Derecho de la UBA, fui policía federal, fue cadete en el Colegio Militar, jugué al rugby en el Club Olivos. No tengo prontuario, tengo una reputación, amo a mis hijos, cumplí con mis padres”, dijo antes de comenzar su extenso descargo ante este diario.
-¿Qué te pasó cuando te enteraste de esta acusación?
-Me angustié. Me enteré porque me apareció un tuit que decía que había una denuncia por acoso sexual o laboral. Yo no pensaba hablar, no quería darle lugar a que se “me cuelguen de las tetas”, parafraseando a la filósofa Moria Casán. No pensaba ni contestar, pero cuando esta persona comenzó a inventar que la corría por los pasillos, ahí no pude quedarme callado.
-¿Qué tenés para decir al respecto?
-Yo no perseguí nunca a nadie. Jamás. No condice esa mentira con mi realidad. Soy petiso, chueco, tímido, retraído, jamás estuvo en mi esencia encarar a una mujer porque no soporto el rechazo. Ni siquiera iba a los boliches a levantarme chicas, era algo que me resultaba incómodo. Además, por fortuna o por trabajo, la prensa me otorgó la categoría de sex symbol, lo que siempre me generó una abundante oferta tanto femenina como masculina y trans, por lo que nunca tuve que correr a nadie por ningún pasillo. ¡Al contrario, me corrían a mí! Eso por un lado. Y después ella hace una segunda denuncia, donde habla de una escena y dice que la mordí y la hice sangrar.
-¿Cuál es tu recuerdo de esa escena?
-No tengo que acordarme, la veo en el video que está circulando. No es que descubrió algo. No hay prueba documental, no hay sangre, no se ve que la esté mordiendo con la presión que ella dice. Presionar con los dientes para atrapar un labio no es morder para hacer sangrar.
-¿Te acordás si ella te hizo algún comentario después de grabar esa escena, si te expresó su incomodidad?
-No, no me acuerdo. No sé quién es, no me acuerdo ni de su cara. Esto pasó hace casi 20 años. Yo entré a esa novela llamado por Quique Estevanez para hacer de villano. De hecho, no besaba nunca. Ya no tenía edad para besar porque en televisión no se enamoran los viejos. Se me está denunciando por hacer una escena como actor, donde yo interpretaba a un acosador, a un violento y sádico, a un psicópata, a un maldito de telenovela. Se denuncia a alguien con algo imposible de probar, con una tipicidad que no existe en lo penal. El resto del trabajo lo hacen los trolls, las redes sociales y el rebote televisivo. A este operativo se suma la filiación política del acusado porque en Twitter me ponen: “Sos un violín kirchnerista, HDP”.
-¿Vos sentís que es una campaña en tu contra?
-No es algo que sienta, es un tuit que leí. Es el colmo denunciar a un actor por hacer bien su trabajo. Es un carpetazo. Es como si a Luisa Kuliok se la denunciara por violencia de género por haberle pegado a Arnaldo André un cachetazo de más o más fuerte. En mi caso, esta escena fue parte de una novela que salió al aire por Telefe, que fue éxito de rating y donde no se vio la sangre, porque si pasa algo se para la grabación. La denunciante dice que la mordida le ocasionó un sangrado de labios, sangre que nunca se ve.
-Ella sostiene que ni el beso ni la mordida de labio eran parte del guion...
-Yo tenía que hacer de un violador, ¿cómo no permitirse en el juego de la actuación actuar de acuerdo a mi inteligencia y mi talento? ¿Le tengo que preguntar a esta piba cómo tengo que hacer la escena? Y más aún con la anuencia del director, que sabía que había una escena de beso violenta y que fue ensayada.
-¿Entonces la escena fue ensayada?
-Sí, yo no me salí del libreto ni del personaje. Por razones de cámara, de foco, de luces, de movimientos, tiene que ser ensayada. El director, que era Hugo Alejandro Moser (el hijo de Hugo Hiram Moser) tiene que saberlo. En televisión, hay algo que se llama repentización. El actor no va con la letra terminada, los movimientos no son milimétricos como en cine o como en teatro, en tele los actores aportan, proponen cosas, los directores agregan letra, sacan letra. Hay muchos que agradecen eso porque el actor con su imaginación enriquece la escena. Esta escena tenía una potencia tremenda. Su cara entre mis dos manos, la nuca apretada contra la pared, y en vez de darle un chupón normal, la agarro y le muerdo el labio superior con mis dientes, pero la estoy marcando, no la estoy apretando para hacerla doler.
-¿No reconocés que quizá en esto que mencionás de que el actor pone mucho de sí en una escena puede generar otras interpretaciones?
–Sí, puede ser. En este caso puntual igual no me acuerdo, estamos hablando de hace casi 20 años. Pudo haber pasado. Me viene a la mente una escena que hice con Esther Goris para una ficción en Canal 13, donde teníamos que golpearnos y nos cagamos tanto a trompadas que terminamos los dos en el suelo. Me acuerdo que aplaudió todo el piso y cuando miro mi mano tenía un manojo de pelos de Esther. Le digo: “Mi amor, perdóname”. Y su respuesta fue: “Salió buenísima”. No se dio ni cuenta de lo que había pasado. En el ensayo no se me ocurrió tirarle del pelo: surgió mientras grabábamos.
-En este tipo de escenas, ¿no hay un consenso previo entre los actores? ¿No se llega a un acuerdo para ver cómo se va a abordar?
–Salvo en los unipersonales en teatro, la mayoría de las escenas son corales y siempre es con otro y todo se consensua. El arte y lo creativo son hechos democráticos. Aunque la última palabra siempre la tiene el director, pero los actores son buenas personas, no hay nada que aclarar. No hay actor que haya tenido más escenas de cama en cine y televisión que yo, eso te lo firmo ya. Cuando hice La marca del deseo, rodaba este tipo de escenas con tres actrices diferentes por capítulo y nunca tuve el más mínimo problema. Cuando me aparece una actriz que no tiene experiencia, me acerco y le pregunto: “¿Has hecho escenas de cama alguna vez? Si me dice que “no” trato de explicarle cómo se hacen, cómo se da un beso sin rozar las lenguas para que parezca el beso más apasionado.
-¿Alguien de la novela se comunicó con vos a raíz de esto?
–Yo lo llamé a Quique Estevanez, él sabe cómo fue todo. Me dijo que me quede tranquilo. Este era un programa de televisión, en donde mi personaje era un hijo de puta, tenía que hacerlo así: no puedo hacerlo dulce y besarle la mano.
–Di Chello dijo que este hecho traumático no solo la hizo renunciar a la novela en su momento sino alejarse del medio, ¿qué sentís al escuchar esto?
–Decir que esto le impidió progresar en su carrera es de un simplismo propio de mediocres. ¿Qué tendría que haberla indemnizado por haber frustrado la consagración de tanto talento?
–¿Por qué pensás que sale ahora a contarlo?
–Porque tiene que presentar tres libros infantiles. De hecho, a las notas que dio fue con los libros que tiene que vender. Disimulá, escondelos en el auto y cuando terminás la nota, hablá de tu proyecto. Establece cierta disrupción entre la denuncia contra Gerardo Romano y los tres libros que tenés que vender. La torpeza de la maniobra es tal que, como diría Milei, hay evidencia empírica.
–¿Nunca más volviste a cruzarte con ella?
–No, ni quiero. No sé el nombre, no sé ni cómo es su cara. Además es una violenta que dice que me daría un cachetazo si me ve.
–¿Pensaste en iniciar acciones legales?
–Nooo. Voy a gastar mi tiempo y mi plata, ¿para qué? Yo estoy con otras complicaciones. Estoy llegando a los 80 años, hago teatro, lucho por una sociedad mejor, amo a mis hijos, disfruto de la primavera, de las flores de mi balcón. No estoy para sumarme a esta maniobra mediocre. Esto es una mentira, no existe denunciar a alguien 17 años después por algo que salió al aire.
–¿Cómo tomaron tus hijos esta situación?
–Mis hijos me conocen como padre, yo les hablo con el ejemplo. Mis hijos saben cómo soy, mis hijos vieron cómo me ocupé de mis padres cuando se quedaron valetudinarios, cómo murieron en mi casa. Eso es lo que define a un hombre. Una vez, el papa Bergoglio me dijo que lo que habla de un hombre es cómo es con sus padres cuando llega el momento de la vejez y yo puedo estar tranquilo.
–En su momento, fuiste un férreo defensor de Lito Cruz y de Federico Luppi cuando fueron acusados de violencia doméstica por sus exparejas, como así también de Juan Darthés cuando fue acusado por Calu Rivero de abuso. Y ahora te toca a vos estar en ese lugar...
–Cuando apareció este relato me pareció tan torpe que elegí no contestar, pero después recordé a mis adorados colegas Federico Luppi y Lito Cruz que, luego de luchar una vida por sus ideales y demostrar tanto talento, cayeron en el peor de los escarnios y me angustié. Esto parece un mal machete de la situación que protagonizó Calu Rivero, solo que aquí no hay ni por las tapas un procesado por acoso ni violación.
–¿Con la denuncia de Thelma Fardin cambió tu percepción sobre Juan Darthés?
–La situación de Darthés es otra. Hay una situación judicial, está procesado, hay una menor de edad y una acusación de violación. Es otra la situación. Pero sí me identifico con Pablo Rago que por una falsa denuncia se quedó sin dinero, sin trabajo, sin amor y engordó 30 kilos.
–Esta no es la única acusación en tu contra. Hace unos años, la actriz Mariana Prommel contó algunas situaciones incómodas que padeció en el set de una tira de Polka, ¿Qué podés decir al respecto?
–Sí, eso fue en una tira que hizo Suar que se llamaba Lobo. Y pasó esto que hablábamos recién de los actores que aportan y los que no. Yo a veces pedía perdón por agregar cosas y grandes directores como Jorge Maestro, Sergio Vainman y Rodolfo Ledo me decían: “Agregá siempre”. En esa novela, yo era el padre del personaje de Gonzalo Heredia. Era un borracho, un asesino, un HDP. Había una escena en la que entraba en la cocina, agarraba a la mucama (interpretada por Prommel) con una violencia tremenda y la amenazaba con un cuchillo. “Decime dónde está la plata o te corto el clítoris con un tramontina”, le dije y ella se quedó con esos ojos enormes que tenía, mirándome azorada. Quedó la escena, al director le encantó, salió al aire y después ella dijo que eso era violencia de género. No fue nada oculto, millones de espectadores lo vieron por televisión.
–¿Sentís que se hace más daño con la denuncia mediática que con la judicial?
–Absolutamente. Hace tres años, se me adjudicó en un programa de televisión que yo era padre biológico de una mujer de 50 años. Estuvieron un año dando vueltas con el tema. Me hicieron mierda. La prensa decía: “Se hace el populista, el que se preocupa por la justicia social y tiene una hija tirada por la calle”. Gané el juicio, pagué el abogado, los ADN, no soy el padre. Pero eso no tuvo el rebote que tuvo la noticia inicial de la supuesta paternidad.
–Decís que debido a tu mote de sex symbol nunca tuviste que perseguir a nadie por los pasillos. Al contrario, que el perseguido eras vos... ¿Viviste alguna situación que hoy puedas identificar como un acoso?
–Sí, claro. A mí me acosaron. Me contrataron como protagonista de una película en la cual al poco tiempo la productora me comunicó que el director se iba y que la iba a terminar ella. Que iba a entrar un personaje nuevo, que iba a tener una escena nueva y cuando pregunté quién era la actriz, la productora me dijo: “yo”. La escena era de cama. Se hizo la escena, los dos en pelotas y yo antes de que se subiera arriba mío, dije: “Maquillaje, la toallita”. Es una toallita finita que usábamos para cubrirnos en ese tipo de escenas. Me la puse y dije: “Bueno, ahora sí”.
–¿Esa fue la única vez?
–No, cuando tenía 15 años salía del colegio Sarmiento y me subí a un trolebús que estaba vacío. De repente, sube un señor trajeado y se me sienta al lado. Yo tenía puesta la valijita del colegio sobre mi regazo y, de repente, el tipo me mete la mano por debajo y me toca. A mí se me salió el corazón por la boca. Salté como un resorte para bajarme y cuando lo iba a hacer, el tipo estaba atrás mío. Llegué a mi casa llorando, pero no le conté nada a mi mamá. Ella me preguntaba: “¿Por qué llorás?” pero no le pude contar nada.
–Entonces podés entender por qué a veces las víctimas tardan tanto tiempo en hablar... en su momento, vos tampoco pudiste contarlo.
–No estoy seguro de eso, pero quizás las cosas varían en la vida. Es para un debate largo el tema. A mí me parece feo lo que hizo esta piba, quiso promocionarse. ¿Cómo podría lograr cierta notoriedad para lanzar sus libros si no?
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