¿Tiene límites el humor? Los standuperos argentinos defienden el chiste de Chris Rock
Ezequiel Campa, Dalia Gutmann, Marcos Bicho Gómez, Fernando Sanjiao, Martín Pugliese, Homero Pettinato y el Payaso Chacovachi afirman que, más allá de los cambios sociales, la risa es individual y democrática en su capacidad de reírse de todos y de todo
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Todo sucedió en un instante y quedará para siempre en la antología de las transmisiones de la TV en vivo. Durante un monólogo humorístico en la última entrega de los Oscar, el comediante Chris Rock lanzó un one liner (chiste corto) sobre el aspecto físico de Jada Pinkett Smith –esposa del actor Will Smith–, burlándose de su calvicie, producto de una alopecia. Treinta segundos después, la bofetada de Smith a Rock, el slapgate como se lo conoce en inglés, marcaría el comienzo de un debate sobre los límites del humor. Algunas voces justificaron la reacción del ganador del Oscar, otros la deploraron o incluso sostuvieron que no merecía la atención que recibió. Smith pidió disculpas, Rock dijo que todavía estaba procesando lo que pasó.
Pero volvamos al debate. Si no se pueden hacer chistes de los cuerpos, ni de los gestos, ni de las formas de hablar, ni de los acentos, ni de las culturas, ni de las religiones, ni de la orientación sexual, ni de los géneros, ni de las nacionalidades, ni sobre el físico, ¿queda algo para satirizar? Marcos Bicho Gómez, prestigioso actor y humorista es contundente en su opinión: “Soy de los que piensan que no tiene que haber un límite en el humor. Obvio que el límite te lo pone el que recibe el chiste. Sin ir más lejos, en la misma entrega de los Oscar una humorista hizo un chiste sobre Di Caprio y todos lo festejaron. Antes del cachetazo, Chris Rock hizo un chiste con Javier Bardem y Penélope Cruz, pero cuando le tocó a Will Smith… ¡él se sintió tocado! ¿Hacer un chiste sobre la muerte está mal? Si es así se acabaría el humor negro. También depende del ámbito donde hagas el chiste. Si la gente te va a ver al teatro y sabe el tipo de humor qué haces nadie se puede ofender. No podemos decirle al público ‘de esto no te rías más’, porque cada uno piensa distinto y se ríe de distintas cosas. A mí me gusta el humor negro, mi hijo se ríe de los instagramers. ¿Está mal? No, sólo que nos reímos de distintas cosas. También debo decir que estamos viviendo un momento de construcción donde todos estamos aprendiendo nuevas formas y la sensibilidad está a flor de piel. Hay que ser cautos y también reírnos un poco más”.
Dalia Gutmann también subraya los cambios sociales y la valentía y responsabilidad inherente al humor, sobre todo aquel hecho en vivo, a la hora de analizar lo sucedido el último domingo. “Me parece que todo es caso por caso, y como decía McLuhan, el medio es el mensaje. Depende mucho quién lo dice, cuál es su historia. No es lo mismo un chiste hecho por [Eduardo] Feinmann que un chiste hecho por Santi Maratea. Desde mí, siempre hago fuerza por no autolimitarme, y si quiero hacer un chiste sobre algo, si para mí es gracioso, si para mí es catártico, si estoy de acuerdo con el chiste, trato de no reprimírmelo y que no me importe tanto lo que opinan los demás. Ahora, cuando hacés algo medio fuera de los cánones, de lo políticamente correcto, te tenés que bancar las consecuencias. En eso hay que ser muy valiente, y lo que venga del otro lado hay que bancarlo. Cuando uno dice algo un poco corrido se tiene que bancar lo que va a venir después. Mucha gente no se lo quiere bancar, entonces ni siquiera lo dice. A veces escucho a mis monólogos de 2005 y estábamos insertos en otra cultura, entonces también es muy injusto analizar un monólogo de entonces con los ojos de hoy, que estamos viviendo en otra sociedad y estamos aprendiendo muy de a poco, todos, a mirar el mundo con ojos más evolucionados, pero creo que todavía falta un montón y que hay mucha hipocresía al respecto”.
Es preciso aclarar que el chiste de Rock sobre Pinkett-Smith se inscribe en una tradición muy arraigada en Nueva York como es el roast (asado), o comedia de insultos, una forma de humor en la que un invitado de honor es objeto de todo tipo de bromas personales a costa de sus características físicas, su trayectoria o cualquier otro rasgo identificatorio, con la intención de divertir al público, aunque en algunos casos pueda causar controversia cuando se considera que el tono termina siendo insultante por acumulación. Muchos comediantes aseguran que un verdadero “asado” requiere del consentimiento de su objeto de las bromas. No fue este el caso: “La comedia puede oprimir o liberar, yo disfruto más de la segunda. Nos criamos en una sociedad donde reírse del diferente era el canon, donde nos reíamos del padecimiento del otro. El cambio de contexto que estamos atravesando los últimos años nos obliga a los comediantes a hacernos cargo de lo que decimos, a ser más responsables. Y esto no quiere decir que hay un ‘correcto o no correcto’ pero sí de que tengo que ser consciente de que ejerzo un poder sobre el escenario. Que los comediantes estemos en tela de juicio puede ser una oportunidad para exigir nuestro material, de ser más personales, de sumar a las nuevas disidencias y no contribuir a los viejos standards”, asegura el standapero Fernando Sanjiao. Por su parte, su colega Ezequiel Campa, que maneja a la perfección los límites entre lo políticamente correcto o incorrecto, afirma: “Ante un chiste polémico, la de Will Smith fue la peor respuesta. Creo que es un error creer que lo que sucedió en la entrega de los Oscar entre él y Chris Rock vino a darnos la chance de hablar de los límites de la comedia. En todo caso de lo que hay que hablar es de los límites de Will Smith. De ninguna manera Will Smith es a partir de ahora la vara desde la cual los comediantes debemos hacer nuestro trabajo. Fue sólo la reacción de un violento. Él tenía muchas opciones para responder a Chris Rock y, sin embargo, eligió pegarle. Incluso hasta podría haberse retirado del teatro Dolby si tan ofendido estaba, sobre todo teniendo en cuenta que el monólogo de Rock, en un evento tan importante, pasa por decenas de filtros antes de ser aprobado y no hay una coma librada a la improvisación. Will Smith podría haberse ofendido con la Academia por avalar esos chistes y no recibir su premio. Pero parece que es más fácil pegarle una cachetada a un humorista que ir a terapia o rechazar un Oscar”.
Entre muchas otras voces, la licenciada en Filosofía y doctora en Ciencias Sociales Roxana Kreimer subió un video a su canal de YouTube donde analiza el tema desde una mirada filosófica: “Si bien para muchas personas puede tratarse de una cuestión frívola, el tema de los límites del humor me parece relevante, y es una de las cuestiones que ocupa a una disciplina central de la filosofía como es la ética. Implica un conflicto de la vida cotidiana, que hace a la buena convivencia entre las personas, y que puede tener varias consecuencias severas como fue la de los humoristas que fueron privados de la vida por haber publicado un chiste con la figura de Mahoma en la revista Charlie Hebdo”, señala Kreimer.
¿El humor debe tener límites éticos o vale todo bajo la etiqueta de chiste? “Por un lado, gracias a la corrección política no se puede decir casi nada sin que alguien se ofenda. Pero también es cierto que el humor cambia según los tiempos y las geografías de las que se trate, y está bien que así sea. De ahí que se diga que la comedia es tragedia más tiempo. Pero eso no significa que no existan argumentos para cuestionar éticamente chistes lanzados en determinadas épocas o lugares. Aclaro que no estamos hablando de libertad de expresión, sino si hay marcos éticos intersubjetivos para considerar que el humor tiene límites, y que algunos chistes serían reprensibles en términos éticos, no que deberían ser prohibidos”, plantea.
Martín Pugliese, por el contrario prefiere enfocarse en el contexto para asignar responsabilidades: “Lo primero que veo es que no hay que matar al mensajero, sin antes ver quiénes participan del mensaje. Cuando alguien hace reír a un auditorio sobre algo, y la gente lo avala con su risa, el comediante es un eslabón más dentro de la comunicación. Y Hollywood es un lugar donde todos son pretenciosos, están en pose y se ríen de cosas por obligación. El problema es que al estar todos en pose ya no saben si está bien reírse o no de algo, porque ni siquiera están conectados con ellos mismos. En este caso, los dos que más se salvan son Will Smith y Chris Rock, los únicos que de alguna manera actuaron genuinamente. Para Chris Rock, mucho peor que el cachetazo hubiera sido que nadie se riera de su chiste, pero la gente más o menos se rió como se venía riendo de los anteriores. Como comediante creo que no hay ningún límite, que el límite es tu propio discurso. Hoy la sociedad es bastante opresiva en relación a algunas cosas que no se toleran, pero creo que se debe poder hablar de todo y después uno tiene una opinión sobre ese tema”.
Noel Carroll, uno de los teóricos más reconocidos en el ámbito del humor, se refiere a este tema en Introducción al humor, su libro de 2014 en donde dice que el humor no tiene contenido ético propio. “Para Carrol aplicar el razonamiento al humor es un error de categoría, es como preguntarse qué fragancia tienen los triángulos. Un argumento que usa para negar que el humor tenga límites es que un chiste suele tener distintas interpretaciones, y en alguna de ellas puede ser discriminatorio y en otras no. Sin embargo, aun cuando sea posible admitir que un chiste tiene distintas interpretaciones, si la mayoría de los que escuchan un chiste lo consideran discriminatorio, no parece muy buena idea contarlo delante de esa comunidad de hablantes. En relación al chiste de la entrega de los Oscar, era bastante probable que generara una ofensa y una reacción, siendo que se trataba de una mujer enferma que estaba delante del humorista que estaba contando el chiste”, señala Roxana Kreimer en su análisis. Carroll aduce también que alguien podría reírse de un chiste discriminatorio porque lo encuentra ingenioso, no porque sea loable en términos éticos, aunque según la filósofa eso no prueba que los presupuestos éticos de ese chiste sean éticamente admisibles.
“El humor va cambiando, como van cambiando los tiempos –afirma Homero Pettinato–. Este chiste puntual de Chris Rock es un típico chiste del humor roast americano, incluso hasta naïf. Pero esa persona estaba avergonzada por no tener pelo y ser mujer, entonces en vez de ser gracioso es violento. Por otro lado, vamos al debate del humor roast: para mí está bueno, le gusta a la gente. Su verdadera función es transformar en algo humorístico algo que de por sí es triste o doloroso. Los humoristas utilizamos el humor como una técnica de sanación propia, como un mecanismo de defensa. Y ese mismo humor es el que termina satirizando las cosas que están mal en el mundo. No me parece que sea la muerte de ese humor, aunque sí me parece que estamos en un momento de un cambio completo de paradigma. El chiste de Rock estuvo mal puesto, estuvo mal utilizado, además es malo y es demasiado agresivo para ser tan poco gracioso. Pero eso no quita que los humoristas no nos sigamos riendo de una cultura o de un grupo de personas, de una tribu urbana, de lo que le sucede a la gente y a nosotros mismos”.
“Mofarse de alguien por el color de su piel o de una persona que forma parte de un grupo históricamente discriminado muy probablemente genere cuestionamientos éticos. Incluso si se tratara de una ironía, el que dice el chiste podría salir con el célebre discurso “no seas mala onda, finalmente fue sólo un chiste”, pero ésta, justamente, es la característica de la ironía, que como saben es un acto de habla que consiste en decir lo opuesto que uno quiere decir sabiendo que el otro va a entender ese efecto paradójico. ¿Ciertos tipos de ironía deberían ser aceptadas porque el humor es una forma ‘artística’? Lo dudo”, concluye Kreimer.
“Una cosa es el humor y otra la burla, y la burla tiene que ser siempre hacia arriba o para los costados (destinada a los pares en el drama), nunca hacia abajo”, explica el Payaso Chacovachi. “También la burla no tendría que ser personalizada, salvo que el burlado sea tu claro enemigo. Tendría que ser generalizada y al que le quepa el saco que se lo ponga. Estar en el escenario te da impunidad, hasta que el ofendido sube y te abofetea, como ocurrió en este caso. En la calle, cuando uno está haciendo un espectáculo callejero, es muy distinto, las reglas son otras y te la jugás de verdad. Hay que hacerse cargo de lo que decís y sostenerlo.... o salir corriendo. Cuidado con la burla, no es para cualquiera”.
En ese sentido, el filósofo francés André Comte-Sponville en su libro Pequeño tratado de las grandes virtudes, sostiene que “se puede bromear acerca de todo, el fracaso, la guerra, el amor, la enfermedad, lo importante es que la risa agregue algo de alegría, algo de dulzura o de ligereza a la miseria del mundo, y no más sufrimiento o desprecio. Se puede bromear con todo, pero no de cualquier manera. Un chiste judío nunca podrá ser gracioso en boca de un antisemita. La ironía hiere, el humor cura; la ironía puede destruir, el humor ayuda a vivir; la ironía quiere dominar, el humor libera; la ironía es despiadada, el humor es misericordioso, la ironía es humillante, el humor, es humilde”.
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