La exmodelo, conductora y empresaria mantuvo una extensa charla con LA NACION; reflexionó sobre las puertas que no se le abrieron, el programa en el que no se sintió cómoda y su vínculo con Roberto Giordano
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“Empecé a trabajar a los 28 años, cuando ya había tenido a mis hijos Hassen y Diego (Balut); pero, en los castings, decía que tenía 24, porque, para la época, era grande”. Teresa Calandra se inició en la década del ochenta, un poco después de varias ilustres de su generación que arrancaron un poco antes.
El tiempo pasó, construyó una carrera relevante en el mundo de la moda, se transformó en conductora y se forjó como empresaria de ese mismo mundo con emprendimientos que llevan su firma, tal el caso de su icónica línea de anteojos.
Teresa Calandra es una mujer con nombre propio. Hoy, con casi setenta años, luce tan espléndida como cuando desfilaba para los grandes diseñadores de alta costura. “Comencé como suplente, pero eran tiempos donde tus compañeras te abrían puertas, te ayudaban, lo cual me permitió rápidamente ser titular”, cuenta.
Recibe a LA NACION espléndidamente vestida, maquillada y peinada, pero se disculpa, “refrescó y me puse este suéter viejo, un trapo”. Se cubre con la prenda, que se percibe impecable. Ofrece café -que sirve su esposo- y muy generosamente brinda su casa de Barrio Parque para la producción de fotos. “¿Tenés buena luz?”. Conoce de perfiles, su oficio la lleva a percibir cuál toma la beneficiará y cuál no, está atenta a si el flash disparó y a qué tipo de plano elige el fotógrafo para cada encuadre. “¿Me mostrás?”. “Esta no me gusta”, dirá terminante. Cualquier neófito diría que cada una de las imágenes son perfectas. “Me cuido”, sostiene. Elegante como esa casa cálida, pletórica de objetos, recuerdos, fotografías y arte, en la que dan ganas de quedarse un largo rato.
-¿Por qué fuiste modelo?
-Comencé por Teté Coustarot, a quien conocí en La Plata, la ciudad donde yo nací y ella estudió periodismo.
En un desfile con té de las tiendas Harrod´s, Coustarot la vio sentada entre el público y se acercó a saludarla. Cuando Calandra le contó que hacía trabajos esporádicos, le sugirió convertirse en profesional. Menos de un año de aquel encuentro, Teté le presentó a Roberto Giordano: “Ahí comenzó el ascenso”. En aquellos primeros años de los ochenta, las presentaciones de modas eran protagonizadas por no más de una docena de modelos, lo cual les confería una identidad con nombre propio: Teresita (Garbesi), Carmen (Yazalde), Evelyn (Scheild), Mora (Furtado), Patricia (Miccio), entre algunas otras. “Elsa Serrano también me dio una gran oportunidad. Eran desfiles que requerían tres días de ensayos, montábamos coreografías muy exactas, no podíamos recorrer el espacio de cualquier forma”, cuenta.
Enfocada
Teresa Calandra tiene una mirada muy personal de la vida, forjada en aquellos tiempos donde golpeó puertas que no siempre se abrieron: “En la vida te enfrentás con más ´no´ que ´sí´, pero la idea es enfocarse en lo que una está convencida que le gusta y no frustrarse. Hice cientos de casting y elegían a otras chicas, pero siempre pensé que una puerta que se cerraba daba la posibilidad a que viniera algo mejor, nunca me deprimí”.
En su filosofía de vida, donde no faltaron tropiezos, puertas que se cerraron y dolores, entiende que siempre hay que fijarse una meta: “Una vez que logré un objetivo, me enfoqué para ir por uno nuevo”.
-Los proyectos como motor.
-Plantearse objetivos es estar vivo. Me enseñaron la cultura del trabajo, no entiendo cómo hay gente que puede vivir sin hacer nada. Aunque sea ad honorem, algo tengo que hacer, me gusta estar activa.
-En Argentina, la cultura del trabajo está vapuleada.
-No es mi caso. Mi mamá siempre me decía que debía estudiar y trabajar y ser la mejor en mi oficio. He probado con trabajos que me di cuenta que no eran para mí, pero los experimenté y luego me aparté.
-¿Cuándo sentiste que hacías algo que no era para vos?
-Cuando fui panelista en un programa de televisión.
Se refiere a su paso por Pamela a la tarde, el magazine de América que conducía Pamela David antes de la pandemia.
En la televisión paga se sintió más a gusto y su ciclo Con teresa, casi un clásico de la moda y el buen vivir de los domingos por la noche, cumplió 27 años en el aire y hasta la hizo ganadora de un premio Martín Fierro, entregado por Aptra. En simultáneo, hizo Bienvenidas (eltrece) y Entre amigas con Teresa (ATC). Al cable llegó por una sugerencia de su marido, quien le planteó un panorama claro y realista: “Tenés que tener tu propio programa, porque cuando cambian las autoridades de un canal, te pueden convocar o no”.
-Las leyes de los medios.
-Me hizo acordar a mi mamá, quien siempre me decía que había que poner los huevos en distintas canastas.
-¿Por qué te fuiste de Pamela a la tarde?
-Porque era un programa donde se hablaba de actualidad y farándula, algo que no sé hacer, así que me quedaba muda, no podía aportar nada. No sé hablar sobre la vida de otros y, por otra parte, no soy periodista; puedo hablar de moda, maquillaje. Querían que me quedara, pero me hice a un costado.
Además de su tarea en los medios y en el mundo de la moda, Teresa Calandra es rematadora. “Trabajé en Bullrich y en Naón”, se enorgullece. Se atrevió a todo, hasta de interpretar un papel en Perla negra, aquella telenovela protagonizada por Andrea del Boca y Gabriel Corrado que hacía estallar el rating de la tarde. Más acá en el tiempo, se dio el gusto de cocinar en Pasaplatos famosos (eltrece), una competencia de cocina conducida por Carina Zampini.
-¿Cómo llegás a la telenovela?
-Fui rematadora en un remate a beneficio en el que estaba mi marido. Una de las cosas que se remataban era una participación en Perla negra y él fue subiendo la vara hasta que quedó en sus manos. Cuando llego a la mesa, me dice: “Siempre quisiste ser actriz, acá tenés tu voucher, te regalo la participación en la novela”.
-Entonces…
-Me fui a Telefe y me presenté ante Nicolás del Boca, que era el director de la tira.
-¿Qué te dijo cuando te vio?
-”Señora, qué honor tenerla con nosotros”, pero yo le dije que no se preocupara, que me hiciera decir “la mesa está servida”, pero Nicolás (del Boca) fue tan amoroso que me creó un personaje.
También estuvo en Los simuladores e hizo una participación en Puán, el flamante film protagonizado por Leonardo Sbaraglia y dirigido por María Alché y Benjamin Naishtat que se estrenará en pocos días.
Trascendencia
-Está claro que los desafíos no te amedrentan. ¿Qué te da miedo?
-Me da miedo el deterioro, llegar a ser una carga para mis hijos y depender de otras personas. A eso le tengo mucho respeto y hasta temor, pero no a la muerte, para nada, en absoluto.
-De hecho, la transitaste, una experiencia que no muchos experimentan.
-La transité.
-¿Cómo fue?
-Tuve un síncope. No me sentía bien, fui al baño y presentía que me iba a desmayar, así que dejé la puerta abierta y me senté en el piso. Eran las seis de la mañana, llamé a mi marido y lo último que vi fueron sus pies entrando al baño. A partir de eso, no sé más nada, entré en otro plano, todo lo que sucedió después, me lo contó él.
-¿Percibiste algo más allá de la experiencia terrenal?
-Sí, veía que me despegaba de mi cuerpo y cómo me elevaba, cómo entraba en la luz. Fue lo más lindo que me pasó en mi vida, no tengo palabras. Mi marido me trajo de vuelta… Me hizo masajes cardíacos, respiración boca a boca y llamó a la ambulancia.
El diagnóstico de síncope la aparta de considerar que se trató de un desmayo: “Mi marido me dijo que ya tenía la rigidez y el rictus en la boca de una persona fallecida”.
-¿Recordás cada instante de esa situación?
-Absolutamente, el túnel estaba al fondo.
-¿Veías un túnel?
-Cuando se lo conté a Víctor Sueiro, quien estudiaba estos temas, yo insistía en que se trataba de un sueño, pero él entendía que no era así, incluso me consultó quién me había recibido… cuando me preguntó eso, me quedé petrificada.
-¿Por qué?
-Siempre hay alguien que te recibe y te da la mano. Siempre… Cuando leí sus libros, todos los testimonios coincidían en eso.
-En tu caso, ¿quién fue?
-Una ex pareja…
-¿Una ex pareja?
-Mi primer marido.
La conductora se refiere a Juan Taberna, quien fuera jugador de Estudiantes y de Gimnasia y Esgrima, los clubes históricos de la ciudad de La Plata: “Lo vi a él, me estiraba la mano”.
-Cuando eso sucedió, ¿Taberna ya había fallecido?
-No, murió unos años después.
Gonzalo Bergadá, su actual esposo, hizo todos los esfuerzos para que su mujer volviera en sí. Tiempo después, ella le pidió lo impensado: “Le dije: ‘Volví, pero la próxima vez no me traigas’. Hasta el día de hoy no puedo creer que le haya dicho eso. Evidentemente, viví una sensación de gracia, de gloria. Un placer que nunca he sentido en mi vida, que no puedo explicar. Estaba en una luz, en otro plano, totalmente elevada. Fue una gran experiencia, una gran vivencia, por eso no le tengo miedo a la muerte ni a lo desconocido”.
-¿Creés en Dios?
-Muchísimo, soy super católica, muy cristiana.
-¿Asistís a misa?
-A veces, pero también rezo el Rosario y me gusta meditar, cuando lo hago, me concentro mucho y veo la cara de Jesucristo.
Aquella vivencia fuera del plano de la racionalidad, aún hoy la sigue conmoviendo. El tiempo no ha hecho mella en la emocionalidad de un acontecimiento que hace dialogar fe, existencialismo y una profunda revelación sobre el sentido de la vida. “Al contarlo siento que puedo hacerle bien a mucha gente que pierde a un ser querido; mi experiencia puede sacarle un poco de dolor en el alma. Las pérdidas son duras y el que sufre es que se queda en este plano, no el que se va. El que se va, si hizo las cosas bien, se va a la gloria”, narra.
Vínculos
-¿Mediaste para que se reconcilien Evelyn Scheidl y Marcela Tinayre?
-Un poquito.
-Se quieren igual.
-Lo disimulan.
-No es fácil trabajar con todo el mundo, no sé si es fácil trabajar conmigo o a mí me resulta fácil trabajar con otras personas.
-¿Tenés contacto con Roberto Giordano?
-Sí, cada tanto.
-¿Cuándo hablaste por última vez?
-Hace un año, le agradezco tanto. Tantas modelos tienen que decir “gracias, Giordano”. Él miraba a un grupo de chicas y sabía señalar a la que creía que tenía talento. Tengo tan buen recuerdo de él y de su mujer Mirta.
-Mucha gente no quiere reconocer eso.
-Pero, por favor, le debo todo, empecé con él.
-¿Cómo vivís todo lo que le sucede?
-Él está muy bien, gracias a Dios.
-Teresita Garbesi me dijo que era enemiga de las cirujías.
-Yo no…
-¿Te has hecho alguna?
-A los 41 años me hice el lifting manequin.
-¿Lifting manequin?
-Es un lifting muy suave de ojos… ¿qué podés tener a los 41 años? Pero yo me veía en los monitores de ATC, cuyas cámaras eran de 1978, y no salía bien.
-¿Te hiciste alguna otra?
-Antes de entrar al programa de Pamela David me quise operar el cuello, y el médico también me sugirió hacerme la cara, entonces me hicieron un pequeño lifting. Soy enemiga del botox, de cambiar las facciones. Si hay algo que molesta y que da inseguridad, hay que modificarlo, el bisturí es bueno, siempre que no cambie la expresión.
-¿Cómo tomás todo lo que sucede en torno a Aníbal Lotocki?
-Es un espanto, lloré mucho por Silvina Luna, recé mucho por ella, la vi elevarse; también me pegó muy fuerte, lo de Mariano (Caprarola).
Amores
Luego de aquella primera pareja con “Juanchi” Taverna, Teresa Calandra se casó con Alejandro Balut, con quien tuvo a sus hijos Hassen y Diego, ambos viviendo con sus familias en Uruguay. Hassen es realizador audiovisual y Diego está al frente de una empresa de construcción de casas en Punta del Este, luego de haberse desarrollado como modelo, músico y conductor televisivo. Sus hijos le dieron seis nietos a esta mujer muy alejada de la imagen de una abuela tradicional, aunque muy cercana a ellos.
No le teme a trabajar en familia. Con Hassen al frente de la dirección grabó los episodios de su programa Con Teresa y Diego fue, durante varias temporadas, la imagen masculina de su línea de anteojos.
Cuando comenzó con su programa en la televisión paga, fue su suegra Liu Terracini, quien se encntraba radicada en Milán y, según Calandra, “la mujer más elegante del mundo”, quien la vinculó con los grandes diseñadores del mundo. “Gracias a ella llegué a Roberto Cavali, Giorgio Armani y Donatella Versace”, avisa.
-¿Tuviste trato directo con los popes de la moda?
-Sí, los conocí a todos. Tuve relación con Cavali y su mujer y en el Armani Café entrevisté a Giorgio.
-¿Cómo resultó esa experiencia?
-Fue muy gracioso, porque luego de la charla lo vimos acomodando lámparas. Como dice el dicho, “el ojo del amo…”.
-¿Cuánto tiempo estuviste casada con Alejandro Balut?
-Estuvimos juntos durante diez años que fueron muy felices.
Luego, Alejandro formó pareja con Beba Páez Vilaró, con quien tuvo dos hijos: “Es como si fueran míos”, reconoce esta mujer de familia ensamblada, quien, cuatro años después de divorciarse de Balut, conoció a Gonzalo Bergadá, con quien lleva 35 años de matrimonio.
-¿Qué lugar ocupa el amor en tu vida?
-Me gusta estar enamorada, me hace bien, es la sensación más linda.
-¿Cómo se transita el matrimonio en la madurez?
-Una se va reinventando. Al principio, todo es muy fogoso, se sienten mariposas en el estómago; después eso se va calmando, pero siempre hay un fuego. Por trabajo, ambos viajamos mucho, así que es muy lindo reencontrarse.
-¿Hubo crisis?
-Pasamos momentos difíciles, de aburrimiento o hastío, preocupaciones económicas, los problemas que surgen cuando los hijos son adolescentes -a los míos se sumaron los tres de él-, siempre pasaban cosas.
-¿Qué has buscado en cada una de tus parejas?
-Para estar al lado de un hombre, tengo que admirarlo. A Gonzalo (Bergadá), por donde lo mire, le pongo un diez, he tenido mucha suerte. En la vida me he enamorado tres veces, en las tres me casé, me he sentido muy querida y amada. Fui bendecida. No me imagino una vida sola.
Ser y parecer
-¿Qué lugar ocupa el cuidado del físico?
-Siempre fui muy coqueta. Estoy por cumplir setenta años y jamás dejé de cuidarme, de ser pulcra. La primera imagen que uno da, es la que cuenta, aunque se dice que hay treinta segundos para revertir lo bueno o malo que se haya imaginado el otro sobre uno.
-Sos una mujer bellísima, que ha trabajado con su imagen. ¿Ha sido un peso?
-Toda la vida fue un peso.
-Supuse que me dirías que no.
-Tengo que estar siempre muy prolija, ya que voy a cualquier lugar y la gente me mira. De todos modos, no vivo perturbada por la imagen, no siento que esté arriba la pasarela todo el día.
-Se habla de la mujer empoderada.
-No sé bien qué es, comencé a trabajar a los 17 años, cuando me dijeron que tenía que estudiar y trabajar.
Cuando salió del colegio secundario comenzó a trabajar en la sede de la ciudad de La Plata de la Junta Electoral. En esa misma ciudad comenzó a desfilar para casas de moda locales. Aunque de forma amateur, ya le pagaban cachet por esa actividad que se convertiría en su modo de vida y que la llevaría a cobrar trascendencia.
Competencia
-En tu época de modelo, ¿era feroz la competencia entre las colegas?
-No, por otra parte, soy competitiva conmigo misma. Cuando juego al golf no compito con el otro, sino con la cancha.
-La belleza es un parámetro cultural.
-De chiquita me veía linda, pero eso me jugó en contra.
-¿Por qué?
-Cuando sos linda…
-¿Existe la subestimación?
-Te la hacen más difícil. Cuando me separé de Alejandro (Balut), mi mamá me dijo: “Sos joven, sos mona y divorciada, serás un número difícil para que inviten”. Y me remarcaba que, por estar sola, no sería la más querida de un evento. Yo pensaba que sería un horror que nadie me quisiera invitar a su casa por ser todo eso.
-¿Qué le respondías a tu mamá?
-Que no pensaba mirar a los maridos de mis amigas casadas. Por suerte, nada de esto me sucedió, mis amigas me protegieron mucho, me invitaban a todos lados.
Pensando en cuestiones de belleza, Calandra toma las palabras de Coco Chanel: “No hay mujeres feas, sino mujeres vagas”.
-¿Qué quiere decir eso?
-Que hay que cuidarse, si no tenés plata para la peluquería, hacerte las manos y los pies, te lo hacés en casa; con un jean y una remera básica, podés estar muy prolija.
Hace varios años que no se hace masajes, pero reconoce que camina siete kilómetros por día, “llueva o truene”, y que le presta mucha atención a su interioridad emocional: “La meditación me ayuda mucho a estar bien. De grande, después de la pandemia, me he vuelto más espiritual y empática. Una va cambiando, te vas quedando con las cosas más simples, con un círculo más chico de gente, establecer vínculo sólo con quien tiene buena vibra. Una vez, un sacerdote me dijo: ´Teresita, tenés que aplicar el no de la caridad´”.
-¿Qué significa eso?
-Hay que saber decir que no y pensar más en uno.
-¿No es egoísmo?
-Para nada, es ser cariñoso con uno mismo para poder devolvérselo a los demás.
-Esa gente que dejaste en el camino, ¿se enojó?
-Ni se dieron cuenta, los veo menos.
-Se te percibe en un momento de revalorización de la vida.
-Agradezco cada paso que di. Me esforcé, nadie me regaló nada. Todo es tenacidad, una cara bonita no te asegura nada, lo importante es la actitud.
-Nada menos.
-Nunca me voy a quedar con la frase “si hubiese hecho tal cosa”. Yo me animo, aunque salga mal. Por eso Teresa, que es la formal, escucha a Teresita, mi niña interior, la que se anima a todo, a hacer lo que le gusta.
Antes de la despedida, deja, casi al pasar, una fórmula que parece ser su motor: “Hay que ser positivo, mirar siempre el vaso medio lleno. Voy a cumplir setenta años, estoy en tiempo de descuento, no sé cuánto me queda, entonces, bendigo cada día. Cada momento es único, como esta charla que tengo con vos”.
-Gracias.
-Te conté la historia de mi vida.
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