A 40 años del estreno de Camila, sus protagonistas se reunieron con LA NACIÓN para analizar la vigencia del film de María Luisa Bemberg y hablar con total honestidad sobre el vínculo afectivo que los unió desde un principio
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Hace 40 años se conocieron en el set del rodaje de Camila. Susú Pecoraro ya era popular por su trabajo en televisión e Imanol Arias venía de filmar en España Laberinto de pasiones a las órdenes de Pedro Almodóvar. Pero el film de María Luisa Bemberg, basado en la trágica historia de amor de la joven de alcurnia Camila O’Gorman y el sacerdote jesuita Ladislao Gutiérrez en tiempos de Juan Manuel de Rosas –que fue rodado en pleno retorno de la democracia–, impulsó sus carreras a otro nivel y propició una profunda relación afectiva que se mantiene en el tiempo.
El martes pasado se reencontraron en un acto organizado por el ministerio de Cultura porteño en el Teatro San Martín para celebrar el aniversario de la película que en 1984 fue vista en los cines por más de dos millones de argentinos; y que luego giró por todos los festivales del mundo (ganando innumerables premios), hasta llegar a ser nominada en el rubro Mejor film extranjero y participar en la entrega de los Oscar de 1985.
Ahora LA NACIÓN los vuelve a juntar en exclusiva y en una larga charla para analizar la vigencia del film, sorprender con anécdotas inéditas, recordar datos pintorescos y hablar del afecto mutuo, que es mucho y fue variando con el tiempo.
–¿Ustedes se conocieron prácticamente en el set de filmación?
Susú Pecoraro: –María Luisa no quería que nos conociéramos antes. Ella había hecho un curso de actuación en el Actors Studio con Lee Strasberg, y de allí había venido con la idea de que los actores teníamos que manejar “cierta verdad”. Yo ya había filmado a sus órdenes Señora de nadie y a toda costa quería que yo me peleara con Luisina Brando en la vida real porque en la película ambos personajes se odiaban. Entonces, como no le dábamos el gusto, porque claramente no era necesario, le empezó a hablar mal de mí a Luisina y después hizo lo mismo conmigo. ¡Era una extremista! (Risas). Luego, para Camila, María Luisa quiso exactamente lo contrario: que hubiera atracción entre Imanol y yo y que nos enamoráramos. Y para eso sostenía que no teníamos que conocernos hasta último momento. De todos modos, primó la razón y logramos vernos previamente en una cena y después le dimos a María Luisa todo lo que requirió de nosotros en el set de filmación.
–¿Hubo empatía entre ustedes desde un principio?
Pecoraro: –Como actores tuvimos una conexión inmediata. Parecía que hubiéramos actuado juntos desde pequeños. Nos mirábamos a los ojos y todo era pura verdad y desde un plano más personal, también.
Imanol Arias: –Desde un comienzo nos sentimos hermanados por la necesidad de ser creativos y potenciar el nivel del rodaje. Y también de compensar cierta carencia que tenía María Luisa. Es que ella era muy corta de vista y, como en ese momento no existía el video para chequear las tomas en directo, se nos acercaba lo máximo posible para observar las actuaciones. Podía ser intimidante, pero eso también hablaba de su interés por lograr de nosotros las mejores interpretaciones. Ya por esa carencia, o mejor dicho esa condición, merecía todo mi respeto. Porque ¡mirá igual cómo filmaba! Por su condición podría no tener una visión cinematográfica real o completa, ¡pero cuánto talento poseía!
–¿Cómo fue filmar con María Luisa Bemberg?
Pecoraro: –Yo creo que María Luisa estaba muy enamorada de nosotros y de los que hacíamos. Nos miraba con un amor increíble. Ella quería todo ya, en general siempre le gustaban las primeras tomas.
Arias: –Era una directora de avanzada, pero no se sentía segura técnicamente, por eso se rodeaba de los mejores profesionales en la materia. Para Camila hizo traer de España a Fernando Arribas, un director de fotografía brillante, que había trabajado con grandes directores de cine españoles e ingleses, y que le dio todas las garantías. María Luisa era más bien una directora intuitiva. Recién cuando tenía todo lo técnico bajo control se sentaba y gozaba de la experiencia como una actriz que dirige.
–¿Les permitía hacer aportes propios?
Pecoraro: –Sí, todo el tiempo. Nosotros le sugeríamos algo y ella decía: ‘Me encanta, hagámoslo´.
–¿Cuánto tuvieron que ver ustedes con la escena de sexo sobre la mesa, que marcó un antes y un después en el cine argentino?
Pecoraro: –Originalmente el guión tenía una escena de chape en el carruaje y luego una en la que Camila y Ladislao aparecían desnudos bien de lejos. Nosotros entendimos que a la película le faltaba una escena que mostrara realmente la pasión entre ellos porque justamente lo suyo era eso: una gran pasión, una hoguera, un fuego total. No solo un gran amor. Y nosotros queríamos ese fuego que no estaba escrito. Entonces el último día de rodaje en el campo de Chascomús, le planteamos a María Luisa lo que se nos había ocurrido. El tiempo apremiaba y no habría otra ocasión. Así que la ensayamos sobre la mesa una sola vez e hicimos una única toma. Eso fue todo.
Arias: –La escena tuvo todo lo que tenía que tener desde el punto de vista técnico, emotivo y sexual. Por eso quedó grabada en la mente de todos para siempre. Hoy la gente no recuerda el entremedio de la película, pero sí esa escena.
Pecoraro: –De todos modos, hay algo que no se sabe: que hasta último momento la escena casi queda afuera. Recién después de una proyección privada, a la que asistió un cardenal y nos felicitó, María Luisa se animó a dejarla.
–Posiblemente por esa escena puntual siempre se especuló con que habían vivido un romance durante el rodaje. ¿Cuán cierto fue eso? El año pasado Susú lo desmintió, pero vos, Imanol, hace poco insinuaste algo distinto en el programa de Mirtha Legrand...
Arias: –Lo nuestro es como lo de Robert Redford y Barbra Streisand. Nunca fueron novios, pero en Nuestros años felices pusieron toda la verdad que tenían que poner y por eso todo el mundo cree que fueron pareja.
Pecoraro: –Yo estaba enamorada de Ladislao como él lo estaba de Camila. En ese sentido estábamos enamorados el uno del otro.
Arias: –Además éramos muy jóvenes, yo estaba soltero pero ella no... Bueno, no quiero aparecer como un mentiroso, yo sí estaba muy enamorado de Susú.
-¿Entonces?
Pecoraro: –Yo me estaba separando y no estaba para una relación comprometida. Digamos que el amor quedó plasmado en la película.
Arias: –De todos modos, yo estoy muy contento con nuestra amistad. Ella me ha regalado una de las mejores relaciones de mi vida. Nos vemos muy de tanto en tanto, pero Susú es y será siempre mi Susú.
–Al final, Imanol, fuiste doblado. ¿Te dolió?
Arias: –No me lo habían adelantado, pero me pareció lógico. Al fin y al cabo el cura no era español y, aunque yo hice todo el intento de hablar en argentino, seguramente mi acento original se debía notar. El problema lo vivo hoy en día, cada vez que me piden que repita aquello de “A tu lado, Camila”. Pienso que van a notar la diferencia y me van a llamar impostor (risas).
–¿Eso significó, Susú, que luego tuviste que revivir en la sala de doblaje todas las escenas de amor con un extraño?
Pecoraro: –Exacto, pero yo no lo miraba al doblajista (Lelio Incrocci), que por cierto era excelente porque reproducía el mismo tono de voz de Imanol. Yo miraba a la pantalla y le contestaba a Imanol. Aún sin Imanol presente en la sala de doblaje, mantuve todo el tiempo contacto emocional con él. Por eso, para mí, doblé toda la película con Imanol, no con otro.
–¿Se esperaban la nominación al Oscar como Mejor film extranjero?
Arias: –Supongo que en la Argentina sí porque están acostumbrados a ser campeones del mundo, pero en España no lo imaginábamos.
Pecoraro: –Yo sí esperaba cualquier cosa con respecto a la película. Habíamos tenido dos millones de espectadores en la Argentina y lo que pasaba con Camila en los festivales era antológico. Por ejemplo, cuando estuve en el de La Habana... ¡me llamó el mismísimo Fidel para hablar de la película! Me decía: ¿cómo han hecho ustedes para lograr esta maravilla? Lo gracioso es que no me trataba de Susú, ¡me llamaba Camila! (risas).
–¿Es verdad Susú que cuando viajaste para asistir a la ceremonia y pusiste un pie en el aeropuerto de Los Ángeles quedaste presa?
Pecoraro: –Fue algo tremendo. Yo hacía poco que había estado en el Festival de La Habana, vieron el sello cubano en mi pasaporte y me sacaron de la fila. Me llevaron a un cuarto pequeño y me tuvieron presa durante cinco horas. Les pedía que me hablaran en español y no lo querían hacer. Me abrieron la valija y me revolvieron todo. Yo justo tenía una revista donde salía en tapa, les expliqué que era actriz y que venía a los Oscar y nada, no me creían. Al final logré que llamaran al cónsul argentino y él logró sacarme de esa pesadilla. Hoy trato de ponerle algo de humor al asunto, pero por algo nunca lo conté. Me trataron muy mal, como si fuera una delincuente.
–¿Con quiénes socializaste en aquella ocasión? ¿Con cuáles estrellas de Hollywood te topaste durante la ceremonia y después?
Pecoraro: –Tengo más presente lo de La Habana que lo de Hollywood porque ahí fue todo muy vertiginoso. Llegué, quedé presa y de ahí pasé a una función especial de la película en Rodeo Drive, luego a la ceremonia de premios y más tarde a las fiestas posteriores. ¡Todo casi sin pausas! Lo que sí recuerdo patentemente es cuando me presentaron a La Mujer Maravilla (Lynda Carter) y cuando se me acercó Gregory Peck y quiso hacer una nota conmigo. Otros que se mostraron muy afectivos fueron el trompetista Miles Davis y su mujer, la actriz Cicely Tyson. Como a María Luisa no la conocían, todos me venían a saludar a mí, que era la cara de la película. ¡Me sentía una estrella!
–¿Y vos por qué no fuiste, Imanol?
Arias: –No fui invitado porque no había lugar. María Luisa prefirió ir con su hijo, con la mujer de su hijo, y con su hija y el marido de la hija.
Pecoraro: –Yo tampoco fui invitada por la producción, a mí me consiguió un asiento Manuel Antín (por entonces director del INCAA).
–Finalmente Camila perdió el galardón en manos de la producción franco-suiza La diagonale du fou. Vos, Imanol, tenés una teoría bastante polémica al respecto. ¿Aún sostenés que los suizos compraron la estatuilla?
Arias: –Me corrijo, no sé si lo compraron directamente, pero sí sé que dentro de su equipo de promoción tenían un ser muy poderoso en la industria, que a través de la Credit Suisse inició una serie de relaciones con Hollywood que luego dieron como resultado la recuperación de las James Bond y otro tipo de películas que se rodaban en Londres con capitales suizos y productores italianos. En fin, manejaba cuentas de producción en paraísos fiscales donde las compañías de cine norteamericanas podían tener una disponibilidad de dinero y desgravar impuesto para inversiones muy rápidas. Eso explicaría porque la industria se inclinó por una película que prácticamente no se estrenó en los cines norteamericanos y no por la nuestra, que ese año era la favorita. Pero luego algo les hizo demasiado ruido, porque al año siguiente la Academia cambió las reglas de votación en ese rubro.
–¿A partir de Camila sus vidas y carreras cambiaron para siempre?
Arias: –La mía, en el continente americano, sí. Como español se me empezó a distinguir por algo distinto: por ser conocido en la Argentina. Hasta entonces no era común que un español trabajara aquí y, sobre todo, que ese actor se asentara tanto en la gente. Había una sola referencia: la de José Sacristán, cuyo monólogo final en el film Solos en la madrugada había tenido mucha repercusión entre el público argentino. Al respecto, recuerdo (con mucha gracia, respeto y cariño) que él siempre decía: ‘Bueno, ahora allí Imanol es muy querido, pero el número uno soy yo”. En fin, esas cosas de Pepe...
Pecoraro: –A tal punto me la cambió que me costó mucho decidir con qué seguir. Todo lo que me ofrecían era del estilo de Camila, historias de época, y yo no quise repetirme ni usufructuar la película. Para mí Camila fue algo tan bello que quise honrarla diciéndole que no a propuestas que no tenían su nivel. Por eso me quedé mucho tiempo sin trabajar. Hasta que opté por volver con un personaje diametralmente opuesto: el de la prostituta de Tacones altos.
–Visto a la distancia, ¿cuál creen que fue la razón fundamental del suceso del film en aquel momento y por qué su impacto perdura en el tiempo?
Arias: –Frente a películas anteriores de una enorme incidencia en la lengua, esta era mucho más moderna. Era un producto internacional en todos los sentidos: un producto de Hollywood y a la vez con estilo inglés. Tenía una estética y un compromiso en el retrato de la clase alta como pocos otros ejemplos, y si se criticaba a esa clase no era por ser alta sino por otras cuestiones. También se distinguió porque la dirigió una mujer, algo muy escaso en ese momento.
Pecoraro: –Yo sigo creyendo que lo que determinó su éxito fue la historia de amor. Y el amor mismo que generó en la gente, lo que a su vez hace que el impacto perdure y que hoy, por ejemplo, te digan: ‘en ese momento me había enamorado, en ese momento me casé, en ese momento estaba embarazada”. La gente vuelve a ver Camila y se emociona. No es un producto que apele a la cabeza. Es una película que impacta directamente en el corazón de la gente. En definitiva, la vigencia de Camila radica en que tocó el corazón de la gente y por eso sigue viva. La gente me para en la calle y me dice: ‘¿por qué no se hacen hoy películas así, con historias de amor”. Ahora, como antes, hay mucha necesidad de amor.
–A lo largo de los años se los involucró en distintos proyectos artísticos, que marcarían el regreso de la dupla, pero ninguno se concretó. ¿Por qué?
Arias: –En una época yo fabulé con hacer Un día muy particular, que habían hecho en el cine Sofía Loren y Marcello Mastroianni. Luego hasta hicimos una lectura del texto de Los puentes de Madison, que protagonizaron en la pantalla grande Meryl Streep y Clint Eastwood. El tema es que estuve 22 años rodando en España la serie Cuéntame cómo pasó, nueve meses al año, y entonces no podía venir para ensayar y hacer una temporada teatral completa.
Pecoraro: –Tuvimos muchas idas y venidas, pero nunca pudimos coincidir. Aún recuerdo lo que alguna vez Imanol me dijo: ‘Nosotros vamos a terminar de viejitos haciendo Conduciendo a Miss Daisy´. Y podría ser, mucho no nos falta (risas).
–¿Existe aún la posibilidad de una reunión cinematográfica o escénica? ¿Qué les gustaría hacer?
Pecoraro: –Si aparece un buen libro lo vamos a hacer. La predisposición sigue estando, pero no queremos hacer cualquier cosa.
Arias: –A nuestro favor ahora juega que estamos más libres. Yo estoy haciendo temporada con Mercedes Morán (en el Paseo La Plaza, con Mejor no decirlo) y nos va muy bien, pero luego yo encantado de hacer algo con Susú.
–”Ahora estamos más libres”, acabás de decir Imanol. Por lo que tengo entendido también lo están en el plano sentimental. ¿Podrían, finalmente, llegar a enamorarse?
Arias: –No, porque nunca nos hemos desenamorado. De hecho, Susú, ya que estamos haciendo esta nota en un hotel, podríamos aprovechar y subir a una habitación, ¿no? (risas).
Agradecimientos: Novotel Buenos Aires, Teatro San Martín, Anna Rossatti (vestuario), Patricia Falvella (make up), Álvarez Palazzo (estilista) y Ailin Wakoluk (asistente SP).
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