Son 110 hectáreas a 15 kilómetros de laguna Garzón. La casa, imponente, de 800 metros cuadrados cubiertos, fue construida en la cima de un cerro sobre roca maciza
Dice que fue amor a primera vista. Susana no puede precisar cuándo se produjo el flechazo, ni siquiera el año, pero recuerda que al día siguiente compró la tierra: 110 hectáreas, quebradas, a 15 kilómetros de laguna Garzón. Fue una inversión millonaria cuyo monto no vamos a precisar, pero que los expertos en real estate aplauden, ya que toda la movida inmobiliaria en el este uruguayo hoy se extiende hacia aquí. “¿Quién me asesoró? Nadie. Siempre compro por pálpito, lo que me gusta a mí”, insiste. Sobre una roca gigante, en la punta de un cerro, hizo construir un imponente rancho de estilo mexicano, o Santa Fe, que bautizó “La Tertulia” y hoy presenta, en exclusiva y por primera vez, en ¡Hola! Argentina.
EL RANCHO DE UNA DIVA
No es normal, frecuente, que Susana abra las puertas de su intimidad. La última vez que invitó a un fotógrafo a recorrer su hogar fue en 1979. Desde entonces, mantiene su mundo privado bajo siete llaves. Por eso, este excepcional tour por “La Tertulia” supone una posibilidad única para conocer cómo vive la máxima diva de la televisión argentina. Primero, los datos crudos: el rancho, construido con piedra del lugar y con sus paredes interiores revestidas en madera, ofrece 800 metros cuadrados cubiertos, además de otros 400 en galerías, más 450 en patios o solados. Tiene cuatro suites, una recepción enorme y una cocina que bien podría definirse, directamente, como “gigante”. El fondo de la pileta es de roca natural y el establo, donde guarda la maquinaria, encierra también la casa de los encargados. “Es un lugar increíble, ¿cómo no me iba a enamorar de estas postales, de esta sensación de paz?”, dice Susana. Y dispara la primera parte de la entrevista.
–¿Qué te impulsó a construir este nuevo refugio en Uruguay?
–La belleza del paisaje. Fui un día y me enamoré del lugar, de las águilas que planean en ese vallecito, el silencio, la paz? El campo uruguayo es quebrado y ofrece unas postales increíbles. Cuando estuve por primera vez acá, en la cima de este cerro, supe que era el lugar donde tenía que construir mi rancho.
–La casa tiene un estilo mexicano, también llamado Santa Fe, muy definido.
–Es un estilo ideal para esta tierra, combina perfectamente. Además, cuando encaré el proyecto sabía lo que quería: galerías muy amplias, techos altísimos, muchas chimeneas. Acá el invierno es muy frío. Tenemos calefacción, por supuesto, pero no hay como sentarse cerca del fuego. Los pasillos son muy anchos, me encantan. En la mayoría de las casas los pasillos son chiquitos, apretados, funcionan sólo como conectores de ambientes, pero acá son muy espaciosos.
–Te fotografiamos mil veces recorriendo anticuarios, casas de decoración? ¿En qué detalles de “La Tertulia” podemos encontrar tu sello distintivo?
–Casi todo lo importé de los Estados Unidos, donde es más fácil conseguir objetos para el estilo de la casa. Si tengo que definir mi sello, debe ser el mix de cosas: me gusta mezclar colores y texturas, me lo voy imaginando, y eso me sale bien, me gusta.
–¿Cuál es el ambiente que más usás?
–La galería, porque está perfectamente orientada hacia la puesta del sol. Tengo mis “sunsets”, como los llaman ahora, tomando unos drinks al atardecer, escuchando música. Es muy gratificante.
–El nombre del campo revela tu intención al construir la casa: crear un lugar de encuentro y sobremesas interminables con amigos…
–Exacto. Me salió así. Esa palabra, “tertulia”, siempre me gustó. Es un término muy usado en Buenos Aires que remite a los tiempos de la colonia, cuando las señoritas hacían tertulias, se sentaban todas en un living donde mantenían largas charlas. Además, hay un verso de un español, Vital Aza, que se llama “La tertulia cursi”, que es brutal.
–Como en “La Mary”, ¿te encargás de la jardinería y el cuidado de los animales?
–No, para nada. Justamente, quise que “La Tertulia” fuese “opposite” de “La Mary”. Es, más vale, salvaje. Además, tiene un clima bravo, vientos muy fuertes? Sí tengo mis vaquitas, me encanta ir a verlas porque son curiosas y se me vienen encima, me rodean.
Las vacas y toros de Susana tienen una larga vida asegurada. “Mis vaquitas se van a morir de viejas, en el campo. Acá no se mata ningún bicho”, repite ella. Su amor por los animales llega a extremos que, para cualquier productor agropecuario, parecen insólitos: en “La Tertulia” tampoco se capan los toros. ¿El motivo? De lo más simple: “Para no hacerlos sufrir”, insiste. Bajo estas premisas, el plantel ganadero de nuestra diva va a multiplicarse rápidamente.
UN LUGAR DE ENCUENTRO
La entrevista sucede durante una reunión de amigos en “La Tertulia”. No es un festejo de cumpleaños anticipado: Susana tendrá otra celebración, oportunamente el domingo 29, rodeada por su familia, seguramente en Miami. Después del almuerzo, un asado exquisito regado con el único tinto que toma Susana (y no por compromisos comerciales, sino que es el más le gusta, por encima de otros más caros y premiados), comienza la sesión de fotos. Humberto Tortonese y Marley asisten a nuestra fotógrafa, Juana Mauri, con luces y pantallas. Julio Bocca sugiere algunas poses que estilizan el cuerpo, mientras que Wally Diamante y Facundo Garayalde están atentos a cada detalle de moda. Se producen, una tras otra, escenas desopilantes. Susana no puede dejar de reír. “El mejor programa, en vacaciones, es estar con amigos. Cada reunión es un duelo de titanes donde estamos atentos a quién dice las frases más ingeniosas. Nos reímos mucho. Que venga Tortonese a tomar el té es un programón? Se le ocurren cosas inverosímiles, es genial”, dice. Comienza, así, la segunda parte de la entrevista.
–¿Hace mucho que no bajás a la playa, que no te metés en el mar?
–Muchísimo. Es muy frío el mar acá? Pongo un pie en el agua y siento que me va a dar un infarto. Yo vivo en el mar allá (por su casa de Miami) ¿La última vez que pisé la arena? Ni me acuerdo. Debe ser hace dos o tres años, cuando fuimos en un barco a la isla Gorriti con amigos. Pero mi época de playa más divertida, sin duda, fue cuando íbamos en grupo a Chihuahua. Yo hacía topless, nada más, no me quedaba desnuda. Pero la playa estaba vacía y nos reíamos como locos. Ahora es un horror, ya la descubrieron, está llena de fotógrafos.
–¿Tenés, como muchas estrellas, la fantasía de ser anónima por un día?
–Sería divertido. Caminaría por La Barra, iría a galerías de arte, saldría a hacer compras. Lo mismo que hago ahora, pero sin que se arme tumulto a mi alrededor.
–Siempre te vemos muy acompañada. ¿Pasás el tiempo sola?
–Me llevo muy bien conmigo. Porque, en realidad, aunque muchos no lo crean, soy muy solitaria. Y gozo muchísimo. Siempre tengo cosas qué hacer: libros, labores manuales, los perros, le doy de comer a las carpas, a los patos? En “La Mary” me gusta podar los rosales, poner los fertilizantes.
–Cuando te vas de vacaciones, ¿quién arma tu valija?
–Nancy, que trabaja en casa desde hace años y me conoce bien.
–¿Qué no puede faltar jamás en tu equipaje?
–El iPad, mis cremas, el libro, un jabón especial antialérgico que uso, mi almohada sueca… ¡No puedo dormir sin mi almohada sueca, fue la solución a mis problemas de jaqueca! Siempre llevo una pashmina de Hermès que abriga mucho, porque siempre tengo problemas de garganta. Ojo, cuando voy a los Estados Unidos, casi viajo sin valijas.
–¿Qué es lo último que hacés antes de dormir?
–Lavarme los dientes. Apago todo, cierro la puerta de la habitación, desconecto el teléfono…? Salvo acá, en Uruguay, ¡que no consigo apagar el teléfono! Me pongo cremas y empiezo con el Candy Crush o algún libro fabuloso.
–Después de estos años sin pareja, ¿volverías a meter a un hombre en tu casa, a convivir?
–No. No. No. [Repite, no duda].
–¿Esto significa que estás resignada a vivir sin el amor de una pareja?
–No, al contrario. Podés tener una pareja y ser súper feliz, pero cada uno en su casa. A esta altura de mi vida y con la experiencia que tengo, la convivencia mucho no va conmigo.
–Hablame de Juan Martín Del Potro y de Facundo Moyano.
–A Del Potro lo amo, es una gran estrella, somos amigos y me gusta ir a verlo adonde juegue. Y Facundo es un tipo muy inteligente, muy respetuoso, que tiene un porvenir brillante. Creo que va a ser alguien importante en la política. Es amigo y con él me río mucho. Pero no confundan amistad con romance, por favor.
–Toda tu vida generaste ese tipo de fantasías: cada hombre que se te acerca, inmediatamente se convierte en un posible candidato.
–Seguro, pero casi siempre estuve de novia. Recién ahora estoy sola, sin novio. Pero es cierto, me atribuyeron mil romances…? ¡que no fueron verdad, eh!
UNA OBRA INCREÍBLE
La construcción de “La Tertulia” implicó un enorme desafío de ingeniería. Susana ordenó levantar su rancho en la cima de una colina, donde el suelo es de roca maciza. Para hacer la pileta, por ejemplo, tuvieron que dinamitar la piedra. Y con esa misma piedra se hizo la casa. Como no había forma de llegar hasta allí, se trazaron cinco kilómetros de caminos nuevos. Tampoco tenían servicios, como luz, agua o cloacas: toda la obra se hizo con un grupo electrógeno a gasoil. Cuarenta obreros trabajaron durante un año para construir este fenomenal rancho de montaña, con todas las comodidades de una residencia de lujo, digno de una verdadera diva. El arquitecto Javier Gentile, que conoce a Susana desde hace más de veinte años, llevó adelante el proyecto: “En 2012, Susana me convocó para que le hiciera la casa. Me tomó cinco meses dibujar el plano que ella quería, y otro año construirla. Nos veíamos todos los días, la pasaba a buscar por ‘La Mary’ e íbamos al campo hablando de lo que ella imaginaba. No quería nada ostentoso, soñaba con una casa de campo simple, sin pretensiones. Por eso decidimos hacer paredes de piedra, pisos de ladrillos en las galerías y cemento alisado en interiores, con la estética de rancho uruguayo. Teté Coustarot y su hija Mecha estuvieron presentes en algunas de nuestras reuniones y aportaron sus opiniones”, recuerda Gentile. Fue Teté quien sugirió que la cocina tuviese también una chimenea. La casa está repartida en cuatro volúmenes, unidos por un corredor que genera patios. Tiene la particularidad que siempre tiene un patio donde refugiarse del viento, no importa de donde sople. La construcción parece, además, inexpugnable para los paparazzi (un detalle no menor tratándose del refugio de Susana Giménez).
PALABRA DE DIVA
Sobre el final de la jornada, después del último brindis, antes de despedirse de sus caseros, Susana se ofrece generosa para el último tramo de la entrevista. Dos naves de Helice Ports, único representante de Bell Helicopter Textron en la Argentina y Uruguay, esperan en el parque con sus rotores encendidos. Luego de quince minutos de vuelo depositarán a la estrella y sus invitados en el aeropuerto de El Jagüel. Le proponemos, entonces, una batería de preguntas.
–¿Coleccionás algo?
–Anteojos y zapatos.
–¿Seguís los culebrones que propone el periodismo de espectáculos argentino?
–No.
–¿Apostarías por el romance de Pampita y..?
–¡Y no hablo de otros! [Cortante].
–¿Qué personajes de la farándula te divierten especialmente?
–Mis amigos: Torto, Cacho, Marley, Ricardo Darín…También a Francella, que no es de mi entorno, pero lo amo. Dady me mata.
–Este año cumplís tres décadas con tu programa. ¿Sos de sentarte a repasar el camino recorrido?
–Lo recuerdo constantemente, pero me aburre hacer balances, me suena a fin de año? ¡Pasa todo tan rápido!
–¿Recordás con ternura aquellos primeros programas de 1987?
–Sí, muchísimo. Eran muy divertidos. La televisión es una cosa mágica.
–Junto con Gustavo Yankelevich vas a producir Sugar, uno de tus mayores éxitos como actriz. ¿Por qué elegiste a Griselda Siciliani para tu papel?
–Es una gran actriz, que canta y baila perfecto.
–Definí tu relación con Mercedes, tu hija.
–Es lo máximo. La persona más importante en mi vida.
–¿Cuál es el mejor programa que hacen juntas?
–Nos encanta jugar a las cartas: tenemos una mesa de canasta. Lo que más me gusta es jugar con Ricardo (Darín) y Florencia (Bas). También compartimos la pasión por el cine y la moda, aunque ella tiene un estilo muy personal. Usa cosas que yo no me pondría nunca. Tiene un estilo propio.
–¿Alguna vez visitaste a una bruja?
–Sí. Hace muchos años. Me dijo todo lo que me iba a pasar. Y pasó. Todo, eh. Pero ya no fui nunca más.
–¿Creés en la mufa?
–Creo que hay personas con mala energía, que es otra cosa. A esos los quiero lejos. Me gusta estar con los que tienen buen aura.
–¿Sos capaz de salir al escenario vestida de amarillo y silbando?
–Sí, por supuesto, ¡debuté con un vestido amarillo!
–¿Te asusta la muerte?
–No. Además, creo en la reencarnación.
–¿Hiciste testamento?
–No. Pero, pará, ¿es una lápida? ¡Me estás enterrando!
–¿Si tenés que huir de tu casa, qué cinco cosas te llevarías?
–Los documentos, porque odio los trámites, el perro, el gato, las alhajas y mis recuerdos.
–¿Cuál creés que es tu cualidad más valorada por los demás?
–La sinceridad. Y soy buena amiga.
- Texto: Jorge Martínez Carricart y Sofí Kotler
- Fotos: Juana Mauri
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