Destacado como dramaturgo, actor y cantante, debuta como director de Virgen rosa, un largometraje onírico e inquietante que dialoga con su producción teatral en torno al pasado
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Llega en bicicleta al café de Plaza Italia. Bermudas y musculosa que le juegan una mala pasada con el cambio repentino de temperatura. “Le pedí a un compañero de elenco que me trajera un bucito”.
Aires europeos en su physique du rol que pueden camuflarlo como un turista más en la transitada zona de Palermo. En parte, juega de visitante, ya que reside en Madrid desde hace casi ocho años. “Vivo a 10 minutos de Plaza Mayor”, describe Dennis Smith, actor, cantante, dramaturgo, director multifacético que este jueves 14 de noviembre estrenará Virgen rosa, su ópera prima en el mundo del largometraje, luego de algunas experiencias fílmicas de corta duración y de formatos diversos.
“Lo simbólico fue un proceso de muchos años, es muy difícil que uno salga de los traumas de la infancia. Los personajes de la película pueden estar en cualquier lado, pero ven a través del lente de los que les pasó”, explica, tratando de allanar el camino sobre la idea matriz de una película alegórica y con varias capas posibles de lectura. Alguien dijo “es muy Dennis Smith”. Y sí. Su yo emerge claro en este film protagonizado por Juana Viale, Agustín Sullivan y Carolina Kopelioff.
“Tres hermanos peregrinan durante horas en una fábrica abandonada devorada por la naturaleza. Intentan llegar a Luján, la capital de la fe, para pedir a la Virgen por la salud de su padre enfermo”, reza una sinopsis del material. Está bien, pero no alcanza.
Si la obra de un artista puede ser explicada por el correlato con su vida -al menos es una posibilidad- en el caso de Dennis Smith su rumbo personal ha atravesado sus creaciones. Basta pensar en las obras Negra o Boyscout, donde emerge parte del todo de este artista delineado por una vida de profundo dolores.
Fue víctima de bullying escolar debido a su homosexualidad no aceptada por sus compañeros de clase; arrastra la historia de un allegado cercano abusado -cuento que le fue notificado en su adultez- y coqueteó con una depresión a la que esquivó amparándose en su profunda convicción artística. Podría decirse que la vida no le resultó fácil. ¿A quién sí?
El proyecto del film Virgen rosa data de 20 años y nació en el taller de José Martínez Suárez, de quien Dennis Smith era alumno. Curiosamente, el destino hizo que Juana Viale, nieta de Mirtha Legrand, hermana del maestro, fuera la protagonista.
-¿Por qué la elegiste?
-Trabajé con ella en la serie Edha y, por lo pronto, tiene algo fundamental para un actor que es la predisposición. Juana (Viale) se entrega. Siento que sé dirigir bien a los actores y ella es un material muy interesante. Además, tiene humor, que es una característica de su personaje. En un momento, como es tan fresca, agregó “la Virgen es medio canuta” y lo dejé. Detesto la solemnidad y la película es lo menos solemne que te puedas imaginar.
Y se permite un análisis sobre su dirigida: “Antes, Juana era muy belicosa porque solían meterse en su vida, pero hoy vive mucho más relajada”.
Muchas veces se rotuló a Dennis Smith como “inclasificable”, una simplificación que no ahonda en la verdadera dimensión de su valía artística. Poco previsible, buceador de estéticas propias, desafiante. Es un artista que va en busca de un espectador consciente y predispuesto, ese que se desmarca y se aleja de la generalidad impersonal llamada “público”.
Tiene humor. Sonríe con recurrencia. Y posee un ego que le permite la autoalabanza, pero no suena pedante, sino simpático. Casi como que necesita validarse a sí mismo.
Deja su alfajor a medio terminar, apura su café y habla a la velocidad de la luz. La charla se extiende hasta el límite del horario en el que debe partir hacia el vecino Teatro Sarmiento -perteneciente al Complejo Teatral de Buenos Aires- donde protagoniza James Brown usaba ruleros, pieza de la francesa Yasmina Reza, muy diferente a otras propuestas de la autora de textos como ART. En este material, el actor -rubio galés a más no poder- fue dirigido por la leyenda Alfredo Arias, “nos hemos cruzado en Europa, pero no tanto”, cuenta. Desde hace décadas, Arias está radicado en París.
El maestro
-¿Cómo era tomar clases con José Martínez Suárez?
-Era una persona increíble. No era un maestro de cine, sino un maestro de la vida.
-¿Cuál era la dinámica de sus clases?
-Te juntabas a tomar el té con él, en su casa de Coronel Díaz y Cabello. Él comía unos micro sándwiches tostados de jamón, te hacía ver escenas de películas o cortos. Cuando fui a la primera entrevista, me dijo: “No me diga que va a comenzar, tómese su tiempo para evaluar si me va a elegir. Le voy a dar un libro, así usted ve por dónde va mi cabeza”.
“Josecito”, como le decía su hermana Mirtha Legrand, no tuteaba a sus alumnos. Códigos. Corría el año 2004 y el director de Noches sin lunas ni soles le dio a su potencial nuevo discípulo un volumen con obras de J.B. Priestley. “Al día siguiente me llamó y me preguntó si iba a comenzar a tomar las clases, era una persona espectacular”.
Aquellas clases regadas con té duraban una hora. “Tenía complejo de bibliotecario, por eso tenía catalogados cada uno de sus videos. Además, en un cuaderno anotaba las defunciones de los actores y directores, entonces lo llamaban de los diarios para consultarle las fechas”.
-¿Daba consejos personales?
-Te enviaba unos mails que te emocionaban. No sé si daba consejos puntuales, pero el solo hecho de observarlo era un ejemplo de humanidad.
-¿Por qué?
-Hubo un tiempo en el que me quedé sin plata y le comenté que no continuaría tomando sus clases. Me dijo: “De ninguna manera, usted va a seguir, ¿cómo no va a venir porque no tiene plata?”. Fue una lección que me marcó. Hoy, si un alumno mío lo da todo pero no tiene para pagarme, también continúa en mis clases.
-¿Recordás algún otra anécdota que pinte a José Martínez Suárez?
-Llegaba a los rodajes de manera imprevista. Una vez, estábamos filmando un corto en La Plata y se apareció. En un momento, tenía que llorar, pero había un clima muy disperso que atentaba contra la emoción, así que se acercó y me dijo: “Dennis, concéntrese”, y puso su mano haciendo montoncito en su frente. Aún hoy, hago ese acto de concentración cuando lo necesito.
Dennis Smith era muy joven y el maestro lo condujo a mirar decenas de películas fundamentales. “Siempre confío en mi memoria y no anoto nada, hoy me gustaría acordarme de cada uno de esos títulos, extraño tanto a José”.
-¿Martínez Suárez hablaba sobre sus hermanas, Mirtha y Silvia Legrand?
-Sí, permanentemente. Además, se reunían los tres a tomar el té.
Una tarde en la que Dennis Smith llegó al departamento de Martínez Suárez, se encontró con cada rincón minado por arreglos florales: “Chiquita estrenó una temporada del programa”. Misterio develado sobre qué hacía la diva con los ramos que recibía en cada debut. Sigue sucediendo, pero ya no están sus hermanos para recibir la ofrenda. “Siempre hacía chistes sobre la edad suya y la de sus hermanas, pero no lo recuerdo”.
-Martínez Suárez solía repetir el latiguillo “estoy muy contento de que esté mi hermana mayor” y solía hacer una pausa antes de rematar con “quise decir que estoy muy contento porque se encuentra acá mi hermana, mayor no podría ser mi alegría”.
-Eso decía.
-Una puntuación puede ser una tragedia. ¿Cómo te enteraste de su fallecimiento?
-Estaba en Bélgica, me dio mucha tristeza. Uno siente con los grandes maestros que te dan tanto y uno les devuelve poco, pero saben que su función en la vida es compartir el conocimiento.
Dennis Smith también es docente. Enseña canto. “El otro día vocalicé a las ocho de la mañana y un vecino me tocó el timbre porque era feriado y quería dormir”. Se ríe. Pareciera ser que todo es intenso en él. La risa y la vocalización, sus modos externos ampulosos y su forma de hablar sin pausas, casi como ese monólogo de Molly Bloom sin signos de puntuación.
En su teatro suele recurrir al monólogo que se dice de frente a la platea. “Es un recurso al que recurro porque a mí me gusta que me hablen, soy fanático de Fleabag”, reconoce en relación a la serie británica de Phoebe Waller-Bridge.
Voilà
“Me divierte la gente mayor, los quiero. Con Alfredo (Arias) primero fui amigo, nos juntábamos a tomar helado y lo invitaba a ver mis obras. Me encanta charlar con él y que aparezcan anécdotas de Marguerite Duras o Isabelle Adjani”.
-¿Te resultó sencillo el proceso de ensayos de James Brown usaba ruleros?
-Habiendo atravesado los ensayos, siento que aún lo quiero más a Alfredo (Arias). Es difícil dirigirme, porque, como yo también dirijo, es como que rápidamente sé qué debería hacer, aunque no siempre el director coincide con mi mirada y eso es interesante, me gusta ser dirigido; por otra parte, como soy una rara avis, me llaman para cosas muy específicas.
-Estuvo de visita en Buenos Aires la autora Yasmina Reza, ¿tuviste trato directo con ella?
-Sí, fue muy lindo conocerla. Para los franceses somos unos desquiciados, gritamos, nos movemos mucho, creo que regresó a Francia aturdida. En la cena que compartimos, me hicieron sentarme al lado de ella, no habrá podido creer que fuera tan charlatán.
-¿Hizo alguna devolución sobre tu trabajo?
-Fue muy divina. Al despedirse me dio un beso y me comentó que había dirigido la obra en Francia, algo que yo sabía, y me dijo: “Lo que hiciste es algo que no tiene nada que ver con lo que imaginé, pero me encantó”.
Rara avis
-¿Por qué, hace un momento, te definiste como “rara avis”?
-Para los musicales no sirvo para ensamble porque tengo muchas señas particulares, sé que soy distractivo; entonces me comenzaron a llamar para papeles puntuales y que se me vea. Será porque soy flaco y jorobado, no me doy cuenta.
-En la vida, ¿sos distractivo?
-No, me he vuelto bastante transparente con los años. Voy a una fiesta y soy Susana Giménez, me la paso hablando y haciendo chistes. En mi infancia no era así.
-¿Por qué?
-Me han hecho bastante bullying.
-¿Eso te llevó a querer que no se te viera?
-Aún hoy me sucede que, en la calle, mi marido intenta agarrarme de la mano y yo no quiero.
-¿No?
-Me da miedo que alguien nos cagu… a trompadas.
-¿Tenés ese temor?
-Sí.
-Esa sensación, ¿se potencia más en Europa o en Argentina?
-En todos lados. Acá hay muchos episodios y en España también. Aún hoy, hay lugares del mundo en donde la homosexualidad está penada por ley. Soy una persona muy expansiva, pero también vivo con un rebote de esa infancia en la que hubo discriminación.
-Siendo adulto, ¿has recibido alguna manifestación agresiva?
-Mil veces. Suelo vestirme llamativamente y, andando en bicicleta, me han gritado “put...”. ¿Qué le pasa por la cabeza a una persona para gritar eso? Parece un tema viejo, pero no lo es.
-¿Cómo fue la discriminación escolar que padeciste?
-Mis compañeros se burlaban de mí porque siempre fui muy afeminado, aunque tuve mucho carácter. Íbamos en el micro escolar al campo de deportes y escuchaba que, los que se sentaban atrás, estaban hablando de mí o haciendo cantitos. Ya de más grande, y luego de haber trabajado en Popstars, me ha pasado de ir por la calle y escuchar que alguien dijera “ahí va el put...”.
-Decías que tenías carácter, pero no dejan de ser situaciones dolorosas.
-Era muy humillante y, con los años, desarrollé problemas de autoestima y ansiedad.
La discriminación no solo aconteció en su adolescencia, ya trabajando profesionalmente, alguna vez debió frenar los malos modos de algún director y convertirse en un equilibrista para no claudicar emocionalmente ante el otro. “Hay mucha violencia que te la pueden hacer notar desde una sonrisa. De todos modos, como he sido tan lastimado en mi infancia, siempre me dijo: ‘más de eso no me van a lastimar’”.
-¿Te han lastimado mucho?
-Desde los 20 años y hasta no hace demasiado tiempo atrás me levantaba con angustia en el pecho, a pesar que me iba bien en mi trabajo, pero no podía ver lo maravilloso que me pasaba debido a mi nivel de ansiedad.
-¿Fue sencillo desplegar tu zona afectiva?
-Me enamoré bastante rápido, pero la falta de autoestima toca todos los terrenos. Nunca me sentí una persona muy deseada.
Smith tuvo un gran amor que duró 11 años y, desde hace siete, está en pareja con otra persona. Pudo sanar.
Así en la vida como en el cine
-Hay algo simbólico en la narrativa de Virgen rosa.
-Tiene que ver con que los personajes, los tres hermanos, no pueden ver más allá de eso que les pasó. En cada persona que se encuentran, ven a su padre. De acuerdo con la infancia, cada uno asume un rol. Está el que quiere ver, el que se escapó, el que se hace el tonto. Cada uno hace lo que puede.
Así como no duda en revisar su propio pasado, también utiliza el ayer como materia prima de buena parte de sus espectáculos. De hecho, actualmente está al frente del unipersonal Mi vida anterior (Centro Cultural San Martín), basado en Desaparecida dos veces de Teresa Donato. La autora y el actor adaptaron el material que gira en torno a una militante montonera que ingresa en la clandestinidad en 1975.
Fue finalista de La voz y de Latin American Idol, cantó en shows en vivo de Disney y el teatro comercial suele convocarlo para integrar sus elencos. Indaga en el circuito independiente, las salas oficiales lo reclaman y el cine es un lenguaje que hoy explora como director.
Su vocación lo lleva a ejercer varios roles en simultáneo, sin embargo, sorprende con una confesión: “Uno no es necesario, nadie es imprescindible y muchas veces pensé en dedicarme a otra cosa, suelo tener esa fantasía, pero siempre aparece algo que me enciende y me hace seguir”.
Para agendar
Virgen rosa. Desde este jueves 14 de noviembre en el cine Gaumont y Espacios Incaa del país
James Brown usaba ruleros. Jueves a domingos a las 20, teatro Sarmiento (Av. Sarmiento 2715)
Mi vida anterior. Martes y miércoles a las 20, Centro Cultural Gral. San Martín (Sarmiento 1551)
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