Para el ojo público, los romances de las celebridades son siempre fantásticos. Pero el de Sting y Trudie Styler, su mujer desde hace casi cuatro décadas, es sin duda uno de los más espectaculares de todos.
"Somos afortunados, no hay otro secreto", dijo el cantante en respuesta a una de las reiteradas preguntas acerca de la clave de su exitoso matrimonio. Una unión que no se hizo en el cielo, pero que, al menos por lo que se puede espiar desde el llano, se parece bastante al paraíso.
El ídolo y el ángel herido
Lejos de este presente de privilegios, Gordon Sumner (popularmente conocido por su apodo, Sting) y Trudie nacieron en los 50, como reza la famosa canción de The Police. Él, en 1951; ella, en 1954. Podría decirse que son el emergente triunfal de la clase trabajadora de posguerra, aunque Styler (actriz, productora y directora de cine) las tuvo bastante peor que su marido.
Criada en Worcestershire en un contexto de pobreza, de pequeña fue atropellada por un camión y como consecuencia, sufrió graves lesiones en la cara. Tuvo que realizarse varias operaciones, y su madre murió unos años después. "Las marcas que llevo en el rostro me hicieron sentir poco atractiva. Siempre fui insegura. Logré gustarme a mí misma a través de la relación con Sting, que volcó en mí todo su amor", contaba Styler en una entrevista a The Telegrapha. En su autobiografía de 2005, Broken Music, el músico se refiere amorosamente a las cicatrices de su mujer (las del alma y las otras), llamándola su "ángel herido".
A fines de los 70, Trudie ya tenía una sólida formación artística pero ni una libra en sus bolsillos. Instalada en Londres, trabajaba como mesera en el Xenon Club de Picadilly, un punto de encuentro de millonarios árabes, entre ellos el rey de Arabia Saudita. Por su parte, Sting había dejado atrás sus años de maestro en su ciudad natal, Newcastle, y junto con Stewart Copeland y Andy Summers daba forma a The Police, una de las bandas más importantes de la historia del rock. Ella era soltera, pero él estaba casado. Y con otra actriz, justamente: Frances Tomelty. Irlandesa, hija del actor Joseph Tomelty, conoció a Sting en 1974 mientras hacían un musical; Frances era la protagonista de apellido famoso, él un músico más del montón. En una fiesta después de una función, Sting recuerda haber "juntado coraje para encararla. Nos enamoramos y en un año y medio esa mujer se convirtió en mi esposa". Tomelty, católica, estaba embarazada de Joseph, el primer hijo de ambos, cuando se vistió de blanco y juró sus votos en una iglesia de Tynemouth.
En la ciudad a orillas del Támesis, el destino cruzaría a Trudie, Frances y Sting de todas las formas posibles. En principio, porque vivían en la misma cuadra, y además, porque las dos actrices formaban parte de la Royal Shakespeare Company. En 1980 compartieron una versión de Macbeth protagonizada por Peter O’Toole, quien por entonces era pareja de Styler. Vecinas y compañeras, se hicieron grandes amigas. Mientras tanto, Sting hacía un curso acelerado de estrella de rock con The Police: giras por el mundo, groupies en la cama, escándalos en aeropuertos. Frances trataba de hacer la vista gorda, pero en 1981 su matrimonio sufriría el golpe final: movidos por una atracción irresistible, Sting y Trudie se convertían en amantes.
Tomelty estaba nuevamente embarazada cuando se enteró del romance. "Frances dio a luz a nuestra hija Kate y muy pronto nos divorciamos", escribió Sting en su libro, una de las pocas referencias que haría sobre el asunto, al que resumió como "una temporada en el infierno para todos". Es que muy poco después de la ruptura con la irlandesa, era Trudie la que estaba encinta.
"Ninguno de nosotros puede enorgullecerse de lo que pasó, pero pasó. Nos enamoramos, vivimos juntos, nos casamos y tuvimos hijos. Esa es la historia de nuestra vida", resumió Styler sobre el desenlace.
Un matrimonio con "acuerdos"
A mitad de los 80, The Police ya era pasado y Sting se reconfiguraba no sólo como músico, sino como un referente en distintas causas humanitarias. Con Trudie tuvo tres hijos más después de Brigitte, la primogénita: Jake (1985), Eliot (1990) y Giacomo (1995). En 1992, junto a la mayoría de ellos, celebraron por fin su boda.
Trudie siempre acompañó a Sting, pero nunca dejó de lado su profesión. "Nosotros no competimos", aclaró alguna vez. "Yo no tengo nada que ver con la música. Si él fuera una estrella de cine, por ejemplo, y yo una actriz tratando de hacerse un lugar, tal vez sería un problema".
Además de actuar bastante en televisión y en cine, Styler produjo, entre otras, la película Juegos, trampas y dos armas humeantes, del inglés Guy Ritchie (fue ella, de hecho, quien presentó al director con Madonna) y este año estrenó su primer filme como directora, Freak Show.
"Estoy tremendamente orgulloso de ella", dijo el cantante sobre el debut de su esposa, a quien también brinda su apoyo incondicional en su lucha por preservar la selva amazónica y defender a los pueblos originarios, una causa que Trudie lleva adelante desde principios de los 90.
"Cada uno tiene sus espacios, él se va de gira y yo hago mis películas. No nos metemos en las cosas del otro", resumía la actriz. Y si bien reconoce que han tenido "que hacer nuevos acuerdos" a lo largo de los años, jura que la infidelidad nunca fue un tema, aun a pesar de que "los matrimonios rockeros tengan mala reputación". Pero a no bostezar con tanta corrección política, que esta historia no sería lo que es si no entraran en escena los componentes mágicos de cualquier culebrón: el sexo y el dinero.
Dos ingleses traviesos
Sting y Styler han sido criticados –incluso, ridiculizados- en lo que concierne a su estilo de vida. Aunque actualmente residen en Nueva York en un increíble departamento de estilo futurista (que alquilan, luego de vender su penthouse en Manhattan por unos 50 millones de dólares), son célebres sus fiestas en la espectacular finca que tienen en la Toscana italiana, además de sus mansiones en Malibú y en Inglaterra, de las cuales una fue construida en el siglo XVIII. Viajan en jets privados, y en sus escapadas a Saint Tropez los paparazzis pueden pescarlos bailando acaloradamente en el VIP de una disco o haciendo yoga en una terraza al mar. Para sus detractores, las causas humanitarias y la ostentación no van de la mano. Trudie se dice indiferente a las habladurías, pero Sting declaró que sentía que los ingleses le tenían envidia, y que por eso estaba más a gusto en los Estados Unidos.
En cuanto a su vida íntima, sus declaraciones respecto a las maravillas de practicar sexo tántrico ya son un chiste universal. La pareja no se ofende, sino más bien defiende ese bastión. "El sexo es sólo la superficie", dijo el cantante hace años. "El Tantra es demasiado complejo como para explicarlo. Se trata de reconectar con el mundo espiritual a través de las cosas cotidianas. La persona con la que vivo es mi conexión con lo sagrado".
En ese marco surgió aquello de que gracias al tantra podía mantener relaciones "durante horas". A Trudie le resulta gracioso comprobar que, con el tiempo, "las horas de sexo tántrico se extendieron y de repente, resulta que lo hacíamos un día entero… ¡Quién pudiera!", bromeaba. Tal vez para desmitificar el asunto, la cuestión cambió de tono. Aunque los dos suelen decir que sienten "electricidad" estando juntos, Sting confesó que le gusta "el teatro del sexo", así como "disfrazar" a su esposa, y ella dejó entrever, en un reportaje con Howard Stern, que también disfrutan de ir a clubes swingers y de stripers. Tanto se habla sobre el tema que alguna vez su hija Eliot (hoy de 27 años, líder del grupo de rock I Blame Coco) dijo estar harta de que le pregunten sobre la vida privada de sus padres.
Con 36 años de pareja, la pasión –dicen- sigue intacta. "Cuando nos vemos, ¡es romance!", resume el músico. Su mujer lo respalda: "tengo un esposo increíblemente bueno y somos devotos el uno del otro. Él es mi campeón". ¿Cenas a la luz de las velas o ramos de rosas? Nada que ver: los Sumner suelen renovar su amor arrojando flores al Ganges, en una ceremonia sagrada en la ciudad de Varanasi.
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