Sonsoles Rey: "Estuve toda la vida peleándole a la muerte"
La ahijada de Sandra Mihanovich habló con LA NACION sobre su profundo agradecimiento hacia su madrina, quien la salvó al donarle un riñón en 2012, aunque aún hoy sigue luchando día a día para estar bien; además, nos contó sus ganas de trabajar en TV para poder ayudar a otros con su historia y experiencia
Hace cinco años que Sonsoles Rey Obligado y Sandra Mihanovich están unidas por un lazo más fuerte que el familiar. Porque son familia, pero esa palabra ya les queda chica. Lo de ellas va más allá. Desde el día en que Sandra le donó un riñón a Sonsoles, sus vidas quedaron unidas para siempre. Si bien ya tenían un vínculo porque la cantante es la pareja de su madre (casadas legalmente desde el año pasado), la relación se profundizó después del trasplante. “Sandra es lo mejor que me pasó, es espectacular. ¡Ahora tengo dos mamás! Ella es la que más me reta, la que más me controla. Me endereza, me pone límites...” A Sonsoles se le ilumina la mirada cuando habla de Sandra. El amor le brota por los poros. Tiene 40 años, pero parece de 20. Es aniñada y cuando habla, parece que estuviera volando: no para. Ahora está entusiasmadísima con un proyecto televisivo. El mes que viene grabará el piloto de un programa de entrevistas a famosos que hayan superado una situación de riesgo en sus vidas. Como ella.
“Estoy haciendo un programa de televisión porque pienso: ¿por qué me dan a mí dos veces en bandeja un riñón? Es un personaje rarísimo el mío. Una mina que está buena, que no para de hablar, que es canchera, trasplantada dos veces, que le pegás un tiro y sigue... Tengo que hacer algo. Tengo que ayudar a la gente”.
Sandra es lo mejor que me pasó, es espectacular. ¡Ahora tengo dos mamás!
Sonsoles posa para las fotos y pregunta qué podemos hacer con su cara: la tiene muy marcada, producto de un virus post trasplante. “Me pasa de todo, pero me la re banco. A mí me sacás una gamba y sigo caminando. Mi médico me pregunta un día: ¿no se te duerme el cuerpo? ¡Sí! ¿Y cómo nunca me lo dijiste? A veces estoy hablando y no siento la boca. Y me encanta el café con leche, pero no puedo tomar ahora porque por la cantidad de medicación que tomo por día, tengo que cuidar mi estómago. Todo el tiempo es así, soy una bomba a punto de explotar”.
Separada de Matías Guzmán, el papá de su hijo León, Sonsoles vive ahora en la casa de su madre. “Cuando yo me enfermé zarpado, Sandra construyó un cuarto y un baño en otro sector de la casa porque se dio cuenta de que la cosa venía para largo. Comparto con ellas, pero tengo mi sector. Está jodido para mudarme sola. El papá de León es un amor, pero me paga el colegio, la obra social y ya. Nosotros vivíamos en una isla de Brasil, en Praia do Rosa. Diez años ahí y estuvimos mucho juntos. Era todo divino, pero me quedó chico. Me ahogó. Y me volví. Y ahora quiero trabajar de lo que me gusta. Yo sé que lo mío es la televisión desde que nací”.
Con una gracia muy tierna, canta “hola Sonsoles, te estamos llamando”. Dice que ama a Susana Giménez y que lo suyo es charlar con la gente. “No podría ser actriz, necesito ser yo misma. Y ahora que cumplí 40 y que me siento bien, lo quiero hacer. ¿Por qué no? Estuve toda la vida peleándole a la muerte. Desde los 15 años que mi energía está puesta en sobrevivir, no podía pensar en otra cosa.”
Me la jugué para ser mamá y no fue fácil
Y es cierto. Cuando todas las chicas pensaban en su fiesta, Sonsoles tuvo que enfrentar un diagnóstico brutal: síndrome nefrótico. “Me empecé a hinchar y mi mamá me llevó a Slim. El pibe que me atendió, divino: “Tenés un problema renal total”, me dijo. Claro, estaba gorda porque tenía una retención de líquidos terrible. Y bueno, ahí empezó todo. Hice dos años de diálisis y a los 24 me hicieron el primer trasplante. Ahí me empecé a sentir bien de verdad.” El rumor de que tenía que hacerse un segundo trasplante llegó después de su embarazo y del nacimiento de su hijo. “Me la jugué para ser mamá y no fue fácil. Tuve síndrome de Hellp, llegué al parto con 24 de presión, en la semana 35. Se me reventaron los glóbulos rojos, los blancos, el sistema hepático... La única manera de frenarlo era sacando al bebé. Muchas mujeres mueren en el parto. Yo nunca supe eso. Veía a todos los médicos que corrían de un lado para otro... León pesó un kilo y medio y no pude darle la teta: él no podía desperdiciar energía haciendo fuerza. Pero yo estaba tranquila, sabía que iba a estar todo bien. Después de ocho transfusiones de sangre, pude conocer a mi hijo. No sé de dónde saqué la fuerza y me levanté”.
Hoy, ese niñito tiene seis años y ya sabe quién es quién en la familia. A Marita le dice “abu” y a Sandra la llama “otro abu”. “Ella es mi madrina de bautismo y durante un largo tiempo no la vi mucho, comenzó a aparecer cuando mi mamá se quedó sola. Eran muy amigas, habían sido compañeras del colegio y se enamoraron. Para mí en su momento fue un shock, pero ahora todo me cierra. Sandra es tan fácil. Cuando me enteré que ella me iba a donar el riñón, pensé: 'estoy salvada'. Sabía que no se iba a arrepentir. Siempre me cuenta que cuando se la estaban llevando al quirófano en la camilla, yo le grité: ¡Si no querés, no!. Y ella: ¡Re quiero! Yo me sentía responsable. La vi entubada. ¿Mirá si no podía volver a cantar por mi culpa? Y estaba Mónica Cahen D’Anvers ahí parada, que tiene una presencia que... ¡mamita! Yo la miraba y pensaba: ¡perdón!”
Vivir el día a día. La vida de Sandra no cambió mucho después del trasplante. Sonsoles, en cambio, toma doce pastillas por día. Inmunosupresores. Y, por supuesto, se hace controles de sangre muy seguidos. “Trato de no asustarme porque si realmente pienso en mi futuro, me da pánico total. ¿Hasta cuándo me va a durar este riñón? ¿Y después qué? Yo vivo con el órgano de otra persona y mi cuerpo trata de rechazarlo todos los días. No puedo ni pensar en otro trasplante porque es muy bravo estar enfermo, atrapado en tu cuerpo”.
Quizás por eso, de lo que más le gusta hablar es de su proyecto televisivo. “Sandra me dice que tengo que aprender a hablar, a modular. Soy muy cheta y ella me enseña. ¡Es tan perfecta! Ojalá lo pueda hacer. La televisión es muy importante para la gente que está internada: la miran todo el día. Yo estuve ahí. Ahora quiero estar del otro lado, ayudando”.
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