La actriz protagoniza la serie de ocho episodios sobre la tragedia de Cromañón, que estrena este viernes en Prime Video; en diálogo con LA NACIÓN, reflexiona sobre su rol como madre, a la relación con altibajos que mantiene con las redes sociales y al modo en que siempre eligió preservar su intimidad
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30 de diciembre de 2004. Faltaba un rato para la medianoche. Soledad Villamil manejaba rumbo a su domicilio, ubicado en la Zona Norte del Conurbano, luego de realizar la última función del año de la pieza que protagonizaba en teatro. La noticia prematura y algo inexacta interrumpió el loop musical de la radio de su vehículo. Intuyó que aquel flash escueto encubría algo más tupido y aún desconocido. Observó la autopista atestada de coches que pugnaban por escapar de la ciudad rumbo al descanso de fin de año y el comienzo de la temporada de verano. A pocos kilómetros, cientos de jóvenes vulnerables buscaban otro escape. Una salida no deseada. Una trampa mortal.
Al amanecer del día siguiente -como le sucedió a buena parte de los argentinos- la actriz se notificó de la envergadura, la dimensión horrorosa del incendio acontecido en la disco República de Cromañón, ubicada a metros de Plaza Miserere. Entendió que aquello que había escuchado a través de la radio no fue otra cosa que la punta del hilo de un ovillo siniestro. “En los momentos previos a un estreno, uno se pregunta cómo será recibido eso que se filmó. Por lo pronto, se viene un aniversario. Estos veinte años parecen mucho tiempo, pero, en otro sentido, es muy poco”, reflexiona Villamil, luego de una extensa jornada de entrevistas promocionales y de una sesión de fotos donde, con todo profesionalismo, no dejó detalle de su vestuario librado al azar.
El estreno al que se refiere la actriz y cantante es el de la serie de Amazon Original Cromañón, que se verá desde este viernes por la plataforma Prime Video en más de 240 países.
El material ficcional está basado en los hechos acontecidos en aquel luctuoso suceso que mutó la organización y los consumos de la industria del entretenimiento y los eventos públicos en torno al espectáculo. “Hay chicos de veinte años que, en ese momento, no habían nacido o eran muy pequeños, con lo cual se produce una brecha generacional y eso hace que esta historia sea nueva para ellos, por más que manejen alguna noticia de lo ocurrido realmente”, se explaya la actriz, ya instalada en un salón reservado de un hotel cinco estrellas de Recoleta y dispuesta a conversar con LA NACIÓN sobre este proyecto, sobre su cuidada carrera artística y su reservada vida personal. Hay algo de misterio en ella. Un aura no cotidiana.
-¿Por qué hablar hoy sobre la tragedia acontecida en la disco República de Cromañón?
-Es una herida que se siente reciente, aún sin cicatrizar.
En aquel incendio, que se habría producido por efecto del uso de pirotecnia en un espacio cerrado, cuando una banda de rock tocaba en vivo, se cobró la vida de 197 jóvenes.
-¿Cómo es tu aproximación a los personajes que te tocan interpretar y, puntualmente, cómo fue el acercamiento a Betty, la madre que componés en Cromañón?
-Siempre parto de la lectura del guion y la charla con los directores, en este caso se trata de directoras, y ahondando en el cuento que hay para contar y cuál es la función de mi personaje en ese entramado.
-¿Qué características tiene Betty?
-Interpreto a una madre que no es arquetípica.
-¿Por qué?
-Betty vive en Villa Celina junto a su hija Malena, atiende un quiosco y busca enamorarse. Trata de salir adelante en todos los sentidos.
-¿Qué te separa de ella?
-Betty se cae y se levanta, yo trato de caminar más sobre seguro, soy reflexiva.
-¿Existió Betty?
-No, el único personaje que refiere a una persona real es el que interpreta Luis Machín. El resto está alimentado por las historias reales, pero no se trata de gente puntual que haya existido.
-La tragedia tuvo connotaciones que implicaron, ya no solo una nueva reglamentación en torno a la forma de organizar eventos o espectáculos, sino que también implicó cambios en la cúpula gubernamental de la Ciudad, tuvo efectos políticos y sociales definitivos.
-Fue un antes y después en muchos ámbitos. Incluso, afectó a los espacios culturales, a las salas de teatro grandes y, sobre todo, a las independientes.
-Luego de lo sucedido en Cromañón, hubo una toma de conciencia en torno a la endeble seguridad de muchos lugares habilitados para el consumo cultural.
-Fue un despertar, un abrir los ojos. El acontecimiento sucedió en Cromañón, pero podría haber sucedido en muchos otros lugares de esa época. Fue horriblemente doloroso, lo sigue siendo.
-Si bien la posibilidad del entretenimiento per se es sumamente válida, y hasta necesaria, en proyectos como la serie Cromañón aparecen otras cuestiones como la posibilidad del revisionismo histórico y provocar pensamiento. En cuanto a la función de una actriz entiendo que implica una resignificación del rol.
-Absolutamente, tu reflexión me resuena profundamente, me hace pensar en Un muro de silencio, una película de Lita Stantic que hice hace muchos años, que, en parte, era autobiográfica de la directora, y que mostraba a una mujer con una hija pequeña que padece el secuestro de su marido en plena dictadura.
-El revisar la historia permite entender el presente.
-Cuando rodamos aquella película eran los primeros años de la democracia, empezábamos a caminar ese recorrido, y me hizo pensar en que lo que estábamos haciendo no era un objeto ni un simple relato solamente artístico, sino que contaba un pedazo de nuestra historia. Siento que con esta nueva serie sucede lo mismo. Más allá de la cercanía o no con Cromañón, a todos nos toca de cerca, nos lleva a pensar y conversar sobre eso.
-El volver sobre este tipo de historias también habilita una mirada para entender cuánto o no se modificaron algunas cuestiones en torno a la corrupción pública y privada, que fue lo que llevó a que se produjera la tragedia narrada en la serie.
-No son temáticas superadas. Volver sobre el tema también implica pensar en el rol del Estado en torno a los controles de eventos públicos de diversa índole. Por otro lado, es interesante ver cómo la serie rompe con cierta estigmatización que hubo en torno a los jóvenes.
-¿Sentís que cierta sector de la sociedad abordó la tragedia desde esa evaluación?
-Lo dijeron los sobrevivientes. Decían que, para mucha gente, los que murieron se transformaron en ángeles y quienes se salvaron quedaron como rockeritos del Conurbano, descontrolados. Debieron cargar con ese estigma, cuando las responsabilidades estaban en otro lado. Lo interesante de la serie es que trae este tema a la primera plana con los testimonios en primera persona.
La serie Cromañón está narrada desde el punto de vista de los jóvenes sobrevivientes, especialmente de Malena, interpretada por Olivia Nuss, personaje que regresa, cuatro años después del incendio, a su barrio de la infancia buscando cicatrizar heridas y desterrar el sentimiento de culpa por continuar con vida luego de la tragedia.
Además de Villamil y Nuss, el elenco cuenta con las actuaciones de Luis Machín, Paola Barrientos, Esteban Lamothe, Muriel Santa Ana, Dani La Chepi y un elenco juvenil conformado por Toto Rovito, José Giménez Zapiola -El Purre-, Alan Madanes, Lautaro Rodríguez, Kevsho, Carolina Kopelioff y Antonia Bengoechea.
Marialy Rivas y Fabiana Tiscornia son las directoras y cabezas creativas de esta serie de ocho episodios, que apela a un abordaje estrictamente ficcional, y fue escrita por Josefina Licitra, Pablo Plotkin y Martín Vatenberg, y producida por About Entertainment, compañía a cargo del ganador del premio de la Academia de Hollywood Armando Bo, quien también participa como productor ejecutivo junto a Natacha Cervi, Mercedes Reincke, Marialy Rivas y Fabiana Tiscornia.
Inclusión
-Hablábamos sobre el rol de la actuación y de la ficción a la hora de pensar realidades. Este año pudimos ver Goyo, un material sumamente interesante en torno a un joven con Síndrome de Asperger que trabaja como guía en el Museo de Bellas Artes.
-Me parece fundamental que podamos acercarnos a las divergencias.
En este film, dirigido por Marcos Carnevale, Villamil interpreta a la hermana del personaje sobre el que gira la trama; una mujer que, en su afán de tutela, sobreprotege a su hermano. “Plantea un interrogante en torno a cuál es el límite entre el amor y la sobreprotección, una idea que me interpela un montón”.
-Como mamá de dos hijas, ¿cómo te has manejado en esas cuestiones?
-Voy y vengo, no es algo que se estabiliza. Lo que me doy cuenta es que siempre llego un poco tarde al nivel de madurez de mis hijas.
-¿Cómo es eso?
-Siempre son más grandes de lo que creo que son; el padre, en cambio, llega más temprano a eso y me alerta, me dice “mirá que ya no tienen doce años”; a mí me cuesta un poco más. Pero también entiendo el valor de la libertad y que se sientan seguras con ellas mismas, que se puedan manejar con su propio criterio.
Violeta (24) y Clara (19) mantienen un perfil bajísimo, a pesar de la labor pública de sus padres actores y ese es uno de los legados, quizás el más importante, que Soledad Villamil y Federico Olivera sembraron en ellas. Villamil y Olivera se conocieron en la década del noventa filmando en la Patagonia Argentina. Aquel flechazo los llevó a conformar una de las parejas más sólidas del ambiente, muy alejada de los flashes y con muy poca visibilidad de las cuestiones más íntimas. En 2021, coronando una vida compartida, contrajeron enlace legal ante la presencia de sus hijas.
Un púlpito de pensamiento
La primera entrega del premio Martín Fierro a la industria del cine, entregado por Aptra, se convirtió en una ceremonia teñida por el pensamiento político y la expresión de las más diversas opiniones. La actriz ganó su galardón en el rubro Mejor Actriz de Reparto en Drama por su papel en Goyo. “Fue una noche inolvidable”.
-¿Cómo viviste lo vinculado a lo ideológico y a las diversas expresiones que atravesaron a la ceremonia?
-Sentí que fue un espacio muy necesario. Los actores, directores y productores venimos siendo muy castigados. Todas las industrias argentinas, la producción nacional está siendo cascoteada, pero el cine y la ficción están siendo agredidos con saña. Pareciera ser que todos los artistas fuéramos garrapatas o parásitos que vivimos del Estado; no solo no comparto esa idea, sino que está largamente demostrado que no es así. Por otra parte, los países que apoyan a su propia cinematografía no sólo han desarrollado esa industria, sino también a su cultura y la comunicación de la misma. En casos como el de Hollywood han dominado el mundo gracias a sus imágenes. Nosotros estamos en un momento donde la producción de imágenes propias está siendo hackeada. Es preocupante, ¿quién va a querer contar nuestras historias si no las contamos nosotros? Por eso, en la noche del Martín Fierro al cine se les pudo poner micrófono a todos los que pertenecemos al sector o a la tribu, como definió Graciela Borges.
-Graciela Borges recibió agresiones en sus redes sociales, lo cual la llevó a discontinuar sus cuentas. En tu caso, tengo entendido que no solés tener las app instaladas en tu teléfono. ¿Cómo te llevás con estas cuestiones?
-Voy probando métodos. Indudablemente, se trata de un medio de comunicación, sobre todo para quienes hacemos este trabajo, pero también son ámbitos que se vuelven muy picantes.
-Con mucha impunidad.
-Con impunidad, agresión, odio. Estamos viviendo un momento muy violento y las redes son, quizás, el espejo donde más se ve eso. Así que, por momentos me descargo las aplicaciones y, cada tanto, las elimino de mi teléfono. Por otra parte, me doy cuenta que, cuando no tengo las redes sociales instaladas, tengo mucho más tiempo para otras cosas.
-¿Por ejemplo?
-La cabeza funciona de otra manera, me relajo, puedo escribir, pensar, crear. Con las aplicaciones en el teléfono, pueden pasar horas mirándolas sin que me de cuenta.
-Tu marido y vos, siendo los dos figuras públicas, han sorteado muy bien la exposición de la intimidad. Seguramente, les sucederá lo que le sucede a cualquier matrimonio con sus idas y vueltas, pero sabemos poco.
-Sí, nos pasa lo que a cualquiera, pero mantener nuestra privacidad es algo que sentimos desde antes de conocernos. La exposición es parte de nuestro trabajo, al que queremos y nos gusta mucho, pero hay una parte de la vida que nos hace bien preservar; es el lugar donde uno descansa, se retroalimenta. De lo contrario, sería siempre como exhalar sin parar, pero también hay que inhalar.
-Tenés un perfil misterioso.
-A lo Greta Garbo. El nuestro es un trabajo muy particular, pero nunca me propuse ser misteriosa, para nada, tiene que ver con la personalidad.
-Fue un elogio.
-Lo entendí así. Uno hace como le va saliendo.
-De por sí, el trabajo actoral implica transitar un espacio público, así que imagino que es sano emocionalmente guardar otras zonas más personales y depositarlas lejos de la mirada externa y masiva.
-Además, para mostrar todo tenés que tener un carácter especial y aguantar lo que viene detrás.
-En nuestro país, muy pocas actrices participaron de films ganadores de un premio Oscar. En tu caso se dio con El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella. ¿En qué te cambió haber formado parte de ese film y el posterior reconocimiento de la Academia?
-Estadísticamente no hay muchas posibilidades, por eso, a medida que pasa el tiempo, dimensionó más qué significó haber participado de una película argentina que ganó un Oscar.
-¿Recordás cómo te enteraste de la noticia?
-Estaba viendo la transmisión agarrada de la mano de mi abuela. Cuando (Pedro) Almodóvar salió y dijo “The secret in their eyes”, nos paramos como si la Selección hubiese metido un gol. En ese momento, Federico (Olivera) gritó “Campanella ganó un Oscar”.
-Ese reconocimiento, tan poco habitual, ¿se convirtió en un compromiso a la hora de elegir nuevos papeles? ¿Te potenció o limitó?
-A nivel internacional hubo una proyección que no sé si hubiese sucedido de otra forma; me permitió trabajar afuera y, como estaba muy focalizada en la música, pude hacer muchas giras como cantante. En ese sentido, hubo mucho despliegue gracias a la película. Más allá de eso, los premios son hermosos, pero, después, la vida sigue.
Como cantante, Soledad Villamil ha rescatado sonidos rioplatenses y Latinoamericanos algo olvidados. Basta recordar su exquisito espectáculo Glorias porteñas o sus conciertos más recientes, como los que brindó en el espacio Torquato Tasso poco antes de la pandemia. “El año que viene presentaré un nuevo concierto, con un repertorio que incluirá algunos de los temas que ya hice y otros nuevos”, adelanta, aunque aún no puede dar a conocer el espacio donde ofrecerá el show. “La semana que viene tendré una reunión para definir eso”.
Con nombre y apellido
-Así como sucede con films recientes como Yo capitán, del italiano Matteo Garrone, la serie sobre Cromañón focaliza en las individualidades. Las víctimas y los sobrevivientes tienen nombre y apellido, un alma y un entorno afectivo y emocional.
-Cada uno con sus planes, sus sueños y sus realidades, eso hace que resuene muy interesante el tratamiento que hace la serie. Quizás, a partir de este trabajo, se mire de otra manera aquel suceso ante el que mucha gente sigue sosteniendo “a mí no me hubiera pasado nunca” o “yo jamás hubiera ido”. Quizás ese razonamiento los tranquilice, pero, lo cierto es que, cuando achicás el plano, como se dice en cine, uno se da cuenta que cualquiera podría haber sido víctima de una tragedia así.
-A la hora de formular su escritura, Mauricio Kartún habla del acopio de información y de material. ¿Algo de eso sucedió en tu proceso creativo en torno a Betty?
-Sí, leí y vi mucho material en torno a Cromañón que no había visto antes.
-Todo lo que se mostraba era tan crudo que se tornaba casi insoportable de visualizar.
-Cuando ocurrió el incendio, al tener una nena chiquita y estar embarazada de mi segunda hija, llegó un momento en el que ya no podía mirar más lo que sucedía, era un rechazo físico. Mi pareja me contaba, pero yo no podía ver. Incluso, ahora, ya involucrada en este proyecto, fue un gran esfuerzo ver el material de archivo, pero, por supuesto, fue algo que debí hacer, era la forma para poder entender el terror y el desconcierto de esa noche que la serie cuenta muy bien.
-¿Qué valor tiene que se conozca la historia desde una plataforma internacional como Prime Video para un público panregional?
-Cuanto más específico es un tema, más resonancia puede tener y eso es lo que creo que sucederá con esta serie. Como dice el dicho, “pinta tu aldea y pintarás el mundo”.
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