Llevan a escena una versión del film que protagonizaron Shirley MacLaine, Debra Winger y Jack Nicholson; en diálogo con LA NACION, se refieren al amor en la madurez, a sentirse “cancelados” por el teatro oficial y también exponen su mirada sobre la realidad del país
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“Es una comedia dramática, pero, sobre todo, una obra amorosa, donde, más allá de divertirnos, jugamos mucho con la emoción. Hay risa y emoción de verdad, es un ejercicio del alma, veremos si estamos a la altura de eso”, se pregunta Soledad Silveyra sentada en la platea desierta de la sala más grande del Multiteatro donde, desde el 10 de enero, se llevará a cabo la temporada de La fuerza del cariño.
En la fila delantera se acomoda su compañero Osvaldo Laport, igual de entusiasmado: “Es un regalo que nos haremos los que nos subimos al escenario y que lo compartiremos con la gente”.
Aún la escenografía está a medio terminar y el clima que reina en la sala es de experimentación. Se sabe, nada más parecido a un laboratorio que un ensayo teatral. Esta vez, la excusa es la recreación del recordado film -estrenado en 1983 y ganador de cinco premios Oscar- protagonizado por Shirley MacLaine, Debra Winger, Jack Nicholson, Dany DeVito, Jeff Daniels y John Lithgow y cuya dirección y guion fueron responsabilidad de James L. Brooks.
El relato, basado en la novela homónima perteneciente a Larry McMurtry, narra la historia de Aurora (Soledad Silveyra) y Emma (Julieta Ortega), quienes componen a una madre y una hija muy unidas, pero con puntos de vista muy distintos sobre la vida. Aurora, transitando su viudez, es una mujer temperamental, pero de buen corazón, mientras que su hija es una joven rebelde que está deseando salir de su casa e independizarse, algo que concreta a medias, ya que lo hace a través del matrimonio. En ese contexto familiar, Aurora construye un romance de la madurez con un exastronauta (Osvaldo Laport).
La construcción de los vínculos a través de los años, la tolerancia, la madurez y la fortaleza del espíritu son algunos de los tópicos de esta trama que ahonda en cuestiones que, tomando términos aristotélicos, rápidamente generan empatía en el espectador. Dolores Ocampo y Damián Iglesias acompañan a Silveyra, Laport y Ortega, mientras que la dirección de esta puesta corresponde a la prolífica realizadora Corina Fiorillo.
-Hay algo de trascendencia del tiempo en el planteo del material...
Soledad Silveyra: -Va más allá de toda época, aunque no se ven celulares en la historia.
Osvaldo Laport: -Es un texto que no envejeció. Por otra parte, no buscamos hacerlo localista, pero sí buscamos un equilibrio para que el público sienta cierta identificación en la cotidianidad.
Solita se sorprende cuando su compañero le cuenta que continúa sin luz ni agua corriente, luego de los efectos del temporal que azotó a gran parte del país en la madrugada del domingo 17 de diciembre. “Me vine a bañar al teatro”, confiesa Laport, quien llegó hace rato a la sala de Corrientes y Talcahuano y se muestra con un vestuario digno de un parador playero que incluye unas juveniles sandalias. Silveyra, en cambio, atraviesa el foyer con puntualidad inglesa enfundada en un jean canchero y lentes oscuros. Las dos de la tarde no es horario para los ojos de una actriz.
“Un ensamble entre lo fílmico y lo teatral”
Hace algunos días, el elenco se trasladó a la costa atlántica para filmar algunos pasajes que también formarán parte de la puesta en escena. “Es de una realización muy compleja, con miles de movimientos, ya que se reproducen en el escenario casi todas las escenas que están en el film”, aporta Solita.
“Transferir una película realizada con tantas locaciones y con historias con varias puertas abiertas era casi imposible, por eso hay un guiño que le vamos a dar al público que tiene que ver con un ensamble entre lo fílmico y lo teatral”, dice Laport y agrega: “Estuvimos rodando en Pinamar y nos cag… de frío, pero nos metimos al agua con valentía para recrear una escena emblemática”. “No cuentes más”, le reprocha ella y estallan en una carcajada. Hay algo de complicidad de estudiantina entre ambos. Se conocen mucho. Han conformado una recordada pareja en la telecomedia diaria Campeones y se volvieron a juntar en la novela Amor en custodia. Además, en teatro, fueron protagonistas de El cuarto azul.
-Con tantos años de trayectoria, ¿cómo se plantan ante un nuevo estreno? ¿Existen los mismos miedos de todo debut?
Laport: -Cada vez es peor.
Silveyra: -Existen más miedos que antes, reconozco que me pongo muy ansiosa.
Esta vez, a la actriz se le suma la inquietud por la comunión entre los cuerpos transitando el espacio escénico y la interacción con el material proyectado: “Dependemos mucho de la técnica, por eso, a la hora de abordar lo que uno hace, hay una dificultad que aparece en la relación con las filmaciones”.
Laport hace cuentas y enumera la cantidad de ensayos que restan hasta el estreno y se siente aliviado. Todo lo contrario percibe su compañera de rubro. “A mí no me alcanza”, dice determinante. El material cuenta con cerca de cincuenta cambios de escena, una multiplicidad que convierte el tempo teatral en un mecanismo de relojería que no puede fallar y que debe ceñirse a la hora y cuarto que dura el espectáculo.
-La respuesta del público es un misterio, pero, a priori, los ingredientes de la propuesta resuenan interesantes...
Silveyra: -Vamos a ver qué pasará, mucha gente no quiere ir al teatro a pensar o llorar y acá se tiene que arremangar y, además de reírse, emocionarse.
Laport: -Tiene un final bastante sensible.
Los nietos de ella corretean por el escenario, mientras la actriz busca que alguien le confirme si su camarín está abierto. En ese mientras tanto, ambos se ríen cuando se les consulta si suelen ser dóciles a la hora de “someterse” a los lineamientos de la dirección. “Tenemos la dicha de tener a una directora hermosa. Más allá de su arte, es un ser con alma de buena voluntad, que escucha, acepta y acompaña con el equilibrio, pidiéndonos que confiemos”, reflexiona el actor que se catapultó a la fama mayúscula cuando interpretó al Indio Catriel en la novela Más allá del horizonte.
Casi veinte años después
-Hace 19 años que no trabajaban juntos...
Silveyra: -¿En serio? ¡Epa!
Laport: -Estamos impecables, Solita.
El actor no miente. Se los ve espléndidos. Una pareja consolidada y querida por la gente que los saluda cuando posan sobre el asalto de la avenida Corrientes para las fotos que ilustran esta entrevista. Muchos otros miran incrédulos, con esa cara que desnuda un pensamiento: “¿Son ellos?”. Son.
La actriz recuerda que, más allá de Campeones y Amor en custodia, hicieron “eso en Telefe que fue un desastre”, pero su compañero la llama al orden con un: “No sé si fue un desastre, fue una experiencia”.
-¿A qué se refieren?
Silveyra: -A algo que hicimos como presentación de una novela turca.
Laport: -Querían implantar una modalidad nueva y, previo a cada capítulo, salía un micro nuestro con una historia de ficción pequeñísima.
Silveyra: -Éramos Osvaldo y Solita, no salíamos de ahí.
-Protagonizaron en televisión y en teatro varias escenas con cierto grado de erotismo. Para la realización de esas situaciones entiendo que es clave la confianza en el otro.
Silveyra: -De lo contrario, todo es mucho más duro.
Laport: -Siempre es necesario la mirada, la escucha y el respeto. Obviamente, nos amamos y admiramos. Y, aunque hoy hay un conflicto en torno a eso -sobre todo en las nuevas generaciones- en mí prima la caballerosidad, ese es mi trato hacia Sole. Me hace bien verla bien a ella.
“En El cuarto azul salíamos desnudos, qué osados”, reflexiona Laport con cierto distanciamiento, escindido de esos personajes que tantas veces lo llevaron a mostrar su cuerpo, ligero de prendas, que parecía tallado por un orfebre.
-En La fuerza del cariño, ¿habrá escenas de amor e intimidad?
Silveyra: -Si, pero muy atenuadas.
-No serán arriba de un caballo...
Laport: -No, para nada, imaginate lo que podría salir de todo eso.
Silveyra: -Lo del caballo es una linda metáfora.
Si de osadía se trata, en Amor en custodia sus personajes llegaron a hacer el amor montados en un caballo. En La fuerza del cariño se evitará el guiño facilista y demagógico con la platea con referencias a ese pasado.
-Se los ve muy bien.
Laport: -Todos tenemos una dosis de narcisismo y nos gusta vernos bien cuando estamos frente al espejo.
El actor reconoce que lleva adelante una rutina diaria de gimnasia y una alimentación muy sana.
Maduras pasiones
Osvaldo Laport lleva 44 años de matrimonio con Viviana Sáez, “con los altibajos naturales de cualquier pareja”, aclara el actor. Juntos tuvieron a Jazmín, actriz como sus padres. En cambio, Soledad Silveyra, quien es madre de Baltazar y Facundo Jaramillo, ha construido varias parejas. Hoy, con 71 años a cuestas, acaba de iniciar una nueva relación con un argentino radicado en Brasil: “A esta edad me suena cursi decir que estoy de novia”.
-Sin embargo, lo estás.
Silveyra: -Encontré a un ser humano divino.
Laport: -Extraordinario.
Silveyra: -Vamos a ver, no sé qué pasará. ¿Quién iba a decir que un hombre iba a volver a acaparar mi atención? Jamás lo imaginé, estaba absolutamente clausurada, pero apareció. Uno siempre tiene que estar abierto a las emociones. En general vivo así, no tengo secretos, soy un desastre, pero me gusta vivir como entregada al mundo.
-Permeable...
Silveyra: -Permeable a lo que venga.
Laport: -Se te ve muy bien cuando estás acompañada.
Silveyra: -Es lindo, ¿no? Me pasó a los 71, ¿por qué no me pasó antes? Lo importante es estar abierto a conmoverse, en todos los sentidos. Hay que dejarse conmover por algo.
Laport: -Convivimos unas horas en Pinamar, ella con su chico y yo con mi chica. Fue muy lindo para los cuatro, muy divertido.
-¿Cómo se vive el paso del tiempo?
Laport: -Lo vivo distraídamente.
Silveyra: -Está bueno eso.
Laport: -Amo tanto vivir y defiendo lo que hago, más allá del éxito o el fracaso, los aciertos y los desaciertos. Amo la vida y el arte y el arte es la vida.
-Interesante el concepto de “vivir distraído”...
Laport: -Pero sin escapar de la realidad en la que vivimos tanto en nuestro país como en el mundo. Mi rol de embajador de ACNUR (agencia de la ONU para los refugiados), desde hace veinte años, hace que esté muy en contacto con lo que sucede en el mundo. Si me preguntás cómo estoy, te diría que muy triste por todo lo que sucede con la humanidad, por la orfandad en la que vivimos, por las guerras.
-Soledad, en tu caso, ¿cómo transitás tu madurez?
Silveyra: -El paso del tiempo duele. Duelen los huesos y las rodillas, pero, de golpe, esos dolores se van. Yo tengo algo con la vida que me lleva a vivir en la estratósfera, como que vivo en otro mundo, me entero de poco. Creo que este estado de liviandad y capacidad de asombro que puedo llegar a tener es algo que se trabaja todos los días, sin olvidarnos de invocar a la bondad. Es fundamental que seamos honestos, buenos, trabajadores.
-Osvaldo hablaba de la realidad del país y del mundo, ¿te preocupan esos temas?
Silveyra: -Por supuesto, cada uno tiene que hacer lo suyo en función de una sociedad. Me da mucho miedo la pobreza y lo que pueda suceder en las calles, por eso ruego que reine la paz. Todos nos vamos a sentir tocados, no te digo que hundidos, pero sí tocados.
Pensar el país
-La fuerza del cariño se ofrecerá en una sala de Carlos Rottemberg, pero, además, es una producción de Ángel Mahler y de Leo Cifelli, flamante Secretario de Cultura de la Nación.
Silveyra: -Así parece. Nos hemos visto poco, pero es algo inusual.
Laport: -Él y Mahler nos sorprendieron el sábado pasado en la filmación de un momento de la obra. Para Leo (Cifelli) también es toda una sorpresa lo que le sucede, algo inesperado.
Silveyra: -Tiene una responsabilidad enorme.
-Acaba de asumir el gobierno de Javier Milei, ¿qué esperan del futuro del país?
Silveyra: -No seré original, ya que espero, como todo el mundo, que salgamos adelante. No es fácil, mucho menos ahora con la emergencia nacional y la pérdida que significó para mucha gente la catástrofe climática.
Laport: -Coincido con Solita en que todos, sin distinción de lo partidario, buscamos salir adelante y estamos esperando una nueva fragancia, un nuevo color, todos nos merecemos una oportunidad, por lo menos para ver qué se puede hacer. Lo necesitamos.
-La sociedad mayoritariamente está convencida de la necesidad de un cambio, los matices se dan en torno a cuál es ese cambio y si Javier Milei lo representa.
Laport: -Por eso digo que hay que pensarlo más allá de lo partidario.
Silveyra: -Vos podés decir eso porque lo ves como uruguayo.
Laport: -Si se me permite el ejemplo, en Uruguay durante más de cien años gobernaron blancos y colorados hasta que hubo un día en el que apareció un nuevo aroma que fue el Frente Amplio y, con aciertos y desaciertos, el pueblo le dio la oportunidad.
Silveyra: -El uruguayo es un pueblo maravilloso. Cada vez que viajo a Uruguay regreso fascinada por el nivel de la prensa, por sus cincuenta años de democracia y me da celos que puedan ver a cuatro presidentes sentados juntos. El abrazo de (José María) Sanguinetti y el Pepe Mujica en el Senado no me lo olvido más. Cuando lo vi dije: “eso en mi Patria algún día tiene que pasar”.
¿El fin de la TV?
-Ustedes han obtenido una enorme popularidad a través de la ficción televisiva que proponían las señales de aire, reemplazadas parcialmente por las plataformas. ¿Qué sucede hoy con ese medio?
Silveyra: -La televisión parece que se acabó. Creo que nosotros somos los últimos mohicanos de los actores muy populares.
-¿Cómo es eso?
Silveyra: -Desde ya hay chicos de cincuenta años que son muy conocidos, pero no se trata de la mayoría, porque el sistema de las plataformas no permite ese nivel de popularidad, no se crea el vínculo que se daba con nosotros, que entrábamos a la casa de la gente. Ahora es distinto.
Laport: -La sociedad cambió. Antes era, si se quiere, más naíf. Ahora tenemos al streaming, no lo veo mal, creo que hay que sumar posibilidades. De todos modos, así como en algunos colegios se prohíbe que los niños tengan celulares en las aulas, me parece que, si bien va a costar, se volverá a los libros, a la reunión familiar. Por eso entiendo que nuestro género, que ha sido siempre la telenovela, no morirá jamás, ya que se trata de la vida misma.
-La ausencia de ficción en la televisión abierta, ¿sólo se le puede atribuir a la crisis económica y a la aparición de las plataformas?
Laport: -Tengo mucha gente amiga en el medio, pero, y lo digo con mucho respeto, hay una gran crisis de creatividad. Lo que se muestra no es inclusivo.
Silveyra: -Además, al estar todos tristes, se trata de una producción de gente triste. Todos estamos golpeados con nuestra realidad.
-¿El público no agradecería una comedia en el prime time justamente por esas razones?
Laport: -Tendríamos que volver al capítulo diario, porque, en la pandemia, nos malacostumbramos a mirar muchos episodios por día.
-Los creativos de la televisión abierta, ¿no están escindidos del gusto de los televidentes? Al tratarse de una audiencia que, en general, supera los cincuenta años, ¿no respondería favorablemente ante un cuento de amor de la madurez?
Laport: -Claro que sí.
Silveyra: -A mí me sucede con la gente que, ni bien conté que conocí a una persona, se muestra muy gratificada con que alguien de mi edad pueda apostar nuevamente por eso.
Pendientes
-¿Qué les falta en sus carreras? ¿Hay asignaturas pendientes?
Silveyra: -A mí me falta trabajar en el San Martín.
Laport: -¿No trabajaste en el San Martín?
Soledad Silveyra: -No, nunca.
Laport: -Yo tengo una crítica…
Soledad Silveyra: -¿Sobre qué?
Laport: -Sobre esta cosa de dividir en off, oficial, comercial. Una vez le dije a alguien: “Si yo no trabajo en el teatro oficial, ¿mi interpretación no es oficial?”.
Silveyra: -No entiendo.
Laport: -Digo que no encuentro la diferencia, mi trabajo es válido, aunque no sea en el San Martín.
Silveyra: -Lo que sucede es que ese tipo de teatros te permiten hacer textos clásicos con compañías integradas por muchos actores.
Laport: -Se podría hacer en lo privado, con sponsors.
Silveyra: -Nunca hay sponsors y esas obras de gran envergadura son imposibles de bancar por un productor.
-¿Qué harían en el teatro San Martín?
Laport: -Tenía una asignatura pendiente con Cyrano, pero ya me ganó el loco del “Pumita” Goity.
Silveyra: -Yo haría un espectáculo con las grandiosas actrices de la obra Gaviota que dirige Guillermo Cacace. Me cambiaron la vida, me dieron vuelta, me enseñaron muchísimo. Ahí me pregunté por qué no podría hacer un (August) Strindberg con ellas y viajar haciendo teatro, aunque no gane plata.
-¿Te ves haciendo a Bernarda Alba?
Silveyra: -No quiero un protagónico, quiero algo coral con esas actrices inmensas.
-¿Cómo manejan los egos con semejante nivel de popularidad?
Silveyra: -Hay que saber que un día se gana y al otro se pierde.
Laport: -Yo arranqué en el teatro y tuve el privilegio de aprender de gente como Lautaro Murúa o María Rosa Gallo. Hace poco, Sandra Fransen y Grace Pereyra me ofrecieron hacer Un susurro de alas, un texto precioso con un gran personaje, que hicimos en el teatro El Método Kairós, una gran sala independiente, por eso, el tema de los egos es una banalidad. Fui con mucho entusiasmo, pero viví situaciones de discriminación.
-¿Discriminación?
Laport: -Si, escuché que decían: “¿Qué hace un actor comercial acá?”.
Silveyra: -De chica, eso lo viví horrores. Estaban los que estudiaban y los que trabajábamos.
-Soledad, pensando en búsquedas estéticas, tu espectáculo anterior, Pasta de estrellas, fue una propuesta arriesgada, aunque duró menos de lo previsto.
Silveyra: -Muy arriesgada. Viví la experiencia, fue lindo. Se va y se viene, no me hago demasiado problema.
-Además, tenías muchas ganas de trabajar con el director Ciro Zorzoli.
Silveyra: -Me di ese enorme gusto.
-¿Tenías más ganas de trabajar con Ciro Zorzoli o de dejar Dos locas de remate dado el mal vínculo con tu compañera Verónica Llinás?
Silveyra: -Volvería a trabajar con “Vero”, la quiero mucho. Es una vikinga, te lleva puesta, pero la quiero.
-¿Por qué habría que ver La fuerza del cariño?
Silveyra: -Porque no es poca cosa compartir, reírse y emocionarse.
Laport: -Es imprescindible, tenemos un bellísimo espectáculo.
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