Soledad Silveyra y el recuerdo de China Zorrilla: “Fue todo para mí: mi referente, mi madre, mi hermana mayor”
La actriz recuerda a la genial actriz uruguaya en el día en el que hubiese cumplido cien años; sus trabajos juntas y las anécdotas de dos amigas que se quisieron muchísimo
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China Zorrilla, de quien hoy se cumplen 100 años de su nacimiento y Soledad Silveyra se conocieron en 1973, cuando les tocó compartir el elenco de la telenovela Pobre diabla. En la ficción concebida por Alberto Migré eran madre e hija. “Desde ese momento no nos separamos nunca más”, afirma emocionada Soledad Silveyra. “De ella, ahí, aprendí todo. Fue un encuentro conmovedor, nos llevábamos maravillosamente bien. Alejandro Doria, que era el director, nos dejaba improvisar, dar rienda a toda nuestra locura, confiaba ciegamente en nosotras y en nuestra relación. Hay una serie de fotos de las grabaciones, que yo guardo con mucho recelo, en las que siempre estoy mirando a China con total admiración. Y cómo no iba a mirarla así, si eso es lo que yo sentí por ella desde un comienzo. China no era un ser encantador, como suele decirse. No, era una encantadora. Al instante ingresaba dentro tuyo y te hacía bien, tenía un sentido del otro enorme. En ese entonces yo tenía 21 años y de una u otra manera estuve siempre a su lado, incluso estuve en su velatorio en la Legislatura de Montevideo y en su entierro. De ese momento también guardo una foto, en la que yo me encuentro muy pero muy viejita, supongo que estaba devastada. Es que en ese instante sentí que se me había ido una referente, una madre, una encantadora, como te dije antes, pero no de serpientes sino de almas buenas”.
A lo largo de los años y de las décadas, Soledad y China trabajaron muchas veces juntas. Luego de conocerse en la televisión, pasaron al teatro. Y de nuevo les tocó dar vida a un vínculo familiar: esta vez fueron tía y sobrina en Gigi, el libro de Colette adaptado a la escena por Anita Loos. “Hicimos gira por todo el país y fue una fiesta. China hacía ese papel tan bien concebido como riesgoso, el de una mujer que le enseña el camino de la prostitución a su sobrina, y lo hacía tan adorablemente que el público no se indignaba, no, nada que ver, eran ovaciones para ella todas las noches. Después hicimos Las mariposas son libres, en Villa Carlos Paz, y es de esa temporada que guardo una de las anécdotas que la pintan de cuerpo entero”, adelanta la actriz que hoy brilla en el escenario del teatro Astral, junto a Verónica Llinás, en la comedia Dos locas de remate. “Estaba terminando la temporada y el productor, que era un gangster, no nos quería pagar. Entonces un día nos fuimos a su oficina y ahí de golpe China le agarra el arma (¡porque el tipo siempre tenía un revolver sobre el escritorio!) y le dice, llevándosela a la sien: ‘o nos pagás o me mato ahora mismo´. Yo casi me muero de un infarto por la locura de China, pero la amenaza dio resultado: el tipo pagó”, recuerda entre risas Solita.
Más allá del vínculo de actriz a actriz, Soledad también conoció a China como directora. Fue dirigida por ella en dos ocasiones: en La pulga en la oreja, el vodevil de Georges Feydeau, donde también actuaban Claudia Lapacó y Carlos Calvo, y en la inolvidable y premiadísima Perdidos en Yonkers, de Neil Simon, junto a la gran Lydia Lamaison. “Posiblemente ese haya sido el mejor trabajo de mi carrera, y mucho se lo debo a ella”, reconoce la experimentada actriz, con casi 60 años de trayectoria. “Después volvimos a trabajar de igual a igual, como actrices, en Eva y Victoria. Estuvimos cuatro años de gira con esa obra, ¡una locura!”.
Sobre todo, Soledad y China fueron amigas. “Con China compartíamos mucho más que la profesión, compartíamos la vida. Por ejemplo, vivimos en el mismo hotel en Venezuela, en el Arauco Hilton. Ella estaba sola y yo con mis hijos, pero comíamos todas las noches juntos. La vida nos encontró ahí trabajando en espectáculos distintos. Después hicimos un viaje a Disney, ella con sus sobrinos y yo con mis hijos, que lo terminamos con una visita a la NASA”, comenta.
“China fue todo para mí: mi referente, mi madre, mi hermana mayor, quien me enseñó el timing en el escenario. Ella hoy está dentro de mí, por eso me acompaña siempre. Ella también era una niña, no había perdido la inocencia, eso es lo que le otorgaba tanto encanto, sensibilidad y capacidad de asombro. Ella era una Alicia en el país de las maravillas. Eso era China. Por eso hay que aprender de ella eso de mantener vivo el niño que todos llevamos dentro. Yo a veces me voy de mambo, pero... (risas). China era una maestra, una estrella, y con esto no me refiero a una diva o a algo frívolo, no, sino a una estrella del cielo pero con los pies en la tierra; una enorme estrella, como la de Belén, que te guía siempre”, concluye, no sin antes agregar: “Ella está en mi mesa de luz, con mi madre y mi abuela, las tres mujeres más importantes de mi vida. La tengo en un portarretratos, al que todas las noches le saco el polvo y le doy un beso. Eso es el amor profundo, ¿no?”.
Hoy Soledad y los sobrinos de China Zorrilla serán recibidos en la Embajada de Uruguay en la Argentina. La idea es, en coincidencia con el centenario del natalicio de la actriz, presentar un proyecto “para que China esté bien presente en la ciudad de Buenos Aires. Si bien se puso una placa conmemorativa en el edificio donde supo vivir, quisiéramos algo más, por ejemplo, un archivo con todos sus trabajos y hasta un documental sobre su vida y obra”. Que así sea.
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