La actriz de Chiquititas y Cebollitas habla sobre el lado B de la fama a temprana edad, sus proyectos teatrales y sus ganas de volver a la TV
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Corría el año 1995 y el mundo del espectáculo seguía de cerca la primera visita al país de los Rolling Stones, el estreno de Tiempos Violentos y la llegada de Blockbuster a la Argentina. Poca expectativa generaba una nueva propuesta de la televisión local: Chiquititas. El proyecto se presentaba como una telenovela colorida protagonizada por unas huérfanas simpáticas que cantaban canciones pegadizas, usaban prendas de J. L Cook y bajaban por una escalera que era también un tobogán. La historia transcurría en un hogar que era un rincón de luz para esas nenas que habían sido abandonadas o que se habían encontrado con la muerte de sus padres demasiado pronto. Tenían un chef, una tutora que era un ángel interpretada por Romina Yan, y una directora mala que las hacía limpiar. Una trama aparentemente inocente que no dejaba ver con facilidad lo disruptivo de su contenido. Nadie podía anticipar la magnitud que iba a tomar el programa, el antes y el después que significó Chiquititas para la televisión argentina.
El indiscutido éxito infanto-juvenil creado por Cris Morena puso el foco en una audiencia que no estaba siendo considerada y que quedaba a mitad de camino entre las películas de Disney y el contenido adulto. La repercusión de Chiquititas traspasó completamente los límites de la TV de ese momento: incluía merchandising como álbumes de figuritas, ropa con estampas, cassettes y cds con la música original y el espectáculo teatral que agotaba entradas a diestra y siniestra.
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Una de las bases de tal éxito radicaba en el ojo infalible de Cris Morena a la hora de seleccionar a los talentos encargados de protagonizar el proyecto. Ese semillero formó a algunas de las figuras más reconocidas de la televisión, el cine y el teatro actual: Peter Lanzani, Lali Espósito, China Suárez, Luisana Lopilato, Benjamín Rojas, Felipe Colombo, Gastón Dalmau, Candela Veltrano, la lista es extensa. En las ediciones iniciales de Chiquititas dieron sus primeros pasos figuras como Agustina Cherri y Celeste Cid, para quienes el programa fue un trampolín hacia una carrera artística de largo aliento. Dentro de cada elenco, surgieron artistas que lograron permanecer en los medios o continuar sus carreras en la televisión y otros que optaron por cambiar su destino profesional, o que al dedicarse al teatro y no a la televisión perdieron visibilidad. Solange Verina es una de ellas y en diálogo con LA NACION habló de su paso por la tira, del peso del éxito a temprana edad y de sus proyectos actuales.
“En la vida soy más bien vergonzosa, pero me prendés una cámara y no me importa nada”, cuenta Solange, quien empezó a los 6 años haciendo publicidades y con 9 ya era una de las protagonistas de Chiquititas. A los 11 continuó su personaje en una especie de crossover en Cebollitas. Luego, siguieron participaciones alternadas en el canal Discovery Kids, además de Floricienta, El Patrón de la vereda y Son de fierro.
A sus 23 años decidió tomar un cambio de rumbo, alejarse de las cámaras y estudiar diseño indumentaria. Hoy, con 36 años, Solange vuelve a apostar por la actuación y se la puede ver todos los domingos a las 20.30 en el teatro Multiescena como una de las protagonistas de la comedia Un balcón con vistas mientras asegura soñar con volver a la tv.
-¿Cómo vivías la exposición de chica, estabas pendiente de los demás fuera de cámara?
-Me empezó a pasar con Chiquititas porque, inevitablemente caminaba por la calle y todos me miraban. Si iba la playa de pronto tenía la sombrilla llena de gente, o iba a comer y me reconocían. Antes de eso no estaba pendiente del público, pero después empecé a ver que la gente me medía: se fijaban si sonreía o no, si era copada o no y empecé a tener en cuenta la opinión del otro. Hoy con las redes es especialmente fatal.
-Estuviste dos años en Chiquititas y después otros dos en Cebollitas: cuatro seguidos en la TV de los 9 a los 13 años ¿Cómo era el proceso de filmar tanto siendo una niña?
-Por suerte yo vivía en Martínez y grababa también ahí, entonces no tenía que salir antes del colegio. Iba al turno mañana, almorzaba en casa e iba directo a grabar. Estábamos muchas horas grabando, desde las 14 hasta las 22, mas o menos. Me llevaba la tarea a la grabación y nos daban un hueco para hacerla ahí. Mi mamá me ayudaba a estudiar los guiones. A veces, a la noche, cuando llegaba a mi casa o en el hueco entre el almuerzo e ir a grabar.
¿Cómo se llevaban entre ustedes?
-Nos llevábamos bien, pero si es verdad que había grupitos, como en el colegio. Con Georgi (Mollo) nos llevamos bien desde ese momento y después nos encontramos en la facultad, porque las dos estudiamos diseño de indumentaria. Siempre nos reímos porque tenemos una vida paralela, prácticamente.
-¿Sentiste diferencias entre las grabaciones de Chiquititas y Cebollitas?
-Yo era un bicho raro de Cebollitas, porque yo amaba Chiquititas y como se grababan en el mismo complejo, me la pasaba con ellos. Tengo pocos recuerdos con los chicos de Cebollitas. Es como cuando te cambian de colegio y seguís con tus amigos del cole anterior. Si tenía un hueco, me iba con el otro elenco. Es verdad que había un corralito que era un salón donde teníamos que estar para no dispersarnos por el estudio. Se filmaban otras novelas también, así que no podía haber 20 chicos corriendo por los pasillos. Yo no sentí maltrato, pero sí es una exigencia que para la edad, con los años me pregunto, no sé si estuvo buena o no. Tenía que cumplir con un horario, con la letra; si no sabía bien la letra por ahí se enojaban pero yo no lo viví como maltrato en ese momento. Si lo analizo con los ojos de hoy cambiaron un montón de cosas. Los chicos están más amparados, hay otras regulaciones y menos horas de trabajo. Mis papás estuvieron muy presentes y siempre se quedaban en las grabaciones.
-¿Estaban los padres de todos los chicos?
-En general, si estaban se quedaban en el bar. Algunos acompañaban y otros no. Tanto Cebollitas como Chiquititas eran programas exigentes. Lo que hay que evaluar es si está bien o no que un chico trabaje en la televisión.
-Si hoy volvieras a ser esa nena que está por entrar a trabajar en Chiquititas ¿lo harías de nuevo?
-Sí, a mi me encantó y lo volvería a hacer, pero si fuese madre me pasaría algo raro si mi hija me lo pide, porque sé las consecuencias de tener tanta fama y de golpe dejar de tenerla…tener plata a una edad que nadie tiene. Eso me parece que con el tiempo es complicado. Arrancás teniendo una vida al revés. Nosotras no sabíamos que estábamos entrando a un programa que iba a ser un éxito y de repente nos encontramos con todo eso. Hoy si entrás a un programa de Cris Morena ya sabés que va a ser un éxito, pero en ese momento no sabíamos dónde nos metíamos. Fuimos sorprendiéndonos con lo que iba pasando.
-¿Qué otras consecuencias te trajo tener “esa vida más adulta” de chiquita?
-Exigencias, cumplir con horarios, cosas que un chico no tendría por qué aceptar. Yo no lo padecí. Siempre fui muy aplicada y lo sentía natural, pero hoy entiendo que es raro que un chico de esa edad tenga tantas obligaciones. Creo que si tu hijo te dice que le gusta y te lo pide, ¿cómo le decís que no?
-¿Cómo repercutieron en tu familia y en vos las denuncias de maltrato en Cebollitas?
-Lo debatimos un montón. Mis padres se preocuparon porque me decían: “estamos quedando mal nosotros que estábamos ahí”, pero no todos estaban y también depende de qué cosas contaba cada uno en su casa. Yo siempre contaba todo y si veía algo raro o algo me molestaba, por ejemplo, si algún mayor me contestaba mal, lo contaba.
¿Les contestaban mal?
-Te retaban si llegabas tarde o si estabas jugando mientras estaban todos esperándote para grabar. Yo siento que era todo lo mismo para todo el mundo: para un adulto o para un niño. Por eso creo que el foco debería estar en si un niño debería trabajar o no, porque aplicaban la misma exigencia para todos, no medían si eras un niño. Es contradictorio: por un lado está bien la exigencia porque estás trabajando pero por otro, sos solo un chico.
-Tu personaje en Chiquititas, Vero, sufría trastornos de alimentación. ¿Qué pensabas en ese momento que tenías 9 o 10 años de que el programa pusiera esos temas sobre la mesa?
-Mi personaje era hipocondríaco. En ese tiempo no se hablaba de eso, era tabú si alguien tenía problemas relacionados con la comida. Creo que no era cien por ciento consciente de lo que estaba haciendo porque era una niña y para mí todo era un trabajo-juego. Recién en la adolescencia, cuando tuve amigas que tuvieron anorexia, empecé a atar cabos de lo que había actuado en la tira. Ahora veo un montón de chicos pendientes con la imagen por las redes. En ese momento para mí era un juego.
-¿Ustedes siendo niñas estaban muy pendientes de la imagen al salir en la televisión?
-No, yo creo que agarramos una etapa muy descontracturada, que unos años después cambió. Después los chicos empezaron a estar más maquillados, cuidados, otras cosas que también son raras para los chicos, pero creo que al no existir las redes fue distinto. Hoy seríamos millonarias (ríe).
-¿Cómo fue el después del éxito de Chiquititas?
-Complicado. Yo hasta los 22 hice cosas en la tele, pero después tuve ganas de tener una vida un poco más normal y empecé a hacer cosas más chiquitas. Dejé de ir a los castings y me puse a estudiar diseño de indumentaria. Lo difícil es cuando querés volver. Hay un derecho de piso que hay que volver a pagar porque “te fuiste”. Eso lo padecí y lo padezco todavía. A la gente le cuesta verte en otra área. Yo trabajé de otras cosas y la gente me decía: ”Qué lástima que después de un éxito estés trabajando de recepcionista”. Son comentarios duros que te shockean. Después de un éxito la gente espera que tengas éxito toda tu vida y no es así, es uno en un millón al que le pasa. De hecho son más a los que no les pasa que a los que sí. Muchos creen que si yo digo “hoy vuelvo a la tele” puedo volver. Hay mucha fantasía en el espectador con lo que sucede en el ambiente de la tele. La vida no es mágica, es difícil.
-¿Vos quisiste volver a actuar y te abocaste al teatro?
-Si, no quería estar tan expuesta e hice teatro, pero desde hace unos años que quiero volver a la tele y me resultó muy complicado. No conseguí representante y no se hacen tantos castings como antes, nada que ver con mi época. Ahora importan un montón los seguidores, no importa mucho el talento. Es todo otro mundo.
-¿Qué es lo que más te gustaría hacer ahora?
-Me gustaría hacer cine, que lo tengo pendiente. También tengo ganas de volver a la tele. Pasan los años y la extraño cada vez más. Si me invitan a un programa me divierto y me doy cuenta que es lo que quiero. Hice un camino inverso: hay muchos actores que están 20 años haciendo teatro hasta que logran hacer un éxito y la gente cree que acaban de empezar. Es duro en lo económico también, porque lo que da plata es la tele. Es un reme ser artista en Argentina, pero yo amo actuar y si no es en la tele será en teatro o haciendo videos en YouTube, pero lo que sí sé es que quiero actuar, no importa cómo o dónde.
Un balcón con vistas, con Georgina Mollo, Solange Verina, Gastón Ares y Nicolás Zuviria. Dirección de María Rosa Frega. Los domingos, a las 20.30 en el teatro Multiescena, Corrientes 1764. Entradas: 1200 pesos. En Atrápalo y boletería del Teatro
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