Trabajó como actriz durante 15 años hasta que sintió que ya no era lo suyo y eligió hacer otro camino; hoy vive con su marido en los Estados Unidos y se especializa en Derecho migratorio
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Solange Matouk tenía 11 años cuando se presentó al casting de Pelito a escondidas de su papá Héctor Muleiro, que por entonces era gerente de programación de Canal 13. Quedó seleccionada y siguió trabajando en ficciones hasta los 26. Un día sintió que estaba cansada de exponerse a la aprobación ajena y se despidió de la actuación. Desde entonces ejerce como abogada y hace 8 años se mudó a los Estados Unidos, junto a su marido, Pablo. En diálogo con LA NACION, Matouk habló sobre su presente en Miami, en donde tiene su propio estudio y se especializa en Derecho migratorio y recordó su paso por la televisión en ficciones como Pelito, Clave de sol, Corazones de fuego, Cara bonita y Amor sagrado.
“Estoy viviendo en Miami desde hace 8 años. Me vine con trabajo, en un estudio que se dedica a hacer Derecho en migración a nivel federal y me anoté en la universidad para hacer un posgrado en Derecho, rendir el ‘BAR exam’, y poder tener la licencia como abogada; son dos sistemas jurídicos diferentes y casi tenés que hacer la carrera de cero. Hay que hacer un máster en Derecho, cursar las materias básicas de la carrera y después dar este examen. Es largo, pero vale la pena”, detalló.
-Y todo en inglés, ¿tenías ya un buen nivel?
-Fui a un colegio bilingüe y tenía buen inglés. Además me gustan mucho los idiomas. Estaba un poco oxidada porque volví a la universidad a los cuarenta y pico, cursaba materias con chicos de 20 años que tenían una agilidad mental que me sobrepasaba, así que no me quedó otra que aggiornarme. Fue una gran prueba. Tuve un estudio de abogados en sociedad y en abril de este año abrí mi estudio, Muleiro Law, y me dedico a hacer Derecho de migración y patentes y marcas. Aunque yo no lo recomiendo por una cuestión ética, la realidad es que hay muchos ilegales en los Estados Unidos y la gente piensa que es muy fácil llegar y trabajar. Hay gente que los emplea sin papeles, pero no es lo correcto porque si el día de mañana querés volver a tu país o pedir cualquier beneficio migratorio, el antecedente queda y es prácticamente imposible que te lo puedan dar.
-¿Por qué te dedicaste al Derecho migratorio?
-Porque tiene que ver con mi propia historia. Soy la única argentina en toda mi familia: mi mamá es francesa, mi papá español, una abuela venezolana, abuelo francés, bisabuela alemana. Un crisol de razas bastante variado y también vivieron en varios lugares del mundo: Líbano, Francia, Venezuela, Argentina. El concepto de inmigración me trasciende. También yo emigré y me interesa tratar de ayudar a la gente a crear su propia historia. Si realmente quieren irse de la Argentina y venir a los Estados Unidos, tengo la vocación y la preparación para ayudarlos y aclararles el panorama y contarles cuál es la manera correcta de migrar. Muchas familias vienen con visas de inversión que te permiten trabajar y vivir acá, y quizá después encuentran otras posibilidades.
-¿Llegaron muchos argentinos en los últimos años?
-Muchísimos. Es triste, pero es la realidad. Esta es una tierra de oportunidades y si estás dispuesto a hacer las cosas como corresponde y tenés capacitación suficiente, calificás para una visa y podés desarrollar tu futuro en este país. Hay mucha gente capacitada en la Argentina que ha migrado acá y le va muy bien.
-Te fuiste hace ocho años con tu marido, ¿por qué?
-Mi marido, Pablo, se dedica al marketing y publicidad, y ya tenía algunas operaciones con empresas en los Estados Unidos. Yo trabajaba en un estudio con otros abogados en Buenos Aires y los dos necesitábamos un cambio. Estaba en contacto con una compañera de facultad que tenía un estudio en Miami y estaba buscando gente, me preguntó si me animaba a irme y le dije que no.
-¿Ese fue tu primer impulso?
-Sí (risas), no estaba decidida porque nunca fue mi objetivo vivir en los Estados Unidos; no tengo lazos con este país. En cambio, sí pensaba en Europa. Mi marido trabajaba ya con algunas empresas y un día hablamos y decidimos viajar, pero no nos vinimos con la idea de que fuera definitivo, en absoluto. Vinimos con una visa de inversionista de mi marido y yo empecé a trabajar para este estudio, después me asocié con otra persona y ahora estoy sola.
-¿Siguen pensando que no es definitivo?
-Todo puede cambiar. Argentina me encanta y me gusta vivir allá, pero desarrollé una carrera acá, me va bien, me gusta lo que hago, dónde vivo. El estilo de vida es diferente, la seguridad, el acceso al confort, la proyección. Realmente cambia el escenario de tu vida, disfrutás de otra manera, tenés la playa enfrente; yo estoy en Aventura a unos 40 km al norte de Miami Beach y es muy tranquilo. Y también extraño a mi familia, a mis amigos, aunque por suerte ellos vienen y yo también viajo. Los primeros años fueron difíciles y me costaron. No descarto volver a Argentina, en algún momento.
-Trabajaste como actriz desde chica y durante varios años, ¿cómo empezaste?
-Empecé a los 11 años haciendo un casting para Pelito. Mi papá era gerente de programación de Canal 13 en esa época, Héctor Muleiro. Me puse el apellido de mi madre porque fui al casting sin que mi papá supiera. En realidad también modifiqué el apellido materno, por Mathou. Mi mamá sabía y me apoyaba; era cantante lírica en ese entonces y estaba muy relacionada en el arte. Yo vi el aviso por tele, le dije que quería ir y ella me acompañó y me sugirió que no le dijéramos a mi papá porque no iba a querer. Cuando quedé seleccionada y mi papá se enteró, hubo un escándalo en casa (risas). No quería que su única hija fuera actriz.
-¿Y cómo se lo dijiste a tu papá?
-Se enteró cuando vio el piloto del programa (risas). Yo estaba entusiasmada y finalmente lo aceptó. Estuve cuatro años en Pelito, éramos todos muy chicos y se armó un grupo muy lindo, con mucha contención por parte de los padres. Después hice Clave de sol. Mi personaje se llamaba Solange, como yo, y fui la novia de ficción de Leo Sbaraglia.
-¿Qué recuerdos tenés de esos años?
-Fue complicado porque yo venía de un ambiente totalmente diferente al que conocía. Iba a un colegio católico, muy tradicional, el Jesús María, y había mucho prejuicio por esta actividad artística. No me arrepiento de haber ido a ese colegio porque me han quedado grandes amistades, pero en su momento fue difícil porque yo era la diferente, me llamaban “grasa”. Hoy le agradezco a mi mamá que fue un artífice de todo esto porque trabajar en tele y conocer otras realidades me abrió la cabeza. Pero en la escuela me vieron siempre como la diferente y hoy podría decir que me hacían bullying. De todas maneras, me hizo más fuerte. Trabajé hasta mis 26 años, hice muchas novelas con Catherine Fullop, Arnaldo André, Grecia Colmenares, con directores como Alejandro Doria, y Oscar Barney Finn.
-¿Y por qué te alejaste del medio?
-Cuando terminé el secundario empecé a estudiar ciencias económicas, durante tres años y me llamó María Herminia Avellaneda para hacer un coprotagónico con Arnaldo André y Patricia Echegoyen, Corazones de fuego. Ese año dejé de estudiar porque María Herminia me dijo que si me iba a dedicar a esto, era full time. Cuando terminó ese proyecto, decidí estudiar Derecho porque ir al Conservatorio de Arte Dramático no era una opción: no era lo que me interesaba del todo. Hice la carrera de Derecho en El Salvador durante seis años y paralelamente hacía novelas con producción de Raúl Lecouna, unitarios. La última fue Amor sagrado, con Grecia Colmenares y Jorge Martínez. Empecé a trabajar en 1982 y dejé en 1996, más o menos. Me sentía dividida todo el tiempo hasta que en un momento me pregunté realmente qué quería hacer. Si tengo un proyecto que me da satisfacción lo sigo y si me cansa, ya no lo sigo. Y en un punto, creo que me cansé. Me cansé de la exposición, de ir a castings y te digan si gustás o no, si das para el personaje o no. Preferí generar algo por mí misma, por mi saber y sin depender de la aprobación del otro. Eso de gustar a los demás, me generó cierto rechazo. Decidí probar como abogada y no paré.
-Pasados más de veinte años de esa decisión, ¿qué sentís hoy?
-La veo como otra vida dentro de mi vida. Y la recuerdo con mucha alegría porque fue una experiencia buenísima, la pasé bien, me divertí y también estudié mucho porque me lo tomé con mucha responsabilidad. Trabajar con Doria y Barney Finn fueron logros que tuve por mi propio mérito. Me gusta actuar, pero no creo que vuelva a este rubro. No extraño, estoy con un presente muy lindo también y disfruto lo que hago.
-¿Cómo conociste a tu marido?
-Lo conocí cuando todavía era actriz, a mis 17 años, muchos años atrás (risas). Nos presentó una amiga en común, nos pusimos de novios, nos casamos y tenemos un largo camino recorrido.
-Él ya te conocía de la tele, pero para vos fue una cita a ciegas...
-¡Tal cual! Fue muy loco porque la primera vez que nos vimos, yo lo recibí en casa descalza porque todavía me estaba cambiando. Siempre me recuerda que eso le llamó mucho la atención. En realidad, ese día él iba a salir con otra chica, que finalmente no pudo, y mi amiga le dijo que tenía una amiga para presentarle, que era yo. Una linda historia.
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