Sofía Gala: "El cine es el primer lugar donde fui completamente aceptada"
Queda claro que Sofía Gala y el cine se llevan muy bien. Después de lucirse en Alanis, película en la que interpretó a una joven obligada a poner el cuerpo para sobrevivir con una solvencia reflejada en una andanada de premios (Cóndor de Plata, Sur, festivales de San Sebastián y La Habana), Sofía vuelve a brillar en El cuidado de los otros, donde su papel es el de una niñera que de repente queda atrapada en un problema inesperado. "El personaje se llama Luisa, es una chica que trabaja de niñera y tiene que atravesar una situación complicada. La película trabaja sobre un tema que me interesa, la brecha clasista entre la gente que trabaja en una casa y sus patrones", explica la actriz. "Yo fui criada por niñeras y tengo recuerdos geniales de ellas, les tengo un respeto muy grande, las siento parte de mi familia", asegura.
Desde que debutó en la pantalla grande -en El resultado del amor, de Eliseo Subiela, allá por 2007- hasta hoy, la hija de Moria Casán y el actor Mario Castiglione lleva filmadas más de veinte películas, una performance notable para una actriz de 32 años. Versátil, se la ha notado suelta tanto en el drama como en la comedia, un aplomo que se tradujo en la generosa cantidad de ofertas de trabajo que tuvo: este año, también filmó La sabiduría, de Eduardo Pinto, donde su personaje se enamora de otra chica; Lava, una historia de ciencia ficción animada que ella define como "muy apocalíptica"; Crímenes de familia, nuevo largo de Sebastián Schindler, con Cecilia Roth y Miguel Ángel Solá; y Respira, un thriller ecológico de Gabriel Grieco, quien ya la había dirigido en Hipersomnia y también la convocó para un pequeño papel en Existir, film en preproducción con Vanesa González, Victorio D'Alessandro y Luis Machín.
"Hay un romance entre el cine y yo. Es el lugar donde me siento más cómoda", le dice a LA NACION. "Son procesos de trabajo que no me cuesta transitar porque los siento muy naturales. Ni siquiera me molestan las famosas esperas de los rodajes. Y evidentemente hay algo de lo que pasa conmigo en la pantalla que es atractivo para diferentes directores".
-¿Pensaste en qué es ese algo del que hablás?
-Eso no lo puedo contestar yo. Lo que sí puedo decir es que el cine es el primer lugar donde fui completamente aceptada. Yo no me sentía segura en las primeras películas que hice porque venía toda esa situación mediática que pasé de chica, por ser la hija de Moria, y pensé que me iba a costar sacarme esa imagen de encima. Fernando Peña fue el primero que me dijo "vos tenés que actuar", y al toque me llamó Subiela para hacer una película que fue una experiencia increíble en todo sentido.
-Debutaste con apenas 20 años ganando un Cóndor de Plata y un premio en el festival de Huelva.
-Sí, fue bárbaro. Yo me sentí de entrada en total comunión con la cámara. El cine es también el primer lugar donde me sentí completamente segura.
-¿Tu herramienta principal siempre fue la intuición?
-En parte sí. También creo que me dio buenos resultados no juzgar a los personajes que me tocan y armarlos mientras los transito, viendo lo que me va pasando a medida que los estoy creando. Hay otros métodos de trabajo: saber dónde querés llegar y elegir de movida qué recorrido hacer para eso. Yo prefiero ir encontrando al personaje en el mientras, voy analizando las cosas mientras van pasando.
-El de Alanis fue un trabajo muy importante, muy celebrado, y se te nota cómoda en El cuidado de los otros. Pero también hiciste comedias. ¿Preferís algún tipo de papel?
-No me gusta quedar encasillada. Por eso después de Alanis hice El club de los 27, una comedia negra. Pero hasta para reírme necesito el drama. Estoy atravesada por lo dramático, incluso cuando hago comedia. Me resulta más fácil buscar adentro mío ese tipo de sentimientos porque soy dramática por naturaleza, en mi vida cotidiana. Las comedias y las películas de género son desafíos para mí. Igual no soy la actriz que está esperando encontrar el papel de su vida. Veo a la actuación como un juego, un lugar de experimentación. Y también siento que soy ante todo una herramienta útil para contar la historia de otros: los guionistas, los directores.
-A pesar de todos estos trabajos en cine, los premios, las buenas críticas, seguís apareciendo mucho en los medios por cuestiones más bien frívolas. ¿Tratás de evitarlo?
-Hago cinco películas en un año y la noticia es que no me depilo las axilas (risas)... Qué se yo... Pongo una pavada en Instagram y la convierten en una "nota". Hace unos años era más provocadora, pero hoy ya estoy en otra. Conté en Instagram que mi perro me había roto un disco y colgaron una foto mía con el maquillaje corrido y pusieron "Sofía Gala sufre terrible accidente doméstico". Y no siempre es humor eso. Me llamaron algunos amigos que se preocuparon, de hecho. Ese amarillismo que me persigue es parte de una herencia, tiene que ver con la carrera de mi vieja.
-¿Se lo reprochás?
-No, para nada. Primero, hace rato que yo hago mi propia vida. Pero además no reniego de eso porque sería un camino directo a volverme loca. Cuando sos adolescente, es normal que te rebeles contra tus padres, que tengas reproches que hacerles. Pero yo ya trabajé mucho ese tema. No quiero ser la que le echa la culpa a la mamá. Me parece que la responsabilidad es de algunos medios. Esta pavada de las axilas la promovió un medio donde yo fui a hablar de una obra de teatro. Nadie habló de la obra, sino de esa boludez. Por eso cada vez me cuesta más hacer notas en algunos lugares. A mí me parece que no tiene nada de malo ser como soy, yo no tengo nada que ocultar. Todos estamos más felices cuando somos libres, cuando no nos juzgan por cada cosa que hacemos.
-¿Creés que estarías mejor si fueras anónima?
-Me encantaría. Todo el tiempo pienso que sería genial tener la posibilidad de ser tan buena que a los productores de las películas y las obras de teatro no les interese si hago notas o no las hago. Que me vean solo cuando laburo. Pero también entiendo que tenés que defender el trabajo que hacés. Si me hacen una nota buena, para hablar de mi trabajo, obvio que me gusta. Lo que no me gusta es hablar de pavadas. No me interesa que sepan qué desayuno y qué almuerzo, o ser famosa por las cosas que me pasan en mi vida privada. Entiendo que hay algo mío que llama la atención, pero quiero vivir mi vida con naturalidad, sin estar pendiente de lo que dicen los demás. Igual soy como soy y no me importa mucho lo que digan. Hace tiempo que decidí no hacerme más cargo de eso.
-Hay algo un poco adictivo de la fama...
-Yo veo como algo muy molesto todo ese lado de la gente que te para por la calle y sin preguntarte nada te encara y te pide culaquier cosa. Que sea actriz no significa que estoy siempre abierta y disponible para todos. Yo puedo tener un día malo, como cualquiera. Hay gente que me dice en la calle "Che, saludá; tu vieja es más simpatica que vos". Cosas así... Pará, loco, no nos conocemos y yo no trabajo de ser Sofía Gala ni de abrazar a desconocidos. Pero tengo conciencia de que si no está el otro, lo que hacés no termina de consolidarse. Más allá de la paja intelectual propia, necesitás de los que se conectan con vos a partir de tu arte. Manejar esa dualidad es difícil. Pero los chismes ya existían en las cortes del medioevo, no son algo novedoso. Me interesa lo que pasa cuando una película en la que trabajé se exhibe en el exterior, por ejemplo. Ahí la gente se acerca por tu laburo, la conexión es esa. Para mí, que no me llevo bien con nadie y tengo muy pocos amigos, esa conexión es fundamental.
-¿Vivís la actuación como un trabajo?
-Es mi trabajo, pero lo disfruto mucho. Aclaro esto porque cuando me dicen que el trabajo es dignidad, siento que me estafan. Por más que vivas de lo que te gusta, mientras haya que trabajar para comer, me parece lamentable. Ahí no hay ninguna dignidad. Incluso mucha gente trabaja y no puede comer como corresponde porque no le alcanza. Hay muchas cosas de la estructuración general del mundo que no me gustan. Empecemos por el dato de que llegamos al mundo sin pedirlo.
-¿Entonces?
Creo que crecer, armarse una personalidad y atravesar este mundo en el que ya estás vale la pena, eso sí. Vos sos el que crea tu propia vida.
-También te has probado como DJ. ¿Cómo va eso?
-Estoy haciéndolo cada vez menos porque la noche no es fácil. Yo empecé por algo personal: a mí me cuesta ir a lugares con gente que no conozco, me cuesta aguantar la música que pasan. Entonces, pensé en juntarme con amigos a tomar algo en un lugar que nos guste y poner la música yo, algo que suelo hacer en mi casa. Empecé en lugares de gente que conocía, fue creciendo y me di cuenta de que me había metido en una situación que me excedía. Me gusta la música, me hace sentir cosas, pero no nunca lo vi como un canal de expresión. Para expresarme tengo la actuación. Cuando se empezó a transformar en algo pesado, desgastante, decidí correrme.
-Te cansaste...
-Todos los lugares suenan mal, en la noche te quieren estafar muy seguido, los vecinos se quejan... De golpe me pregunté "¿Por qué estoy haciendo esto, si no soy DJ profesional?". Ahora hago menos cosas: una fiesta de vez en cuando en el Espacio Rô, donde paso música con mi pareja, Ezequiel, y otra en Orange Bar, un lugar de San Martín, con Sergio Rotman y Mimi Maura. Yo fui pareja de músicos del under y sé muy bien lo que es la noche. Hasta hace poco, el eje de mi vida era hacer teatro, cine y pasar música, pero eso está cambiando.
-Te largaste a actuar sin un entrenamiento previo. ¿Te interesa la formación?
-Mi entrenamiento es el trabajo. Confío mucho en la intuición. Creo que el entrenamiento actoral sirve para darte determinadas técnicas a las que en algún momento podés apelar, de ser necesario. Pero eso lo podés ir aprendiendo solo, sobre la marcha, con el trabajo. Es como la psicología: a alguna gente le sirve y a otra no. Yo siento que me acartonaría mucho entender con la cabeza qué debo hacer para llegar a tal lugar con la actuación. No es el camino que me interesa. Como soy muy haragana, para no hacer ningún esfuerzo iría todo el tiempo a esos recursos. Es que a mí me encanta no hacer nada. Si puedo elegir, me gusta estar panza arriba todo el día. Disfruto un montón del ocio.
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