La actriz estrena el film Bajo naranja, una mirada disruptiva sobre el colonialismo y el poliamor, y se destaca en El trágico reinado de Eduardo II..., la gran propuesta de la temporada del Teatro San Martín
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Allá se la ve. Andar despreocupado. Llega en pijama. No es un eufemismo. Irrumpe en escena enfundada en una ropa de cama bellísima, de una seda que -si no estuviese impregnada de un estampado furioso- se la podría percibir como una continuación de su propia piel, etérea hasta la fragilidad.
Su atuendo le calza tan orgánico que no desentona en Uriburu y Pacheco de Melo. Pelo mixturado en una aventurada cruza de tonalidades. A cara lavada, que le sienta tan bien.
“Estoy muerta de hambre”, reconoce ni bien se ubica en el restó de Recoleta donde conversará con LA NACION largo y tendido, sin prisas, mientras almuerza un sabroso menú ejecutivo en base a tarta y ensalada y un jugo de mezcolanza insondable que forma parte del combo.
Devorará su plato mientras desanda una charla en la que se paseará por unos cuantos temas. Insurrección a las instituciones, el maternar con un modo muy propio, su rechazo a la escolaridad, el fluir de los géneros, sus enamoramientos sin imposiciones, su persistente miedo a la muerte.
Y sí, también habrá alguna referencia a su madre. ¿Hace falta aclarar que se trata de la leyenda Moria Casán? Y no amarroca cariñosas palabras sobre “Galma”, como menciona a Fernando Galmarini, actual pareja de la diva. Es difícil liberar a los necios de las cadenas que veneran”, dicen que afirmó Voltaire. En ella, el concepto de libertad no es una enunciación, sino un único modo de ejercer la vida. De honrar cadenas sabe muy poco, o nada.
Le resta una jornada extensa que culminará con la avant premiere de Bajo naranja, el film dirigido por Michael Taylor Jackson que ya se paseó por varios festivales, que protagoniza y llega esta semana a los cines del país. Sus ojos -más achinados que de costumbre- delatan que recién amaneció, aunque ya es pasado el mediodía. Son los horarios de una actriz que también trabaja en teatro y la noche anterior hizo función en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín de la monumental pieza El trágico reinado de Eduardo II, la triste muerte de su amado Gaveston, las intrigas de la reina Isabel y el ascenso y caída del arrogante Mortimer, de Alejandro Tantanián, Carlos Gamerro y Oria Puppo, versión del clásico Eduardo ll de Christopher Marlowe.
-¿Charlamos?
-Dale.
Sofía Gala Castiglione, 37 años y muchas ganas de hablar.
-El film Bajo naranja se mete en torno al colonialismo, la geopolítica, y aparece la cuestión de género desde un lugar no binario y con la posibilidad del amor múltiple.
-Lo interesante es que se trata de la visión de un norteamericano. La película tiene algo de cinismo, los personajes transitan, por momentos, una línea muy fina, por eso pueden ser leídos como una burla.
El relato entrecruza la travesía de un mochilero californiano que viaja a Buenos Aires para rendir homenaje al pirata argentino que conquistó su ciudad natal de Monterey, en 1818. Por el camino, se ve envuelto en una relación poliamorosa con una banda de jóvenes actores que conspiran para secuestrar al embajador de Estados Unidos.
El director, Michael Taylor Jackson, es norteamericano, pero se formó en artes en Buenos Aires. Bajo naranja es su ópera prima. Junto con Castiglione, el elenco se completa con el propio director, además de Vera Spinetta y Kevin Johansen, entre otros intérpretes.
En una suerte de delirio creativo, se mete con las figuras de Hipólito Bouchard y de Henry Kissinger, en una intersección donde se habla de conquistas territoriales y deuda externa.
-La “curaduría” que hacés de tu carrera, tus elecciones artísticas, son muy valiosas y no convencionales. No tomás el camino más sencillo, previsible. ¿Te cuesta decidir qué proyecto aceptar? ¿Cómo es ese proceso electivo?
-Muchas veces pegué volantazos y he elegido proyectos que para mi carrera popular, quizás no sumaron, y otros, que me hubiesen sumado un montón, no los tomé.
-¿Entonces?
-Cuando tomo un texto, me tiene que suceder algo, conmover. Tengo que sentir que tengo ganas de atravesarlo. Uno juega con su psiquis, entonces es importante qué significará eso en la propia vida.
-Un personaje acompaña la vida de quien lo interpreta durante un buen lapso de tiempo. Esa “convivencia” no es sencilla.
-Me cuesta hablar de los personajes en tercera persona, necesito acercarlos a mí, aplicar mi emocionalidad en esa vida.
-Tus elecciones son amplias, pero hay una línea que define ese tránsito, una identidad.
-Creo que hay una coherencia en lo que elijo, por eso la palabra “actor” siempre me resultó tan incómoda.
-¿Por qué?
-Actuar tiene que ver con fingir y, para mí, es muy importante no mentir, estar conectada con lo que sucede. Sin embargo, en la vida es cada vez más difícil estar conectado con el momento.
-¿Le dijiste que no a muchos proyectos y luego te arrepentiste?
-No tantos, pero, hubo proyectos que me llegaron en momentos de crisis, de querer estar buscando otras cosas, de no sentirme preparada, de estar en plena maternidad o porque no me convencieron. Más allá si el proyecto pueda ser importante para mí, si no lo siento, me resulta muy difícil atravesarlo. Cuando hice esa concesión, lo pasé muy mal. Por otra parte, ya no pienso en querer salir inmune de todo, me banco lo que implica el proceso creativo. Es como cuando, en la vida, se quiere salir rápido de un mal momento. Si estoy mal, estoy mal, no pasa nada, hay que atravesarlo.
-Nunca te sumaste a certámenes de canto, baile o cocina, tan recurrentes en la televisión de la última década.
-No me gusta ir a jugar a la tele. Sin menospreciar nada, porque no me interesa “bardear”, pero siento que hay algo del Cantando o el Bailando donde creo que la idea principal no sé si es que lo hagas bien. Te ponen la música para que lo hagas mal y eso te tiene que divertir. Encima, tenés que hacer la previa con alguien. Yo no quiero ser famosa.
-Lamento decir que ya lo sos.
-No es la fama lo que me interesa.
-Durante años, tu madre ha sido jurado en ese tipo de programas, con lo cual se habrá buscado la posibilidad de ese cruce con ella.
-La sobreexposición no me hizo bien, fue lo peor de esta carrera que elegí, pero que, antes de decidirme por ella, ya estaba en un punto del dominio público, expuesta. No me siento cómoda en ese tipo de programas. Nada me parece mal, no juzgo a quien lo hace, me parece buenísimo que exista el entretenimiento y que la familia se divierta en la casa, pero no es lo que yo quiero para mí.
Métodos propios
La actriz reconoce que no se formó formalmente en actuación. “Soy autodidacta” y rápidamente se desdice, “me crié viendo actuar a mis papás”. Así como su madre es Moria Casán, su padre fue el actor y cómico Mario Castiglione, quien conformó el grupo de humor I Medici Concert, de gran popularidad en la década del 80. “No me divierte nada estudiar teatro, no es para mí”.
-Es curioso, tratándose de una actriz con una paleta de colores tan rica.
-Necesito encontrar mis propios métodos, me cuesta que me enseñen cosas.
-¿También en la vida?
-Sí. Me cuesta que alguien se me imponga, me molestan las figuras de autoridad, tener que seguir un régimen. De hecho, no terminé la secundaria. Soy una persona…
-Anárquica.
-Casi analfabeta. Me fui del colegio porque mi mamá se había mudado con una pareja nueva y yo no quería vivir en mi casa, así que le dije que me quería ir.
-¿Qué te respondió Moria?
-Que me buscase un trabajo, entonces me fui a hacer Los Roldán, con producción de Marcelo Tinelli. Fue lo que me ofrecieron en ese momento.
-¿Qué edad tenías?
-17 años.
Reconoce que su educación es praxis pura. Elogio de lo empírico. “Lo que sé lo aprendí escuchando música, viendo cine, leyendo, acercándome a lo que me gusta desde mi lugar. En el colegio no aprendí nada, salvo que es una pequeña maqueta de lo que sería la sociedad después, donde nunca sos jefe, sino un soldado del sistema, cumpliendo horarios y con recreos para comer. En la escuela, en lugar de enseñarte a pensar, te enseñan a cómo hacer las cosas”.
Sin contradicción, también reconoce que “no quiere decir que no haya tenido maestros; Fernando Peña fue uno de ellos”. Precisamente, debutó en teatro con el recordado actor y conductor radial siendo una adolescente. También menciona a la recordada actriz Norma Pons y a la directora Anahí Berneri, la realizadora que la condujo en su formidable protagónico en el film Alanis. “No me gusta el maestro jerárquico, sino que mis maestros son los de la vida, los que me enseñan creando, haciendo”.
-Descreimiento total de los sistemas formativos.
-Siempre fui una indisciplinada, pero no creo que estudiar esté mal, a mucha gente le sirven los métodos y las herramientas. A mí no me gusta escuchar, necesito caminar...
-Pero a la vez hacés teatro, que es disciplina pura.
-Es otro tipo de disciplina, uno está creando. No me molesta cumplir un horario, sino que me digan lo que tengo que hacer sin ser partícipe de algo creativo. Pero también en el teatro me molestan las jerarquías, no me gusta trabajar con esos actores que no te tiran un centro.
-¿Te ha pasado?
-Por supuesto, pero el verdadero actor es el que te mira a los ojos. Aunque me gusta ser dirigida, tampoco me gusta el director de autoridad, en rol de jefe.
Herencia
-¿Qué sucede en el vínculo con tus hijos? ¿Cómo ejercés el rol de madre que implica una jerarquización del vínculo?
-Me interesa que entiendan que pueden pensar y elegir por sus propios medios. Para algunos puede resultar demasiada información, pero, en mi casa, nada es tabú y eso tiene que ver con mi crianza.
-¿Se habla sobre todo?
-Si los chicos quieren hablar de drogas o sexo a la edad que sea, se habla. Por algo están preguntando. La única enseñanza es enseñar a pensar.
La actriz es madre de Helena -fruto de su relación con Diego Tuñón, tecladista de la banda Babasónicos- y Dante, cuyo padre es el músico Julián Della Paolera.
Así como Castiglione se revela ante los sistemas educativos formales, su hija Helena -a punto de cumplir los 16- cursa el tercer año de su secundario en el colegio Carlos Pellegrini, que depende de la UBA. “Lo eligió ella, le alerté que se trataba de un lugar muy estricto, que no sería fácil, donde iba a tener que estudiar mucho y que no quería que se sintiese presionada. Yo la hubiese mandado a un colegio cagad…, donde se divirtiese con sus amigos, pero ella eligió eso y la apoyo. Tiene sus momentos de estrés, algo con lo que no estoy de acuerdo, porque me parece que un adolescente no tiene que pasar por eso, pero es su elección. Ella lo lleva adelante y me da orgullo que esté en un colegio que eligió”.
-¿Estás al tanto de cómo va su cursada? ¿Sabés si se lleva materias o no?
-Nada. El papá la guía más, está al tanto. A mí lo único que me interesa es que le vaya bien, pero no me importa nada si sabe de matemática o de historia. Todo lo que aprenda será lo que quiera aprender. Para la vida, no es importante si se lleva una materia. Tampoco lo hicieron conmigo. Mi mamá jamás me revisó un cuaderno. Solo me pedía pasar de grado.
-En ese sentido, repetís el modelo.
-Ni siquiera. No me interesa si pasan de grado, solo quiero que estén bien, enfocados en ellos mismos.
-¿Has entrado a los colegios de tus hijos?
-Sí, acompaño lo que tengo que acompañar. Si tengo que ir, voy, y si ellos quieren que participe, participo. Los pibes se hacen responsables solos, ningún pibe quiere llevarse materias.
Dante tiene nueve años y cursa el cuarto grado de la escuela primaria. “Mis hijos viven tanto conmigo como con sus papás, aunque el más chiquito quizás está más en casa, porque es muy mamero. Me parece justo que los varones compartan las obligaciones y tengan la misma responsabilidad que la mujer; un niño tiene todo el derecho de vivir tanto con su mamá como con su papá, si ambos tienen la capacidad para criarlos”.
Desafío
-Acaba de estrenarse la versión de Eduardo ll que protagonizás en el teatro San Martín, el máximo estreno de la temporada.
-Hacer esa obra, en esa sala, es un acto de rebeldía cultural.
-Interpretás a la reina Isabel, un personaje demonizado, pero que también es víctima de su sistema.
-Para mí era muy importante que apareciera eso en “mí” Isabel, por eso agregamos un monólogo de (Carlos) Gamerro y (Alejandro) Tantanián, donde se manifiesta comprensiva con los hombres homosexuales, pero que, son hombres al fin. La única mujer de ese entorno es ella. De hecho, salvo dos bailarinas, soy la única mujer de un elenco de 18 actores. Si para Eduardo ll era compleja su situación en torno al amor, mucho más lo era para una chica entregada por un padre al rey y usada. ¿Es mala? Sí, pero está intentando vivir en un mundo de hombres y de seguir sus reglas, de comportarse como un varón para poder ser parte. Es una historia avanzada para la época, donde (Christopher) Marlowe rompe prejuicios y habla de la homosexualidad.
-La mujer juega con elementos del varón.
-Tiene que jugar con sus reglas para, de última, crear nuevas, algo que sucedió durante siglos.
-Sos una mujer que ha roto barreras, prejuicios, tabúes. Sin embargo, ¿te ha sucedido tener que jugar con reglas patriarcales para romperlas y ocupar espacios propios?
-Soy mujer y vivimos en una sociedad machista, es imposible escapar a eso, pero, al mismo tiempo, nunca me sentí del todo parte de mi género. Hay algo fluido en quien soy. No siento una gran diferencia emocional con respecto al género masculino, muchas veces me siento más masculina que femenina.
-Aunque no dejás de remarcar el habitar un universo machista.
-La sociedad habla sobre estos temas, pero sigue habiendo células de micromachismo.
-¿Por ejemplo?
-Las mujeres cobramos menos que un varón, aunque hagamos el mismo trabajo.
-Cuando lo vislumbrás, ¿te plantás ante eso?
-Me planto ante todo lo que creo que es una injusticia. Intento ser una persona muy justa, creo en la justicia real.
-Que no es similar a la Justicia como institución, tan malograda.
-Para nada, de hecho, no creo en ninguna institución, creo que son todas corruptas y no son otra cosa que mecanismos de control.
-Insurrecta ante los mandatos del Estado, la Iglesia, los sistemas educativos formales.
-Algunas instituciones son más necesarias que otras, pero siento que todas están corrompidas por el intento de control, incluso el Estado, que debería ser para ayuda, pero hay algo que no funciona de ninguna manera.
-En los últimos tiempos se ha puesto en la lupa a los artistas, como si fuesen responsables de las pavorosas cifras de pobreza en las que está sumergido el país. ¿Qué opinión te merece eso?
-La cultura y el arte, si están bien hechos, te abren la cabeza, ayudan a pensar y reflexionar, a expandirte. Mientras eso esté convertido en algo inferior, es menos peligroso. Si el mensaje es “estos te sacan plata”, es peligroso. Por otra parte, y esto es a nivel global, el arte y la cultura son convertidos en entretenimiento, en algo superficial, para que la gente salga sin estar demasiado afectada.
-La búsqueda del “pasarla bien”.
-El arte es otra cosa; te tiene que trascender, que te resulte increíble o te haga mierd…, pero nunca tenés que salir indiferente.
-Un film como Bajo naranja es posible gracias al apoyo del INCAA.
-Es que se trata de estimular este tipo de propuestas, porque si se apoya solo lo que va a ver la gente de manera masiva, es cerrarse a la posibilidad de otros materiales que no cuentan con gran favor de promoción y que se estrenan en una gran cantidad de cines. Si una película va una vez por semana en un solo cine, está claro que no la verá mucha gente. ¿Qué hay que apoyar? ¿Una película de (Adrián) Suar que tiene un montón de plata y va a estrenarse en un montón de salas? No digo que no se trate de un buen material, sino que son productos que ya tienen, de por sí, un buen sustento, por eso es importante apoyar a películas que no cuentan con eso.
En relación con el funcionamiento del INCAA, Castiglione es clara: “Seguramente necesite una regularización, pero no un cierre”.
Linaje
“A mí no me pesa que digan ‘la hija de Moria, creo que les pesa más a los demás. Soy quien soy por mi mamá y el vínculo que tenemos es cada vez mejor”, sostiene la actriz. En la autenticidad nos parecemos, por eso no me pesa nada ser hija de mi mamá y, si crezco como persona, es por las herramientas que ella me dio”, asegura.
No se refiere a una de las protagonistas de la obra Brujas por su nombre de pila -como sucede en otros casos-, sino que apela a un lógico y saludable “mi mamá”. “Es un modelo de mujer, como lo son todas las mamás para las chicas”.
-Además, es un modelo posible de mujer para todo un país.
-Pero eso es algo que no veo en esa dimensión, para mí es mi mamá. Es una mujer fuerte y auténtica con la que muchas veces no estoy de acuerdo, pero siempre es ella y ese es un valor muy grande, el gran valor de la vida es ser auténtico y verdadero, aunque a los demás no les guste.
-Se te percibe muy determinada. ¿Cuáles son tus zonas vulnerables?
-Soy miedosa en lo que respecta a mis hijos. Cuando Helena sale a la calle, soy miedosa, me cuesta soltar. Que mis hijos no sean felices o no e desarrollen como personas libres y autosuficientes es algo a lo que temo. También, siempre le tuve mucho miedo a la muerte de la gente que quiero, más que a la propia.
-¿Con qué tiene que ver eso?
-De chica ha muerto mucha gente que amé, empezando por mi papá, mis abuelos y Fer Peña.
-¿Sigue intacto ese temor?
-A medida que fui creciendo, ese miedo se fue convirtiendo en menos traumático. De chica, tenía mucho miedo a que le pasara algo a mi mamá, era el amor de mi vida. Siempre le decía “mamá, jurame que no te vas a morir”. Era medio obsesiva con el tema, así que, mi mamá, harta de ese planteo, un día me dijo: “Hija, no te preocupes, porque al tercer día no, pero, al cuarto día, resucito seguro”. Y, le creo.
-Moria es capaz.
-Sí, pero no es como Jesús, ella resucitará al cuarto día. Con los años, uno se aleja del principio y se acerca al final, y la cabeza cambia. A los 20 tenía todo tan claro y hoy no tengo ninguna seguridad, solo sé que no se nada. Hoy tengo más preguntas que respuestas. No hay verdades, la única verdad es ser curioso.
Sofía tenía 13 años cuando Mario Castiglione falleció. “Lo amaba, era una persona muy adulta, mental, siento que lo hubiera disfrutado mucho de grande”. A pesar de haber sido un artista emparentado con los lenguajes del humor popular, el actor era una persona muy leída, un intelectual que se desarrolló en un medio, ideológicamente menos exigido.
“Siempre hablaba de libros y cultura, era bohemio y jugaba poco conmigo, por eso creo que, de más grande, lo hubiese disfrutado mucho más; creo que tengo mucho de mi papá”.
-¿Qué?
-La posibilidad de la charla... Discutir, puedo pasarme horas hablando sobre algo.
-¿Cómo te llevás con Fernando Galmarini, el novio de tu madre?
-Bárbaro; es un amor. Me encanta que mi mamá se vincule con alguien así, con su vida hecha. Si no estás bien plantado, una mujer como mi vieja te desmasculiniza, entonces los tipos terminan haciendo lo mismo, te caga…, te odian, se van. Les pasa a todas, basta con mirar a “la” Susana y a tantas otras mujeres fuertes. Hay mucho chongo que se hace el valiente y después no se banca ni dos rounds. Es importante encontrar un hombre bien plantado que pueda amarte y que no quiera competir o termine con la empleada. Mucho de eso tiene que ver con que la sociedad nos ha mostrado que el hombre tiene que ser más fuerte que la mujer.
-El proveedor.
-Y de pronto se juntan con mujeres que no los necesitan, ¿qué pasa, entonces? Fernando (Galmarini), en cambio, ya tiene su vida hecha, es una persona realizada y eso le da algo muy genuino al vínculo, sin competencia. Me pone muy feliz que le pase eso a mi mamá. Son la generación que fue joven en los 60, donde el mundo tembló, aunque luego volvió a ganar el capitalismo. Hoy, el adulto grande ya no es un viejo decrépito, pero el sistema lo descarta porque no le sirve. Por eso las jubilaciones que cobran, el sistema dice “si no me servís, morite”. Sin embargo, es el momento más lindo del ser humano, cuando sos más libre. No te necesita ni la sociedad ni tus hijos. La vejez tomará un lugar más importante.
La actriz traza un paralelismo entre el descarte de los adultos mayores que puede leerse en cierta concepción de la sociedad de consumo y la menopausia femenina: “Es el nacimiento de la mujer, una fucking liberación, pero la sociedad le marca que ya no sirve más para su obligación original, que es procrear”.
-Está mal entendido el concepto de productividad.
-Yo soy productiva para mí y eso tiene que ver con leer, escuchar música, ver una película. Ser productivo no es estar trabajando para la maquinaria del tiempo moderno.
-¿Continúas en pareja?
-Sí, con un chique que conocí hace un tiempo, que se llama Fermín. Hace más de un año que estamos juntos.
-Apelás al denominado “lenguaje inclusivo” para definirlo.
-Yo también me siento “le chique”. Me siento super fluida en mis formas y ya no podría estar con un “masculino, masculino” ni con alguien “femenino, femenino”. Necesito estar con alguien que esté encasillado lo menos posible en cualquier tipo de roles.
-Una posibilidad que, sobre todo, enarbolan las generaciones más jóvenes es la del enamoramiento de otra alma y no de un género.
-Las etiquetas nos condicionan, y la del género es complicadísima. Si sos varón o mujer, la sociedad te impone reglas que no sabés cómo aparecieron. ¿Por qué si sos varón no podés llorar? ¿Por qué si sos mujer tenés que ser madre y saber limpiar? No me representa ni lo uno ni lo otro, quiero fabricar mis propias reglas. No me siento siempre mujer y me encanta el universo masculino y vivirlo sin sentirme una intrusa. Ser.
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