La actriz, que acaba de estrenar el film Cadáver exquisito y se luce en la obra teatral Closer; conversó con LA NACION sobre los mandatos en el arte, la demagogia del medio artístico y en su empeñada búsqueda por encontrar la plenitud luego de tiempos más oscuros
- 10 minutos de lectura'
Sale de la norma. Políticamente incorrecta o acaso sea la corrección que da la sinceridad sin eufemismos ni hipocresías. A los 35 años, Sofía Gala Castiglione transita la vida en concordancia con los trabajos actorales que escoge. Este jueves, el estreno de Cadáver exquisito, film de Lucía Vasallo, realizadora experimentada en el campo del documental, coloca a la actriz frente a un personaje laberíntico y de emocionalidad compleja.
La película encuentra a Sofía Gala Castiglione dándole vida a Clara, una mujer, o quizás varias, en busca de la materialización del deseo y aquello que quizás no termina de completar el enamoramiento. Ante el estado de coma de Blanca, su novia, Clara buscará desandar el camino que le permita entender quién era realmente su pareja. El material, abrumador por momentos y provocador, implica una desafiante interpretación de la actriz.
“Qué mejor que una película se convierta en un desafío para el espectador”, reconoce, acodada en un cómodo lounge de DAC (Directores Argentinos Asociados), un espacio confortable de Villa Crespo que le permitió llegar acompañada por su hijo Dante Della Paolera Castiglione. El nieto de Moria Casán está ensimismado con su mirada sobre una pantalla portátil, mientras su madre conversa con LA NACION, atenta a si el niño necesita algo.
“Nos volvimos un poco vagos en cuanto a que hay tantas propuestas que eso genera una menor necesidad de elegir”, sostiene la actriz, quien también protagoniza la pieza teatral Closer, aunque el cine es un arte que la contiene con mayor frecuencia con títulos como la conmovedora Alanis, dirigida por Anahí Berneri, donde su hijo Dante, siendo muy pequeño, formaba parte del elenco e interpretaba justamente al hijo del personaje de su madre, una joven prostituta en su proeza por sobrevivir.
“Cuando el arte provoca algo, asusta, pero eso se convierte en un desafío y te moviliza de algún modo, ya sea desde el rechazo, la incomodidad, el gusto o llevarte a otro lugar”.
-Cadáver exquisito no es un material concesivo, requiere de un trabajo de decodificación con varias capas de lectura.
-Me parece que de eso se trata. Estamos en una época de arte y artistas complacientes. Hoy parece más importante que te quieran que aquello que hacés.
-Algo muy demagógico con el espectador.
-Totalmente. Se impuso no hacer nada que moleste y caer siempre bien al espectador. Eso hace morir al arte. También reconozco que debe haber productos pasatistas y más livianos, porque todo en la vida no puede ser un drama, pero, insisto, el arte no puede ser complaciente.
-En tal caso, habría que diferenciar entre arte y entretenimiento.
-Hoy muchos artistas están interesados en que les den muchos “likes” en las redes y gustar, en lugar de buscar ser un buen artista. Ante esa devolución de “mirá que linda vida que tiene”, al artista le cuesta, cada vez más, tomar riesgos e incomodidades. A mí me pasa todo lo contrario, me interesa tomar riesgos.
-Tu carrera no ha sido complaciente ni sos una actriz que busque el agrado a cualquier precio...
-Jamás, no me interesa. En primer lugar, no me gusta ser complaciente conmigo. Me gusta hacer cosas que me provoquen y me hagan sentir de distinta manera. Y eso espero que les pase a los demás.
Clara, sintética y contundente. Hija de una de las figuras más populares de nuestro país, Sofía Gala Castiglione sabe de qué se trata el juego de la exposición apabullante. Acaso por eso, elije pararse en otro lado.
-Si bien pertenecés a la industria, siento que te manejás con un pie afuera del mainstream.
-Soy una outsider en todo, siempre fui así. No me llevo bien con las masas. No me siento cómoda entre nadie, excepto la gente muy cercana a mí, el ecosistema personal que yo misma me creé.
-No te interesa ser famosa, entonces...
-Nunca busqué eso, me interesa mostrar lo que hago y poder hacerlo cada vez más y mejor. No me interesa que me quieran, si yo no quiero a casi nadie. No me interesa hacer arte para la mayoría, pero no me siento una elitista.
La era de la cancelación
-Hablabas sobre el querer y el sentirse querido. En el medio en el que te manejás, pareciera ser que hay una sobrevaloración de eso.
-Pareciera más importante el número de seguidores en Instagram que el trabajo que se hace. Además, mucha gente te alerta sobre qué hay que decir y que no, para no quedar mal, un horror. Por otra parte, pareciera ser que siempre hay que estar bien. La idea de estar bien se convierte en una forma de vida en la que no te tiene que pasar nada, no te puede caer mal nadie, no podés decir nada de nadie. Vivimos en una sociedad que te cancela si no gusta lo que decís. Y en cuanto al arte, es el vehículo para decir lo que uno quiere decir y la gente lo puede tomar como quiera.
-Hablabas de la cancelación, un término que se ha impuesto en los últimos tiempos como una moda lingüística que encierra algo muy autoritario.
-No se puede cancelar el arte. Por miedo a todo eso, los artistas y el arte más masivos están tomando menos riesgos, algo que no me gusta nada. No me interesa ir a lo seguro que, por otra parte, no existe. Yo no soy lo seguro, entonces hay que ser auténtico con uno mismo e ir detrás de lo que tiene más que ver con uno. Siempre elegí trabajar con gente que hable el mismo lenguaje que yo y que piense parecido a mí.
-Está claro cuál es tu lugar en el arte. En tu vida cotidiana, ¿cómo se manifiesta esa característica outsider?
-Soy muy tranquila. Me resulta importante estar unida a la gente que es como yo, me vinculo con mi grupo de amigos, que es muy chico, y donde tenemos un código en común y motivaciones parecidas. Más allá de mi gente, trato de no hacerme cargo de lo que les pase a los demás conmigo.
-Eso es muy sano.
-Fundamental. No me interesa el juicio ni bueno ni malo.
-La adulación tampoco te seduce.
-Eso es peor a que te critiquen. No me hago cargo de los demás y solo trato de vivir a mi modo sin imponer mi pensamiento a nadie. Vivo haciendo, dentro de lo posible, lo que tengo ganas de hacer. Estaremos muy poco tiempo en esta vida, entonces no me quiero permitir hacer cosas por imposiciones. Cada vez más, solo quiero hacer lo que tengo ganas. Cuando uno crece, si te tomás el trabajo de mirarte para adentro, podés ser cada vez más libre.
-¿Siempre fuiste libre?
-Cuando veo a mi hija Helena, que va a cumplir 14 años, me acuerdo lo que me pasaba a mí a esa edad. Entre mis 13 y mis 26 años, no viví, sobreviví. Creo que nos pasa a todos. Cuando sos chico no hay consecuencias en la cabeza de uno. Cuando crecés, empezás a ver las consecuencias buenas y malas y eso te lleva a elegir.
-¿Tus maternidades cambiaron según la edad?
-Tuve a mi primera hija a los 21 y esa decisión no tuvo nada que ver con cuando tuve a mi segundo hijo, a los 27. La primera vez fue todo mucho más vertiginoso. Con mi segundo embarazo, me planteé cosas que no me aparecían cuando tuve a Helena. Qué calidad de vida le voy a dar, cómo es el mundo al que lo traigo, son cuestionamientos que aparecen cuando sos más grande.
-¿El amor maternal es el más sano?
(Se ríe ante la pregunta y mira con complicidad. Indudablemente, el parámetro de maternidad ejercido por Moria Casán fue atípico). “Trato que todos mis amores sean sanos. Creo que uno de los amores más sanos es el amor hacia los amigos”.
-A diferencia de tu postura, no todo el mundo piensa la vida.
-Hay gente que solo la atraviesa. En mi caso, de unos años a esta parte, mi meta es sentirme cada vez mejor, a pesar de todo lo que hay en el exterior que busca destruirte.
-Hay muchos factores externos para claudicar...
-Sin embargo, busco no atentar contra mí misma. Vivimos tan programados desde que nacemos, que tenemos que preguntarnos si lo que hacemos o decimos nos pertenece o es una imposición. Fijate lo que sucede en Cadáver exquisito: ¿qué pasa con los amores tóxicos? ¿Cómo nos enseñaron a amar? Nos explicaron el amor a través del sufrimiento y atravesado por el dolor, y eso se aplica a nosotros mismos, a ese amor propio que puede estar enfermo. A veces confundimos intensidad con amor.
-¿No hay que sufrir?
-Tampoco se trata de caer en esa cosa new age de “pasémosla siempre bien”. Hay que sufrir y bancarlo.
-En tal caso no ir en busca del sufrimiento.
-Ni provocárselo.
-Ese amor propio y esa búsqueda de la plenitud, ¿también tiene que ver con cuidar más el cuerpo y no exponerlo a adicciones?
-Todo tiene que ver con todo, uno es todo lo que es. Cuando me preguntan si me pesa ser la hija de Moria Casán, mi respuesta es siempre la misma. ¿Cómo puede molestarme o puedo querer desprenderme de ser la hija de mi mamá? Gracias a todo eso soy quien soy y cada vez me siento mejor conmigo; qué más. Si todo lo que viví me lleva a sentirme hoy mejor que antes, bienvenido todo lo que pasé.
-Aún lo más oscuro.
-La adicción tiene que ver con lo no dicho y con tapar, y tapar siempre es un problema, porque algo siempre saldrá, tarde o temprano, a flote. Entonces, lo importante es hacerse cargo de todo.
-Destapar puede ser difícil.
-¿Quién dijo que iba a ser fácil? De todos modos, en el largo plazo, peor es tapar.
Interpretar
-En el trailer de Cadáver exquisito, una frase se pregunta: “¿quién es ella?”. Te lo pregunto.
-Es muy difícil responder eso, porque es lo mismo si me preguntaras quién soy yo. Además, hablar de los personajes en tercera persona no es mi forma. Blanca tiene todo de mí, incluso mi emocionalidad para atravesar una vida que no es la mía, pero la emocionalidad sí, ya que nunca miento como actriz.
-Interpretar con verdad.
-Es que eso es lo que me gusta de este oficio en el que se nota si mentís. En la pantalla o en el escenario se ve todo. Por eso es necesaria la honestidad para que se vuelva real.
-Con esa perspectiva, el termino “actuar” suena inorgánico, artificioso.
-No me gusta para nada. Se trata de reflejar una ficción con verdad y emoción propia real. Me planteo la palabra actriz o el ser actuante, no me siento representada por eso. Para mí subir al escenario es una necesidad.
-Esa verdad con la que se te ve, ¿tiene que ver con una formación empírica?
-De muy chica fui a estudiar danza y teatro, porque me mandaba mi mamá, pero, fundamentalmente, aprendí trabajando. Tuve grandes maestros. Fernando Peña fue uno de ellos, cuando compartimos un año entero de teatro y Eliseo Subiela me enseñó mucho sobre cine. Me cuesta mucho adaptarme a lo sistemático de la educación, aprendo más con los maestros que me enseñan trabajando.
-El cuerpo, en tanto territorio de sentidos, en Cadáver exquisito juega un rol esencial. ¿Cómo encarás ese trabajo?
-Es natural. Cuando escucho una canción puedo terminar en las poses más exóticas. Eso tiene que ver con el vínculo con la emoción. En mi trabajo mi cuerpo se mueve con la emocionalidad de lo que se cuenta.
-Entonces, desterramos la demagogia ante el espectador.
-Solo quiero trabajar para la gente como yo, que busca que la conmuevan y que le pase algo con el arte.
Más notas de Sofía Gala
Más leídas de Personajes
"Aprendí de la peor manera". Jude Law: su desembarco en Star Wars, la presión de los fans y cómo pudo equilibrar fama y privacidad
"No quiere perder más tiempo". La triste razón por la que Nicole Kidman busca acercarse a sus hijos, Connor e Isabella
"Le sugerí que dijese cualquier cosa". Marcelo Piñeyro, de las amenazas al filmar La historia oficial a la frase de Caballos salvajes que nació de casualidad
En fotos. De Angelina Jolie, Demi Moore y Nicole Kidman a Zendaya, las estrellas deslumbraron con sus looks en los Gotham Awards