Sofi Morandi, entre el regreso de Porno y helado y sus idas y vueltas con Olga: “Me estresaba no estar bien y seguir como si lo estuviese”
La actriz dialogó con LA NACIÓN acerca de la esperada segunda temporada de la comedia que protagoniza con Martín Piroyansky y Nacho Saralegui, pero también se refirió a los motivos por los que se tomó un descanso del streaming
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En el quinto piso del hotel Hilton de Puerto Madero, Sofi Morandi está encandilada con el set que se armó para las ruedas de notas que replica la escenografía de Porno y Helado, la serie protagonizada y dirigida por Martín Piroyansky que acaba de estrenar su segunda temporada en Prime Video. Sofi repasa la escenografía, se acerca a mirar de cerca las letras de la falsa ventana y aunque el día es largo, no pierde la sonrisa en ningún momento y se acomoda para hablar con LA NACIÓN. Se la ve relajada y feliz, a pesar del ajetreado año laboral; en abril supo decir “basta”, escuchar a su cuerpo y bajar la carga laboral para poder disfrutar de la profesión que ama.
A sus 27 años se la ve plantada y segura, aunque asume que quiere “hacer” y seguir ganando experiencia: la joven neuquina que llegó a Buenos Aires hace una década ganó popularidad en las redes sociales, pero aun así sabe resguardar su intimidad y también dejar el teléfono por varios días para desconectar.
En 2023 primero y este año nuevamente fue una de las caras visibles del ciclo de Migue Granados, Soñé que volaba, por Olga, pero tuvo que renunciar a su participación luego de convertirse en una de las protagonistas de la obra de teatro Escape Room, con Benjamín Rojas, Brenda Gandini y Gonzalo Suárez. Morandi desmintió que hubiera diferencias con el conductor del streaming, y prueba de ello es que volvió al canal una vez por semana y que será una de las anfitrionas de una nueva edición de Olga y las bandas eternas el próximo 10 de noviembre en el Movistar Arena de Buenos Aires.
—¿Qué vamos a encontrar en esta segunda temporada de Porno y Helado, además de las incorporaciones de Gimena Accardi, Matías Mayer, Ángela Torres y Kevsho?
—Tiene muchos más chistes, es mucho más dinámica, tiene todo lo del mundo musical que se repite y supera la apuesta, hay nuevas canciones, incorporaciones y cada episodio tiene como un cuentito; por eso decimos que no hace falta ver la primera para ver la segunda. Y es muy dinámica, el trío de los Débiles Mentales ya empieza desde los primeros cinco minutos a vivir situaciones que son divertidas de ver y sorpresas. Es un código distinto.
—Parece como que la pasan bien entre ustedes... ¿Es así fuera de cámara?
—Sí, es un placer laburar con Nacho [Saralegui] que es un amor, nos conocíamos de antes y tenerlo a Martín [Piroyansky] de director y compañero es genial. Metíamos doce o quince horas de grabación y después ir a comer seguía siendo un planazo. No nos cansamos, disfrutamos y puede salir mal, pero laburamos muy bien. Entre temporada y temporada seguimos teniendo contacto.
—Son muchas horas de grabación que se comparten... ¿Cómo es el día después cuando termina el proyecto? ¿Hay un vacío?
—Y eso tiene esta profesión, ahora estoy haciendo teatro desde enero (Escape Room) y terminamos en noviembre y de miércoles a domingo los vi todas las semanas y después la vida... No es que no te ves porque te llevás mal o algo, es el trabajo. Te acostumbrás. Yo soy un poco nostálgica, y los primeros meses después de terminar un rodaje extraño; por eso fue lindo el reencuentro y poder hacer la segunda temporada. Ojalá haya una tercera.
—El público respondió muy bien en la primera...
—Sí, y eso por un lado me ponía nerviosa, le ponía una expectativa a la Ceci de esta segunda temporada, que estaba con una presión. Recibí un montón de halagos y uno le pone más fichas, pero me sentí bien porque de por sí el personaje ya vivía cosas distintas y se le representan universos distintos.
—¿Qué tenés de Ceci?
—Mmmm, ella es brava y yo soy más tranqui. De Ceci tengo eso de ser cararrota, de que si hay que hacer algo, por más que no entienda mucho, se manda, el famoso ‘el no ya la tenés’. Por ejemplo, le proponen ser manager y dice que sí, y capaz no tiene ni idea de cómo manejar a una banda pero en el camino encuentra cómo hacerlo. Yo tengo esas cosas; me mando y después veo cómo lo resuelvo.
—¿Te pasó cuando viniste a Buenos Aires desde Neuquén?
—No, en ese sentido tenía un plan, no fue un ‘veo cómo’. Me había formado, estudié, soy medio ñoña y Ceci capaz es más improvisada. Pero hay cosas que pasan que te dan miedo o inseguridad que hay que hacerlas igual y que la experiencia es un maestro no todo se aprende estudiando, leyendo o en un salón, sino haciendo.
—Te enseñan en la escuela a bailar, actuar y cantar, pero no a pararte en un escenario o ser referente de los adolescentes, ¿no?
—Eso es algo que hay que pasar, podés ser la mejor en el salón pero después lo tenés que hacer en vivo con gente, con público. Eso sentía con la experiencia de hacer cine, pensaba que no me iba a gustar tanto como hacer teatro porque el teatro es mi primer amor, y grabando la primera temporada de Porno y Helado descubrí que en el set sentía algo muy parecido, tiene algo de vivo. Dicen ‘se graba las veces que quieras’ y no es tan así, estás presente como en el teatro y encontré como una nueva pasión. No tenía tanta cancha y ahora estoy queriendo ganar experiencia. No me apura nada y me encanta. Tengo mi lado exigente y meticuloso.
—¿Disfrutás este trabajo?
—Disfrutamos mucho de aprender la letra, dehacer. Capaz la contra es el cansancio, porque es algo muy físico. Esta temporada fue mucho más organizada, la anterior se grabó un mes y medio a la noche, de seis de la tarde a seis de la mañana y era agotador, frío, comés medio mal, pero es parte de esto. Todos los trabajos tienen su parte que no gusta tanto.
—Además, estás con Escape Room en teatro...
—Diez semanas. Re contenta con eso, fue una linda temporada.
—Es algo muy distinto a lo que venías haciendo, porque no es un musical...
—Nunca había hecho una obra de texto y eso fue lo que me copó, además del guion. Funcionó re bien. Yo venía del palo de la comedia musical y tenía algo de prejuicio con la comedia de texto... Mambos de uno. Es una obra en tiempo real, con un cronómetro en una sala de escape, no salimos nunca del escenario y el teatro tiene eso, un día tenés 60 personas y otro la sala llena y al ser cronometrada va cambiando en base a cuánta gente hay, tenés que adaptar el tiempo si hay más aplauso y eso me dio una cancha copada. El teatro musical es muy estructurado, en cambio Escape Room me dio un lugar a la improvisación divertido.
—La previa debe ser diferente, en un musical son muchos y acá solo ustedes cuatro, ¿no?
—Ni hablar. Y en el musical tenés que ocuparte de hacer bien tu trabajo y lo que te toca, pero hay veces que ni siquiera está en vos cambiar. Ver cómo cada área es importante me fascina, ver al de arte limpiando una manchita en el fondo, ese nivel de detalle me encanta. Uno se lleva el mérito porque pone la carita pero hay un montón de laburo.
—¿Ves mucho teatro?
—Por los horarios no llego a ver nada, pero está pasando algo muy lindo en calle Corrientes que es que hay mucha gente y hay muchas obras copadas con elencos talentosos. Capaz al no haber ficción en la tele abierta, la gente volvió a ir al teatro para ver al actor que le gusta. Es triste por un lado.
—Trabajaste para niños, ¿cómo es el ida y vuelta con ese público?
—Hice El Mago de Oz, una obra que me fascina, y eran chicos de cuatro o cinco y pensaba en lo en serio que me lo tenía que tomar porque es un público muy honesto, se larga a llorar, si se aburre grita, empieza a correr por los pasillos y eso me parece hermoso y difícil, mis respetos a quienes se dedican a ese público.
—Heathers hablaba de suicidio, de bullying... ¿Te contactaban chicos que pasaban por situaciones difíciles?
—Estaba la peli de los ‘80, que ya tenía su público, y en el teatro teníamos un sector de meet and greet antes de las funciones y capaz venía una mamá y me decía que su hija había pasado por un intento de suicidio, y las nenas te agradecían por contar esa historia... Es lo lindo del teatro o del cine, poner esos temas en el escenario.
—¿Con las redes cómo te llevás?
—Le dediqué mucho tiempo cuando recién empezaba, era hacer un video por día, juntarme con gente que hacía lo mismo, ir a un shopping con una valija a grabar algo y que todos me vean... Lo hice sabiendo que era para algo que yo quería, que es esto que estoy viviendo ahora, laburar en teatro, y quedó. Hoy es una herramienta de laburo tremenda que tengo que cuidar.
—¿Hay haters?
—Sí, y si comentan de mi trabajo me jode, aunque capaz hay mil comentarios buenos... De todos modos no es algo que ahora me interpele mucho.
—¿En un momento sí lo fue?
—Cuando era más pendeja, o cuando llegué a Buenos Aires pensaba ‘por qué me bardean si no me conocen’. Cuando me bajoneaba era más por cosas específicas, pero le pasa a todo el mundo. Ahora elijo qué mostrar y no cuento mucho de mi vida.
—¿Cómo manejás la exposición? Dijiste que estabas de novia y que no lo mostrabas...
—No sé, hacía vida normal, solo que no hablo de eso. Me preguntás cómo estoy y digo que bien pero no entro, no me es relevante y no creo que lo sea para la gente.
—Vuelve Olga y las bandas eternas...
—Un flash. El año pasado estaba muy pasada de rosca y este año siento que voy a poder disfrutarlo un poco más.
—¿Cómo fueron tus idas y vueltas con Olga?
—Bien, lo del año pasado estaba hablado de antemano, antes de empezar ya tenía la segunda temporada de Porno y helado y Heathers en el medio, que era a la noche, y también una película, Hermanas Fantásticas. Ya sabían que me iba a ausentar. Lo inesperado fue lo de este año, que son cosas que a veces pasan cuando uno se pasa de rosca, hay que saber bajarse a tiempo.
—¿Te estresaba o hacía mal al cuerpo?
—Me estresaba no estar bien yo y seguir como si estuviese bien y la idea de que podía empeorar si no paraba. Me encanta laburar y siempre hice muchas cosas a la vez, y hacer menos es un aprendizaje. Estaba pasada de rosca y somatizo mucho.
—¿Dijiste basta vos o pediste ayuda?
—Hablé con Migue [Granados]. Tengo una representante pero no quise meterla, creía que tenía que ir yo y dar la cara, y por suerte salió bien.
—¿Quedó todo bien? Se dijo que no.
—No, biri biri, circo. Cuando cumplieron un año me invitaron para un programa especial y después me dijeron de volver solo los viernes, un día a la semana y lo pensé. No dije que sí enseguida porque pensaba que si decía que sí no me podía bajar. Estaba mejor así que dije que sí, voy los viernes y entendiendo mis tiempos. Olga me divierte, acepté porque me gusta Migue y lo que hace, pero ni idea que el mundo streaming iba a crecer así.
—¿Ahí sos vos?
—Si, bueno... Es medio un show. Me siento más cómoda siendo Ceci o en el teatro, pero en la radio me divierto. Migue tiene mucho humor, mucho timing. Sé que es streaming pero se siente como radio, y me copa.
—¿Te olvidás dónde estás y llegás a ser 100 por ciento Sofi?
—No, no te olvidás, hay mucha gente y uno se cuida. Pero sí aprendés a disfrutarlo.
—Hablábamos de la ficción antes, ¿qué mirabas de chica?
—Era muy novelera, por eso me da lástima que no haya ficción porque tenemos actores tremendos. Me gustaba Resistiré, Montecristo, Padre Coraje, Okupas, Guapas, Sos mi hombre, Las estrellas...
—Mirabas todo.
—Mal, el mundo Cris Morena también.
—¿Te inspiraba para lo que fue tu camino?
—Sí, pero lo veía más lejano. Al ser de Neuquén sabía que tenía que ir a Buenos Aires pero era más de Disney y los musicales.
—¿Cómo fue tu llegada a Buenos Aires?
—Vine a los 17, hice el ingreso al UNA (ex IUNA), no quedé... Así comenzó. Bienvenida a la gran ciudad. Y dije “no importa”, venía de muchos años en un instituto. Fui a profesores y me fui formando. No tenía contactos y vi que Instagram se estaba empezando a “poner” y empecé a hacer videos que me dieron visibilidad y después más trabajos.
—¿Vas seguido a Neuquén?
—Sí. Con esto de Olga, que estaba medio pasada, fui bastante. Está bueno, me encanta y siempre lo milito y lo recuerdo porque mis mejores años los pasé allá. Quedó toda mi familia, tengo familia grande así que siempre alguien viene.
—¿Hay artistas en la familia?
—Sí, arranqué flamenco por mi abuela, mi abuelo re tanguero, mi mamá del musical. Familia de artistas que se hacen los modestos, pero son artistas.
—¿Cómo sigue tu año?
—Tranqui, un Movistar Arena (risas), termino Olga y me quedan pocas semanas en Escape Room. Hace mucho que no tengo un verano en Neuquén así que, si no surge nada, quiero pasar dos meses allá, quiero un verano libre, viajar, lago, montaña y vida de hija, nieta, sobrina. Cada vez se extraña más, cada vez amo más Buenos Aires y cada vez extraño más Neuquén.
—¿Dejás el teléfono cuando vas allá?
—Sí, y no me cuesta nada. Acá es una extensión de la mano y allá estoy desconectada.
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