Silvio Soldán, enamorado a los 85: "Estoy en pareja, vivo un romance apasionado"
Un día como hoy, hace 77 años, se fundaba la Sociedad Argentina de Locutores (SAL). Aquel hito convirtió a la fecha en una celebración. Cada 3 de julio, las grandes voces de nuestro país festejan el Día del Locutor en justo reconocimiento a esos profesionales que hacen de su labor un verdadero servicio informativo y una compañía para sus oyentes. Silvio Soldán es una de las figuras más relevantes de ese oficio que tiene mucho de arte. En él se conjuga el buen decir en su voz radial que comunica como pocas y la figura de un hombre que hizo de la televisión un medio en el que se mueve con absoluta comodidad. Histórico. De esa camada que decía elegante. "La locución llegó por casualidad, dado que había comenzado a trabajar como actor independiente, pero, para ganarme unos pesos, me puse a presentar orquestas en las confiterías", recuerda a LA NACION con la lozanía de una voz que desmiente el calendario.
William Silvio Soldán nació en Colonia Belgrano, Santa Fe, en el seno de una familia humilde, con papá albañil y mamá operaria de una fábrica y ama de casa. Cantó en el coro de la parroquia que frecuentaba de niño, integró una banda de música, interpretó ficción y se consagró como uno de los animadores más destacados del medio. Impuso frases que se convirtieron en latiguillos populares como su famoso "un corte, una quebrada" y fue la cara de ciclos históricos que estuvieron en el aire por más de 25 años, como Grandes Valores del Tango y Feliz Domingo para la Juventud. Un elegido del público. Una marca registrada en el mundo de la locución, esa que convierte a la voz propia en un sonido reconocible con solo escuchar unas pocas frases.
"A partir de las presentaciones en las confiterías me propusieron irme de gira con una orquesta y así comencé a transitar distintas emisoras del país. Con los certificados que me extendían por mi trabajo, pude conseguir mi carnet de locutor. Cuando ingresé a la televisión, me dieron el carnet de locutor en cámara y, cuando quise ingresar a la radio, con todos esos antecedentes conseguí que me dieran el carnet de locutor general. Ahí comienzo a trabajar como locutor definitivamente. Más tarde llegó la animación que sería algo así como un par de peldaños más arriba de la locución comercial", explica Soldán quien, a pesar de estar ausente de los medios masivos, continúa ejerciendo su don: "Sigo animando diversos festivales. Ayer, justamente, grabé la presentación de la apertura del Festival de La Falda que se hará online, dada la pandemia que estamos atravesando. Debido a la trascendencia de Grandes Valores del Tango, me convocan mucho para animar eventos musicales y, además, me dedico a entretener a la gente".
-A través de la animación, en cierta medida, usted conjuga las dos vocaciones iniciáticas: actuación y locución. Si bien no interpretaba un personaje de ficción, a la hora de conducir hay muchas estrategias de la actuación que se ponen en movimiento.
-Cuando te convertís en animador estás actuando. Lo que estoy haciendo en la actualidad, que es un formato de una hora, tiene que ver con eso.
-¿A qué se refiere?
-Tiene que ver con hacer un show participativo donde se emula Feliz Domingo. Mi vínculo con la gente es directo, los entretengo y los divierto. No soy un humorista, pero lo que hago tiene que ver con una actuación que divierte a la gente.
-Imagino que esas performances apelan a la nostalgia de muchas generaciones que pasaron por el programa. ¿Dónde las realiza?
-Me contratan en fiestas empresariales o familiares. Hago eventos para veinte personas como también he trabajado para 2000. Lo mío se adapta absolutamente a todo.
Nostalgias
-¿Encuentra grandes diferencias entre los medios que usted transitó con la dinámica actual de la radio y la televisión?
-Todo cambia, las cosas van mutando permanentemente. Aquella televisión que hacía yo era distinta, no sé si mejor o peor, distinta. Lo mismo sucede con la radio donde, fundamentalmente, hacía programas musicales como Matinata, Soldán esquina Tango, o La esquina de Soldán.
En su vasta trayectoria radial estuvo acompañado por nombres como los del doctor Florencio Escardó, Julián Centeya, Alberto Mosquera Montaña, César Tiempo, y Fioravanti. "Hugo Gambini debutó conmigo. El primer día se puso a leer y le saqué el papel al aire. Nunca más leyó. Siempre dijo que le enseñé a hacer radio. En algún momento tuve el mejor equipo que se podía tener en radio, eran personajes maravillosos".
-¿Disfruta del lugar que ocupa en los medios?
-Cada vez que se hace una historia de la televisión me dedican dos o tres páginas.
-¿Cómo es su contacto con la gente?
-El cariño y el afecto lo siento. En la calle pasa de todo.
-Cuénteme...
-Me saludan como si fuera integrante de la familia. Hace unos meses, por un problema en los discos a partir de una caída, fui a ver a una señora china que hacía acupuntura y tratamientos con las manos. Al salir, la mujer veía que la gente me saludaba, pero ella, que es extranjera, no entendía el por qué. Entonces le expliqué que acá soy muy famoso. En ese momento, una pareja que pasó por la vereda me saludó con un grito. Les pedí que se acercaran y le explicaran a la mujer quién era yo. Lo increíble fue que el muchacho sacó su teléfono y mostró una fotografía que se había tomado conmigo. Esto me pasa muy a menudo. Y me sucede otra cosa muy linda: los que hoy tienen alrededor de 50 años y se llaman Silvio, me explican que sus padres les pusieron el nombre por Marzolini o por mí.
-¿Extraña hacer radio o televisión?
-Más o menos. Debo reconocer que, ni bien terminé Feliz Domingo, sentí un alivio, eran muchas horas los domingos frente a cámara en vivo.
Con mucha frecuencia sueño que estoy haciendo televisión o radio
-Ahora que transcurrieron varios años, ¿siente nostalgia?
-Ahora lo evoco. Soy de soñar mucho y, con mucha frecuencia, sueño que estoy haciendo televisión o radio. Para aquellos que estudian los sueños, no sé qué querrá decir esto, pero me sucede.
-Usted es una figura muy asociada a los programas musicales. Imagino que debe añorar esa televisión con ciclos de un género que era muy aceptado por las audiencias. Hoy las grillas de los canales no cuentan, prácticamente, con ese tipo de formatos.
-Cuando afirmo eso, me dicen que no es así. Sin embargo, hoy solo hay ciclos donde la música está al servicio de un concurso, como el programa de Marcelo Tinelli. Pero shows que sean netamente musicales, no hay. Cuando hice El Special, en la década del 60 y durante once años, llegaban las figuras más importantes del mundo. En ese programa tuve a Josephine Baker, Mina, Milva, Iva Zanicchi, Nino Bravo, todos pasaban por ahí. Venían estrellas de México, de Estados Unidos, de Italia, de Francia. En ese programa debutó Sandro cuando ganó el Festival Buenos Aires de la Canción con "Quiero llenarme de ti". El productor del programa no lo quería, le parecía desalineado, me decía "ese payaso que se tira al suelo" y yo trataba de explicarle que era maravilloso. Cuando Sandro se presentó en aquel Festival cambió su vestuario. Ahí mi productor se convenció y lo llevamos al programa.
-Su programa era el más internacional de una amplia variedad de ciclos del género.
-Mientras yo hacía El Special, en Canal 9 también estaba el Tropicana con Chico Novarro, Marty Cosens y María Concepción César. Y el 13 emitía El Show de Antonio Prieto, El Show de Pinocho, con Juan Carlos Mareco, y Casino Show. En la televisión argentina había cinco shows musicales al mismo tiempo.
-Usted mencionó a Marcelo Tinelli. En gran medida, él define ciertos conceptos estéticos de la televisión actual. ¿Le interesa esa forma de televisión?
-Desde el punto de vista de la producción es formidable, maravilloso. Lo que hace Tinelli es fantástico, puede hacer capote en cualquier lugar del mundo.
La casita de mis viejos
En abril de 2017, a los 102 años, falleció Genoveva Adelina Teruggi, Tita, esa madre con la que Silvio mantuvo un vínculo sumamente estrecho, dejando un vacío importante en su vida: "Manteníamos el vínculo normal de una madre y un hijo que se quieren. Dos mujeres que estuvieron en mi vida dijeron cosas que no tenían nada que ver con la realidad. ¿Qué tipo bien nacido no está cerca de su madre?", se pregunta el animador. Soldán no duda en renegar de aquellas declaraciones que buscaban opacar sus relaciones familiares: "Alguna vez se dijo que no había roto el cordón umbilical, una falsedad total. Yo me independicé de mis padres y me fui a vivir solo a los 18 años".
-¿Cuándo se muda a la casa lindante de su madre?
-Mis padres vivían en una casaquinta muy linda en San Miguel, pero la zona se había puesto complicada por la oscuridad de las calles y la consecuente inseguridad. En ese momento, conseguí dos casas pegadas en Belgrano: una habitable y la otra que se tenía que demoler. Las compré y mudé a la propiedad en buen estado a mis padres. Con el tiempo, demolí la otra y me construí una a mi gusto. Estas dos mujeres dijeron disparates sobre mi vínculo con ellos que nunca me afectaron porque adoraba a mis padres, a los que extraño muchísimo, por supuesto.
El hombre que supo ser una de las caras emblemáticas de Canal 9 Libertad refiere a Silvia Süller, madre de su hijo Cristian Silvio, y a Giselle Rímolo, su última pareja pública. "Tuve un vínculo muy normal con mi madre, nada raro. De hecho, siempre viví solo. Es más, cuando vivía al lado de ella, también vivía solo. Era mucho más oportuno, dado que mis viejos eran grandes, estar viviendo cerca. ¿O, no?".
-Recién habló de "dos mujeres". ¿Se arrepiente de esas relaciones?
-En la vida todo es aprendizaje. Además, uno no puede modificar el destino o lo que sucedió en el pasado. De algunas personas quedan recuerdos fantásticos y de otras, muy feos. Para mí, lo pasado es experiencia. No me arrepiento. Desde ya, hubiera preferido que no me hubiese pasado lo que me pasó, pero me pasó. También pienso que parte de la culpa la debo haber tenido yo, ¿por qué, no?
-Por tratarse de la madre de su hijo menor, ¿tiene trato con Silvia Süller?
-No, hace mucho que no nos vemos ni hablamos. No sé nada de ella, pero no tengo ningún rencor. En mí no hay odio, ni nada que se le parezca. Soy un tipo que no siente ni odio ni rencor. Creo que eso me mantiene más sano y vigente, sobre todo a la edad que tengo. Pienso que el rencor y el odio afean, avejentan y ponen mal a la persona. Yo siempre tengo humor, me siento bien, gracias a Dios.
En 2004, mientras daba una entrevista a Mauro Viale, la policía llegó a su domicilio, entonces en la calle Céspedes, en Belgrano, para detenerlo. Su rosto desencajado recorrió el país. El locutor había quedado involucrado en la causa que investigaba a su expareja, conocida públicamente como Giselle Rímolo, por estafa, ejercicio ilegal de la medicina y tráfico de medicamentos peligrosos, agravado por el fallecimiento de una persona. En 2001, la mujer dirigía un centro de estética en la calle Elcano y declaraba ofrecer tratamientos con productos naturales. En ese tiempo, en el programa de radio de Soldán, Rímolo era la responsable de una columna en la que aconsejaba sobre diversos métodos de belleza. Al presentarla, Soldán la llamaba "doctorcita", lo cual le trajo serias complicaciones. "Yo no sabía que ella no era médica", dijo en su momento el locutor que pasó 61 días detenido en el penal de Devoto.
-Hace un momento usted hablaba del humor que le imprime a su vida. En ese sentido, para referirse a la cárcel utiliza la palabra "country". ¿Humor o el deseo de olvidar?
-Hay que tomar con humor aún las cosas más feas porque, en la vida, todo pasa. Además, y supongo que es una enorme virtud, me olvido de aquello que me hace daño.
-¿Olvidó su paso por la cárcel?
-Ni me acuerdo de aquello. Me hablás del country y me parece tan lejano que no tengo ninguna vivencia en este momento.
-¿Considera que esa experiencia fue lo más duro que le tocó transitar en la vida?
-Sí. Tuve muchos momentos feos, pero ese fue tremendo.
-Alguna vez se expresó acerca del buen trato que le dispensaban los demás reclusos.
-Me trataban como a uno más, pero me decían, permanentemente, que yo no era del palo. Cuando hablaban entre ellos, quizás tramando qué harían a la salida, me sacaban del medio. Cocinaba y comía con ellos, pero no participaba en sus reuniones.
Desconozco lo que hizo este hombre (Mühlberger), pero me hizo acordar enseguida. No solo a mí, a todo el mundo le sucedió lo mismo: el nombre de Rímolo apareció inmediatamente
-Hoy está en boca de la opinión pública todo lo que sucede en torno a ciertas irregularidades que habrían acontecido en el centro estético montado por el Dr. Rubén Mühlberguer y que la Justicia está investigando. ¿Le recuerda los episodios en torno a la actividad de su expareja Giselle Rímolo?
-Automáticamente. La pucha, ¿otro? Desconozco lo que hizo este hombre, pero me hizo acordar enseguida. No solo a mí, a todo el mundo le sucedió lo mismo: el nombre de Rímolo apareció inmediatamente.
El animador tiene dos hijos. Silvio Augusto, el mayor, de 51 años, fruto del vínculo con la locutora Marta Moreno, con quien se casó en Uruguay y sobrelleva algunos problemas de salud. Cristian Silvio, el menor, cuya madre es Silvia Süller, es egresado de la carrera de Administración de Empresas.
-¿Cómo es el vínculo con sus hijos?
-Habría que preguntarles a ellos. Yo creo que es muy bueno, fantástico. Los quiero, los cuido, los adoro y pienso que ellos a mí. Ahora, con la pandemia, la relación está más cortada, pero nos veíamos permanentemente.
-Es sorprendente el parecido de Cristian con usted.
-Se parece mucho. Una vez le mostré una foto mía de joven para demostrarle lo parecido que éramos y me hizo notar que él tiene una giba en la nariz. Le respondí: "¿Sabés por qué la tenés? Porque todavía no te operaste como yo".
-Usted, ¿cuándo se operó?
-En los comienzos de mi carrera. Era necesario para hacer televisión, no es nada malo.
-Silvio, durante décadas usted dijo, dando muestras de su humor, que tenía 44 años. ¿Continúa anclado en ese número?
-Ya no tengo 44, tengo muchos años más. En algún momento, decía, bromeando, que tenía 44 bis. Pensar que ya estoy cerca de eso…
-44 bis suena más amable que 88.
-Tengo 85.
-Se lo percibe impecable, con el tono de voz intacto.
-No sé si estoy impecable, pero estoy muy bien.
-A los 85, ¿cómo se cuida?
-Hago una vida sana. Ahora ceno en mi casa porque estoy encerrado por la pandemia, pero antes comía todos los días afuera, ya sea en casa de amigos o en restaurantes. Nunca solo, siempre acompañado por gente. No me drogo, no soy borracho, solo un poco de vino o cerveza en las comidas. No me gustan los platos sofisticados. Como carne, pollo, todo muy simple y sano. Con el encierro aprendí a cocinar.
-¿Cómo transita este momento pandémico?
-Lo vivo como todo el mundo, con mucha ansiedad y, por momentos, con angustia. Desde ya, con mucha preocupación, no por mí, sino por mucha gente que vive al día, que conforma la mayor parte de nuestro país, y que no puede salir a trabajar. Los que hacen las tareas que hoy no están permitidas: albañiles, carpinteros, los que viven de changas, los que venden por la calle. Esa gente, si no trabaja, no come. Es muy angustiante. Eso me tiene realmente preocupadísimo. Espero que se libere, de una vez por todas, para que la gente trabaje y pueda llevar la comida a su casa porque esto es tremendo. Así no se puede continuar. Entiendo que hay que hacer lo que estamos haciendo, es necesario para que no se propague más la enfermedad, pero, de cualquier manera, hay gente que la está pasando realmente mal y si no se muere por el coronavirus, se va a morir de hambre. Es muy feo lo que está ocurriendo.
Desencuentro
-Usted ha hecho siempre un culto de la vida en pareja, pero no le ha ido muy bien con varias de sus mujeres. ¿Se piensa en el amor a los 85?
-Estoy en pareja siempre.
-¿Está en pareja?
-Claro. No vivimos juntos, ella en su casa y yo en la mía. Nos llevamos maravillosamente bien. He tenido muchas convivencias, varias, y siempre me fue mal. Con esta chica nos conocemos desde hace un montón de años y, ahora, vivimos un romance apasionado. ¿Te digo algo?
-Soy todo oídos.
-La pasión no se termina. Nos queremos profundamente y, para mí, fue una solución no vivir juntos.
-Lo del casado, casa quiere, ya no corre con usted.
-Siempre le digo que si viviéramos juntos nos hubiéramos separado muchas veces. No sé por qué las parejas no duran conmigo o yo no duro con las parejas. Con ella es maravilloso, somos muy felices. Tengo un amor que me ama y a quien yo amo.
-¿De quién se trata?
-No es conocida, la gente no sabe quien es. Muy pocos, los muy amigos, la conocen.
-¡No me diga que es secretaria de televisión o tiene una clínica de belleza!
-No, para nada. Es empresaria pequeña, tiene su pyme.
-¿Cuánto hace que están juntos como pareja?
-Un montón. No te digo los años porque la gente va a sacar cuentas y encontrar cosas que no sirven...
-Todo dicho. Lo dejamos ahí.
-Sí, por favor.
-Evidentemente, no hay edad para el amor, siempre se puede estar enamorado. Es todo un mensaje para la gente de su generación.
-Por supuesto. Yo no claudico, de ninguna manera. El amor va a seguir durando, lo que no se es cuánto voy a durar yo. Ojalá tenga la suerte de vivir tantos años como mi madre. Mi padre vivió hasta los 86, así que me queda uno todavía. Tendría que hacer un promedio entre mamá y papá. Uno nunca sabe. Nadie tiene la vida comprada, así que, a esta altura del partido, sabés que en cualquier momento llega. Uno tiene que estar resignado y preparado.
-Silvio, ¿hay que prepararse para la muerte?
-Uno tiene que saber que viene y en cualquier momento. Me puedo dormir y al otro día no despertarme. Eso ocurre mucho. Dicen que es muy placentero, no se sufre.
-¿Piensa mucho en la muerte?
- Sí, claro, pienso en la muerte.
-¿Y a qué conclusión llega?
-La muerte me parece una porquería. No me gusta para nada, no le tengo simpatía.
-Su novia, ¿es menor que usted?
-Sí, menor que yo es cualquiera. Tiene 55 años, le llevo treinta. Es una chica grande, pero al lado mío es una criatura.
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