La exMiss Mundo murió a los 64 años en su Córdoba natal; en 2021, en una entrevista con LA NACION habló del detrás de escena de aquel almuerzo con la diva ocurrido en 1999
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El viernes murió a los 64 años Silvana Suárez. La exMiss Mundo argentina vivía desde hacía unos años en la localidad cordobesa de Nono. Según detalló Cadena 3, transitaba un cáncer de colon terminal.
En 2021, dio una entrevista con LA NACIÓN en donde habló de su decisión de instalarse en la provincia de Córdoba, la relación con sus hijos, la escandalosa separación de Julio Ramos y, también, del recordado momento televisivo que la tuvo como protagonista en el programa de Mirtha Legrand, en donde discutió con la conductora y abandonó el estudio.
A continuación, la entrevista completa publicada en LA NACION el 21 de abril de 2021.
“Para el que le gusta la naturaleza es un lugar mágico”. Más allá de lo que puede suponerse, la vida de quien fuera considerada “la mujer más bella del mundo” está lejos de responder a los tópicos previsibles con buena dosis de prejuicio. Silvana Suárez abandonó casi todos aquellos hábitos que definían su vida para emprender una rutina rural ofrendada al arte y a la sanación y el crecimiento espiritual. Sin pudor enumera las múltiples terapias y estudios realizados que pueden abarcar desde el psicoanálisis tradicional hasta la hipnosis. En ese plan, pronto se recibirá de “facilitadora espiritual”.
“Estoy en Nono, a cinco minutos de Mina Clavero, en Traslasierra. De Merlo, San Luis, me separa menos de una hora de distancia. Es una zona de pueblitos muy lindos, con muchas sierras y con el Champaquí muy cerca, así que la vista es hermosa y bien distinta de acuerdo a donde uno se pare y mire”, dice a LA NACIÓN, rodeada de buena parte de sus pinturas en torno a lo abstracto. Su vida, en cambio, de abstracto tuvo poco y mucho de soledad, dolor, incomprensión. Tiene ganas de hablar, bastante para decir y lo dice, casi como un acontecimiento catártico producto de años de bucear en sus zonas más vulnerables.
Se expresa con una tonada propia. No arrastra determinadas vocales como los cordobeses, a pesar de haber nacido en la provincia mediterránea, pero tampoco se le percibe la cadencia del porteño. Espléndida a los 62, mantiene incólumes esos rasgos delicados que motivaron su coronación como Miss Mundo en 1978, cuando transcurría la edición vigésimo octava del certamen.
Tuvo una y varias vidas. Fue la chica que estudió música y la que abandonó arquitectura. Fue la que, con tan solo veinte años, empezó a conocer el mundo y la misma que, una década después, se casó con el periodista y empresario Julio Ramos, quien era el dueño del diario Ámbito Financiero. Con él tuvo dos hijos y una separación escandalosa que dejó una herida profunda. Silvana Suárez desea pensar en voz alta algunas alegrías y varios calvarios.
-Si te digo: “No necesito de vos para tener audiencia”, ¿qué recuerdo aparece en vos?
-¡Mirtha! Vos sabés que Mirtha se llama Rosa Suárez.
-Rosa María Martínez Suárez de Tinayre.
-Yo soy Silvana Rosa Suárez. Quizás fuimos mellizos en otra vida. Yo me río de aquello, se hicieron muchos chistes, ya pasaron veinte años. Estoy bien, no me arrepiento para nada. En su momento y de acuerdo al contexto, Mirtha tomó partido por Julio, porque era el poderoso. Olvidándose que yo, antes de Julio, había ido a su programa. Iba cada vez que venía a la Argentina y, obviamente, gratis. Además, ella estuvo prohibida un tiempo y yo no fallaba. Pero bueno… lo entiendo… aquello fue espontáneo y, además, lo hice con mucha clase. Espontáneo y con clase.
-Los productores, ¿buscaron retenerte para que vuelvas a la mesa? ¿Cómo fue esa huida?
-¿Cuándo me fui de dónde?
-Del estudio.
-Iba por el pasillo y salían para retenerme y yo seguía viaje directo a la calle. No había manera, era una situación muy mediática, muy difícil y yo tenía dos hijos chicos, y no me sentí respetada para nada, sino utilizada. Probablemente hoy ni loca iría al programa. Me pareció que fue genial levantarme e irme, fue histórico y sincero. Si lo hubiese querido planear, no hubiese salido tan bien.
-Tiempo después, te la cruzaste a Mirtha Legrand en el hotel Alvear y no la saludaste.
-No. En realidad, es ella la que me tiene que saludar a mí. Por supuesto que es una gran trabajadora, por qué hablar mal de sus virtudes.
-Hoy el programa lo conduce Juana Viale. Si te invitaran a compartir la mesa con ella, ¿irías?
-No lo sé… preguntaría a la gente en la que confío… Juana me parece divina, natural, está más allá del bien y del mal. No sé… lo pensaría… ella me parece genial.
Cambios de aire
-Evidentemente, es una elección vivir en Traslasierra. Aún así, ¿alguna vez extrañaste la vida urbana como ciudadana internacional?
-Extraño viajar por el mundo, algo que por el confinamiento actual no puedo hacer. Viví en el exterior desde los veinte, cuando salí Miss Mundo, hasta los 30. Me encanta viajar y hoy lo haría con otra cabeza, me encanta conocer lugares.
-A pesar de tu origen cordobés, Buenos Aires fue tu casa mucho tiempo.
-Nunca me acostumbré a Buenos Aires, aunque reconozco su vida cultural y le estoy muy agradecida por todo lo que me dio. Se decía que era la ciudad donde atendía Dios, pero hoy no sé si es así, me parece que atiende por estos lados.
-¿Qué sucedió en 1988 cuando regresaste a la Argentina?
-Me casé con Julio (Ramos) en diciembre de ese año. No esperamos nada, dado que ambos estábamos sueltos. Yo tenía 30 años recién cumplidos. Ya había vivido dos años en Japón, cuatro en Londres, otro tanto en España. Me la pasaba viajando.
-Estudiaste arquitectura.
-Sí, durante dos años hice la carrera. Previo a eso me recibí de profesora de música y directora de coro, luego de 13 años de estudio.
-Si trazamos una analogía con la arquitectura, podríamos convenir que construiste una vida nada convencional, muy particular. Te saliste del molde y seguiste los deseos de cada momento.
-No es nada convencional. No sé si tendrá que ver con que soy zurda.
-¿A qué te referís?
-Los zurdos no tenemos una vida convencional porque el mundo está hecho para los diestros, nosotros solo somos el veinticinco por ciento de la población total. En Oriente, cuando te sirven el té, la taza no tiene la orejita, ahí no tenemos problemas, pero, en general, todo te hace recordar que uno no es diestro. Además, se sabe que los zurdos trabajamos con los dos hemisferios cerebrales de una manera superior a los diestros.
-Vuelvo a la arquitectura, si pensamos en una vida, podemos trazar un continuado de diversas obras construidas a lo largo del tiempo. ¿Cuál salió mal?
-Montones. En realidad, salí Miss Mundo porque mi mamá me convenció de participar en el concurso Miss Sierras de Córdoba que promovía el diario Cotidiano. Pero yo no quería ser modelo y, mucho menos, Miss Mundo. No era mi gol.
-¿Por qué aceptaste a ese deseo de tu madre?
-Mi mamá insistía, era gota tras gota, no paraba la taurina. Además, había aprobado el primer año de arquitectura y, en diciembre, estaba medio aburrida.
-Era una oportunidad.
-Mis padres eran de clase media, así que salir Miss Mundo me permitiría viajar. Por otra parte, aquí, a fines de 1978, había un gobierno militar y estar afuera era la libertad total, pero también era una libertad embromada porque era muy responsable y me había tomado muy en serio ese trabajo que jamás había hecho. Imaginate que empecé a trabajar de Miss Mundo viviendo en Londres. No era todo un viva la pepa, uno está representando al país, era mucho para una chica de veinte.
-Se piensa la coronación y todo lo que acarrea como un trabajo idílico. ¿Qué fue lo peor de ser elegida Miss Mundo?
-Pasás a ser una mujer objeto. La realidad es que yo era muy linda, pero no me lo creía. No me lo quería creer. Hoy veo las fotografías y me digo: “Mamma mía, cómo no iba a ser Miss Mundo”. De todos modos, hay muchas mujeres hermosas que no llegan a eso.
-Dijiste que aparecía la cosificación.
-Estás en un ambiente de show business, muy delicado, donde se manejan otros valores. De repente, hay cuestiones del mundillo que no son amables.
-¿Por ejemplo?
-Llegaba a la Argentina y, por ser Miss Mundo, las otras modelos no me saludaban. Modelos que hoy me saludan y en ese momento no. Por supuesto, no voy a dar el nombre de ellas. Eso es la envidia, la competencia. Es que se trata de un ambiente donde la mayoría tiene que remar mucho para llegar y no fue mi caso. Eso da bronca, hace que te menosprecien. Gracias a Dios, vengo de una familia de intelectuales y eso ayudó, por eso no podía sentirme cómoda ahí, porque no tenía nada que ver. No me manejaba como pez en el agua, no lo entendía, yo no era así.
-¿No entendías el universo del modelaje o cierta banalidad que puede merodear en la actividad?
-No entendía la mala leche de ese mundo. En general, no entiendo la mala leche de la gente.
-Pero existe.
-Soy de las que piensan que el mundo es grande y hay lugar para todos. Cada persona tiene un rol que puede cumplir aquí. Además, sentirse realizado no tiene que ver con ser famoso o salir coronada Miss Mundo, es algo que tiene que ver con el adentro.
-Me pongo en lugar de esas modelos que no te saludaban y, seguramente, ante la considerada “mujer más linda del mundo”, la inseguridad propia las hacía tambalear, ponía en tensión la autoestima.
-Sucede mucho en Hollywood con los actores; muchos están dispuestos a hacer cualquier cosa por llegar, es tremenda esa competencia. Pero, vuelvo a repetir, al criarme con dos padres que eran artistas plásticos con mucho talento, que daban clases en la universidad, para mí lo que valía era desarrollar el talento.
-Decías que te ubicaron en el casillero de mujer objeto.
-Fue muy duro, yo era una chica muy joven.
-¿Qué implicaba ese rótulo?
-Muchos cineastas me ofrecieron hacer películas donde lo único que tenía que hacer era llevar un colaless. Muchas grandes actrices, muy conocidas hoy, accedían a eso. Pero yo no accedí porque no era mi gol, no era mi naturaleza.
Un matrimonio conflictivo
-Hoy podemos hablar de sororidad, la mujer denuncia y las chicas que trabajan en el mundo del espectáculo se animan a hablar ante un acoso. En la década del ´70, esto no era lo corriente. ¿Pasaste por alguna situación de ese tipo y tuviste que callar?
-Jamás, nunca. Sí tuve situación de violencia de género con mi exmarido, a quien denuncié. Eso fue hace 21 años, cuando nadie hablaba de esto y menos una persona conocida. Pero como él era muy poderoso, estaba lleno de amigos jueces… pero el agua llegó hasta acá, ya no se podía respirar.
-¿A quién te referís, puntualmente?
-A Julio. Julio Ramos.
-¿Con qué tenía que ver esa violencia? ¿Se trataba de violencia física o psicológica?
-Con todo…
-¿Cómo se sale de eso? ¿Qué huellas deja?
-Había y hay mucho machismo. Lo bueno de cuando me caso con Julio es que hacía diez años que había salido Miss Mundo y que no era quien era por él, sino por mí. De alguna manera, yo tenía diez años de ser una persona conocida a nivel nacional e internacional. Eso jugó a favor en el momento de reconocer que él estaba muy mal y que no se quería tratar. Pero, con dos hijos chicos de ocho y nueve años y él con tanto poder, a mí me dio miedo. ¿Cómo se sale de eso? Hice hipnosis, mucha terapia. Y hace siete años comencé con distintas terapias alternativas, ya no el análisis convencional. Es la única manera, me parece a mí. Y también soltando, perdonando y comprendiendo que el otro hizo lo que pudo. Yo puedo decir “qué hijo de su madre de tal por cual”, pero él era una persona que estaba enferma.
-Pero te enamoraste.
-Cuando uno está enamorado, casado o tiene una familia, ya sea hombre o mujer, y existe la violencia de por medio, se termina pensando que el amor va a curar eso, toda una fantasía. Hoy se habla mucho del tema, pero hace 20 años, no. No soy una persona feminista, pero me parece que hay cosas que han sido protegidas porque el mundo se hizo a la medida de los hombres. Si uno ve una foto de los mandatarios del mundo, ¿cuántas mujeres hay? Tengo amigos que dicen que ahora no pueden ni respirar porque, inmediatamente, se los trata de maltratador o acosador, y no es así.
-Cuando denunciaste a Julio Ramos por las situaciones de violencia, ¿aún seguías casada o fue a posteriori del divorcio?
-Estaba casada.
-¿Lo denunciaste ante la Justicia?
-Fui a la Policía. Me vio un forense y luego fui a un hospital y me vieron siete médicos. La violencia es una cuestión de escalar, es una enfermedad. También hay mujeres violentas con los maridos, no demonizo al hombre.
-¿Qué sucedió con la denuncia?
-Salió en los medios.
-Ante la violencia, aparece el dolor y la decepción.
-Fue muy triste. No me casé para separarme, te casás porque querés formar una familia, un hogar. Fue una verdadera pena y muy doloroso también para los chicos. Además, siendo dueño de un medio, su locura lo llevó a utilizar el medio en contra mío, pero yo trabajaba ahí desde hacía diez años, era vicepresidente de Ámbito Financiero.
-¿Qué funciones cumplías en el diario?
-Trabajaba en la sección Charlas de quincho y en lo vinculado a la moda. Él no quería que yo tuviera un trabajo fuera de ahí, por eso soy periodista gracias a él. Vamos a la parte buena, fue un lujo tenerlo de profe de periodismo a Julio, un lujo. Era un capo en eso. Eso fue maravilloso, no todo fue malo...
-¿Cuántos años estuvieron casados?
-Diez.
-Hablabas de una sola denuncia, pero imagino que la violencia física no sucedió solo una vez.
-No, sucedió varias veces y me aguanté… No era que aguanté, sino que pensaba que él podía cambiar. Ese es el problema de todas las personas que son sometidas en el tiempo. Esta historia no es solo mía, es así para muchos.
-Tus hijos, ¿presenciaron los acontecimientos de violencia doméstica?
-No. En realidad, una vez vieron empujones y una caída mía al suelo, pero, cuando sos muy chico, querés a tu padre y a tu madre. Además, es muy duro asimilar eso. Por otra parte, vivíamos en una casa de 1300 metros cubiertos, era un hotel, y Julio era un tipo con un grado de enfermedad importante, yo no lo sabía cuando me casé, pero era muy inteligente. No era un loquito, sabía hasta dónde tenía que llegar.
-La perversidad se nutre de violencia e inteligencia.
-Puede ser. También influye el poder, él venía de muy abajo y todo eso lo seducía. En cambio, yo vengo de dos padres que, más que corazón, eran pura cabeza, ambos con medalla de oro en la universidad. Mucho intelecto y poco corazón. Todo eso influye en uno para que te seduzca una persona sumamente inteligente.
-Hablabas del poder, ¿influyó en el la escalada de violencia padecida por vos?
-El poder es perverso en todo el mundo. A él se le subió eso a la cabeza, supongo. No quiero hablar mal de él, por suerte puedo rescatar cosas lindas. Pienso que toda la terapia, la curación, la sanación, ayudan a eso, a no focalizar solo en lo negativo, sino en lo positivo que te enamoró.
-Desde ya, un violento es una persona enferma. Hace un momento dijiste que Julio Ramos estaba muy enfermo. ¿A qué te referías?
-Enfermo de poder. Además, él perdió dos hijos en 70 días, dos años antes de conocerme a mí, cuando yo vivía en el exterior, y jamás hizo terapia por eso. Se resistía a eso, era más grande, de otra generación. Seguramente, tenía que ver con el no permitirse ser del todo feliz, porque probablemente, en el fondo, se sentía culpable, entonces el dolor era demasiado grande.
El 29 de diciembre de 1986, Gabriel Ramos murió electrocutado en la piscina de la mansión familiar de Parque Leloir, intentando salvar a su hermano Darío, quién se retorcía dentro del agua. Darío sobrevivió, pero el 14 de marzo de 1987, falleció como consecuencia de un accidente automovilístico en Punta del Este.
-¿Hablaba con vos de la muerte de sus hijos?
-Siempre. Solía tener pesadillas, gritaba, y yo lo calmaba.
-Actualmente, ¿cómo es el vínculo con tus hijos?
-Van y vienen. Nosotros crecimos teniendo respeto a la jerarquía de los padres y ahora le tenemos miedo a los hijos. ¿Por qué? Les pasa a mis amigas también. Uno venía de viaje, no con una Barbie, sino con cuatro. ¿Para qué? Hoy, se les da el celular a chicos de cinco años y es lo peor que podés hacer, lo tienen que tener a los 17 y monitorearlos. Los chicos son tan geniales con el enter, se manejan tan bien con la virtualidad, que uno queda como un estúpido al lado de ellos. Cuando yo era chica teníamos televisor en blanco y negro, y no pasaron siglos. Quisimos ser mejores padres que nuestros padres, pero la embarramos en muchas cosas.
Silvana Suárez es madre de Augusto (30) y de Julia (31), ambos fruto de su matrimonio con el empresario periodístico Julio Ramos. “Mi hijo no viene tanto, pero mi hija está instalada con su pareja en la ciudad de Córdoba”.
-¿Se desgastó tu imagen ante ellos, luego de la separación?
-Como todos los divorcios embromados, difíciles, había otra campana siempre deformando las cosas y desprestigiándome totalmente. Eso es muy difícil.
-Muy complejo revertir la imagen de la mamá con tanta influencia negativa.
-La imagen de la mamá, en relación a mí, era un desastre. Por eso, también hay miedo a hablarlo, temor. Todo lo que he hecho a nivel sanación, y todavía lo estoy estudiando, noto que me ha dado mayor seguridad.
-¿Te arrepentís de haber vendido el diario Ámbito Financiero?
-No. Hacía nueve años que no trabajaba, fue la última voluntad de Julio y mis hijos eran menores de edad. Se hizo un juicio donde Julio hizo que la parte ganancial del diario durante esos diez años estuviera en otro expediente. Se hizo la disolución de la sociedad conyugal, por una parte, pero el diario no se podía vender si yo no daba la venia. Lo hice por amor, se levantó el embargo de nueve años, el cincuenta por ciento de las acciones, y nadie me dijo ni gracias. Por supuesto, yo salí perdiendo.
-¿Por qué?
-Había un entorno, incluso mis propios abogados se dieron vuelta. Fue muy duro, muy duro. No voy a contar más detalles, pero fue un desastre para mí.
-¿Tu marido vivía cuando vos vendiste el diario?
-No.
-Por eso decías que cumpliste un deseo de él.
-Murió diciendo que quería vender el diario, porque, en definitiva, sentía que en el tiempo iba a ir desapareciendo. Pero para venderlo tenían que venir a mí, porque nadie compra una empresa embargada.
-¿Por qué estaba embargado el diario?
-Estaba embargado por el divorcio, por los abogados. Es la primera que lo hablo, y no quiero dar muchos detalles. Fue un horror haber hecho eso y no haber recibido un agradecimiento. Ni un gracias de nadie.
-¿De los socios de Julio Ramos esperabas ese agradecimiento?
-De todo el mundo.
-Te referías a la sanación, ¿qué terapias alternativas has transitado?
-Hice Hipnosis Ericksoniana. De ahí, con todo el tema de la venta, pasé a constelaciones familiares.
-Está muy difundida esa posibilidad de búsqueda.
-A mí se abrió todo un panorama con las constelaciones. Sobre todo, porque estaba sufriendo el ¿qué pasó acá? Le estaban llenando la cabeza a mis hijos con cosas que no son, los chicos eran chicos, fue muy duro para mí. Sufrí muchísimo con eso. Dicen que el ser humano crece cuando sufre, podés elegir hundirte o salir, jugarte por salir. Eso es lo que yo hice. Después me acerqué a la bioneuroemoción y había comenzado a hacer terapia emocional. Ya había hecho un seminario con Enric Corbera de bioneuroemoción, cuando estuvo una semana en Buenos Aires. Ahora, estoy en el segundo año de sanación profunda, para ser facilitador emocional, que es un compendio de distintas disciplinas: hay tapping, barrido de meridianos, los cuatro acuerdos, es muy interesante. En realidad, habla el cuerpo más que la mente. Eso me gusta porque la mente miente, a veces crea algo que no es, pero los cuerpos, con determinados dolores y síntomas que producen, dicen algo. Cada órgano tiene que ver con algo. Es como cuando uno dice “tengo una bronca que me duele el hígado”, es eso. El tapping y el barrido de meridiano sirven para sanar eso, además de las terapias. Todo eso lo estoy estudiando, es increíble.
-Pensaba en tu paso por la hipnosis. ¿Cómo fue esa experiencia?
-Fue muy buena, aprendí muchísimo de Augusto Baldassarre, que fue el único discípulo de Erickson, así que me considero una privilegiada.
-Te decía al comienzo que tu vida no ha sido ni es convencional. ¿Cómo estás hoy?
-Hasta persecuciones tuve. Hablando del divorcio… ¿cuándo empieza mi gran cambio? Cuando los propios custodios de la familia me empiezan a perseguir a mí. Los mismos a los que les preguntaba qué querían comer y les llevaba los sándwiches. Es de locos.
-¿Te perseguían tus propios custodios? ¿Eso es literal? ¿Qué hacían?
-Tuve que tener un custodio, pero como los custodios de la familia le tenían bronca, seguían a mi auto y lo iban chocando.
-¿Te chocaban el auto?
-Sí, directamente. Iban atrás y lo pechaban. Hay mil cosas más que no he contado, tal vez las deje para un libro, pero no me gusta hacer leña del árbol caído. Estoy con esta lucidez porque, tal vez, tenía que transitarlo, sanar un montón de cosas, perdonar y perdonarme. Llega un momento en el que uno dice: “Qué tarada mental, con los candidatos que he tenido”. Si es por dinero, muchísimos más ricos que Julio. Un ex mío, del que no voy a dar el nombre, mexicano, es un mega empresario que tiene 10.000 empleados. Por qué te digo esto, porque la gente, con el morbo que tiene, piensa que me paré para toda la vida. No.
-Te veo espléndida realmente. ¿Cómo te encuentran los 62 años? ¿Sos feliz? ¿Estás en paz? ¿Existe el deseo de una pareja?
-He tenido parejas, pero el sinónimo de pareja es lucharla. Si bien hay cosas que uno superó, tenés memoria. Antes, me apuraba. Ahora, ya no me apuro. Generalmente, se me acercan más jóvenes que yo, de 45 años. Gente con su trabajo y no que me buscan por lo que tengo o soy. Pero, en este último tiempo, en el que me dediqué muchas horas diarias a sanar y estudiar, he visto que la inteligencia emocional es muy importante, pero también lo es la inteligencia espiritual. No lo digo desde lo religioso, al contrario. Me refiero a lo espiritual desde el todo. Me he dedicado a investigar, a leer mucho, así que no le di demasiado lugar a la pareja. No es que estoy cerrada, pero no quiero que sea otra vez arroz. ¿Para qué? Para mí, lograr la paz y la serenidad es muy importante. No se puede sanar y crecer desde el caos permanente. No se si es por temor, sino por precaución.
La felicidad
-¿Sos una mujer feliz?
-¿Qué es la felicidad? Para mí, la felicidad… no sé… antes uno relacionaba la felicidad con la adrenalina muy arriba, fiesta. Hoy, creo que la felicidad es ser coherente conmigo mismo, quiero conocer mi alma, es una tarea de todos los días. Hay que ser consecuente con uno mismo, no ser personaje sino persona. Eso es maravilloso y lo tengo. Pienso que sí, que tengo momentos de paz, de tranquilidad. Me encanta la naturaleza, pero voy a la ciudad y la paso bien. Hoy, la felicidad es así, como olas, ir surfeando la vida. Es estar en paz con uno mismo, a pesar de nuestras broncas, porque somos animales salvajes. Tenemos miedos y rabias, eso no cambia porque sigas un camino de sanación, lo que cambia es cómo lidiás con eso. A veces, meto la pata y no tengo problema en pedir perdón, en reconocer que sobredimensioné el tema. Hoy abro mi corazón, antes no. No porque era una hija de puta, sino porque lo desconocía.
-Además, viviste mucho tiempo a la defensiva.
-Es así, prácticamente desde los veinte años. Me aislaba mucho. Porque, además, estaba en un medio que no había elegido. Tenía que seguir un mandato, estar impecable, pero ¿dónde estaba mi esencia?
-Cuando te decían que eras “la mujer más linda del mundo”, ¿qué pasaba por tu cabeza? Al mirarte en el espejo, ¿reconocías esas características?
-Cuando gané Miss Mundo, eso empieza a ser un trabajo para mí, un trabajo para el que no estaba preparada. Salía en los diarios del mundo, me iban a buscar en Rolls Royce, viajaba en Primera. Pero era un trabajo vertiginoso, así que no había tiempo de darse cuenta. Cuando estaba sola, lloraba mucho, porque extrañaba a mi casa y porque, a veces, no sabía cómo manejarme, no estaba preparada. Por supuesto, me divertí, conocí, viajé, pero pagué un precio muy grande.
-¿Qué precio?
-El estar muy sola, el querer aislarme para protegerme porque el estrés te llega hasta acá. La gente no te comprende, ni siquiera tu familia. Pasás a ser una outsider. Esta persona que vivía con nosotros, ¿qué le pasó?
-¿Qué le había pasado?
-Que era una chica de veinte años, ganó el Miss Mundo y viajó por todo el mundo. No me arrepiento de eso, hoy lo valoro más que antes, justamente por este modo de vida que estoy haciendo.
-Una filosofía de vida.
-Es una elección y es un laburo. Darte vuelta como un guante, ¿cuánta gente lo hace? Da mucho miedo cambiar, ser tan distinto, que te manden a la miércoles. Eso sucede. Pero es lo que elegí, me siento mas honesta conmigo y con los demás. No es fácil de gestionar, hay períodos oscuros porque te vas metiendo para adentro. Sin embargo, es la única manera para que algo cambie el mundo. Si uno no cambia, el mundo no cambia.
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