Vive en Estados Unidos hace tres años y medio, pero planea volver al país para celebrar sus cinco décadas con la música
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Para el gran público, el de televisión, surgió bailando los ritmos de moda en Música en libertad, el programa de Canal 9 que era furor entre los jóvenes a comienzos de los ´70. Luego Silvana Di Lorenzo se convirtió en una cantante romántica y devota de la música italiana, con hits como “Grande, grande, grande” y “Palabras, palabras”, que en su idioma original había interpretado Mina. Su imagen se tornó más familiar cuando se casó con Fernando Bravo y tuvo tres hijos.
Luego de un impasse, su carrera pasó por distintas etapas, dentro de las cuales tiene un capítulo muy importante el espectáculo Arráncame la vida, que protagonizó junto a Chico Novarro. También probó suerte como actriz en programas de humor blanco, como Mesa de noticias y Los Benvenuto, y en telenovelas, como Rebelde, Alén, luz de luna y Dr. Amor. Hoy, casada en segundas nupcias con el escribano René Pontoni, vive desde hace tres años y medio en Miami, y pese a su perenne belleza juvenil es abuela de cinco nietos. El año próximo planea volver a la Argentina para festejar sus 50 años con la música.
–¿Por qué te radicaste en Miami?
–Hacía tiempo que tenía pensado venir a radicarme aquí, en principio por cuestiones de trabajo, porque desde aquí se les hace más fácil a los empresarios las contrataciones. Es que yo trabajo mucho en Latinoamérica y a los empresarios locales la Argentina les parece muy lejos. Yo voy mucho a Colombia, a México, a Ecuador, lugares que les resulta más fácil contratarme si yo estoy radicada aquí. De todos modos eso era un detalle, yo podría haber seguido trabajando igual si me quedaba en Buenos Aires. Pero yo quería un cambio de aire, quería mudarme a un lugar un poco más tranquilo.
–¿Por qué un cambio de aire? ¿Por una cuestión familiar, laboral o política?
–Era una cuestión del país. Estaba un poco cansada de todo: de la inseguridad y de muchas otras cosas que se fueron acrecentando con el tiempo. Yo viví en la Argentina desde los 14 años. Nací en Buenos Aires, pero a los meses mis padres se fueron a Italia. Mi papá era italiano y mi mamá argentina. En Nápoles viví hasta los 11, luego regresamos a Buenos Aires, pero no nos encontramos muy cómodos y volvimos otra vez a Italia. Pero luego falleció mi papá. Entonces, como mi mamá tenía su familia en Argentina, más la posibilidad de continuar su trabajo como concertista y profesora de piano, nos vinimos definitivamente a Buenos Aires. Yo tenía 14 años. Desde entonces vi cómo la Argentina fue cayendo de a poquito, y siempre estuvo en mí esa cosa de “no, no puede ser”. Pero, bueno, después me casé, tuve mis hijos y empecé a trabajar. En la juventud uno tiene otras prioridades y además no ve ni siente tanto, pero con el pasar de los años empecé a darme cuenta de que no estaba conforme, que no estaba bien lo que sucedía en el país y que no había ninguna solución.
–Hiciste referencia a la inseguridad. ¿Vos viviste personalmente algún hecho de esa naturaleza?
–No. Pero recuerdo la época en que, siendo adolescente, tenía que cruzar de calle permanentemente porque en cualquier momento explotaba algo. Uno se acostumbraba a esas cosas, pero nunca me las olvidé. Así que empecé a sumar esas incomodidades que me parecían injustas, que no tenían por qué suceder en la Argentina ya que un país lindísimo, y finalmente me dije: “Este es el momento, me voy”. Pero si faltaba una excusa para tomar la decisión, la tuve cuando mi hijo menor decidió radicarse en Miami. Eso me impulsó a mudarme para estar más cerca de mis nietos, ese fue el empujón final. De todos modos, ojo, yo regreso seguido a Buenos Aires, pero nadie se entera. Yo tengo allí a mis dos hijas, otros tres nietos (dos de mi hija mayor y una beba que acaba de nacer, de mi hija del medio) y a mi mamá. Pero ya es distinto, voy sólo de visita.
Con el pasar de los años empecé a darme cuenta de que no estaba conforme, que no estaba bien lo que sucedía en el país y que no había ninguna solución
–¿Cómo es tu vida en Miami?
–En este momento, como la de todos, es muy tranquila, porque se ha cortado el trabajo y aún no se puede hacer nada. Igualmente acá, salvo los dos primeros meses de la pandemia, todo estuvo bastante abierto. Nunca se nos ha prohibido salir en auto o a caminar, aunque con barbijo, por supuesto. Así que no estuvimos tan encerrados. Este último año ha sido así: dedicarme a mi casa, a mis nietos y a cocinar, que me encanta. Reconozco que durante todo este tiempo me desligué absolutamente de la música, ni siquiera me senté frente a la computadora a escuchar nuevos temas o preparar un nuevo disco. Grabé unas poquitas cosas con algunos músicos de aquí y luego las pasamos por Internet, pero fueron muy poquitas. Porque la verdad es que todo el mundo estaba muy angustiado, desganado y triste.
–Pocos saben de tu éxito en Latinoamérica, donde realmente sos muy popular.
–Yo trabajé mucho y viajé por toda Latinoamérica hasta que nacieron mis hijos. A partir de ahí no quise moverme. Sólo seguí yendo a Chile porque estaba cerca y podía cumplir con mis compromisos en un fin de semana, no quería dejar a mis hijos tan chiquitos demasiado tiempo solos; pero después, cuando ya fueron grandes, empecé a hacer más excepciones. Es que increíblemente nunca dejaron de llamarme. Si bien habían pasado muchos años de mi explosión, me convocaban como si nunca me hubiese ido. Arranqué de nuevo yendo a Colombia. Y me encontré con una sorpresa: me pedían temas que ni recordaba. Ahí descubrí lo famosa que era por mis discos de los comienzos. Y a partir de ahí no paré más hasta ahora, en que apareció la pandemia.
–¿Por qué el éxito te acompaña más en esos países que en la Argentina?
–Lo que pasa en la Argentina es que se me quiere más a mí, no a la cantante. Para los argentinos soy de casa. Se me conoce desde el vamos, se sabe de mi primer marido y de mis hijos. Soy como de la familia. Tal vez por eso no se me valora tanto como profesional, pero no me importa, eso sucede en todas las familias. ¿Cómo va a ser talentosa si es mi hermana? Afuera soy una extranjera que llega a brindar un trabajo, se me califica por mi trabajo. Soy la cantante.
–De todos modos el año pasado estuviste por regresar al país para encabezar un espectáculo musical, ¿no? Se iba a llamar Nel mio cuore.
–Exactamente. Era una producción de Gustavo Yankelevich, que dirigiría Max Otranto. Cuando me llamaron me pareció maravilloso, porque era un espectáculo absolutamente italiano. ¿Qué mejor para mí que me llamen para hacer algo así? Tenía que estar cuatro o cinco meses en Buenos Aires. Yo ya tenía pasaje para viajar en marzo del 2020, pero, bueno, después se cortó todo. Pero hace poco (y suponiendo que los teatros se reabrirían prontamente en Buenos Aires), Gustavo me volvió a llamar para ver si yo seguía con ganas de hacer este show. Le dije que sí, pero que tenía un problema: mi hija Lucía estaba por dar a luz a su primer hijo y yo quería estar junto a ella en ese momento. O sea que no iba a poder hacer funciones todos los días. Tal vez podía aparecer como invitada algunas semanas, pero no siempre. Es que para mí siempre estuvo primero la familia, y recién después el trabajo. Él lo entendió, pero no hizo falta cambiar mi agenda de funciones porque se volvió a cerrar todo y el espectáculo quedó para el año que viene. Así que como la nena ya nació, el año próximo haré todas las funciones sin problemas (risas).
–Será una buena manera de coronar tus 50 años con la música, ¿no?
–Sí, la verdad que sí. Algunas veces pensé: ya está, hasta aquí llegué. Pero cuando me llamó Gustavo sentí en el fondo de mi alma que esto hasta podría ser una despedida. Hoy no lo puedo asegurar porque yo soy muy del día a día, no sé cómo me voy a sentir en ese momento, a lo mejor siento que es lindo terminar mi carrera así y a partir de ahí me dedique a otra cosa. Porque yo no puedo estar sin hacer nada. En un momento tuve la idea de llevar a cabo un emprendimiento personal, pero por todo esto de la pandemia no se pudo concretar. Pero si me retiro tal vez lo retome.
–¿Un emprendimiento de qué tipo?
-Tiene que ver con la mujer, con cosas que le pueden servir a las mujeres. No quiero comentarlo mucho para que no se queme.
–¿Contarás tus secretos de belleza?
-Ponele. Pero debería apurarme bastante, ¿no?, antes de que se me caiga todo (risas). Porque ya soy una señora, ¡cumplí 67 años! Nunca me hice una cirugía. Alguna vez me puse botox, pero no lo hago más porque hay un momento donde el rostro tiene que hacer juego con el cuerpo, las manos y el resto; si no, es algo muy triste. Así que me dedico simplemente a cuidarme con cremas y cumplo siempre a rajatabla con desmaquillarme antes de acostarme.
Nunca me hice una cirugía. Alguna vez me puse botox, pero no lo hago más porque hay un momento donde el rostro tiene que hacer juego con el cuerpo, las manos y el resto; si no, es algo muy triste
–A lo largo de todos estos años has compartido escenario con grandes cantantes internacionales. ¿Cuál de ellos es tu preferido, con cuál viviste la mejor experiencia?
–He tenido compañeros de primera, pero con la que me llevo bárbaro es con Jeanette (la recordada intérprete de “Yo soy rebelde” y “Por qué te vas”, hits de los ´70), que vive en Madrid. Es divina. Y con el que tengo una anécdota graciosísima es con Gilbert Bécaud. El estaba viniendo a la Argentina para hacer un especial en Canal 13. Gustavo Yankelevich, quien lo traía, me convoca para que lo acompañe en el tema “Amor en las rocas”, que había grabado en español junto a una intérprete mexicana; y que quería, en cada país hispano que visitara, que lo acompañara una figura del lugar. Para ese día me compré unos zapatos espectaculares y carísimos. Yo estaba muy nerviosa, no sabía si le iba a gustar mi manera de cantar o no. En cuanto me conoció me dijo que no hacía falta hacer un ensayo, pero me pidió una cosa: “Vos estás muy bien, pero yo no soy muy alto, ¿te molestaría quitarte los zapatos así cuando terminamos abrazados me quedás un poco más en el hombro?”. Obviamente tiré los zapatos carísimos al diablo y el resultado de ese momento se puede ver hoy en YouTube.
–Hablemos de tus comienzos. ¿Qué recuerdos tenés de Música en libertad?
–Hacía solo unos meses que había llegado a la Argentina y quería ayudar en mi casa. Un día, viendo por televisión un programa musical, vi que convocaban a chicos y chicas para que participen. Yo, en broma dije: “Bah, eso es fácil, yo lo puedo hacer”. Mi mamá me escuchó y no me dijo nada. Pero dos o tres días después me sorprendió con un “bueno, dale, vestite que te llevo al canal”. Me quería morir, no sabés la vergüenza que tenía. Estaba al final de la fila y sin embargo me eligieron primera para que diese una prueba. Yo no hablaba bien español, el productor se dio cuenta pero no me echó. Me dio un tema de Rita Pavone para que me aprendiese la fonomímica y fuese un par de días más tarde a una grabación. Debuté un primero de mayo, exactamente el día de mi cumpleaños número 15. El programa continuó sin gran éxito, a tal punto que todas las semanas despedían a alguien del plantel. Pero los conductores Maisabé y Leonardo Simons se habían encariñado conmigo y me sostuvieron. Y al mes todo cambió, el programa explotó y dentro de ese éxito sobresalimos cuatro integrantes: Raúl Padovani, Cristian Andrade, María Esther Lovero y yo. Ahí nos pidieron que firmáramos un contrato y yo no quise. En el fondo no me parecía serio estar bailando en televisión, yo tenía que estudiar. No me pudieron obligar porque era menor de edad, pero entonces la llamaron a mi mamá y ella no tuvo reparos en hacerlo. Así que tuve que cumplir el contrato, lo bueno es que a esa altura el sueldo era otra cosa.
–Hasta ahí sólo bailabas y hacías fonomímicas. ¿Cuándo nació la cantante?
–Un día el director del canal, Alejandro Romay, dijo: “Estos chicos tienen que hacer algo más”. ¿Y qué se le ocurrió que hagamos? Una comedia musical. Ahí hicimos las pruebas de canto con la gente de RCA Victor para protagonizar Hair. Sí, como lo estás escuchando: Hair. Pero finalmente no pudimos ser de la partida porque éramos menores. Entonces Romay tuvo otra idea: que grabáramos un disco los cuatro, dividiéndonos los temas por pareja. Yo debía cantar con Raúl y María Esther con Cristian. Yo me negué porque en realidad nunca había cantado en mi vida, pero los tres me insistieron tanto que al final dije que sí. Y mirá que caprichoso que es el destino que a la que mejor le fue en el mundo de la música es a mí. Increíblemente me encontré siendo una solista, y las canciones que había grabado eran “Grande, grande, grande” y “Palabras, palabras”, dos temas que me acompañan hasta hoy en día. O sea que mi carrera de cantante empezó de casualidad.
–Después de tus discos solistas, ¿considerás que tu segunda etapa musical en importancia fue la de Arráncame la vida con Chico Novarro?
–Sí, por la importancia del proyecto y por la continuidad, estuvimos juntos tres años largos en teatro, luego también nos presentamos en forma privada, en eventos y festejos. Por supuesto que a Chico ya lo conocía, él había escrito algunas de las canciones que grabé en mis discos. Un día me llamó para ver el espectáculo, que ya estaba haciendo con Andrea Tenuta. Lo fui a ver al teatro del Banco Patricios y me empecé a reír; las canciones eran dramáticas pero causaban gracia. Era un espectáculo distinto, con canciones de amor pero en broma. Me encantó. Cuando terminó la función lo fui a saludar al camarín y ahí me propuso que la reemplazase a Andrea, porque no iba a continuar. Empezamos en el teatro Picadilly y nos fue bárbaro. Disfruté muchísimo trabajar con Chico porque yo soy muy perfeccionista y él también. A mí me han llegado a decir “subí y canta”, y yo no me manejo así, tengo que estar segura de que todo va a estar en perfectas condiciones para que yo pueda desarrollar bien mi trabajo. Sólo con Chico puedo decir “ok, subo y canto”, porque con él estoy protegida desde todo punto de vista. Tiempo después me convocaron para reflotar el show con Juan Darthés y dije que no: para mí Arráncame la vida es sólo con Chico Novarro.
–Y en el medio de estas etapas debutaste como actriz, en ciclos familiares como Mesa de noticias y Los Benvenuto.
–Cada trabajo que acepté fue muy meditado, porque nunca me consideré una actriz. Mesa de noticias fue muy divertido, yo me moría con Juan Carlos Mesa, y además ahí trabajaba Fernando (Bravo). Éramos un montón y contábamos con la producción de Gustavo (Yankelevich). También recuerdo cuando nos fuimos a Mar del Plata a hacer temporada, debutamos y ahí descubrí el problema: que luego, ese mismo día, habría una segunda función. Me acuerdo que le dije a Juan Carlos: “¿Yo tengo que decir lo mismo dos veces todas las noches?”. Me quería matar. Porque es verdad que como cantante uno también termina cantando siempre lo mismo, pero le podés poner otro orden a los temas y así no se hace rutinario.
–También participaste en telenovelas: en Rebelde, Alén, luz de luna y Dr. Amor.
–En Rebelde trabajé con Ricardo Darín y Grecia Colmenares. Con Darín, si no te reías en los ensayos y en los cortes, directamente eras de otro planeta. Así que ahí la pasé bárbaro. Luis Luque era mi pareja en la novela, un divino, un hombre maravilloso, un caballero de aquellos. Con él me tuve que besar por primera vez en televisión. Me dijo: “Quedate tranquila, los besos no se ensayan y son algo muy sencillo, apenas nos tocamos los labios”. Y así fue, me cuidó y me hizo sentir muy cómoda. Después me tocó hacerlo varias veces con Gustavo Bermúdez, con el que después de compartir nueve meses una misma locación éramos como hermanos. Con Alén, luz de luna me pasó algo muy loco. Un día escuché decir por televisión a una actriz a la que habían convocado para este proyecto que no pensaba aceptar porque no quería irse a vivir un año al sur. Y cerró diciendo: “Esta novela no es para mí”. Y yo dije en broma: “Claro, lo voy a hacer yo”. Y al rato sonó el telefóno en mi casa: era la productora de la novela que me proponía ese personaje.
–Hablemos de tu historia amorosa. ¿Qué recuerdos tenés de Leonardo Simmons y Adrián Ghio, tus primeras parejas?
–Tengo un muy buen recuerdo de los dos. Cuando fue lo de Leonardo yo estaba en San Martín de los Andes, justamente. Me desperté con esa noticia [la de su suicidio] y me quedé en la cama petrificada, sin poder creer lo que estaba escuchando. Me produjo tanta angustia... Y me llevó a preguntarme ¿por qué, por qué, por qué? Obviamente no encontré ninguna respuesta. Me dolió muchísimo. La nuestra fue una linda pareja. Y después, la de Adrián fue una relación más corta, de casi una temporada de verano. Yo lo conocí en Carlos Paz. Lo de él [su accidente automovilísitco], claro, también fue trágico, una muerte terrible.
–¿Cómo es hoy la relación con tu exmarido Fernando Bravo?
–Excelente. Y también tengo una muy buena relación con su mujer, Andrea, que es divina. De alguna manera ella me reemplaza como madre en Buenos Aires y ayuda mucho a mis hijas. Hace poco estuvimos todos juntos en Bahía Blanca, conociendo a nuestro nueva nieta. Y también solemos vernos para las fiestas, donde nos reunimos con los hijos y los nietos.
–¿Hace cuántos años que te volviste a casar?
–Soy muy mala para las fechas, pero creo que hace ya 30 años. Primero estuvimos conviviendo un tiempo largo hasta que más o menos diez años después decidimos casarnos. Y no lo hicimos por amor sino porque queríamos hacer un viaje. ¡Te juro! Te cuento: a nosotros siempre nos gustó mucho viajar, y lo hacíamos con todos nuestros hijos, con los dos de él más los tres míos. Un día, cuando acabábamos de regresar de un viaje, nos enteramos que se avecinaban los Juegos Olímpicos de Australia. René me dice: qué lindo sería poder ir. Obviamente no íbamos a ir, qué iba a decir la gente. Hasta que le dije: “¿Y si nos casamos? Porque si nos casamos lo podemos camuflar como una luna de miel y así nadie nos va a poder decir nada”. Así que nos casamos para irnos un mes a Australia.
–¿René es el amor definitivo?
–Sí, nos divertimos mucho. Casi siempre tenemos la misma idea: de repente él dice algo y yo justo estaba pensando en eso. Nos ensamblamos muy bien y hemos pasado grandes momentos con todos nuestros hijos. Somos muy sencillos y con poquitas cosas la pasamos muy bien. Nos gusta mucho estar solos en casa, no tenemos la necesidad de salir ni de estar con mucha gente. Nos encanta cuidar las plantas y sembrar, ese ha sido nuestro pasatiempo favorito durante la pandemia. Siempre dije que René era el amor definitivo, pero si esto se terminara sólo aceptaría ponerme a charlar con una amiga, porque eso de conocer a alguien y tener que contarle toda mi vida, a mi edad, ya no va... ¡Es muy largo! (risas).
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