Sidney Sweeney expuso el “lado B” de Hollywood : “Si solo actuara, no podría pagar mi vida en Los Ángeles”
La exitosa actriz de 24 años, que este año consiguió dos nominaciones a los premios Emmy, asegura que la ilusión de lujos y excesos que vende la meca del cine occidental están muy lejos de la realidad
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Es una de las actrices más exitosas y prometedoras. Este año, se adueñó de la última temporada de Euphoria, opacando nada menos que a Zendaya, pero mientras su rostro engalanaba las portadas de las revistas más importantes y se empezaba a especular con una segura nominación a los premios Emmy, Sydney Sweeney comenzó a sentir que su mundo se derrumbaba.
En junio, la actriz de 24 comenzó a experimentar sus primeros ataques de pánico. “Sentía, literalmente, que me moría”, aseguró. Por mandato familiar, Sweeney dejó todas sus obligaciones y se instaló durante dos semanas en su casa, ubicada al noroeste del Pacífico. Sin su teléfono celular ni conexión a Internet, la experiencia le sirvió para volver a conectarse consigo misma. “Hice senderismo, esquié... Me ocupé de hacer lo que realmente amo”, explicó, en una reciente entrevista publicada por The Hollywood Reporter.
Pero si bien la experiencia fue en cierta manera reparadora, su efecto no resultó eterno ni logró despejar a todos los demonios que la acechan. “Aún hoy no puedo lograr que mi mente se calle y no puedo dormir”, explicó. El tema recurrente que la mantiene alerta las 24 horas es la certeza de que el éxito que está experimentando será pasajero. De nada sirve la doble nominación a los Emmy -no solo fue reconocido su trabajo en Euphoria, sino también en la miniserie The White Lotus- lograron tranquilizarla.
“El rechazo que recibís mientras tratás de aprender a ser vos misma es una locura. Al momento de entrar en esta industria, no tenía idea que cuántas personas tienen conexiones. Empecé de cero y sé lo jodidamente difícil que es. Ahora veo con claridad cómo hay personas que simplemente entran por la puerta y digo: ‘¡Yo trabajé duro durante diez años para esto’”, reflexionó.
Parte de su aprendizaje es lograr que sus modales de chica de clase media baja no contrasten demasiado con el lujo prefabricado de Hollywood. Sus primeros años transcurrieron en un pequeño pueblo ubicado en la frontera entre Washington e Idaho. Lejos de la soñadora y despreocupada Cassie, el personaje de Euphoria que la hizo famosa, Sweeney fue la mejor alumna en la escuela secundaria y su adolescencia transcurrió entre libros y la educación estricta que le dieron sus padres.
Todo cambió cuando, a sus 13 años, sus padres tomaron la drástica decisión de mudarse a Los Ángeles, para que su sueño de convertirse en actriz pudiera concretarse. El cambio no fue nada fácil. De su cómoda casa pasaron a vivir en un hotel: “Vivíamos en una habitación. Mi mamá y yo compartíamos una cama y mi papá y mi hermano pequeño compartían un sofá”, recordó la actriz.
Y fue allí cuando su vida familiar se desmoronó: en pocos meses perdieron sus ahorros y las peleas entre sus padres se convirtieron en una pesadilla recurrente. Ella, que era apenas una adolescente, comenzó a aceptar los que hoy cataloga como “proyectos realmente de mierda” por los que le pagaban no más de 100 dólares al día. “Pensaba que si ganaba suficiente dinero, podría volver a comprar la casa de mis padres y volver a juntarlos. Pero cuando cumplí 18 años, solo tenía $800 a mi nombre. Mis padres no habían vuelto a estar juntos y no había nada que pudiera hacer”, rememoró.
A pesar de que su amiga Amy Adams -con quien trabajó en la serie Sharp Objects- le aseguró, en una de sus tantas charlas, que era posible compatibilizar una carrera activa en Hollywood con la maternidad, Sweeney sigue teniendo muchas dudas y miedos al respecto. “Quiero tener una familia. Siempre quise ser una madre joven y me preocupa cómo esta industria estigmatiza a las mujeres jóvenes que tienen hijos y las mira de otra manera. Me preocupaba que, si no trabajo, no habría dinero ni apoyo para los niños que tendría”, explicó la actriz, que desde hace un tiempo está en pareja con el restaurador Jonathan Davino.
“Si quisiera tomarme un descanso de seis meses, no tengo ingresos para cubrirlo”, disparó, a modo de ejemplo. “No tengo a nadie que me apoye; no tengo a nadie a quien pueda recurrir para pagar mis cuentas o pedir ayuda”, explicó. Y agregó: “Ya no les pagan a los actores como antes. A las estrellas establecidas todavía se les paga, pero tengo que darle el cinco por ciento a mi abogado, el diez por ciento a mis agentes, el tres por ciento o algo así a mi gerente comercial. Tengo que pagarle a mi publicista todos los meses, y eso es más que mi hipoteca”.
“Si solo actuara, no podría pagar mi vida en Los Ángeles. Acepto acuerdos con marcas porque no tengo opción”, explicó. Y reconoció: “Logré comprar mi propia casa, pero ya no tengo dinero ni para una puerta más”.
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