La actriz continúa siendo, a sus 90 años, muy cándida al recordar sus grandes romances, tanto aquellos que experimentó con colegas de Hollywood como los que vivió con figuras del mundo de la política
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En más de una decena de libros, la actriz, cantante y bailarina Shirley MacLaine reconoció que su triunfo en Hollywood sucedió más por una casualidad que por un deseo genuino. De hecho, la artista oriunda de Richmond, Virginia, intentó sacarse la presión que venía con su nombre (un homenaje de sus padres a la actriz Shirley Temple) y abordó con responsabilidad las diferentes clases en las que la inscribía su madre, como las de ballet que tanto le apasionaban, “para demostrar que podía ser profesional”, pero no necesariamente con el foco puesto en el estrellato. Desde su juventud, MacLaine quería superarse a sí misma y no aguardar la aprobación de terceros, y así se manejó durante toda su carrera, con la libertad de quien sabe dónde reside el verdadero disfrute.
“Nunca entendí el concepto de ser una persona famosa, nunca entendí lo que significaba ser una estrella, eso no me motivó nunca”, escribió en una de sus memorias, Mis estrellas de la suerte. “Solamente quería ser buena en mi trabajo, hacer las cosas bien, estar preparada, ser creativa, ser una performer, por eso cuando llegué a Hollywood no tenía grandes metas, eran objetivos más limitados, o más bien vinculados a incentivar mi imaginación a través de diferentes disciplinas”, remarcó MacLaine, quien hizo su debut cinematográfico nada menos que con Alfred Hitchcock en ¿Quién mató a Harry? en 1955, y quien sostuvo una carrera extraordinaria que, a contramano de sus deseos, la posicionó como una de las grandes estrellas de una industria en la que lidió con el escrutinio sobre su vida privada con una admirable franqueza.
Steve Parker y un matrimonio abierto a otras experiencias
Mientras se preparaba para el rodaje que marcó su debut en cine de la mano del “maestro del suspenso”, MacLaine formalizaba, a sus 22 años, su vínculo con el empresario Steve Parker. En 1954, la pareja contrajo matrimonio y la familia se consolidó con la llegada de su primera y única hija, Sachi.
Durante décadas, MacLaine y Parker vivieron su matrimonio con la libertad de emprender otras relaciones si así lo deseaban y en muchas ocasiones descuidando el bienestar de Sachi, como ella misma contaría tiempo después. Según la hija de la actriz -quien siguió sus pasos y empezó a trabajar en 1985-, su papá era “verbalmente abusivo” y dañaba su autoestima constantemente. “Solía llamarme ‘la idiota’, no me permitía leer y me dejaba sola muchas veces, lo mismo sucedió con mi madre, quien se olvidaba de mí”, declaró Sachi en una ocasión, cuando recordó cómo, a sus 14 años, quedó varada en Europa porque tanto MacLaine como Parker se olvidaron de viajar para retirarla de un internado en sus vacaciones. “No éramos una familia tradicional”, reconoció la protagonista de Sweet Charity, quien en diálogo con la revista People en 2016 aludió a esa época de su vida al lado del productor.
“Nadie entendía lo que estábamos haciendo, pero nosotros sí. Steve vivía en Japón y yo estaba en los Estados Unidos todo el tiempo, así estaban dadas las cosas, cada uno con lo suyo”. MacLaine reveló que esa brecha les hizo replantearse la manera de vivir el matrimonio sin ataduras. “Para que la relación durara, sabíamos que teníamos que abrir la pareja”, declaró, aunque con un dejo de arrepentimiento. “Quizá lo mejor hubiese sido ser simplemente amigos, así hubiésemos evitado hablar de sexo, pero decidimos ser muy honestos el uno con el otro, yo le contaba todo sobre mi vida y él siempre hacía lo mismo, nos entendíamos de ese modo”, aseguró la actriz, quien se divorció de Parker en 1982, tras 28 años de casados.
El empresario murió el 13 de mayo de 2001 y MacLaine se enfrentó a la realidad que había estado eludiendo: el vínculo con su hija. “Ella fue una madre ausente”, contó Sachi en una entrevista televisiva. “Por mucho tiempo tuve traumas con la soledad y el abandono”, sumó. El tiempo y las incontables charlas acercaron a madre e hija, sobre todo cuando Shirley se convirtió en abuela y empezó a pasar más tiempo junto a Sachi y sus nietos, Arin y Frank. “La familia sanó gracias a que pudimos decirnos todo con franqueza”, aseguraron en declaraciones a la prensa.
"Quizá lo mejor hubiese sido ser simplemente amigos, así hubiésemos evitado hablar de sexo, pero decidimos ser muy honestos el uno con el otro, yo le contaba todo sobre mi vida y él siempre hacía"
Shirley MacLaine, sobre su matrimonio con Steve Parker, su único esposo
Cuando recuerda a Parker, MacLaine lo hace con extrema devoción. “Con él tuve mi primera relación significativa y fue el hombre que más me importó en la vida”, expresó y subrayó cómo los códigos de su matrimonio les permitieron a ambos disfrutar de sus anhelos personales. “Él necesitaba posicionarse en su trabajo y yo estaba de un lado al otro en Hollywood, éramos almas libres”, explicó la actriz que fue vinculada a diferentes figuras, desde los artistas Yves Montand y Dean Martin, pasando por el exministro de Relaciones Exteriores de Australia, Andrew Peacock, hasta el exprimer ministro de Suecia, Olof Palme.
Los romances y “las escapadas sexuales” de las que se arrepiente
“Tuve amantes espantosos”, le confió MacLaine a la publicación The Mirror, en relación con esos vínculos en los que avanzó porque así lo había pactado con su esposo, quien también mantenía romances sobre los que le contaba a la actriz. De acuerdo al testimonio de la ganadora del Oscar, entabló “muchísimas relaciones” a lo largo de su vida y también se entregó a noches de “desenfreno sexual” de las cuales se terminó arrepintiendo. “En una campaña política todo el mundo lo hacía”, contó, en cuanto a la experimentación sexual que nació cuando se volcó al activismo. “Yo no quería perderme nada ni quedarme afuera, así que en un mismo día tuve sexo con tres hombres, pero fue una decisión estúpida, ya que no me satisfizo en lo más mínimo”, expresó con candidez.
Por otro lado, MacLaine confesó que se enamoraba con facilidad, sobre todo de sus colegas, con excepción de Jack Lemmon (con quien formó una dupla inolvidable en los films del gran Billy Wilder, El apartamento e Irma la dulce) y Jack Nicholson (su partenaire en La fuerza del cariño y su innecesaria secuela, La vida continúa). “Siempre encontré a mis compañeros de trabajo muy atractivos, los actores tienen esa cuota de intriga que hizo que me enamorara muchas veces durante 30 años”, confesó la actriz, quien fue vinculada a Frank Sinatra, rumor que negó con un dato curioso.
“Frank (con quien protagonizó Some Came Running de Vincente Minnelli) no era precisamente la clase de hombre que me gustaba, era muy pequeño, muy flaquito, muy petiso. A mí me atraían los hombres complicados, los más robustos, como Mitchum”, reveló. En efecto, MacLaine y su colega en las películas Cualquier día en cualquier esquina y What a Way to Go!, el extraordinario Robert Mitchum, tuvieron un romance que duró tres años.
La relación que le quitó toda la energía: “Fue un trabajo”
Cuando Mitchum y MacLaine se enamoraron en 1962 en el rodaje de Cualquier día en cualquier esquina, no eludieron lo que les sucedía y se entregaron a un vínculo que duró más de lo pensado, sobre todo para la actriz, quien aseguró que su colega era “una persona muy compleja, todo un enigma a resolver”. En sus memorias, Shirley lo describió como un hombre “multifacético, tímido e irónico” en su modo de manejarse. “Esa timidez era llevada a los extremos”, se explayó MacLaine y sumó: “No era capaz de expresar lo que deseaba para su vida, estaba desapegado de todo, se convirtió en un proyecto para mí, un trabajo”. Mitchum estaba casado con su novia de toda la vida -y con quien permaneció hasta el momento de su muerte-, Dorothy Spence, pero vivió romances tanto con MacLaine como con Ava Gardner y Lucille Ball, entre otras figuras.
“Robert fue un desafío exquisito, viajamos juntos por el mundo, y yo me enamoré de sus complejidades”. De todos modos, tres años fueron suficiente para la actriz, quien se terminó hastiando de “la cobardía” de Mitchum. “Por mucho tiempo estuve interesada en los orígenes de esa cobardía excesiva, pero cuando empezó a comportarse sistemáticamente de ese modo me llevó al polo opuesto y ya no me resultó atractivo”, escribió la actriz.
En diálogo con Oprah Winfrey, MacLaine confesó que nunca se enamoró de hombres dulces. “Por eso no me atrajo Jack (Lemmon) porque era una persona encantadora, y a mí me gustaban aquellos hombres a los que tenía que arreglar de alguna forma, a los que tenía que descifrar, individuos dominantes en el plano sexual, complejos, peligrosos, aunque hasta un cierto punto”. De todas maneras, cuando se le preguntó por Jack Nicholson, la estrella de Hollywood aseguró que él fue su límite. “Jack era demasiado peligroso, demasiado en todo sentido, era incontrolable”, manifestó.
Esa manera descontracturada de expresarse, tanto en sus libros como en las numerosas entrevistas que ha concedido en su extensa carrera, es uno de los sellos de Shirley MacLaine, una mujer que no evita revisitar su vida y reflexionar acerca de qué la motivó a emprender diferentes aventuras, como el caso de esos romances que no solo no ocultó sino sobre los que se explayó con una naturalidad infrecuente en Hollywood, donde suelen primar las apariencias.
Como consecuencia, cada vez que tiene que elegir el personaje favorito de su filmografía, jamás vacila. “Siempre será Aurora”, expresó más de una vez, en referencia a Aurora Greenway, su rol en La fuerza del cariño, una mujer en la que se vio representada. “Ella se entendía a sí misma, se plantaba en lo que quería, y lo hacía con humor, con enojo, siempre queriendo seguir adelante para ver qué sucedía con su vida en lugar de adoptar una pasividad al respecto”, remarcó MacLaine, quien comparte con Aurora esa actitud temeraria, libre de imposiciones y sumamente enérgica.
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