Shia LaBeouf, otro niño actor dañado por la fama temprana
Que la infancia marca nuestras vidas como adultos no es un descubrimiento porque la psicología y la psiquiatría han hecho hincapié en ello. Si las experiencias vitales de esa edad temprana se unen a una fama desproporcionada, como le ha ocurrido a muchos de los niños que han triunfado en Hollywood, a veces el cóctel resulta explosivo. La factoría Disney ha sido una fábrica de de niños y niñas estrellas, elevados a la condición de ídolos de masas, que han tenido que batallar en su adolescencia o madurez con problemas de alcoholismo, adicciones, inseguridades y traumas infantiles. La lista es larga: Hilary Duff sufrió anorexia y problemas con el alcohol en su juventud. Justin Timberlake contó en 2013 haber consumido "muchos tipos" de drogas. Ese mismo año Zac Efron reveló su adicción al alcohol y la cocaína. Lindsay Lohan, Demi Lovato, Joe Jonas, Selena Gómez, Britney Spears y Christina Aguilera son otros de los que triunfaron de niños y han sufrido las consecuencias de mayores; con distintos resultados en cada caso, ya que algunos de ellos han logrado reconducir su vida personal y asentarse en la profesional después de pasar por centros de desintoxicación.
Shia LeBeouf, el intérprete de Transformers, es otro de esos niños prodigio que han llevado después una vida errática: accidentes, detenciones, adicciones, acusaciones de plagio... Él mismo se confesó en un comunicado en el que habló de sus problemas: "He estado luchando contra la adicción durante demasiado tiempo y estoy tomado medidas para asegurar mi sobriedad. Espero que perdonen mis errores. Gente a la que respeto, personas con las que siempre he querido trabajar, me miraron a los ojos y me dijeron: 'La vida es demasiado corta como para gastarla en eso". Una reflexión a la que añadió: "El alcohol o cualquiera de esos vicios te vuelven loco. No puedo jugar con nada de eso. Tengo que mantener la cabeza despejada".
El actor se encuentra inmerso ahora en otra especie de proceso de redención personal. Y esta vez lo está haciendo utilizando su profesión como herramienta. LeBeouf es el guionista y también intérprete de la película dramática Honey Boy, basada en su propia vida y en la de su padre y cuyo título coincide con el apodo que recibía el actor cuando era un niño. Se trata de una especie de autobiografía en la que, en uno de esos giros que da la vida, él interpreta el papel de su padre, con quien vivió una relación intensa no exenta de dolor.
El actor de 35 años habló en un podcast llamado Awards Chatter, de The Hollywood Reporter, sobre lo que ha significado para él revivir las partes más dolorosas de su infancia para llevar una historia, su historia, a la pantalla. LaBeouf ha confesado que siempre se sintió responsable de la separación de sus padres —ocurrida cuando él tenía cinco años— y ha admitido que cuando era niño sentía que "si tenían más dinero, no habría peleas". Trabajar como actor infantil lo vivió como una "oportunidad de minimizar el drama" en ese momento de su vida". Y agrega: "Era un niño normal en una situación extraordinaria".
En otras entrevistas ha afirmado: "Ha sido extraño fetichizar mi dolor, hacer un producto con él y sentirme culpable por eso. Lo percibía muy egoísta. Nunca pensé. 'Oh, voy a ayudar a la gente'. Ese no era mi objetivo. Me estaba cayendo a pedazos".
Una infancia difícil
Shia LaBeouf es el único hijo de Shayna, una bailarina que se convirtió en artista visual y diseñadora de joyería, y de Jeffrey Craig LaBeouf, un veterano de la guerra de Vietnam que terminó dando tumbos como mimo y payaso de rodeo en un circo. Una pareja a la que él mismo ha descrito como "hippies, gente extraña", pero que lo "amaron y a quienes amó". Él vivió con su madre humildemente cuando se separaron y a su padre, que también cultivaba marihuana, le recuerda "drogado" durante su niñez y adicto a la heroína, sustancias de las que intentó rehabilitarse en varias ocasiones.
En el podcast de The Hollywood Reporter, LaBeouf no obvió hablar sobre lo que fue ocurriendo en su propia vida mientras crecía. Afirmó que, después de su último arresto (ha habido más de uno y por diferentes causas que van desde conducir bajo los efectos del alcohol a peleas variadas) se dio cuenta de que había tocado fondo y dejó de beber. También se resignó a la idea de que si no acudía a pedir ayuda profesional terminaría en la cárcel.
La terapia acabó en un diagnóstico demoledor: síndrome de estrés postraumático . "Fue la primera vez que me dijeron que lo tenía", afirmó y agregó: "Pensé que era un alcohólico y que era con lo que necesitaba lidiar. Lo que no sabía es que había algo más que obstaculizaba mi capacidad de encontrar paz en mi vida y mi capacidad para tratar con las personas". Este proceso también lo ayudó a procesar el trauma que vivió como estrella infantil y a poder tratar con un padre alcohólico e impredecible. Todos estos elementos y reflexiones fueron las que utilizó para escribir el guion de Honey Boy. "Escribir sobre lo que pasó fue una "forma de sacar la muerte de mi vida y estrellarla contra la pared", afirma.
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