Sergio Verón, sobre la adopción de dos niñas junto a su pareja: "Las niñas ya nos llaman papá y papi"
Sergio Verón y Franco Verdoia esperan ansiosos la llegada a su casa de las dos hermanitas, de 9 y 11 años, que adoptaron y con quienes están en pleno proceso de vinculación. "La pandemia atrasó un poco todo pero vamos por buen camino", dice el kinesiólogo y profesor de educación física de Cuestión de peso. Se lo nota emocionado, tanto que se le quiebra la voz en algunos tramos de la charla con LA NACIÓN. Pero enseguida se recompone y da detalles de esta historia de amor que merece ser contada.
"Con Franco [Verdoia, director de cine, teatro y publicidad] estamos en pareja desde hace 12 años y siempre tenemos proyectos en común, más allá de que hacemos cosas distintas. Hoy tengo 52 años y muchas ganas de ser papá. Todo nuestro entorno es de nuestra misma edad más o menos, y algunos subrogaron vientres en Estados Unidos, Colombia o Europa. Teníamos la situación económica como para subrogar un vientre y sabemos de qué se trata, pero siempre me hizo ruido, sobre todo cuando empezó, que elegías el óvulo y la genética de este y del otro. Pero obviamente estamos a favor de subrogar vientres como una manera de formar una familia", explica Verón.
-Y eligieron el camino de la adopción…
-Cuando nos metimos y empezamos a averiguar sobre adopción, formal y legal, en el camino nos encontramos con gente que nos decía que si íbamos a tal provincia y hablábamos con tal persona, volvíamos con un bebé en brazos. Nos parecía aberrante todo eso. De a poco, empezamos a ver nuestra disponibilidad. Cuando hicimos el primer trámite, en el 2018, elegimos el rango de edad, entre 0 y 8 años, aunque después lo ampliamos hasta los 12 años.
-Fue todo bastante rápido, ¿no?
-Fue muy rápido todo. Asistimos a talleres, charlas y grupos y aprendimos muchas cosas, entre ellas que no necesariamente tenía que ser hasta 8 años y que tampoco tenía por qué ser un niño o una niña, sino que podían ser hermanitos. Eso nos fue abriendo la cabeza y entendimos que no estás en espera durante diez años para una adopción, salvo que sea para un solo niño de 0 a 1 año. La disponibilidad adoptiva aumenta la posibilidad de ser adoptante. Una de las cosas que tomaron muy en cuenta en las reuniones previas es el proyecto de familia, que hace 12 años que estamos juntos, la convivencia, la situación socioeconómica. Y nos dijeron que vieron una gran solidez en la pareja.
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-¿Surgieron dudas y miedos en el proceso?
-Sí, claro que hay miedos. Fue un proceso largo pero queríamos tener la posibilidad de formar una familia y fuimos al Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes del Gobierno de la Ciudad para sacarnos un montón de dudas y mitos sobre la adopción. Muchas personas nos preguntaban si sabíamos a lo que nos enfrentamos porque 'hay que ver el contexto social del que vienen esos niños'. Pero la verdad es que nunca nos vimos frente a una situación que nos haga replantear la decisión y volver para atrás. También pensábamos que ojalá fueran dos varones porque no sabemos cómo hablarles a las niñas de su primera menstruación, por ejemplo. Entonces le pregunté a mi hermana cómo lo había hablado con mi mamá y me contestó que nunca hablaron del tema, que lo aprendió con sus compañeras. Me armé una listita que decía salud, educación, familia. Era para marcar los aciertos y desaciertos que podíamos llegar a tener.
-Querían estar tranquilos...
-En salud, independientemente de que yo trabaje en la salud, tengo la posibilidad de una prepaga para las niñas. Punto tachado. Porque cuando te anotas, aceptas que pueden tener alguna enfermedad autoinmune o ser portadores de HIV, o tener diabetes. Y pensaba que son enfermedades crónicas que si están tratadas y medicadas, la persona puede vivir bien por el resto de su vida. De esa manera iba rompiendo con prejuicios propios. En cuanto a educación, puedo sostener una privada, y si van a una escuela pública puedo pagar una maestra particular si le cuesta aprender matemáticas. Y en cuanto al tema socio ambiental, nosotros compramos una casa chiquita. Es un PH antiguo en Paternal, que reciclamos y tiene escaleras y espacios ciegos y cuando vinieron a visitarnos del Consejo del Niño para ver cómo vivimos, les dijimos que sabemos que no es una casa apta para niños, que las escaleras no tienen barandas, y la terraza no tiene seguridad porque fue hecha para que vivan dos hombres grandes, solos. Pero pensamos en transformarla para que sea una casa segura para ellas. Y si es necesario, nos mudamos.
-Las ganas de ser padres son más fuertes que cualquier cosa.
-¡Sí! Pero nos dijeron que no hace falta hacer cambios en la casa, que solamente querían saber y ver cómo vivimos, entre cuatro u ocho paredes. Querían conocernos puertas adentro, en nuestro hogar. Nos dijeron que si queríamos hacer algún cambio en cuanto a seguridad, que lo hiciéramos pero que no compráramos acolchados rosas o celestes ni decorásemos una habitación infantil porque el día que lleguen las niñas, podemos armar su cuarto con ellas.
-Ya las conocen, ¿cómo es el vínculo?
-Las niñas son muy dulces, amorosas, buenas. Nos estamos vinculando muy bien. Ellas viven en un Hogar del Gobierno de la Ciudad, con otros treinta chicos que esperan ser adoptados y la mayoría son grupos de hermanos, de todas las edades. Las visitamos dos o tres veces por semana y merendamos, hacemos las tareas de la escuela, pintamos, jugamos. Nos regalaron barbijos tejidos por ellas, con hocicos de gatitos, El primer día que las vimos queríamos abrazarnos pero por la pandemia, chocamos los puños y los codos, y era tan distante... En un momento ellas pidieron permiso en el oído a la asistente social, para darnos un abrazo. Entonces dije: "No se los prohíban por favor".
-¿Tienen ya una fecha para llevarlas a casa?
-Es un proceso que está demorado por la pandemia. En un contexto normal podes buscarlas e ir a pasear, por ejemplo. Pero ahora los encuentros son en el Consejo de la Familia. Y quienes terminan decidiendo si se mudan o no son las niñas. Todavía no conocen nuestra casa porque hay muchos protocolos en tiempos de cuarentena. En estos días teníamos que ir por primera vez al Hogar en el que viven, pero se suspendió porque el Gobierno de la Ciudad hisopó en los Hogares con niños en estado de adopción. Las nenas estaban tristes porque pensaban vernos ese día e hicimos videollamada. Si fuese por ellas, ya estarían en casa pero hay un equipo de psicólogos, psicopedagogos, abogados que trabajan en cada detalle. Todos los niños que están en Hogares quieren ser adoptados y tener una familia. La gente del Consejo de los Derechos del Niño nos contaron que no hay casos de niños que se arrepienten de la familia que los adopta, pero que algunas familias los devuelven. Vivimos una situación muy fea un día que devolvieron a un nene que lloraba y no lo podíamos creer. Hacen un trabajo milimétrico y muy bueno para garantizar que la adopción funcione y no ocurran esas cosas pero puede pasar.
Dos padres preparados
Aunque todavía no pueden decir el nombre de las nenas porque faltan algunos trámites, Sergio relató que ellas ya los llaman papá. "Un día nos dijeron que tenían un problema porque pensaron que si decían papá, en casa íbamos a responder los dos a la vez. Y decidieron, después de pensarlo mucho, que yo soy 'papá' y Franco es 'papi'. Y nos advirtieron que si dicen 'papi' yo no salga corriendo porque están llamando a Franco, y que si dicen 'papá', que Franco no se haga cargo porque me llaman a mí", explica con ternura.
-¿Organizaron ya la rutina cotidiana?
-Si claro. Los dos trabajamos mucho y viajamos también por trabajo, él a filmar y yo a congresos. Por eso tenemos a dos señoras que van a estar en casa de lunes a viernes, para ocuparse de la comida y de lo que sea necesario cuando no estemos. Ellas van a seguir yendo al mismo colegio porque allí tienen a sus amigas, a sus maestras. Tienen clases virtuales ahora y ya les contaron a todos sus compañeritos que tienen dos papás. Nuestras familias se enteraron hace poco porque nunca sabés cuándo se va a concretar y no queríamos crear falsas expectativas.
-¿Fue una sorpresa?
-Nadie sabía nada y a Alberto [Cormillot] se lo conté hace un mes, cuando empezamos la vinculación con las niñas. Nuestras familias comparten totalmente nuestras vidas, aunque la mía vive en Mar del Plata y la de Franco en Las Varillas, en Córdoba. Además tenemos toda una red de amigos y de confianza. Amigos que son familias con hijos e hijas y las niñas ya tienen tías, tíos, primos, primas, abuelos y abuelas que quieren cuidarlas y todos están armando planes. Y nosotros felices. Por otra parte, también trabajamos esto en terapia, juntos y cada uno por separado. Queremos ser padres y estamos en condiciones de poder sostener a dos niñas.
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