Sergio Dalma repasa su carrera: "'Bailar pegados' es mi ADN"
Hizo incontables viajes a nuestro país, al que considera su segunda casa. Esta vez, en gira promocional, Sergio Dalma presentó su disco 30… y tanto, para festejar tres décadas con la música. Y adelantó que su Tour 2020 lo llevará el próximo 30 de mayo al Quality Espacio, en Córdoba, y el 5 de junio al Luna Park. "Parece una frase hecha pero estos treinta años han pasado muy deprisa", reflexiona el cantante en una charla íntima con LA NACION. En este nuevo trabajo, Sergio Dalma compila algunos de sus éxitos de siempre con tres temas inéditos que marcan su futuro.
"Empecé a los 16 años cantando en orquestas y night-clubs de Barcelona, y me acompañaba mi papá porque yo era menor de edad. Al poco tiempo les propuse a mis padres, María Rosa y Jaime, dedicarme profesionalmente a la música y me dijeron que si, siempre y cuando no abandonara mis estudios. Pero llegó un momento en que era un poco incompatible. Estudiaba la carrera de filología románica francés-italiano y me dieron una beca para continuar mis estudios en Siena, Italia. Era complicado", recuerda el cantante.
–¿Siempre quisiste ser cantante?
–De pequeño era de aquellos niños que en el festival de fin de curso de la escuela era el primero en subir al escenario, y no solo a cantar sino también a hacer el payaso. Me gustaba el escenario. Y me imagino que también influyó mucho la música italiana que sonaba siempre en casa de mis padres. Recuerdo que me regalaron un tocadiscos que era como un maletín, que levantabas la tapa y salía el alta voz. Me llamaban la atención esas voces que eran muy distintas a las que yo estaba acostumbrado a escuchar. Creo que eso me marcó. Mi hermano menor es médico y yo, la oveja negra de la familia.
–Pero llevás tus canciones a todo el mundo.
–A veces hablo de eso con mis padres. "¿Os acordais cuando tomé la decisión?", les pregunto. "Tenías razón, esta era tu vida", me dicen. Pero a madre le hubiera gustado más, quizá, que tuviera un trabajo anónimo, y no estar expuesto al público. "Porque yo lo paso mal", me dice. Y le contesto: "mami, ni que fuera un torero" (ríe con ganas). Les cuesta, pero reconocen que he nacido para esto.
–¿Deseaste otra vida alguna vez?
–Ahora que lo pienso, me gustaba mucho la actuación. Una manager importante, al inicio de mi carrera, me propuso empezar en el mundo del cine, pero en ese momento sentí que necesitaba luchar por la música y dedicarme de lleno. Me arrepiento en el aspecto de que, quizá, podría haber sido mejor artista. No por ser actor pero me hubiese enriquecido más. Si hoy me propusieran hacer una serie aceptaría, si me siento a gusto. A muchos directores de cine de España les digo: "llamadme aunque sea de bulto". Porque me gusta respirar el ambiente. El año pasado participé de una película cómica que se llama Perdiendo el Este, en la que canté "Bailar pegados" con mi banda.
–Sos de perfil muy bajo, apenas se sabe que tenés un hijo. Y nadie conoce a tu pareja.
–Si, mi hijo se llama Sergi, tiene 24 años y se dedica a la gastronomía. Siempre he sido muy reacio a mostrar mi vida privada. He intentado, y creo que lo he conseguido, que el personaje no se comiera a la persona. Al principio costaba un poco pero aprendí a desconectar y cuando termino mi trabajo soy un personaje de a pie, como cualquiera. La privacidad de mi vida es mía. Todos pueden juzgar mi trabajo pero mi vida y mi persona son míos. Nunca contesto si estoy o dejo de estar en pareja porque es algo que me afecta a mí. Y el público sabe respetar esto.
–Quizá es interesante mantener cierto misterio y que no se sepa si tu cantante favorito está soltero o no.
–Nunca he pretendido jugar con ese misterio. Me llevo bien con los paparazzi y los medios de prensa del corazón. Si me hacen unas fotos, los saludo porque respeto su trabajo. Pero ahora en cualquier lado puedes tener un paparazzi, solo se necesita un teléfono. Nunca digo que no a hacerme una foto con alguien pero no me gusta que me saquen fotos escondidos, de lejos, intentando que no me dé cuenta: me siento como monito de feria. Les pido que no lo hagan y vienen y se hacen una foto conmigo y yo encantado.
–Contabas que empezaste cantando en orquestas, ¿cómo se dio el salto a la música profesional?
–Yo era feliz en las orquestas y canté jingles para radio y televisión durante cinco años en los que conocí a muchos músicos, estudios de grabación y me gustaba el ambiente. Dos de los músicos me propusieron hacer demos, los presentamos en varias compañías y nos dijeron que no. Era un momento de muchas bandas, salvo los solistas consagrados. Pero hubo una compañía independiente y pequeña que se dedicaba al flamenco y quiso hacer un experimento pop conmigo y grabamos "Esa chica es mía". Y yo pensé: "qué bien, grabé mi primer disco y ya vuelvo a las orquestas". Pero no, vino otro disco y otro y otro.
–Se fue dando naturalmente y hasta vos te sorprendiste.
–Sí. Al día de hoy todavía pienso: "oye, trabaja y disfruta como si fuera el último disco". Y cada vez que saco un nuevo disco me digo: "disfrútalo como si fuera el primero". Hay que prepararse por si llegas a ser el número uno pero, sobre todo, hay que prepararse para cuando no lo seas.
Mi músico de cabecera que me acompañó toda mi vida y admiro mucho es Joan Manuel Serrat
–¿Y cómo te preparaste?
–Tengo asumido que este es mi trabajo y yo soy feliz subido a un escenario. Una vez cantaré delante de diez mil personas y llegará un día que tal vez lo haga delante de 500, pero estaré en un escenario. Creo que es muy importante trabajar en equipo y soy uno más que aporta ideas. Decimos en broma que hay una marca que se llama Sergio Dalma y yo soy el vocalista de esa marca, una pieza más.
–¿Y cómo son esas reuniones de trabajo?
–Preparamos los show para el año que viene. Yo creo que tenemos que hacer un show especial, muy pensado para el fan de estos treinta años. Por eso recuperamos canciones que hacía tiempo que no cantábamos, y otras que no he cantado nunca. Reconozco que a veces puedo tener buen olfato y otras no. Por ejemplo, me proponen un single y yo no lo veo, pero me dicen que va a andar y termina funcionando muy bien (ríe). Si acertamos, acertamos todos, y si nos equivocamos, me equivoco yo. En este proyecto tratamos de resumir treinta años en un disco y era complicado. Faltan muchas canciones pero la premisa de este trabajo era que estén las canciones que son mi columna vertebral y luego rescatar las canciones que son como caras B, que no se les dio importancia en su momento pero con el tiempo te das cuenta de que es una linda canción que pasó desapercibida y que valía la pena volver a recuperar. Y es lo que hicimos.
–Y hay temas nuevos.
–Sí, muestro tres canciones nuevas que apuntan a lo que tiene que ser este futuro. Me pongo metas a corto plazo. Y ya con 55 años digo que hay que vivir mucho el presente y disfrutarlo. Sigo teniendo pasión por este trabajo pero también me tomo todo con más calma. La música es jugar con las emociones. Y cuando consigues salir al escenario y emocionar a la persona y abstraerle de sus problemas, entonces el objetivo está cumplido.
–¿Cómo es tu día a día cuando no sos Sergio Dalma?
–En mi día a día soy Josep Capdevila. Llevaba 27 años viviendo en Madrid y el año pasado me mudé otra vez a Cataluña, a un pueblito en la zona de Girona. Mis papás se van haciendo mayores y tenía ganas de volver. Y allí soy el Josep. Pienso que cada persona que se va de su tierra es consciente de que pasarán los años pero tarde o temprano vuelves a tus raíces. Y yo lo decidí hace un año y estoy feliz de haberlo hecho, no por recuperar ese tiempo pero si por estar cerca de mi gente. Mi hijo vive en una zona de Alicante. Pero con el AVE, el tren, estamos todos conectados. Ese cambio no costó nada. Y cada dos semanas voy a Madrid. Cuando no soy Sergio Dalma hago lo que hace la gente cotidianamente: ir al mercado, hacer la compra, disfrutar de mis amigos, pasear, hacer algo de deportes para mantenerme en forma. Hago pilates para mi espalda, y hago spinning. Paseo mucho por la montaña porque vivo en un pueblecito y tengo la montaña cerca.
–Sé que te gusta leer.
–Me gusta mucho leer. Es mi ritual acostarme leyendo y luego del desayuno también leo un rato. Me gusta mucho leer novelas y en papel. Soy de esos que cuando tiene un día gris, me animo yendo a una librería o una vinería. Es la manera de alegrarme. Veo qué libros hay, leo las sinopsis, veo autores y salgo con varios libros. Si el libro es muy grueso, me lo descargo en el libro electrónico pero lo tengo en papel. No presto libros ni acepto que me los presten porque los libros tienen parte de ti. Y escucho todo tipo de música. También por deformación profesional. Escucho artistas en castellano, en inglés, en italiano. Y todo tipo de géneros. Me da mucha rabia cuando se tiende a etiquetar. Hay una manía. No, ¡todo es música! No hay que tener prejuicios en fusionar.
–Seguramente a un autor le gustan todas sus canciones, ¿pero hay alguna preferida? ¿Una que te haga recordar algo especial?
–Sí, claro. Y tengo algunas que me trasladan a determinado momento o me recuerdan a alguien. A veces escucho alguna para que me anime. Es mentira que todas las canciones nos gustan por igual. De 30… y tanto es difícil quedarme con una porque hay mucha elección personal. Cada disco que sacas es una radiográfica de una etapa de tu vida. Eso me pasó con "Bailar pegados", que es mi ADN. O "Galilea", "Esa chica es mía", "Sólo para ti". Pero a la vez quise recuperar una canción como "El mar de tus caricias", que es un poema. O "Bajito y al oído". Al final siempre prefieres a unas más que otras.
–¿Y tenés un colega predilecto, uno que admires mucho?
–Varios. Cuando empiezo a calentar la voz, antes del show, hago una serie de ejercicios y luego me motivo escuchando canciones de otra gente. Mi músico de cabecera que me acompañó toda mi vida y admiro mucho es Joan Manuel Serrat. La persona, el personaje. Tuve la oportunidad de conocerlo y me pareció un ser maravilloso. Recuerdo que estábamos en el Festival de Viña del Mar, en Chile, y ese año coincidimos Luz Casal, Serrat y yo. En un momento, me dan un golepcito en la espalda y me dicen: "¿cómo estás Josep Capdevila?". Y era él. Me deshice. Me hizo mucha ilusión conocerlo. Lo he cruzado otras veces luego. Y admiro al italiano Zucchero, con quien tuve la oportunidad de cantar en un festival de Nelson Mandela y fue divino.
–¿Hay un secreto para tu vigencia?
–No sé si hay una fórmula. Intento disfrutar mucho de lo que hago. Cuando decidí ser cantante era porque me apasionada. Y me sigue ilusionando mucho cada proyecto. Si eso se pierde, se pierde la magia y tienes que dejar. Mi política es pensar que lo mejor está por llegar, reinventarse, evolucionar, conocer a tu público y seguir disfrutando.
–¿Y cómo es tu público?
–De alguna manera hemos crecido juntos. Entonces se suma gente joven de una forma natural y espontánea. En ningún momento pretendí desvirtuar mi estilo para intentar captar otro público más joven porque es anti natura y no funciona. Ha habido un relevo generacional con esos jóvenes que me escuchan y que son padres y vienen con sus hijos. Me encanta, es divino. Me gusta ver a aquella niña que ahora viene con su esposo y su bebé y me dice: "mira, esta es la nueva generación que te va a escuchar". Eso me emociona mucho.
–¿Sos tan romántico como tus canciones?
–No. Creo que sería demasiado empalagoso. Seria merengue (ríe). Pero algo sí. Soy de aquellos que todavía regala flores y me gusta preparar una cena romántica, cocinar con mi copita de vino en la mano. El otro día vino un grupo de amigos y les preparé una focaccia, un pollo guisado, una tortilla de patatas. Me gustan esas veladas de mesas largas, charlar un poco de todo.
–¿Qué música elegís para esas cenas románticas?
–Nunca una canción mía. Eso seguro (ríe). Soy de esos que la pasa fatal cuando escucha una canción suya. Una vez, con mi hijo, entramos en un shopping y sonaba una de mis canciones. No sabíamos qué hacer, al final nos fuimos. Lo paso fatal. No me gusta porque además me escucho y pienso que debería haber hecho tal o cual cosa. Es otra la escucha. Siempre me hago críticas. Si grabas un disco ahora y al final del tour vuelves a grabarlo, sería totalmente distinto porque el vivo te hace cantar cada día distinto y sales al escenario según tu motivación y estado anímico. Tuve el acto masoquista de escuchar toda mi discografía para preparar este disco. Inclusive había canciones que ya no recordaba. Fue un buen ejercicio, pero no acostumbro a escuchar mis discos.
–Esa chica es mía fue tu primer disco y hoy, con el empoderamiento femenino, la letra no suena bien. ¿Crees que algunas canciones quedaron demodé? Aunque, se sabe, no podemos juzgar con este paradigma lo que se hizo hace treinta años.
–Sobre todo el respeto hoy y siempre. Trabajo en una oficina con mujeres, mi manager es mujer y el equipo, en su mayoría, también. En la revisión de los temas del disco les pregunté qué hacíamos con "Esa chica es mía". De verdad, hay que dejar los temas como están, no se puede cambiar la letra. Pero si hoy recibiera un tema como ese, me lo pensaría dos veces. Bailar pegados fue mi segundo disco, aunque aquí se dio a conocer primero. Es del 91, pero está vigente y he hecho diez versiones, hasta en reggae. "A buena hora" es una canción que impactó mucho a la gente por la temática, por mi look, me salieron las canas. Fue un cambio en mi carrera y cuando me la propusieron dudé porque no la veía para mí. Sin embargo fue el single y funcionó. Por eso hay que trabajar en equipo y escuchar al resto.
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