Selena Gomez expone en un documental sus peores miedos con crudeza inusual y admirable honestidad
My Mind and Me, que acaba de estrenar Apple TV+, es un recorrido en primera persona por los años más duros de la vida de la estrella, que habla sin tapujos de sus problemas físicos y mentales
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“¿Quieres escuchar una parte de mi historia? / Traté de esconderme en la gloria / Y barrerla debajo de la mesa / Para que nunca lo supieras”. Los versos de “My Mind and Me” (Mi mente y yo), la canción más descarnadamente autobiográfica de Selena Gomez, resumen en pocas palabras todo lo que se ve a lo largo de una hora y media en el extraordinario documental del mismo nombre que acaba de estrenar Apple TV+.
No es la primera vez que una estrella elige este formato narrativo para confesarse o mostrarse “tal como es”. Nada casualmente, otra gran estrella de origen y apellido latino, aunque perteneciente a otra generación, eligió este año convertirse en protagonista de un documental sin una sola gota de maquillaje para mostrar cómo se animó a sobrellevar un momento de dura caída anímica y profesional y cuál fue el camino para su recuperación. En Halftime, testimonio sincero, honesto e impecable en su realización disponible en Netflix, Jennifer Lopez deja a la vista todos los dolores del alma y del cuerpo en esa lucha, pero con un propósito declarado: la afirmación de su identidad.
Con Selena pasa otra cosa. Como a Jennifer, aquí la vemos llorar (varias veces) a cara lavada, pero el dolor es mucho más profundo porque tiene que ver con una pregunta que todavía se siente incapaz de responder del todo: ¿qué pasa dentro de su cabeza? Jennifer Lopez deja bien claro en Halftime que quiere ser una estrella y trabaja para lograrlo. A Selena, en cambio, ser estrella no le hace bien y prefiere salirse de ese lugar; resolver ese dilema la lleva a elegir el camino más arriesgado para cualquier artista, porque cuando lo acepta y decide recorrerlo debe renunciar por completo a cualquier afirmación de amor propio. Despojarse de su ego.
“A veces me siento como un accidente / la gente mira cuando está pasando por ahí / nunca verifican cómo está el pasajero / solo quieren el show gratis”, dice la letra de la canción. My Mind and Me, el documental, es la traducción en imágenes de esa confesión. Un diario oral y visual de cinco años (de 2016 a 2020) dolorosos, llenos de sufrimiento físico y mental, expuestos con una crudeza inusual y una honestidad admirable.
Acostumbrada a las reglas del showbiz desde que debutó a los 7 años en el show del dinosaurio Barney, Selena habla, se hace preguntas, sufre, vacila, se enoja, llora, vuelve a creer, sueña y dice todo lo que le gusta y lo que no le gusta como si no tuviera al lado suyo una cámara que registra momentos personalísimos de confidencias, revelaciones e interrogantes.
Cada momento equivale a un nuevo desahogo. Y en algunos pasajes, el material parece haber quedado tal como se registró. Ni siquiera hace falta tomarse el cuidado de editarlo. Casi no hay cortes abruptos en un discurso que siempre deja a la vista la conciencia de una persona que tiene cada vez más claro que algo en su cabeza no anda nada bien.
Al principio, My Mind and Me nos muestra cómo el cuerpo le va cobrando a Selena las primeras facturas, que inmediatamente se trasladan a su estado de ánimo. En un momento vemos que ella no puede más y la exigente gira que lleva adelante en 2016 se frena abruptamente. Ese tramo inicial del documental anticipa, de boca de la propia Selena, un diagnóstico cada vez más preocupante.
La suma puede ser devastadora; asoman los síntomas del lupus y el trasplante de riñón se hace inevitable, pero con toda su carga en el fondo no son nada al lado de lo más grave: los trastornos de ansiedad, los desórdenes mentales, los riesgos de caer en una depresión. La letra de “My Mind and Me” lo corrobora: “Mi mente y yo / a veces no nos llevamos bien y /se vuelve difícil respirar”.
Para resolverlo, Selena elige mostrarle al mundo que una persona tan famosa, admirada e idealizada, puede sentirse (como también dice la letra de “My Mind and Me”) como una carga para sí misma. Al narrar sus penurias mentales sin tapujos, al reconocer que le cuesta mucho salir de la oscuridad de sus pensamientos, al aceptar la desigual lucha que la enfrenta “contra algo que mis ojos no pueden ver”, Selena se deconstruye por completo, deja de lado la glamorosa imagen que transmite desde el escenario, quiere tomar distancia de los rituales vacíos impuestos por las reglas del marketing.
También espera que el mundo sepa que su vida de estrella exitosa que tiene todo a su alcance ya no funciona. Esa existencia, en vez de darle todas las previsibles satisfacciones de una vida material holgada y sin complicaciones puede transformarse, si no la cambia a tiempo, en el camino seguro hacia la destrucción lenta e irreversible del sentido de las cosas. Tiene que encontrar de alguna manera dentro su propio ser las claves para entender todo lo que pasa dentro de su cabeza.
Cuando la vemos convencida de esa búsqueda, pero todavía incapaz de lograr las respuestas, empezamos a entender por qué hay figuras que en la cumbre del éxito, cuando en apariencia parecen tener todo a disposición para sentirse plenas y felices, terminan sometidas a un espiral incontenible de angustia y dolor que las puede llevar en algunos casos a un punto de no retorno.
En su imperiosa necesidad (que se impone casi como un mandato) de abrir la cortina de sus profundos problemas mentales y hacerlos públicos, Selena empieza a encontrar el remedio. El documental es la crónica en primera persona de ese descubrimiento y de la voluntaria búsqueda de una salida que empieza a vislumbrarse. Selena nos muestra en ese camino su voluntad de ir renunciando de a poco a todo lo que suele mostrar el mundo público de una artista de sus características: promociones varias, rutinas banales, entrevistas en serie llenas de preguntas superficiales. “Me siento un producto”, admite en un momento de desazón.
En su voz, el testimonio adquiere una sinceridad demoledora. Lo entendemos todavía más cuando al mismo tiempo declara, como dice en otro momento de la canción, que no cambiaría su vida junto a “todo el impacto, las llamas y los quiebres que conozco ahora”. Está a la vez profundamente convencida que a mucha gente desconocida le pasa lo mismo y por eso decide transparentar lo que le pasa. “Tal vez alguien que está sufriendo se sentirá un poco más seguro / no son los únicos perdidos”.
Los mejores momentos de My Mind and Me tienen que ver con los sucesivos intentos de esa escapatoria, sobre todo a través de viajes purificadores, búsquedas varias y regresos al origen. Hay un tramo extraordinario que la muestra de regreso a su terruño natal de Grand Prairie, Texas, un lugar que deja a la vista el costado social más desfavorecido de la vida en Estados Unidos: recursos escasos, necesidades insatisfechas, futuros inciertos, resignación. También, en medio de esas condiciones, Selena pasó su infancia.
Allí se registra el reencuentro con la escuela en donde sufrió constantes episodios de bullying. O el regreso a la casa de su vecindad que sigue conservando la bella casa de muñecas que la deslumbraba cuando era chica. Allí vive una mujer mayor, casi postrada, que mantiene con Selena un diálogo conmovedor.
Todo eso se ve junto a pequeños fragmentos de videos caseros de la pequeña Selena, criada en los años 90 por una madre adolescente que tuvo que dejar la escuela secundaria después de dar a luz, sin una figura paterna cercana. Esa necesidad de afecto se expresa también durante la crónica de un viaje secreto con fines benéficos a Kenia que más tarde se convertirá para Selena en profunda decepción cuando descubre que algo no funciona bien en la institución que alentó esa visita.
La acompaña, como casi siempre, su inseparable amiga Raquelle Stevens, un rostro familiar para quienes vieron las dos temporadas del muy logrado reality documental sobre cocina disponible en HBO Max que tiene a Selena como protagonista. No tardamos en entender por qué Selena + Chef es uno de los efectos positivos del recorrido de autoexploración encarado por la joven artista en My Mind and Me.
La cámara que sigue a Selena a todas partes y la muestra mientras se toma la presión, se saca sangre o se hunde en medio de un cansancio físico y monumental en una cama nunca resulta indiscreta. Es la propia Selena la que quiere que veamos todo lo que le pasa. Está convencida de que es posible de esa manera ayudar a quienes atraviesan la misma situación.
Entre tantas y tantas confesiones, admitirá en un momento que la vocación filantrópica es su sueño más preciado. Al final del relato quedarán a la vista los primeros resultados concretos de esa acción, como el impulso a Rare Impact Fund, la iniciativa creada por Selena con el propósito de recaudar fondos para la asistencia de personas jóvenes con problemas mentales.
También al final la vemos otra vez en Grand Prairie, pero ahora recorriendo el lugar con un barbijo. Estamos ya en tiempos del Covid-19, pero la imagen, breve, no es gratuita ni redundante porque inmediatamente pensamos al verla en los devastadores efectos que dejó la pandemia en la salud mental de las generaciones más jóvenes de todo el mundo. El mismo problema que decidió enfrentar Selena.
A lo largo de 95 minutos llenos de genuina emoción ajena a cualquier sentimentalismo, Selena Gomez nos contó parte de su historia. Y seguramente vamos a aprender mucho de ella.
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