En una extensa charla con LA NACION, el exitoso productor repasó la historia de su productora Underground, adquirida por NBCUniversal Telemundo; el suceso de El marginal en Netflix, la influencia de sus padres Palito Ortega y Evangelina Salazar y el vínculo con sus hijos
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“Lo que más me enorgullece de mi carrera es que, habiendo pasado más de 2O años, sigamos evolucionando y generando contenidos innovadores y de alta calidad. Como dice el refrán ´lo difícil no es llegar sino mantenerse´”. Sebastián Ortega no puede evitar reconocer la satisfacción de haber desarrollado un camino sostenido con coherencia que le ha permitido construir un nombre propio, más allá de su apellido de estirpe estelar.
“No todo lo que hacemos funciona bien, aunque la balanza da a favor de los éxitos. Además siempre hicimos lo que quisimos y eso ya es importante más allá de la repercusión”, sostiene el productor, uno de los hombres más creativos del medio al que muchos consideran un gurú de la televisión. La extensa charla con LA NACION se desarrollará en el amplio living de una estupenda casa rodeada de una vegetación exuberante en una zona del conurbano que aún conserva cierta atmósfera pueblerina y rural.
-El éxito te sucedió en reiteradas oportunidades, ahora lo transitás con la cuarta temporada de El marginal. ¿Cómo lo vivís?
-Se vive con mucha alegría, sobre todo por el trabajo que implica hacer un programa de televisión, donde existe un nivel de complejidad muy alto y una escena de dos minutos puede implicar dos días de trabajo. Pero esa exigencia me da una gran felicidad, ya que no solemos tomar el camino más fácil para obtener los resultados. Somos de asumir riesgos y de abordar temáticas complejas, con el grado de responsabilidad que eso implica y convocando a los mejores profesionales.
La serie El marginal, creación y producción de Sebastián Ortega, cuya historia original desarrolló junto a Israel Caetano, es una de las propuestas de ficción de factura nacional más arriesgadas de las últimas temporadas. El lúgubre universo carcelario retratado en la historia con precisión hoy se ubica entre las propuestas más vistas de la plataforma de Netflix. Protagonizada por Juan Minujín, Martina Guzmán, Claudio Rissi, Gerardo Romano, Ariel Staltari, y Nicolás Furtado, entre otros nombres, cuenta con producción general de Pablo Culell y dirección de Alejandro Ciancio y Mariano Ardanaz. El material, responsabilidad de Sebastián Ortega y Marcos Santana, fue realizado por Underground, la productora de Sebastián Ortega que fue adquirida por NBCUniversal Telemundo.
-Tengo entendido que el mundo carcelario te genera cierta atracción.
-Es cierto.
-¿A qué se debe?
-En términos creativos, hay algo del encierro que me resulta muy atractivo. Una vez que te quitan la libertad, te la tenés que inventar. Me parece que la convivencia en un espacio tan opresivo y limitado, con reglas tan estrictas, hace que las personas tengan que generar sus propios códigos.
-¿Hubo un disparador que te llevara a vibrar con esas realidades?
-Era muy chico cuando vio Escape de Alcatraz y eso disparó algo. Luego llegaron historias más complejas como American me, pero no fue fácil instalar la temática.
-En 2002 se estrenó la serie Tumberos, dirigida por Adrián Caetano, ahí hay una semilla.
-Cuando ingresé a Ideas del Sur, puse como condición que me tenían que avalar para hacer ese proyecto. Y así fue. Primero se la ofrecimos a Telefe y nos sacaron carpiendo, hasta que, finalmente, vio el material Juan Cruz Ávila y se pudo estrenar en América.
-Antes de rodar esa ficción, ¿habías ingresado a un penal?
-Cuando viví en los Estados Unidos, del ´85 al ´98, en el colegio nos llevaban a la cárcel y también me ha tocado visitar amigos que habían caído presos.
-¿Cuál era el objetivo de llevar alumnos a una cárcel?
-Nos daban charlas los convictos, como una forma de mostrarnos cómo funcionaba el sistema carcelario y para que entendamos a qué se consideraba delito. Era una manera de concientizar y prevenir.
Ortega conoce las reglas del juego y sabe que involucrarse con un tema tan álgido podría encender algunas voces encontradas: “Escuché comentarios donde se decía que criticamos al sistema carcelario, pero no es así. Nosotros generamos nuestra cárcel con nuestros personajes, es una ficción que se toma libertades. Investigamos mucho sobre qué significa el encierro e hicimos trabajo de campo conociendo de primera mano esa realidad”, sostiene Ortega, quien, a los 48 años tiene un cuerpo trabajado, cuya piel ofrece una impactante geografía de tatuajes.
Cordial, ofrece un brunch, luego de la sesión de fotos que se desarrolló en la cochera de la casa, donde descansan varios automóviles de colección, y en el muy cuidado jardín en el que se destaca una torre alta que sostiene a un impresionante tobogán tubular, digno de un parque acuático, que termina en la pileta.
Al hablar, Sebastián Ortega es recurrente en apelar a la primera persona del plural. El “nosotros” es lo que abunda, convencido del trabajo de todo un equipo liderado por él: “Mi familia y mis amigos dicen que tengo características de líder desde que era chico”, reconoce el productor, sin desmentir, pero sin regodearse en la característica innata. “Supongo que se debe a que siempre supe qué quería o, viéndolo desde otro punto de vista, tuve y tengo muy claro qué cosas no quiero para mi vida. Eso hace que me sea fácil tomar decisiones y ver la capacidad de la gente que me rodea con mucha claridad”, afirma el hijo del cantante y compositor Ramón Palito Ortega y de la actriz, retirada de la actividad desde muy joven, Evangelina Salazar.
Ortega, en un plano de intensa productividad, cuando las cosas le salieron bien, y casi siempre le salieron bien, celebra, aunque no se regodea en la euforia laudatoria: “Me dura poco, enseguida estoy pensando en lo que viene”.
-Imagino el orgullo de ver plasmado en pantalla un proyecto nacido bastante tiempo atrás.
-Me da satisfacción poder enaltecer el talento argentino.
-Que los productos se vean en plataformas de entretenimiento de alcance internacional, ¿implica otros números de producción?
-No, trabajamos con presupuestos muy acotados. En El marginal manejamos el mismo presupuesto de las dos últimas temporadas y a eso hay que sumarle el alto costo para implementar los protocolos sanitarios que son indispensables en este tiempo de pandemia.
-Además siempre es un riesgo producir en un país sin reglas económicas claras que van variando permanentemente.
-Es así, pero son los riesgos que uno asume. La satisfacción del resultado final de cada proyecto complementa todo lo otro.
Mientras El marginal sigue exhibiéndose, Ortega aguarda por el estreno de la serie Diario de un gigoló que Telemundo estrenará este año y sigue de cerca la realización de la adaptación de Historia de un clan para el mercado latino, material que marca el regreso de Fernando Colunga a los sets. Esta versión contemplará algunas licencias con respecto al caso real en torno a la familia Puccio.
Orígenes
“Mi preparación fue frente a la pantalla. Cuando iba al colegio, aprovechaba las dos o tres horas que me permitían mis viejos para ver televisión. Hay algo de las pantallas que me resulta muy atractivo”, sostiene Ortega, recordando aquellos tiempos de rebeldías familiares con tono naif. “Como me tenía que levantar muy temprano, mis viejos me hacían acostar temprano, pero yo esperaba que ellos se fueran a dormir para ir a mirar televisión, ya que las horas permitidas no me alcanzaban. Esperaba a que se durmieran para ir a ver Los profesionales, una serie que me gustaba mucho”, agrega.
-¿Nunca te descubrieron?
-No, era cuidadoso y me ponía unos viejos auriculares de radio para que nadie escuchara. Como el cable no era muy largo, me pegaba a la pantalla, así que tenía la vista quemada de tanto estar frente a la tele.
-Por lo visto, el gen por la televisión te acompañó siempre.
-Desde chico me despertó admiración todo lo vinculado a este mundo, pero nunca pensé que iba a terminar trabajando en el medio.
-Tu familia está atravesada por la expresividad. Todos tus hermanos, de una u otra forma, canalizan la vocación artística o están vinculados a la producción.
-Es así, pero mis hermanos sabían a dónde iban y yo no. Emanuel, a los tres años, tocaba la guitarra y cantaba; Julieta se paraba arriba de la mesa y actuaba... todos tenían una vocación marcada.
-¿Cuándo despertó tu vocación?
-Me di cuenta de grande. Un día, en el campo de mis viejos, hablando con el querido y recordado Carlín Calvo, quien ya había tenido su primer ACV y tenía algunas limitaciones físicas, hablábamos sobre cómo él anhelaba la posibilidad de volver a actuar y eso me motivó. Volviendo en el auto, se me ocurrió una historia para que él hiciera. Ahí empezó todo. Después de eso, me convocaron de Ideas del Sur.
-¿En qué derivó el encuentro con Carlos Andrés Calvo?
-Hicimos El hacker y Costumbres argentinas.
-Estos títulos bajo el ala de Ideas del Sur.
-En realidad, fui productor independiente solo un año y, enseguida, me convocaron de Ideas del Sur.
El camino profesional lo llevó a partir de aquella compañía a fundar Underground. Años después, por esos caprichos del destino, Ortega firmó el 14 de agosto de 2019, la adquisición de su productora por parte de NBCUniversal Telemundo: “Era el día de mi cumpleaños, fue el mejor regalo que recibí en mi vida. Recuerdo que mi viejo se emocionó mucho porque, cuando llegamos a Miami, fue Frank Sinatra el que le hizo el contacto con Telemundo. Y ahora Telemundo le estaba comprando la productora a su hijo. Son las vueltas de la vida”, dice con emoción contenida.
Indudablemente, que hoy su productora pertenezca a un tanque norteamericano, a Ortega lo remite a su historia en los Estados Unidos, un país en el que vivió cuando sus padres decidieron radicarse allí, luego de la quiebra financiera que Ramón Ortega padeció por haber traído a la Argentina a Frank Sinatra, para que “La voz” pudiera presentarse en vivo ante los fanáticos argentinos en 1981. Las siempre zigzagueantes decisiones económicas de los gobiernos locales cambiaron las reglas de juego, valor del dólar mediante, lo cual convirtió la aventura artística en una pesadilla financiera.
-Como dijiste, Underground hoy pertenece a NBCUniversal Telemundo. En el momento de la fusión, ¿no sentiste que perdías o se te iba de la mano una construcción propia?
-No, para nada. Yo me fui de la Argentina a los once años y volví a los veinticinco, y eso, para mí, fue un despertar inmenso. Todos teníamos televisores en los cuartos y ni bien llegamos, vinieron unos tipos y colocaron unas cajas que hizo que, de repente, podamos ver 80 canales. De ver cuatro canales en la Argentina pasé a descubrir señales como ESPN o HBO. A un fanático como yo, se le abrió un mundo inmenso, me pasé veranos enteros mirando televisión. Por eso mucho de lo que hice en la Argentina fue producto de toda esa información que había recibido de la televisión y el cine de los Estados Unidos. Pude hacer un mix y volcar esa cultura en nuestro medio, El marginal tiene mucho de eso en cuanto a la impronta y la dinámica.
En 1985, a poco de estar en Miami, Palito Ortega fundó su productora Chango, que le abrió las puertas de la televisión latina. Telemundo y los Ortega están vinculados desde esa época. Tal era el arraigo en el mercado local que Palito Ortega le sugirió a las autoridades de Telemundo que contrataran a Juan Alberto Mateyko y sugirió el nombre de Gustavo Yankelevich para programar al gran tanque mediático. “Mi viejo fue un visionario porque fue en la época en la que a Yankelevich también lo llamaron de Telefe”, dice.
Travesías
-La decisión de tus padres de mudar a toda la familia a Miami fue forzada por apremios económicos, ¿fueron muy duros esos tiempos?
-Mi padre se encargó que veamos toda esa experiencia como una aventura. La contención familiar fue fundamental para vivir todo eso como una travesía.
-En Miami, ante ese destierro forzado, ¿viste llorar a tus padres?
-No. Mi viejo ya había pasado por muchas situaciones, así que no se iba a poner a llorar en Miami. Por otra parte, él vivió toda su vida de esa forma.
-Desde su partida de Tucumán cuando era casi un adolescente...
-Se subió a un tren y se vino, eso fue una travesía. Igual que cuando trajo a Sinatra o cuando decidió llevarse a su campo en Luján a Charly García para seguir de cerca su recuperación.
-¿Cómo recordás eso?
-Charly estaba internado en un neuropsiquiátrico y mi papá era una de las pocas personas autorizadas para verlo. Una noche, volviendo por Panamericana, me llama Javier Furgang (su jefe de comunicación y prensa) para comentarme que Charly se instalaría en Luján con mis viejos. Mi viejo lo había confirmado por radio y yo no sabía nada. La llamo a mi mamá y me confirma la noticia.
-Los años en Miami fueron pocos, con lo cual el crecimiento se dio muy rápido.
-Ellos estuvieron seis o siete años, porque mi viejo se vino por otra de sus travesías.
-El camino a la gobernación de Tucumán.
-Cuando se enteró que (Antonio Domingo) Bussi estaba por ganar en Tucumán, me acuerdo que en la mesa dijo: “Bussi no puede ser gobernador de Tucumán, no se puede volver para atrás, no puede suceder eso”.
-¿Eso les dijo en la mesa familiar?
-Así fue. Y faltaban solo tres meses para las elecciones. En ese tiempo le dio vuelta a Bussi una elección casi ganada porque contaba con el 75% de los votos a favor.
-¿La familia apoyó la decisión de tu padre?
-Yo tenía 17 años y estaba en la secundaria, así que me quedé viviendo solo. Se vinieron los tres más chicos y mi mamá, que siempre apoyó a mi padre en todas sus decisiones. Mi vieja acababa de decorar la casa en Miami y dejó todo para mudarse a Tucumán.
-Una vida muy atípica la de los Ortega.
-De mucha vorágine.
-No hablaría de azar solamente, en esas vueltas de la vida, como definís, hay ciertas cuestiones del destino en las que hay que creer.
-A mi me pasan cosas muy curiosas.
-¿A qué te referís?
-Sueño mucho, me imagino que van a pasar cosas que luego terminan sucediendo. Es muy raro.
-¿Qué sueño recordás que luego haya sucedido?
-Todos... o la mayoría. Cada programa es un sueño.
-¿Sucede también con aspectos de la vida personal?
-Sí. Uno de ellos es poder haberle dado la satisfacción a mi viejo de transformarme profesionalmente con nombre propio, algo complejo cuando uno viene de un padre que es una personalidad tan trascendente del espectáculo. Fue mi sueño ser Sebastián, aunque digo con mucho orgullo que soy el hijo de Palito Ortega.
-Te percibo onírico, con un rico mundo paralelo al real.
-Todo es fantasía. Ese tobogán que ves en el parque es una fantasía que tenía desde hacía años. Siempre decía que, cuando tuviera mi propia casa, algo que me tomó mucho tiempo, construiría un tobogán que saliera de mi cuarto hacia una pileta.
Casi lo logró. No sale de su cuarto, pero es imponente en el medio del jardín. “Todos los que quisieran utilizarlo iban a tener que pasar mojados por mi cuarto para tirarse, así que preferí armar una torre”.
-Soñar y concretar.
-Se trata de entender cómo cada uno quiere vivir la vida, establecer las propias normas.
-Un tobogán o una ficción hablan de creatividad, pero también sos un empresario exitoso, no vivís en el tobogán.
-Vivo con los pies sobre la tierra, disfruto mucho de los vínculos, de mis amistades y de todo lo que me da la vida, que es muchísimo.
-Alguna vez dijiste: “La vida me dio más de lo que soñé”.
-La vida me sigue dando mucho más de lo que soñé y lo bueno es que no paro de soñar. Pero no son sueños con ambiciones desmedidas, soy una persona bastante simple, no tengo ambición por lo material, sino por la experiencia en sí misma, por vivir lo que soñé desde chico. Uno se va construyendo.
-La vida es una construcción que implica atreverse a ese desafío.
-Hay que asumir riesgos, pero si se hace con convicción, las cosas terminan sucediendo. Soy muy pasional y sensible, pero trato que la pasión me gané en un buen sentido, llevándome hacia momentos gratos.
Privacidades
-Más allá de tu apellido y de tus enormes logros personales, pudiste sostener el bajo perfil mediático, ¿cómo te llevás con la vida pública?
-Prefiero el anonimato. De hecho, vivo una vida muy tranquila, gracias a que elijo no hacer de mi vida íntima algo público. Es una elección. Me siento cómodo con la vida que llevo, me parece muy valioso poder sostener la intimidad.
-Una puerta que se abre, no se cierra.
-No se puede volver para atrás. Mi único vínculo con lo público es mi trabajo, que me representa muy bien, y me gusta que así sea.
-¿Cómo te evaluás como padre?
-No sé si soy un ejemplo de padre. Todos los días se aprende a ser padre. La primera experiencia es con los hijos chicos y luego llega el crecimiento. Hoy, mi hijo más grande tiene 20 años y los otros son adolescentes. A medida que ellos crecen, uno va cambiando.
Sebastián Ortega es padre de Dante, Paloma y Helena, fruto de su matrimonio con Guillermina Valdés, disuelto en 2009. “Cuando los hijos toman decisiones, uno tiene que acompañarlos. Por sobre todas las cosas, trato de ser abierto, de escucharlos y de no juzgarlos, y de darles la libertad para que elijan vivir la vida como les parezca.
-¿Cuál es el mayor valor que sentís que le legaste a tus hijos?
-Siento que es el respeto hacia el prójimo y que sean siempre libres, que nadie les diga lo tienen que hacer.
-Tus hijos se manejan de una manera parecida a la tuya.
-De lo que más me enorgullezco es de haberles inculcado el bajo perfil y hoy me lo agradecen. Ellos pueden caminar por la calle con libertad, ir a un lugar y ser uno más.
-Más allá que, como todos los chicos de su edad, aparecen en las redes.
-Pero nunca cruzaron la línea de lo que no tiene retorno.
-La autenticidad y libertad de un hijo es el mayor logro de un padre.
-Además son muy buena gente, son muy nobles y honestos, tienen muy buenos sentimientos.
-¿Tienen buen diálogo?
-Nos decimos las cosas con mucha franqueza, algo que está buenísimo.
-Te emociona hablar de tus hijos. ¿Qué puede disparar tu llanto?
-Lloro por muchas razones. A veces me sensibiliza escuchar a un hijo contarme una anécdota o abrazar a mi pareja... Soy sensible en muchos aspectos. Me puede sensibilizar una imagen o una foto de dos personas que ni siquiera conozco. Me pone mal ver a la gente padecer algunas injusticias. Además soy muy nostálgico y me emocionan los lindos recuerdos, imágenes del pasado. Atesoro mucho todo lo que viví... Muchísimo.
-¿Tus padres te sensibilizan?
-Mucho. A veces, por razones laborales, pasan algunas semanas sin ver a mi vieja y, en el reencuentro, cuando la abrazo, se me cae una lágrima. Es que cada abrazo que le doy lo valoro como si fuese el último.
Más allá del streaming
-¿Cómo ves a la televisión abierta actual?
-No la veo. No es una crítica, sino que no la consumo. Todo lo que necesito, lo encuentro en todas las plataformas que tengo a disposición en casa.
-¿Tampoco ves programas de noticias?
-Sí, algo veo, pero trato de no ver demasiado porque es agobiante.
-¿Producirías algún material para televisión abierta?
-Sí, de hecho, estamos hablando con Darío Turovelsky y con Guillermo Pendino para hacer algo en Telefe próximamente.
-¿Ficción?
-Sí, sería algo cortito, pero contundente, muy lindo. Estamos en conversaciones desde hace muchos meses y las cuestiones protocolares avanzan muy bien.
-¿Qué más me podés contar?
-Nada, te lo tiene que contar Telefe. Además hay cuestiones en las que se tienen que poner de acuerdo las partes, son decisiones en las que ya no participo, porque hoy la productora pertenece a NBCUniversal Telemundo.
-Entonces, la televisión abierta no es un campo desechado por vos.
-No tengo prejuicio con la televisión abierta, solo que uno tiene que ir hacia donde se dirige la tendencia.
-En definitiva, son las audiencias las que deciden las formas de consumo.
-Y uno tiene que estar dos pasos adelante para poder leer eso y estar listo cuando ese público llega. Nuestro cambio fue una cuestión de mercado. Hoy la gente no resiste un corte comercial. Si se tiene la posibilidad de ver una ficción sin cortes, se elige eso.
-Son modificaciones drásticas en la manera de consumir.
-Eso viene sucediendo desde hace mucho, pero lo que hoy pasa es que la gente que no sabía manejar las plataformas ha aprendido. Hay una generación, como la de mis padres, que también elige mirar ficción en una plataforma y eso generó que los contenidos se hayan ampliado. Hoy podés ver tiras y culebrones en Netflix.
-De todos modos, no podemos pensar en el fin de la televisión abierta, sino en una transformación del medio.
-Nunca terminará, allí estarán los programas en vivo, el entretenimiento, los noticieros o la transmisión del fútbol en vivo. De hecho, en la Argentina, la televisión abierta tiene más encendido que en muchas otras partes del mundo.
-Los productos de Underground, ¿qué lugar ocuparon en la historia de la televisión abierta?
-Nosotros nunca hicimos las telenovelas clásicas sino comedias con un tono romántico y otra frescura. Hay que pensar en El tiempo no para, Los exitosos Pells, Lalola, Graduados o Los Roldán, que era más costumbrista, pero no un culebrón.
-En ese momento, incluir a Flor de la V en el elenco de Los Roldán fue una decisión audaz.
-Flor es brillante, estaba a punto de caramelo para explotar. Nos decían que estábamos locos por poner a una chica trans en Telefe, el canal de la familia. El formato se vendió a varios países y dudaban de contar esa historia. Yo les sugería que lo hicieran porque era el plato fuerte del programa.
-Vuelvo sobre un tema. Al fusionarte con NBCUniversal Telemundo, ¿no sentiste que perdías a ese hijo que es Underground?
-No, es un gran crecimiento. Que venga una empresa tan prestigiosa como Telemundo NBC y Universal y pongan el ojo en una productora tan chiquita como la nuestra, sin una corporación o canal detrás, fue una alegría y una señal de que habíamos tomados las decisiones correctas.
-¿Cuál es tu rol?
-Estoy a cargo de lo que son contenidos de ficción para las plataformas, trabajando en un equipo de desarrollo.
-¿Cómo te ves de acá a veinte años?
-No lo sé, pienso en corto plazo y estoy conectado con lo que está pasando en el presente. La vida es un cambio permanente, por eso uno tiene que estar conectado con el ahora.
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