Pasó de la publicidad a protagonizar series, obras teatrales y película, pero tras algunos años en los que el trabajo comenzó a mermar, se recibió de guardavidas y se hizo cargo de un negocio familiar; en diálogo con LA NACION, el actor cuenta cómo el budismo lo ayudó a asumir nuevos desafío y a reencontrarse con el oficio
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A los 4 años empezó a hacer publicidades y a los 8 protagonizó Chiquititas, en Telefe; luego brilló en el cine de la mano de Guillermo Francella con Mi papá es un ídolo y se lució en la comedia musical El principito. Hoy es una de las figuras de Sex, viví tu experiencia, en gira por todo el país. Durante el tiempo que no estuvo en los medios, Sebastián Francini se recibió de guardavidas y trabajó unos cuantos años en la ferretería industrial familiar.
En una charla íntima con LA NACION, el actor recorre su historia, habla de sus comienzos, su familia y cómo el budismo lo ayudó a superar una crisis existencial.
-¿Por qué decidiste sumarte a Sex?
-En el 2019 le escribí a (José María) Muscari para decirle que tenía muchas ganas de trabajar con él y enseguida me respondió que estaba convencido de que el arte, en algún momento, iba a encontrarnos. A los pocos meses me llamó para hacer esa primera temporada de Sex, y faltando unos días para estrenar me hizo una contrapropuesta para sumarme a Madre coraje, el clásico de Bertold Brecht que protagonizaba Claudia Lapacó. Y no lo dudé un segundo porque fue un lujo. Ese año fui a ver Sex y me impactó muchísimo la propuesta porque era fuerte e interesante y recuerdo que dije: ‘Menos mal que no acepté porque tal vez no estaba preparado para hacer un show como ese’. Y creo que en este tiempo me reconstruí y me llena de felicidad ser parte de éste elenco de Sex que se presenta en gira. Hago un desnudo total en el escenario y es muy loco.
-¿Qué te hizo cambiar de opinión?
-Siento que aprendí a masticar y digerir la sexualidad. Además, trabajé el gustarme, el sentirme sexy, el saber que pudo calentar a la otra persona y romper con los estereotipos, porque no solo el público es interpelado por el espectáculo, los actores también. Sex me ayuda a romper con muchos prejuicios y a jugar, porque el sexo es un juego. Y me di cuenta que la obra trasciende cualquier individualidad de los artistas que formamos parte de ella.
-Cualquiera puede sorprenderse al imaginar al nene de Chiquititas haciendo un desnudo... ¿Qué pensaste vos?
-Me parece que la convocatoria está buenísima porque es un proyecto bisagra en mi carrera de actor. Cuando José me convocó, mi idea era apartarme del chongo y hacer un personaje más relacionado a la diversidad de género, con make up, pollera, el pelo pintado representando la diversidad. Pero lo conversamos y coincidimos en que es una oportunidad única de volver a encontrarme con el público a nivel nacional, que no me ven de la época de El principito, y antes en Chiquititas. Siento que Sex me da la posibilidad de desplegar mi mayor potencial como artista y mostrar cómo me preparo desde hace años en la actuación, la danza, la música. Es un orgullo enorme para mí.
-Tuviste mucha popularidad cuando eras un niño, ¿cómo te sentiste cuando bajó esa exposición?
-De chico nunca fui consciente del efecto que generaba en la gente y cuando crecés te das cuenta de la magnitud de las cosas. Me tocó ser un niño prodigio, protagonizar un programa que marcó a muchas generaciones, ganar un Martin Fierro, trabajar con Guillermo Francella en el cine, hacer un musical increíble. Entonces, de muy chico, todas las miradas estaban puestas en mí. Tuve mucho trabajo y después mermó y estuvo bueno para poder tomar cierta distancia y pensar qué quería realmente. Tuve suerte. Me recibí de guardavidas, me hice cargo de un negocio familiar que era una ferretería industrial, y en ese tiempo pensé mucho. Si bien nunca me alejé del todo, pude ver un lado B de la vida.
"“Tuve mucho trabajo y después mermó y estuvo bueno para poder tomar cierta distancia y pensar qué quería realmente. Tuve suerte. Me recibí de guardavidas, me hice cargo de un negocio familiar que era una ferretería industrial, y en ese tiempo pensé mucho”"
Sebastián Francini
-¿Te deprimiste?
-No. Claro que es chocante lo que me pasó, pero también es saludable porque tuve la oportunidad de poner los pies sobre la tierra. Hoy estoy arriba de un éxito y soy consciente de la exposición que me da Sex. Nunca bajé los brazos, más allá de las circunstancias de la vida, porque siento que tengo mi misión en el arte. No me interesa ser el mejor, pero sí un buen comunicador en la sociedad. Quiero ser un artista que todo el tiempo esté a la vanguardia poniendo sobre la mesa temas tan importantes como la sexualidad, en este caso, y el sexo, algo que es cotidiano y que se nos manifiesta a todos.
-¿Y cómo recordás a ese niñito que empezaba en el medio y rápidamente se convirtió en una estrella?
-Cuando pienso en mí de chico, me vienen hermosos sentimientos. Obviamente en mi adolescencia estuve en crisis conmigo mismo y con mi entorno, negaba un poco mi pasado porque me veía haciendo muchos esfuerzos y un montón de trabajo en el under para volver a instalarme como artista, y la gente me preguntaba por qué no estaba en la tele. Por otro lado, hacía cosas nuevas, pero siempre me vinculaban a lo mismo y eso me molestaba. O iban a la ferretería de mis abuelos y me preguntaban por qué no me llamaban más de la tele mientras yo les vendía bulones.
-¿Después te reconciliaste con tu historia?
-Sí claro. Me reconcilié con mi historia y con mi familia. Fui un hijo ausente, un hermano ausente porque trabajo desde que tengo 4 años. Me recuerdo como la clase de artista que quiero ser: busco recuperar ese niño que fui, con ese propósito, con esa sonrisa y ese ángel que me caracterizaban. No es casual que la vida me haya dado la oportunidad de hacer El principito en teatro; el casting fue mágico. Tenía un poder de llegada a la gente y no quiero perderlo. Hoy vivo mi presente con esa felicidad y esa luminosidad, y considero que mi ámbito es el teatro porque desarrollé una carrera muy interesante después de mi última novela, que fue en el 2007.
-Y también desarrollaste una carrera musical…
-Sí, tuve un par de bandas. Cuando me aburrí de actuar me propuse desafiarme en algo nuevo y siempre me gustó la música, aunque nunca fui bueno cantando y por eso estudio un montón. Me llevó mucho tiempo deconstruirme como cantante, amigarme con mi voz. Mi banda se llama Francini y trabajo con diez maravillosos músicos cesionistas con quienes tengo un proyecto que junta el pop, el disco y el funk en una versión aggiornada a estos tiempos. Hice temas con Flor Otero, Amal, Alex Batista y pronto vamos a sacar una Francini Sessions, en estudio en vivo, y se va a ver mi esencia y mi estética. Nuestras canciones están en todas las plataformas digitales.
"Me reconcilié con mi historia y con mi familia. Fui un hijo ausente, un hermano ausente porque trabajo desde que tengo 4 años. Me recuerdo como la clase de artista que quiero ser: busco recuperar ese niño que fui, con ese propósito, con esa sonrisa y ese ángel que me caracterizaban"
Sebastián Francini
-Desde hace algunos años practicas el budismo, ¿cómo llegó esa filosofía a tu vida y por qué la abrazaste?
-Fue en esos años en los que estuve perdido por no encontrar el rumbo, distraído en cosas que no me sumaban a mi vida, canalizando angustias, ansiedades y me preguntaba dónde estaba parado, hacia dónde quería ir. Fui convocado para hacer un espectáculo que se llamaba Cruising, una obra de temática gay donde hacía un personaje que no tenía nada que ver con lo que había hecho hasta ese momento y era una madame de un antro, ambigua, y estuvo buenísimo. En ese espectáculo me dirigían Noelia Balbo y Federico Wagner, y percibieron que yo estaba vibrando bajo, y me contaron sobre la filosofía budista soka gakkai, de origen japonés. No podía cerrarme a una propuesta tan interesante, empecé a practicar y enseguida vi cambios. No es magia, pero esa invocación hace que despertemos a una conciencia y elevemos nuestro estado de vida. Hoy tengo una mirada más compasiva y humana. Y logré transformar vínculos que me estaban haciendo mal.
-¿Cuáles, por ejemplo?
-Volví a hablar con mi papá, de quien había estado alejado durante siete años. No sabía cómo llegar a mi papá y él tampoco a mí, seguramente por nuestro propio orgullo que no permitía que nos abrazáramos a pesar de nuestras diferencias. Esos años que no trabajé no fue porque no me llamaban, sino porque estaba enfocado en resolver el vínculo con mi papá. Entonces, hasta que no solucioné mis deudas de gratitud con mis padres, particularmente, venciendo muchas cuestiones personales, no pude retomar mi carrera como artista. La práctica del budismo me permitió reordenar mis prioridades en la vida. Cuando pude abrazar a mi papá, el resto fue como un dominó.
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