Sebastián Almada: la reunión de tres ex VideoMatch, la cultura de la cancelación y su difícil momento de salud
Junto a Pachu Peña y José María Listorti, el popular humorista uruguayo, hijo del recordado Quique Almada, llega al Paseo la Plaza con Tertawa
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Temperaturas de las más bajas en la Ciudad de Buenos Aires, casi nadie le escapa al estado gripal, Sebastián Almada tampoco. Aun así se repone, recupera su voz y se hace un tiempo para hablar con LA NACIÓN mientras se cuida, ya que “hay que estar bien para las funciones”, aclara muy profesional el actor que este jueves 1 de agosto debuta en Calle Corrientes con Tertawa, la comedia que protagoniza con sus excompañeros de VideoMatch y amigos de la vida, Pachu Peña y José María Listorti y con la que ya giraron por Uruguay, Paraguay y el interior de la Argentina.
Tertawa: risas (indonesio). El nombre de la obra lo sugirió él mismo y el trío lo aplica tanto arriba como abajo del escenario. “Somos muy pizpiretas, no somos como cree la gente que se apaga la cámara y los humoristas se encierran. Además somos amigos, nos reímos cuando giramos”, dice el actor uruguayo que también se refiere a cómo la lupa en estos tiempos está puesta sobre el humor, incluso a su entender, más que sobre otros géneros.
Con el arte en la sangre -su papá, a quien menciona en varios pasajes de la charla fue el humorista uruguayo Enrique “Quique” Almada, que trabajó en ciclos como Telecataplúm e Hiperhumor-, Sebastián debutó en VideoMatch en 1997, donde consiguió una popularidad inimaginable de la que nunca renegó y que, por el contrario, agradece. Sobre aquella época, recuerda que no había egos ni celos sino que la clave del grupo (en el que aún hoy la mayoría son amigos) era tirar todos para el mismo lado: “Nos alegrábamos del éxito del otro”.
Papá de Lola y Joaquín, de 19 y 10, asegura que la familia fue su gran apoyo cuando en 2018 estuvo internado un mes en terapia intensiva por una bacteria: “No te das cuenta hasta que te dicen que es grave, ahí ya no importa el trabajo, la plata, nada, en lo único que pensás es en no dejar a tus hijos sin padre”.
–Se viene el estreno de Tertawa en el Paseo la Plaza. Van a estar los jueves y van a girar por el Gran Buenos Aires y Rosario los fines de semana. ¿Es diferente el público porteño?
–Giramos desde el año pasado por Uruguay, Paraguay, Bolivia, provincias de la Argentina y ahora en agosto vamos a estar en el Paseo la Plaza todos los jueves y seguiremos viernes, sábado y domingo de gira. No creo que sea diferente, es una sala grande y linda en un lugar emblemático, con historia.
–Viéndolos a ustedes en el escenario es imposible no pensar en VideoMatch. ¿Cuánto hay del ciclo en la obra?
–Sí, el show es una mixtura, es VideoMatch pero actualizado. El leitmotiv es de qué nos podemos reír hoy y de qué no y qué podemos hacer para reír.
–Se ríen de su propia situación, porque el humor desde hace años está bajo la lupa.
–Nos reímos de la cancelación de los humoristas y hacemos una concatenación de sketchs uno detrás del otro, es un vértigo bien armado. Muy minimalista todo, sin pantalla, a propósito, pero bien iluminado, con buen sonido y muy despojado, solo alguna peluca y mucho humor.
–Un desafío hacerlo sin pantalla en estos tiempos...
–El productor, Ezequiel Corbo, dijo pantalla y nos dimos cuenta después que no sumaba. La idea era hacer reír con nada. La pantalla puede ser un agregado lindo a la vista, pero se podía hacer sin ella. Yo fui criado en el lecho de los uruguayos que siempre trabajaron con nada. O mirá Les Luthiers, no usaban nada y dijimos, ¿por qué no algo minimalista? Y lo logramos. La obra nos encuentra a nosotros tres queriendo armar justamente Tertawa y en la entrada se abre el telón, nos paramos y el aplauso es conmovedor; aplauden durante minutos.
–¿Por qué Tertawa?
–Se me ocurrió a mí. Significa carcajada en indonesio. Queríamos algo que tuviera musicalidad y esta palabra justo dice algo lindo.
–Recién contabas que se ríen de la cancelación, ¿cómo lo vivís?
–El humorista está bajo una lupa, no se pueden hacer chistes de nada, ¡que lo haga la Inteligencia Artificial! Todo eso, nos lo preguntamos en la obra. Está mirado con una lupa más grande que el resto de las cosas. En otros géneros pasa violencia, inseguridad y no dicen nada, pero un chiste tal vez está fuera de moda. Lo demás es ficción, al humorista no se le permite.
–¿Esto te generó miedo o incertidumbre? Digo, es tu fuente de trabajo y tuvieron que reinventarse.
–Miedo no. Tenemos mil herramientas para hacer reír, en el teatro hacemos cosas retro a propósito y la gente se ríe. Apelamos al humor más antiguo.
–¿Cómo son abajo del escenario?
–Somos amigos y nos reímos mucho cuando giramos. Nos conocemos tanto y sabemos cómo estamos, si uno está mal, si está bien, si le duele algo o algún problema. Es un grupo chico, somos seis personas que hacemos Tertawa y la pasamos joya. La gente que está detrás también es amiga.
–Se hicieron amigos en la época de VideoMatch, hacían 30 puntos de rating y eran lo más visto del país, ¿cómo se manejaban las relaciones entre ustedes? ¿Egos, competencia?
–Nunca tuvimos competencia dentro del programa, queríamos meter nuestras notas, no hundir al compañero; no había competencia desleal, ni bronca, teníamos mucho laburo y cuando alguno metía una buena nota, los demás nos alegrábamos del éxito del otro. Y con mis compañeros me conozco hace 28 años y hemos vivido muchas cosas juntos. Estaba bueno, nos divertíamos y había que estar atentos porque pasaba algo de actualidad a las 10 de la mañana y había que hacerlo.
–¿Y cómo se vivía la popularidad?
–Era y es increíble. Por eso se puede hoy laburar en tantos países. Siempre conviví con la popularidad por mi padre, era normal una foto, me crié con eso. No renegué nunca, al contrario, hay que ser agradecido.
–Y lo sos, hasta hiciste la canción “Gracias Marcelo”...
—Sí, quedó impregnado en la sociedad. Fue algo que no lo esperaba para nada y he descubierto que lo que más rinde es lo que te sale, no lo que escribís y te ponés a pensar. Fue improvisado, quedó en una cámara oculta, tenía que hacer el himno de VideoMatch.
–¿Con el resto siguen hablando?
–Sí, es difícil juntarlos a todos, sus carreras, sus vidas. Hicimos una reunión multitudinaria hace un tiempito.
–¿Te imaginás un VideoMatch hoy?
–Yo lo veo viable, pero los productores no. Con la crisis monetaria no se puede hacer como era antes. Es una utopía... con la producción que manejábamos en aquella época. Viajábamos a mundiales, a las maratones de Nueva York para acompañar a Marcelo.
–¿Y con Marcelo Tinelli hablás?
–Sí. Estuvimos en México grabando juntos un programa para una plataforma y coincidimos con José María (Listorti) y Campi. Sigo en relación afectuosa y constante, de mandarnos mensajes aunque no nos veamos.
–Hace poco lo criticaron bastante luego de que dejara de hacer el programa desde Estados Unidos cubriendo la Copa América, ¿qué opinás?
–El programa se lo levantó él mismo, vio que no rendía. Y la gente opina sin saber, está acostumbrada a opinar.
–Todo eso lindo que generaba VideoMatch se sigue sintiendo en el escenario...
–Y está el afecto de los espectadores y por eso el aplauso. Gente grande que nos vio lleva a los más chicos que no nos vieron.
–¿Cómo ves la televisión actual? ¿Te gustaría estar?
–La tele está en un momento complicado, por la crisis y la competencia de las plataformas, pero creo que no va a morir. Hasta el año pasado hice un programa de viajes a Uruguay pero no me quita el sueño. Si puedo vivir del teatro no me importa nada. Lo que me gusta es prepararme para ir al teatro, hacer la función y si hay otra cosa que me gusta, la hago.
–Vamos al plano familiar: con tantas funciones de teatro, ¿cómo se lleva en familia eso?
–La familia se acostumbró y yo más, porque vengo de un padre que hacía lo mismo; estás tres o cuatro días afuera y después podés disfrutar. Uno se acostumbra. Son distintos formatos pero todos se bancan y lo hago hace treinta años, es mi modo de vida.
–Siempre mencionás a tu papá, ¿qué aprendiste de él?
–Es fundamental. No llegué a trabajar con él, pero criarte en medio de eso es una escuela que no la tienen muchos. Tal vez no aprendí nada, pero me ayudó ver cómo laburaban, estar ahí; me pasaba lo mismo que le pasaba a mis hijos. Estar en camarines algo te deja. Papá era músico, me alentaba y apoyaba; me enseñó, pero no se imaginó que quería trabajar de actor y humorista. Después de que murió empecé. Un año antes había sido apuntador: entre bambalinas tiraba letra y eso me fascinó. Mi viejo falleció y cinco años después entré a hacer un programa para chicos.
–¿Cómo viviste la partida de tu papá?
–Tenía 17. Y, te cambia todo, la gente que pasa por eso me debe entender, se va un pilar y una pata de la mesa importante y hay que seguir. Fue difícil y hasta hoy a los 51 años es difícil y pienso cómo disfrutaría a los nietos y cómo haría humor. En algún lugar está viendo, yo lo creo.
–Hace un tiempo estuviste en terapia intensiva. Hoy, en retrospectiva, ¿cómo lo recordás?
–Me han pasado cosas que fui llevando, no te das cuenta en el momento y cuando te dicen que es grave te asustás y pensás en no dejar a tus hijos sin padre; siempre me apoyó mi mujer, que es mi mano derecha y trato de cuidarme, pero lo tomé como un episodio más. Así como estrené una obra de teatro, no le doy más trascendencia. La bacteria me afectó los pulmones y estuve un mes en terapia intensiva.
–¿Ves las cosas de otro modo?
–Cuando respiro al aire libre, pienso en qué lindo que es respirar, lo importante que es y te das cuenta que está bueno estar bien. No te importa el trabajo, la plata, nada. Solo pensás en la familia y en estar sano para seguir viéndolos.
–¿Qué otras cosas se vienen?
–El estreno de Porno y helado. También estuve en la biopic de Menem, Síganme, con Leo Sbaraglia y una peli con Luisana Lopilato y Benamín Vicuña, Un mensaje en la botella; todo a estrenarse.
Tertawa. Los jueves, a las 20.15, en el Paseo la Plaza
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