Se hizo muy conocida por Socorro 5º año, luego trabajó en un call center para vivir y ahora se dedica a la música
A fines de los 80 y principios de los 90, la cara de Verónica Walfisch fue muy reconocible y durante varios años participó de grandes éxitos de la pantalla chica, pero con el tiempo la empezaron a llamar menos y tuvo que buscar nuevos rumbos
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A los 4 años se pasaba el sábado frente al televisor cambiando de canal para no perderse detalles de sus programas favoritos: Alta tensión y Música en libertad. Y su juego favorito era ir de gira con sus muñecos, en un carromato y filmar y hacer teatro en los pueblos. Pero cuando Verónica Walfisch creció, no sabía cómo hacer para ser actriz. Sin embargo, se le abrieron caminos y debutó con un coprotagónico en Socorro 5º año, en Canal 9 y le siguieron Princesa, Déjate querer, Detective de señoras, Muñeca brava y La niñera. Pero hace algunos años tomó otro camino y hoy compone sus propias canciones, prepara su primer disco, da clases de canto y el próximo 24 febrero se presenta en Hasta Trilce (Mazza 177, CABA). En diálogo con LA NACION, Walfisch cuenta que trabajar en televisión es un sueño cumplido y explica por qué no actúa desde hace algunos años y qué lugar ocupa la música en su vida. “Decir que me gano la vida como cantante es un deseo hermoso, pero doy clases de canto, talleres y además canto y he hecho espectáculos cantando”, se sincera.
-¿Qué te llamó la atención primero: el canto o la actuación?
-En realidad, canto desde que tengo memoria, pero puertas para adentro. Canté en el coro de la escuela, en el de egresados, les hacia los coros a mis amigos rockeros, pero nunca me imaginé dedicarme a cantar. Con los años me animé a cantar un repertorio de canciones de amor con raíz folclórica, con una banda o un guitarrista. Y simultáneamente trabajé con una narradora, Claudia Stella, con un guion que combinaba cuentos, relatos y canciones. Nos iba muy bien y los espectáculos eran hermosos. Fui a un jardín de infantes de educación por el arte. Mi papá era periodista y mi mamá abogada, y siempre fueron de ver espectáculos, leer y escuchar música. A los 4 años, recuerdo que mis programas preferidos eran Andy Panda, El pájaro loco, Alta tensión y Música en libertad; y también recuerdo perfectamente estar frente al televisor blanco y negro para cambiar de canal porque los dos programas de música iban a la misma hora y yo no me quería perder nada. Cuando aparecía Heleno me volvía loca. Jugaba que me iba de gira con mi carromato, yo era la cabeza de compañía y mis muñecos eran mis actores, vestuaristas, escenógrafos. Íbamos por los pueblos haciendo obras de teatro, filmando y cantando.
-¿Y cuándo fuiste consciente de que querías ser actriz?
-Ya en la secundaria me preguntaba cómo se hace para ser actriz y en esa época nadie te sabía decir. Hasta que mis primas empezaron a estudiar en la escuela de Hedy Crilla, en un grupo para adolescentes y yo también fui y me quedé: hice el taller de adolescentes, de adultos y terminé en la escuela con Julio Ordano. Ahí también me pregunté cómo seguía eso. De casualidad vi una convocatoria en el teatro IFT para hacer un proyecto de obras de autores nuevos que nunca se concretó. Sin embargo, yo era tan persistente y no faltaba a ninguna de las reuniones, que quedé sola y el director me propuso ser asistente en su próxima obra. Acepté, aunque no tenía ni la menor idea, y por premio a la perseverancia después me dieron un personaje chiquito en la obra siguiente. Y así se fueron dando las cosas.
-¿Cómo llegaste a la tele?
-La vestuarista de una de las obras trabajaba en la producción de lo que iba a ser Socorro 5º año y llevó a algunas personas a hacer una audición, entre ellas estaba yo. Y de ese grupo quedamos Fabián Vena, Pablo Iemma y yo. Jamás en mi vida pensé trabajar en televisión, creía que era un mundo inaccesible. Recuerdo que la audición fue en los estudios Estrella, en la calle Riobamba, y que los últimos fuimos Gustavo Ferrari y yo, y al final nos fuimos a tomar un café y nos despedimos diciendo: “¡qué linda experiencia!”, pensando que no íbamos a volver a vernos. Cuando llegué a mi casa, estaba al teléfono Silvia Montanari para decirme que había quedado como una de las protagonistas. Llamó a uno por uno. Yo no entendía nada.
-Por ese entonces estudiabas una carrera universitaria además, ¿no?
-Cuando terminé la escuela secundaria me mandaron a hacer orientación vocacional porque decían que había que ser universitaria y yo también pensaba lo mismo. Estudié psicología, pero nunca terminé. Trabajar en televisión fue impensado como entrar en otro planeta.
-¿Qué recuerdos tenés de Socorro 5º año?
-Grabábamos muchas horas y apenas teníamos un rato para descansar. Los estudios estaban en el viejo Canal 9, Gelly 3378 y cuando teníamos un bache nos escapábamos a la pizzería de la esquina. Hacíamos los exteriores en una cancha de tenis, en Belgrano, y nos pasábamos horas en ese bar porque era el bar de la salida de la escuela y chusméabamos durante horas. Ese éxito fue inesperado, yo tenía un club de fans y nos encontrábamos a tomar el té y charlar. Después no supe más nada porque en ese entonces no había redes sociales. También recuerdo que fuimos, como ficción, a Domingos para la juventud, a participar como escuela. Hice la prenda “guíe a su pareja” con Claudia Flores, que me gritaba de todo porque yo me equivocaba. Todo era una locura, nos divertíamos y había mucha exigencia y laburo. Después se terminó de golpe, lo levantaron y nunca supe por qué. Fue un grupo muy lindo, íbamos a la casa de Silvia a tomar el té, salíamos.
-¿Siguieron viéndose?
-Nos reencontramos gracias a la nota de LA NACION. Alguna vez nos habíamos cruzado en algunos trabajando, pero nunca volvimos a vernos todos. Y con esta nota empezamos a rastrearnos, se hizo una cadena, hicimos un grupo de WhastApp y al poco tiempo nos fuimos en patota a ver a Laura Novoa al teatro y después a cenar. Fue un encuentro hermoso, emotivo e inesperado. Ahora seguimos en contacto y el grupo está muy activo. Nos dimos cuenta del cariño que nos tenemos, de lo chiquitos que éramos y lo fuerte que fue lo que vivimos. Reencontrarnos fue un regalo.
-¿Qué pasó después de esa tira?
-Trabajé en varias novelas como Princesa, Déjate querer y al mismo tiempo empecé a trabajar en teatro. Una de las experiencias más lindas fue haber pasado por el Cervantes haciendo una versión de una obra de Molière para niños y adolescentes. Me convocó Norberto Gonzalo y de repente estaba trabajando con Gogó Andreu y María Fiorentino. Estuve un año, hicimos una gira y fue hermoso. También estuve en un programa en Canal 2 con Ana María Giunta y Liliana Benard. Hice teatro con Pompeyo Audivert, pasé por teatro independientes como el Rojas, en Babilonia.
-¿Y por qué te alejaste del medio?
-Porque en un momento empezó a haber menos ficción y se fue diluyendo. Muñeca brava fue lo último que hice con continuidad. Las cosas fueron cambiando y yo seguí mi propio camino, hice espectáculos con la narradora, empecé a cantar y a generar cosas por mi cuenta. También trabajé en otros rubros porque había que pagar las cuentas.
-¿En qué trabajaste?
-En atención al cliente en un call center durante muchos años y estaba bueno porque podía seguir trabajando como actriz, ya que me permitían hacer cualquier horario. Pero un momento fue un caos porque no tenía ni tiempo para dormir. Hoy sigo haciendo teatro cuando se da la posibilidad, hago espectáculos con mis canciones y estoy preparando mi primer disco con Federico Ghazarossian, que es un bajista y contrabajista que admiro y no puedo creer que esté tocando conmigo. El 24 de febrero nos presentamos en Hasta Trilce, donde ya estuvimos en otras oportunidades.
-Componés también...
-Sí, compongo canciones. Cuando empecé a dar clases de canto sentí que tenía que manejar mejor el piano para trabajar con los alumnos. Estudio canto desde chiquita, pero hace diez años profundicé en el piano para entender más y también tener un lenguaje común con otros músicos, y para componer. No diría que soy pianista, pero sí me acompaño con el piano. Estudié con Guillermo Pesoa y a la tercera clase me sugirió que probara componer. Me pareció una locura, pero le hice caso, me animé, me dio un ejercicio y empecé a componer. Mis temas son variados aunque una amiga me dijo algo que, creo, es muy acertado: que mis canciones tienen nubes, naturaleza, la noche, todo es muy visual, casi como un relato. Y hay algo de eso. A veces miro para atrás y me doy cuenta de cuántas cosas hice y siempre remando porque apenas durante un tiempo pude vivir de mi profesión. Elegí un camino que no es muy estable pero el hilo conductor es el deseo de hacer cosas que tienen que ver conmigo.
-¿Qué anécdotas tenés de esa época en que hacías televisión y teatro?
-Una vez haciendo gira con Médico a palos, la versión de la obra de Molière, estábamos en el teatro de Luján con Victoria Carreras o Marisa no recuerdo bien porque las dos hicieron la obra. Y en una escena hizo su aparición la “damita joven” y cuando levantó su vestido con el miriñaque cayó un borcego mío que se le había enganchado. Nos hemos reído mucho, pero quizá la gente no se dio cuenta porque pasó muy rápido. Recuerdo que los regresos de las giras eran muy divertidos también porque Gogó Andreu cantaba todas sus canciones. Era adorable. Volví a trabajar con Gogó en Los Benvenutto, donde hacía de su hija, era un programa en vivo donde había mucha aceleración. Otra cosa graciosa que recuerdo es que cuando hice Princesa, mi personaje se casó con el de Gustavo Ferrari. La producción planeó esa boda a lo grande y fui en una carreta llena de heno que dio toda una gran vuelta por la Panamericana, Entonces yo iba vestida de novia, sentada sobre el heno, y con un tráfico tremendo, a los bocinazos.
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