El conductor cuenta cómo el programa “consumió” su vida y brindó detalles de las novedades que traerá su edición “recargada”, a partir del lunes
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“¿Viste cuando al boxeador le sacan el banquito y tiene que salir? Bueno, esa es la adrenalina que siento”, explica Santiago del Moro cuando LA NACION le pregunta si se sigue poniendo nervioso antes de un gran debut. Sin embargo, el conductor oriundo de la localidad bonaerense de Tres Algarrobos aclara que Gran Hermano -que estrena el lunes 11 su nueva edición, a las 21.45 por la pantalla de Telefe- no es un programa más. “Esto no se parece a nada, es algo que tengo que mantener bajo control para que no me dome a mí”, describe.
Luego del éxito descomunal que cosechó el reality en su entrega previa (con un 65.23% de share, picos de 30.9 puntos de rating, y el Martín Fierro de Oro como corolario), regresa recargado a la TV, con un estudio denominado “La nave” que duplica en tamaño al que la audiencia ya conoce, y con una transmisión gratuita de 24 horas en la aplicación DGO de DirecTV.
Así, el reality vuelve con la familiaridad del formato, pero también con los aditamentos necesarios para mantener al público cautivo de lo que suceda en esa casa a la que ingresarían más de 20 participantes, a diferencia del año pasado, cuando jugaron 18 personas. Para no perder vitalidad, Gran hermano trastocará algunas reglas conocidas, brindará premios semanales, y el último en apagar la luz se llevará, según adelantó su conductor, entre 40 y 50 millones de pesos. “Estamos muy expectantes, el lunes va a ser muy lindo”, expresó Del Moro. “Trabajamos mucho, será un programa más grande, la puesta es gigante, habrá el doble de gente en el estudio. Es fuerte, espero que sea uno de los debuts del año”.
A Del Moro se lo escucha eufórico, reminiscente de ese conductor que se sentaba en el escritorio del estudio de MuchMusic para crear contenido con los recursos que tuviera a su disposición, con la consigna de entretener al público siempre y cuando su propia motivación funcionara como brújula. “De ese conductor queda todo”, asegura, en diálogo con este medio. “Tengo la misma pasión que en ese momento, cada día que me levanto y me siento cansado, pienso en cuando era chico y en lo que soñaba hacer, eso está intacto, cuando tenés una pasión, la vida te la marca sola, y eso te allana la mitad del camino”. Por lo tanto, aunque quiere triunfar en cuestión de números, Del Moro no adopta esa mentalidad para abordar su cotidianidad laboral. “Nunca creí en la fama por la fama misma”, expresa.
“Eso es buscar un resultado, y a mí me gusta trabajar, descubrir una pasión hace que todo sea distinto, es lo que permite que des más del ciento por ciento”. De esta forma, aunque manifieste que quiere dar lo máximo en esta anticipada vuelta, su envión diario proviene de no haber perdido nunca ese entusiasmo que no se ata a los números. Eso se nota en la manera en la que habla del reality que siempre soñó conducir, uno que lo obligó a estar pendiente de esa casa como el espectador mismo.
“No me dispuse a ser una determinada clase de conductor para Gran hermano porque es imposible, hay tantas variables que lo que más disfruto es lo impredecible que es el formato, cómo va mutando constantemente”, explica el boxeador televisivo que ya está a punto de dejar el banco. “Hay que salir, ahí se ven los pingos, hay que brillar”.
-¿Cómo estás?
-¡A las corridas! (risas)
-Me imagino, ¿hasta qué punto Gran hermano consume tu vida?
-Lo que pasa es que Gran Hermano no es un programa más que tenés que hacer, porque no es que vas al estudio, hacés el programa y te volvés a tu casa, sino que te metés en el juego también. Terminás estando dentro de la casa con los chicos, es imposible salir. Entonces te demanda mucha energía, mucho compromiso, mucho estudio de todo lo que va pasando, de la previa. Además, nosotros arrancamos a trabajar hace seis meses, venimos de mucho tiempo de preproducción para montar este programa, que es una cosa gigante. Uno no para nunca porque se abre la casa y hay que estar hasta lo último.
-¿Cómo hacías, en la edición previa, para estar al día con todo lo que sucedía dentro de lo casa, sobre todo para los debates que fueron un éxito en sí mismo?
-El año pasado, antes de largar, cuando pensábamos qué estructura le íbamos a dar al programa, tomamos el modelo de lo que veníamos haciendo con MasterChef, que iba de lunes a jueves y después tenías la gala de los domingos, un formato diario que no se había hecho en ninguna otra parte del mundo para Gran hermano, y que nos parecía que iba a estar bueno.
Además, la idea era que el conductor se metiera más en la casa, algo que tampoco suele suceder, con excepción de las galas. Fue un camino llegar hasta ahí, entonces ese ejercicio de estar todo el tiempo entrando en la casa y que yo sea el único contacto que los participantes tienen con el afuera también me fue metiendo a mí en el mismo juego, nunca puedo estar ajeno a eso. Estoy todo el día cruzado por información de Gran hermano: en la calle, en mi laburo, y por toda la data que tengo que me va dando la producción, así que estoy con el minuto a minuto.
Todo un fenómeno
-¿Cómo fue vincularte con el abrumador engagement que tuvo el programa en las redes? ¿Estabas al tanto de lo que se decía, de cuáles eran los favoritos de la gente?
-Claro, porque cuando se habla del éxito del programa, se mide la parte del rating, pero en un estudio que se hizo se llegó a la conclusión de que Gran hermano era un fenómeno que había penetrado en el 83% de los hogares de la Argentina. Es decir, que a esos hogares el programa llegó de una manera u otra. En eso tuvo que ver mucho el fenómeno en redes porque el contenido terminaba llegando a través de YouTube, Twitch, Twitter… Fue tan fuerte lo que se generó desde la periferia que hay incluso personas que hacen contenido de Gran hermano para sus canales de YouTube, que viven de eso, entonces termina siendo un fenómeno imposible de cuantificar. Las redes formaron parte de esa sinergia, y hay de todo. Tenés a los haters que hacen lo suyo hasta los fandoms, las familias que también se comprometen, las personas que tuitean o que suben un video a TikTok.
-Se generó algo muy orgánico…
-Sí, exacto, porque no es que nosotros pusimos gente a hacer eso, sino que se fue dando. Pasa algo muy loco con este programa, que es que despierta pasiones. Y yo no me olvido de eso: de que es un programa de televisión. Hay gente que lo discute como si fuera una cuestión de Estado, pero yo digo que nos calmemos porque es un programa, una competencia, ni más ni menos, con un premio con mucha plata, y que va a ganar el que elija la gente; pero a veces se convierte en tema de debate nacional.
-En alusión a esos debates que se generan, hubo un momento en el que vos hablaste en el programa sobre la importancia de usar preservativo, ¿cómo se fue dando el aprovechar la llegada a la gente para poner ciertos tópicos sobre la mesa?
-Sí, pasó lo mismo con el tema del pucho, con el cuidado del agua y con el de la comida. Gran Hermano tiene una particularidad que es que cruza generaciones y lo ven chicos muy chicos. Yo no estoy para dar consejos ni para hacer campañas de nada, me preocupan ciertos temas. Desde que arranqué a trabajar en MuchMusic que a mí me preocupaba el tema del uso del preservativo. Yo no veo campañas sobre eso y me exaspera que no se hable, porque es un tema que sigue siendo tabú En una de las primeras reuniones que tuve cuando iba a hacer Gran hermano pregunté si iba a haber preservativos en la casa, y me dijeron que sí, que en las riñoneras iba a haber.
Después veía cómo iban pasando las semanas y los chicos tenían relaciones y nadie hablaba de cuidado. En definitiva son todos desconocidos, vos no sabés con quién estás. Y en un momento dije: “Basta, vamos a hablar de las cosas como son”, y me parecía piola que, desde un programa de más de 20 puntos de rating, yo pudiera decirles que tenían que cuidar sus cuerpos. Ya lo había hecho en otros programas, pero en Gran hermano cobró otra dimensión. Me sale naturalmente proponer, sumar cosas. Y lo genial que tiene el programa, al que se lo critica por ser vacuo, es que instala temas de debate, por eso termina siendo un fenómeno social que, de alguna manera u otra, te hace identificarte con lo que sucede adentro. En definitiva, somos nosotros conviviendo. Uno se está viendo a uno mismo.
“Nos superó”
-¿Cómo es a nivel producción estar con la mirada atenta a la cantidad de tópicos que pueden surgir? Porque es un programa titánico en el que están sucediendo cosas de diversa índole todo el tiempo
-Te juro que es un programa muy difícil de hacer porque todos los días pasa algo distinto. No es lo mismo una gala en la que estoy solo, que cuando está el debate, que es completamente diferente. Gran hermano es tan grande que soy yo vs. la televisión, porque Gran hermano es la televisión. Es un monstruo, entonces si no lo podés tomar, si no tenés las riendas, te arrastra, más con lo que pasa en las redes, que es una locura. Yo siempre preparo mucho a mi familia y a mi equipo. El año pasado, sin saber lo que iba a suceder con el programa que finalmente nos superó, me preparé psicológicamente porque algo intuía, y me tenía que desprender de ciertas cosas.
-¿Cuáles?
-Y… Hay cosas que quizá sabés que van a molestar. Hay muchos fandoms de muchos participantes, y en algunos casos se toman las cosas muy mal. Hay mucha noticia. Este es un fenómeno que lo experimenté el año pasado y que nunca había vivido: ya no es ni posverdad, es algo que directamente no ocurrió instalado como cierto. La posverdad tiene algo de cierto que se acomoda de determinada forma y se instala, es una verdad instalada; esto va más allá de la posverdad.
Un día dijeron que Romina Uhrig (participante del programa) le había dado vuelta la cara de una cachetada a Ceferino Reato (periodista y panelista de los debates), y habían puesto una foto de Ceferino agarrándose la nariz. Eso sale de las redes, de cualquier lado; el problema es cuando lo terminan publicando los sitios tradicionales. Con la desesperación del cliqueo, los títulos aludían a cosas que nunca existieron. Entonces, una vez me pasó que llamé a un portal que conozco y les dije: “Ustedes saben que están publicando algo que es mentira”. También una vez se publicó que había aparecido un celular en la casa, ¿cómo va a pasar eso? Si hay un teléfono en la casa, el programa se termina.
-Es que hay una mirada microscópica del otro lado.
-La mirada del conspiranoide está, pero tenés que aprender a vivir con eso, con cosas que no es que se agrandan o que son verdades a medias, son cosas que no pasaron. A mí me preocupa cuando ya mi mejor amigo me pregunta: “Che, ¿pasó esto?”. Es un programa que pega toda la vuelta. Una persona pone cualquier cosa en Twitter y después eso se levanta como si fuera cierto. Eso nunca me había pasado.
-¿Hubo alguna situación que te sobrepasó?
-Bueno, lo que sucede es que desde afuera se tiene una mirada de algo que no pasa en la casa. Nosotros no podemos tratar algo que no fue un tema dentro de la casa. Por ahí se genera un escándalo afuera por un video hecho en slow de algo que no fue tema para los chicos. Nosotros analizamos lo que pasa en la casa, muchas veces la gente no entiende eso, que por ahí hay cosas que no se tratan con los analistas porque para los participantes no fueron significativas.
Después de la posverdad
Otra cosa muy divertida que pasó: fueron las mentiras instaladas de los participantes. El año pasado entró Martina (Stewart Usher), una chica de la que se dijo que habían echado de un colegio por maltrato infantil, se dijeron barbaridades. Todo era tremendo y cuando fue a placa, la sacaron. Entonces, cuando la tuve después en el estudio le menciono lo que se decía de las denuncias y me miró cómo diciendo: “¿De qué me hablás?”. Cuando salió de la casa, nunca apareció una denuncia, nunca un colegio avaló una denuncia, pero alguien instaló eso y la chica voló. Es muy peligroso lo que se puede llegar a generar con las mentiras, que es un poco el fenómeno que está sucediendo en todo el mundo.
-También el tema de la cancelación incidió en el programa, un solo comentario podía llegar a dejarte fuera
-Claro, y por ahí es un recorte, es una frase sacada de contexto, pero todo es tremendo y termina siendo un programa de televisión, con gente con virtudes y miserias como tenemos todos.
-¿Y cómo manejan esa fina línea? Porque hay protocolos para situaciones de violencia, acoso y abuso, ¿pero cómo se lidia con comentarios homobóficos, gordofóbicos…?
-Hay un reglamento que ellos conocen. Ellos conviven en una casa en la que saben que se pueden ir, por eso lo de la picadora de carne no es así, porque es gente grande que conoce el lugar al que está ingresando; muchas personas buscan fama, otras no. Ellos conocen las reglas, las reglas básicas; obviamente ante una situación de violencia, el participante se va. Yo pido también siempre respeto a la casa, al juego, pido que no hagan nada que no harían en sus casas, y no me gusta cuando rompen todo y esas cosas.
Gran Hermano es un monstruo, entonces si no lo podés tomar, si no tenés las riendas, te arrastra, más con lo que pasa en las redes, que es una locura
-¿Te sorprendió que el público se mostrara más reacio a destacar el juego, como el de Coti Romero por ejemplo?
-¿Viste que se premió otra cosa? Sí… Pero no sé en este Gran hermano que se viene dónde pondrá el foco la gente. Hay muchas reglas que van a cambiar, que los participantes no saben todavía y que les pueden complicar el juego. Lo que pasa también es que la misma casa te va ganando, entonces no podés hacer un personaje todo el tiempo. No podés actuar. Y ganó Marcos (Ginocchio), un chico con muchos valores, que no entró a hacerse el bueno; él es así. La gente premió eso, el temple, el compañerismo, el tipo honesto. No sé en esta temporada hacia dónde va a ir.
-Los participantes entran a la casa en un momento significativo, con cambio de gobierno. ¿Hubo algún comentario a último momento de alguno de ellos respecto al afuera y la impredecibilidad que va a penetrar en su entorno?
-No, no pasó. Las cuestiones políticas en la otra edición no tuvieron mucha cabida tampoco, no pasó nada. A mí me encantó. No hubo mucha grieta, y pensá que convivieron Romina y Alfa, que tenían pensamientos muy distintos. Los nuevos participantes se empiezan a aislar ahora, y ellos dejan siempre un tutor afuera, la persona a la que se le comunican determinadas cosas, y que luego deciden qué hacer. Por ejemplo, el año pasado, cuando detuvieron al papá de Thiago (Medina), su hermana decidió que no se le informe. La producción siempre está en contacto con la persona que tiene la potestad que le concedió el participante.
-¿Disfrutás de que el programa sea tan impredecible?
-Sí, disfruto todo. La televisión es en vivo, lo grabado es otra cosa. Como conductor, es un honor ser la cara visible de este programa, es un sueño cumplido, por eso lo disfruto. Muchas veces me criticaban porque yo no “picanteaba”. Imaginate que en un segundo puedo hacer que se peleen, pero mi idea nunca fue esa. Los problemas tienen que surgir desde el adentro. Como conductor, tengo que plantear el juego, pero los que juegan son los participantes. Encontramos una manera distinta de hacer el programa.
Reconocimientos
-¿Cómo fue ganar el Martín Fierro de Oro, desde el punto de vista de los prejuicios que se posan sobre los realities?
-En otro momento hubiese sido impensado ese premio. Yo hice mucha televisión, y esto no se parece a nada, esto es muy grande. Segundo a segundo te cambia el programa, todos los días es una sorpresa y gana el más fuerte, con las herramientas que tiene. El Martín Fierro de Oro premió muchas cosas; los seis meses de Telefe con Gran hermano constituyeron el share más alto de la televisión, además de los más de 20 puntos de rating diarios, pasaron muchas cosas. No sé si estaremos a la altura de eso con esta nueva edición.
-¿Qué pensás?
-Que va a ser muy difícil. Mis expectativas son un poco más bajas, pero obviamente que quiero medir el doble. Igualmente, si hacemos dos o tres puntos menos, eso no significa que el programa sea mejor o peor, habla de situaciones, de momentos, de coyunturas. Uno siempre quiere medir mil puntos, pero la primera edición fue histórica, el programa más visto en los últimos nueve años, entonces se premió cómo Gran hermano le devolvió el brillo a la televisión. Cuando muchos decían “la TV de aire ya fue”, el programa le devolvió 10 puntos de rating. Mucha gente que no veía televisión empezó a ver por Gran Hermano, y eso fue muy importante para la industria.
-Antes mencionabas que te criticaban por no “picantear” más en los vivos con los participantes, ¿vos ya tenías una idea de la forma en la que querías conducir Gran Hermano o se fue dando?
-No, porque eso es imposible con un programa que tiene tantas variables, no podría haberlo hecho nunca. Lo que sí trato de hacer es tener mucho control de la situación, y mi foco está puesto en respetar el juego y respetar la casa, es una oportunidad muy grande la que se les da a los participantes, entonces me gusta cuando aprovechan esa posibilidad. Yo a todos los trato con el mismo respeto, porque soy muy consciente de que el único contacto que tienen con el afuera es conmigo, y que analizan cada gesto, cada palabra que digo, y yo tengo que contenerlos a través de una pantalla. Es un trabajo muy difícil porque tengo generar conversaciones muy íntimas a través de un televisor.
-El año pasado se hizo una excepción respecto del aislamiento, cuando los participantes pudieron ver el Mundial, ¿cómo se vivió eso?
-Fue muy lindo, porque nadie confiaba en el formato.
-¿Por qué no se confiaba?
-Porque se volvía a hacer después de muchos años y había quedado lastimado en cuanto a la cuestión comercial, no era tan fácil que los sponsors pusieran plata, porque a lo mejor pensaban que era un formato que por ahí no iba a interesar, que ya había dado todo lo que tenía para dar, no tenía llegada a agencias. Entonces, un día voy a una convención vinculada con la venta comercial y digo: “Yo traigo algo más importante que el Mundial” (risas), porque antes una agencia había ofrecido eso y se preguntó si alguien tenía algo más. Cuando me tocó hablar, dije: “Yo tengo Gran hermano, y va a ser más importante, porque el seleccionado va a estar en sinergia con la casa. Al seleccionado le va a ir bien y al programa también, los chicos lo van a ver…”.
Yo empecé a vender el Mundial a través del programa y en aquel momento la productora que estaba conmigo me dijo: “¿Vos te das cuenta de que dijiste que Gran hermano va a ser más importante que el Mundial? Ojalá que Dios nos acompañe” (risas). Las agencias confiaron en nosotros, tuvimos muchos sponsors, hubo una linda sinergia. Tuvimos el mejor final posible en ambos casos.
Gran Hermano debuta por la pantalla Telefe el lunes 11 de diciembre, en el horario especial de las 21.45 horas. Luego se emitirá a las 22.30, y las galas del domingo comenzarán 22.15. El programa contará con una cobertura exclusiva y gratuita de 24 horas en la aplicación DGO, de DirecTV.
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