Santiago Bal: un comediante popular, un porteño de ley
El recuerdo inmediato que dejará Santiago Bal en la memoria del público no hace justicia con los mejores atributos artísticos del actor que acaba de morir, a los 83 años por una falla multiorgánica tras una larga internación. La imagen de Bal quedó identificada a pleno en los últimos años con los ruidos y escándalos que lo tuvo como protagonista junto a su mediática familia, que lo acompañó hasta el final y se adelantó en los últimos días a lo que ya era un irreversible desenlace con palabras sentidas y conmovedoras.
Antes de este duro, doloroso y definitivo trance de salud, Bal había atravesado la última etapa de su vida poco menos que aprisionado en esa jaula de chismes y cotilleos de la que no parecía en apariencia resuelto a salir. Muchos se quedaron con esa imagen final, muy diferente y distante de lo más apreciado de su extensa trayectoria. Santiago Bal fue por sobre todas las cosas un comediante nato. Sus magníficas cualidades para el género quedaron a la vista en innumerables apariciones en la televisión y en los escenarios teatrales, con bastante menos resonancia en el cine.
Dueño de un excepcional timing para llevar adelante cualquier situación de comedia y de todos los registros gestuales que ese género requiere, Bal se convirtió durante mucho tiempo en uno de los grandes exponentes locales de esa modalidad artística, que aprovechó sobre todo su identificación con el habla, las costumbres y los gestos de los habitantes de Buenos Aires.
Con el riesgo cierto de caer en el lugar común puede decirse que Bal fue uno de los más genuinos arquetipos artísticos de lo que todavía llamamos "la porteñidad". Un estilo que tiende a retroceder de manera irreversible en los últimos años, sobre todo desde que los nuevos tiempos empezaron a cuestionar los principios de la clásica picaresca porteña, terreno que Bal frecuentó con intensidad. Pero en los últimos años lo que quedó a la vista fue una caricatura de ese género, que Bal se empeñó en sostener pese a sus crecientes problemas de salud, en medio de los altibajos que sufrió la relación con quien fuera su mujer durante un cuarto de siglo, Carmen Barbieri.
En los últimos años su vida privada corrió el velo para saltar al espacio público, pero Bal no era un mediático, sino un artista con una gran trayectoria: actor, director y productor. "Yo soy cómico por oficio, pero soy dramático por principios. Hago un poco de todo, con 62 años de trabajo", reconoció a LA NACION en el verano pasado, mientras preparaba con su esposa y su hijo Federico lo que fue el último espectáculo que protagonizó, la revista Nuevamente juntos. Esa idea surgió después de la enésima reconciliación con su exesposa, con la que vivió varios ruidosos escándalos que encontraron en la televisión más indiscreta y en redes sociales de escaso pudor un espacio de enorme amplificación.
Bal ingresó en el mundo del espectáculo como cantante. Luego se volcaría a la actuación y participaría de los años dorados de la revista porteña, donde compartiría el escenario con figuras de la talla de Pepe Arias, Alfredo Barbieri, Gogó Andreu, Adolfo Stray, en espectáculos donde se lucían Tito Lusiardo, Hugo del Carril, el Quinteto Real y la orquesta de Mariano Mores.
Luego incursionó en el teatro de texto, con La importancia de llamarse Ernesto, y participó de innumerables comedias que en su momento también llegaron a aprovechar en el escenario su popularidad televisiva. Así pasaron Hola mami, hola señor, El champagne las pone mimosas, Money, Money, Qué noche de casamiento y Mesa de noticias, lo que no se ve en TV, en 1986, donde empezaría su romance con Carmen Barbieri. Trabajó también con Javier Portales en Violines y trompetas y Se vino el 2000, dirigido por José María Paolantonio, un éxito que se presentó en 1999.
Como autor y director teatral, en 1989 realizó un music hall, Oi vei Soffia, en el Tabarís, con Max Berliner, Alberto Anchart y Leibele Schwartz. También dirigió muchas revistas: Vedettísima, Fantástica, Bravísima y Barbierísima, que atravesaron exitosas temporadas en Mar del Plata y en Buenos Aires. En ellas, Bal supo crear e integrar propuestas populares, dirigidas a un público masivo.
Mucho más lejos en ese propósito llegó con su trabajo televisivo. Logró una gran popularidad con sus apariciones en La tuerca, Los Campanelli, Mesa de noticias y Cebollitas, entre otros ciclos. Más adelante participó en Los simuladores, donde compuso al conductor de un reality show (dirigido por Damián Szifrón), e interpretó a un rabino en El hombre de tu vida, de Juan José Campanella. Dos de los grandes narradores y directores de la actualidad reconocían así el talento de Bal para la comedia, que había alcanzado su indiscutida cumbre en la década del 70 gracias a Gorosito y señora, una de las mejores comedias de situaciones que tuvo la pantalla chica local en toda su historia. Allí conformó una pareja extraordinaria con la malograda y brillante Susana Brunetti, a la que se sumaron Mabel Manzotti y Eduardo Muñoz.
En cine, Bal trabajó junto a Juan Carlos Altavista en La casa de Madame Lulú; con Luis Brandoni, en Chúmbale; con Susana Giménez, en He nacido en la ribera y en Yo también tengo fiaca. Fue dirigido por Hugo Moser en Estoy hecho un demonio; por Enrique Carreras, en Yo tengo fe; por Fernando Siro, en Contigo y aquí y Este loco, loco Buenos Aires; y por Enrique Dawi en la taquillera Los hijos de López. Además protagonizó El bromista, de Mario David, quien lo convocó en 1981 para este papel por ser un actor de "infinitas posibilidades", decía por entonces el realizador en una entrevista con LA NACION.
Porteño de ley, vivió en la calle Cerrito 242 hasta los 18 años. "Amo a Buenos Aires, cada vez que vuelvo del extranjero le pido al taxista, antes de llegar a casa, que de una vueltita por la ciudad", comentó en 1981.
Bal tuvo tres hijos, todos vinculados al mundo del espectáculo: Mariano, Julieta (fruto de su relación con Silvia Pérez, que no concluyó en los mejores términos) y Federico (con Carmen Barbieri). Junto a ellos apareció varias veces envuelto en resonantes escándalos sentimentales y su intimidad se hizo cada vez más pública. Pero también junto a ellos supo encontrar en los últimos tiempos una concordia que parecía impensada. Cuando se anunció el proyecto de Nuevamente juntos dijo que estaba cumpliendo un sueño. "Estoy viviendo en una nube. Yo quería esto hace años, pero Carmen no y ahora se me dio", reconoció el último verano.
La paz familiar recuperó por un breve tiempo al mejor Santiago Bal, pero sus esfuerzos por volver al genuino primer plano artístico quedaron a mitad de camino porque sus problemas de salud se hicieron recurrentes y difíciles de sobrellevar. Y llevaron a Carmen Barbieri y a sus hijos a mantenerse cada vez más cerca de él para mitigar sus dolores. Cuando sintió el esfuerzo y la escasez de energía para sobrellevar las exigencias de una temporada diaria, Bal decidió en abril pasado retirarse definitivamente de los escenarios.
Se dedicó en el último tiempo a escribir metódicamente y soñaba con ver publicadas sus memorias. En una entrevista con Baby Etchecopar en el ciclo El ángel de la medianoche, señaló: "Escribo permanentemente porque me mantiene lúcido. Puedo estar triste, pero jamás me verás deprimido".
Con la colaboración de Laura Ventura
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