Alcanzó una enorme popularidad en México, igual que su hermana Macarena, que sigue allá, pero su cuerpo y su mente le pidieron descanso; volvió al país y hoy protagoniza la única ficción local de la televisión abierta
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Santiago Achaga se destaca en Buenos chicos. Si esta ficción del prime time de eltrece se hubiera emitido hace diez o veinte años, estos podrían ser los primeros pasos de un galán al estilo de Jorge Martínez, Gabriel Corrado o Gonzalo Heredia. Pero, hijo de su época, se mueve aquí y allá y ganó popularidad en México antes de hacerse espacio en la farándula local. Con 23 años, su recorrido artístico ya puede tildarse de intenso.
A los 16 años, Santiago se mudó solo de Mar del Plata a Buenos Aires para empezar a trabajar de actor y a los 17 ya era reconocido en tierras aztecas. Dos años más tarde se instaló en Nueva York para estudiar Dirección. Se define como “nómade” y perceptivo y a lo largo de su conversación con LA NACION despliega su sensibilidad y se anima a revelar el lado B de la exposición a temprana edad y los desafíos de la fama y de su carrera.
—¿Cómo combinás la vida laboral con la personal? ¿Estás en pareja?
—Sí, estoy de novio. Se llama Renata y la conocí cuando estaba estudiando en Nueva York. Ella también estaba allá estudiando. Ahora yo estoy acá y ella sigue en Nueva York haciendo un máster, así que mantenemos una relación a distancia. Viajamos todo el tiempo.
—¿Cómo viven la distancia?
—Obviamente que es algo que requiere de mucho amor, mucha entrega y mucho tiempo compartido. Hay que buscar los momentos. Ser muy consciente de cuál es la situación en la que está la otra persona y hacerte tus huequitos para hablar en el día. A veces nos dormimos con el teléfono prendido. Ella me llama a la mañana para despertarme porque a mi me cuesta mucho levantarme (risas).
—¿Cuánto tiempo pasan sin verse?
—Tres meses máximo. Ella vino el mes pasado y nos vamos a volver a ver este mes. Yo tengo toda mi familia distribuida, estoy acostumbrado. Mi hermana Macarena está en México y mi papás están en Mar del Plata. Yo me fui haciendo mi grupito acá y me veo mucho en Buenos Aires con la familia de mi novia.
—¿Cómo fueron tus inicios en la actuación?
—Mis papás son arquitectos, nada que ver. La primera en dedicarse a esto fue mi hermana Macarena (se destacó en varias producciones como Gossip Girl Acapulco, Luis Miguel: la serie). Nosotros dos tenemos un vínculo muy fuerte y aunque nos llevamos ocho años siempre decimos que somos como gemelos. Yo sabía que quería dedicarme a la dirección y a la escritura, estudiaba mucho en mi casa de forma autodidacta y fue ahí, a los 16, cuando me llamaron para un casting. Me dijeron que no me preocupara, que era muy probable que en el primero no quedara, pero quedé. Ahí empecé a trabajar en Heidi, bienvenida a casa, para Nickelodeon. Como vivía en Mar del Plata y estaba en la secundaria, terminé el colegio libre y me vine a vivir solo a Buenos Aires. Me acuerdo que con lo que cobraba pagaba el alquiler y lo que me sobraba lo guardaba en un tupper. Cuando iba a visitar a mis papás a Mar del Plata llevaba el tupper y ellos me lo guardaban. De esa manera controlaba bien mis gastos. No quería decepcionar a nadie, ellos me tenían mucha confianza.
—Dejaste tu casa y empezaste a trabajar y a tener exposición a los 16. ¿Cómo lo viviste?
—Sí, es un montón. Todavía estoy pagando los platos rotos en terapia (risas). Hoy me queda claro que nada es gratis en esta vida y que no todo lo que brilla es oro. Muchas veces esto tiene sus contras, es tan rápido que recién ahora, muchos años después, me di cuenta que estaba gastando el kilometraje antes de tiempo. Me acuerdo que me convocaron para actuar de Gastón Pauls de chico en la película Palau y ahí conecté mucho con él y hemos tenido charlas que me ayudaron mucho. Él es una persona hermosa y un gran ejemplo, me dejó una gran enseñanza porque usó sus errores para ayudar a otra gente. Es muy poco egocéntrico y nada superficial y eso es difícil de encontrar en este medio. Yo estaba en un momento muy incómodo y él vio que yo estaba mal. Estaba en un período de mi vida complicado. A un contexto de mi pasado familiar complejo se le sumó el hecho de tener que tomar muchas decisiones y de trabajar mucho desde muy joven. Fue una vorágine y me encontré con problemas de salud de mental que tuve que tratar con mucha fuerza. Trabajé con un psicólogo y un psiquiatra y hoy sigo trabajando. La terapia fue la mejor decisión que tomé en mi vida. Hay que empezar a tomar conciencia sobre la salud mental. Primero que nada, no hay que usarlo como justificación. Es algo muy complejo que a veces se mal informa, o se le saca peso, hay que ser muy precavido. Uno nunca sabe lo que le está pasando a la otra persona. No es algo que hay que desmerecer ni hay que autodiagnosticarse con información que ves en TikTok. Esas cosas están pasando mucho. Hay gente que dice: “Creo que tengo tal cosa...”, porque vio los síntomas en un video subido a una red social. Y la verdad es que tenés que ir a un psiquiatra para que te diagnostique.
—¿Cuál fue tu diagnóstico?
—Yo tenía síndrome de estrés postraumático sumado a un trastorno de ansiedad muy alto, combinado con otras cosas.
—¿Hubo algún episodio que desató eso?
—Fue una etapa particular de mi vida la que a mí me lo despertó y fue fruto de la vorágine que viví.
—Recientemente, muchos artistas, como Tini o La Joaqui, hablaron sobre sus problemas de salud mental. Quizás antes no se hablaba mucho, nadie quería mostrarse vulnerable...
—Nuestros dolores existen y sobre todo en el arte: para hacer arte hay que ser vulnerable. En general, todos tenemos una cuota de sensibilidad súper alta. Para mí fue un montón tener 18 años y estar con ese nivel de exposición y de trabajo en México. Lo pude detectar y entendí que tenía que parar.
—¿Creés que la gente te veía como alguien exitoso mientras vos internamente estabas transitando un mal momento?
—No todo lo que brilla es oro. Hoy por hoy las redes te dan una perspectiva muy micro. Todo lo que se ve por ahí es demasiado sutil, es solamente una foto de las cosas buenas. Entonces no hay que comprar todo lo que uno ve por ahí. Creo que hoy una gran parte de esta generación tiene muchos temas con salud mental y con ansiedad que tienen que ver con las redes, la inmediatez y las presiones. Todo el tiempo nos comparamos con los otros y sentimos que nunca llegamos a lo que queremos. Hay que dejar eso atrás y enfocarse en uno mismo. Nunca lo que hacemos es suficiente porque siempre hay alguien que está haciendo más, que está creando más, que está generando más plata y entonces no podemos enfocarnos en nosotros mismos, qué es lo que importa. Siempre el pasto se ve más verde del otro lado, hasta que llegás al otro lado.
—Tu hermana también tuvo y tiene mucha exposición...
—Sí, Maca es una persona súper espiritual que me ha enseñado mucho, más allá de lo laboral. Muchas veces uno deposita muchas cosas en el trabajo. Muchas veces con la vorágine se tapan un montón de carencias. Maca siempre ha sido mi guía y en el momento en el que yo tambaleaba un poco emocionalmente siempre me acompañó. Atravesé todas mis carencias de salud mental con su apoyo.
Cuando se dispone a repasar su vida, Santiago la contempla con cierta distancia, como si ese que con 16 años se fue a vivir solo a una ciudad nueva y guardaba los ahorros adentro de un tupper fuera una versión de él lejana y al mismo tiempo entrañable. Las puertas de la actuación se le abrieron con facilidad, de forma orgánica, pero sus 17 años lo encontraron en México y mientras explotaba de popularidad gracias a su personaje en RBD, el cuerpo -y la mente- le dijeron “basta”. Y por un tiempo decidió bajarse de este tren. Se sintió abrumado y no era para menos. “La salud mental no es algo para dejar pasar”, reflexiona. Todo fue estrepitoso. Rechazó proyectos, se fue a Estados Unidos donde se puso de novio con Renata -con quien hoy mantiene una relación a distancia- y se estabilizó. Volvió a Buenos Aires, escuchó los consejos de Gastón Pauls -a quien considera uno de sus mentores-. “Esto no es una carrera, es una maratón”, le dijo Pauls y le causó el clic que necesitaba. La adultez precoz le cobró más de un dolor de cabeza pero hoy se siente aliviado. La terapia fue su medicina. El vínculo con su hermana Macarena, su bálsamo. Y así, poco a poco, las piezas de su mente y de su espíritu se fueron acomodando y un nuevo Santiago fue naciendo, uno con nuevas ganas de actuar y dejarse ver así, vulnerable. Estaba listo para volver a su país y encabezar la única ficción argentina de la televisión abierta.
—¿Cómo ves desde tu lugar de joven actor el futuro del arte en la Argentina?
—El arte nunca suele entrar en las prioridades porque obviamente primero hay que ocuparse de que la gente pueda comer y satisfacer sus necesidades básicas. Si bien eso no se discute, también creo que el arte es necesario para la humanidad. Si no tuviéramos una manera de desconectar, nos volveríamos locos. Pero el momento del país es complejo y el medio audiovisual es súper caro, entonces si no hay aportes que ayuden es muy difícil. Obviamente mi esperanza es que la situación pueda mejorar.
—¿Qué sentís cuando ves actores como Pablo Alarcón haciendo teatro a la gorra? Es una carrera con altibajos...
—Me pareció súper digno lo que hizo y sobre todo que un montón de gente lo fue a apoyar. Creo que es importante en este medio ser organizado. Este medio es duro y a veces no tiene memoria. Es ley de vida, todo es cíclico y en esta industria eso se siente mucho. Hay subidas y bajadas y dentro de eso momentos en que te hacen sentir que sos “alguien” y otros en los que nadie se acuerda de vos. Creo que eso tiene que ver con la exposición, ni siquiera tiene que ver con los actores; tiene que ver con la industria mediática. Uno intenta aprender de los actores que se mantienen vigentes a lo largo de los años, ver qué hacen, si tienen un negocio aparte o si se dedican sólo a esto, de qué se forman y cómo se toman los momentos de pausa. Hay que ser muy organizado con la economía porque podés pasar meses y años sin trabajar. Es difícil porque se está produciendo muy poco audiovisualmente. Buenos chicos es la única ficción. Eso dice mucho. Entonces, uno tiene que rebuscársela.
—¿Apostás a quedarte en el país?
—Me encantaría poder dirigir algo acá.
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