El actor, quien protagoniza junto a Saoirse Ronan el film que revive el género murder mystery, habló con LA NACION sobre el largometraje que se estrena este jueves en salas y sobre los antihéroes de su carrera
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Sin interés en disimularlo, él lo confiesa de inmediato: todavía no se acostumbra a las entrevistas remotas, prefiere la cercanía con la prensa. “Todo esto me sigue pareciendo raro, siento que me cuesta adaptarme”, revela Sam Rockwell en diálogo con LA NACION. El actor californiano de 53 años se muestra reflexivo cuando debe hablar de su trabajo, pero lo hace despojado de las formalidades y procesando por un tiempo prolongado las preguntas que recibe. Su objetivo, queda claro, es el de brindar respuestas precisas.
“Siento que a mí nunca me van a ofrecer papeles de héroe clásico y está bien, porque no sé si la gente quiere verme en ese lugar, y la verdad es que ahora ya me gusta esto de interpretar a gruñones e imbéciles”, expresa cuando se indaga en su larga carrera y en su flamante rol: el del apático inspector Stoppard en Mira cómo corren, el whodunit de humor corrosivo del británico Tom George que se estrena este jueves en salas comerciales y en el que forma una gran dupla con Saoirse Ronan.
“Fue un poco intimidante conocer al elenco”, reconoce el actor en diálogo con este medio en el marco de una conferencia de prensa exclusiva. “Todos los que forman parte de la película son actores hermosos”, añade. En Mira cómo corren hay, en efecto, grandes actores forjando un elenco coral propio de las películas murder mystery a las que George -con guion de Mark Chappell- les da una vuelta de tuerca redoblando la arista absurda de una narrativa cuya innovación depende enteramente del tono y de sus figuras centrales. Lo demás, según Rockwell, ya se ha hecho, desde El gran sueño de Howard Hawks, pasando por El juego de la sospecha de Jonathan Lynn, hasta las recientes relecturas de Kenneth Branagh de las obras de Agatha Christie. “Recuerdo que Tom nos sugirió que mirásemos tanto El gran sueño como La muerte de Stalin [de Armando Iannucci] para encontrar ese equilibrio entre el thriller y la comedia”, explica Rockwell.
De esa fusión de influencias nació este film metatextual cuyo enigma es quién es el asesino del director de Hollywood Leo Köpernick (Adrien Brody), quien es víctima de un brutal crimen cuando llega al West End londinense de los 50 para dirigir una obra de teatro con un elenco atribulado y con muchos egos yuxtapuestos.
Para resolver el enigma, Stoppard trabaja codo a codo (y contra su voluntad, inicialmente) con la agente Stalker (Ronan, extraordinaria), y ambos van forjando una alianza impensada pero efectiva, cuyo encanto reside en el contrapunto. Mientras el inspector trabaja con desdén, Stalker ve en el caso la posibilidad de lucirse como la única mujer en un ámbito en el que los hombres dan las órdenes.
El vínculo entre el investigador que lo vio todo y la novata entusiasta es lo que le aporta a Mira cómo corren cierta inventiva dentro de los ineludibles lugares comunes, como los homenajes a Christie y al clásico La ratonera, y a las obras de J. B. Priestley y Tom Stoppard. Asimismo, Ronan interpreta a Stalker como si hubiese salido de una screwball comedy comandada por Katharine Hepburn, a quien le rinde un breve pero hilarante tributo. En ese mundo, el inspector que personifica Rockwell tiene rasgos del detective Colombo pero también, a pedido de George, de Jeffrey “The Dude” Lebowski de El gran Lebowski de los hermanos Coen, un hombre que atraviesa su cotidianidad sin demasiadas aspiraciones, con un letargo que tiene su propia historia de origen.
El eterno antihéroe
Rockwell es muy consciente de lo que la audiencia espera de él y asevera sentirse cómodo en esa posición, a contramano de otros intérpretes. “Me divirtió personificar a un misántropo como lo es Stoppard”, le cuenta Rockwell a LA NACION. “Pero porque él es mucho más que eso que muestra a simple vista, tiene una vulnerabilidad, un corazón roto, y todo lo que hace sale de ese lugar”, añade y menciona como influencias los trabajos de Michael Caine en Educando a Rita y de Billy Bob Thornton en Un Santa no tan santo. En cuanto a la dupla con Ronan, el actor ganador del Oscar por Tres anuncios por un crimen destaca la ductilidad de su compañera. “La pasé muy bien trabajando con ella, ensayamos durante dos semanas, pero también pudimos jugar un poco con el material, lo cual siempre es un lujo, parafraseábamos algunas cosas, y ella llegaba al rodaje siempre preparada, es una actriz muy profesional y yo ya era fanático antes de conocerla”, revela.
Uno aprende a actuar mirando películas y yo aprendí mirando los clásicos de los 70
Desde Londres, vía Zoom, el director de Mira cómo corren la cuenta a LA NACION lo vital que fue que esa dupla funcionara como un reloj. “Tuvimos mucha suerte porque uno no puede planear la química. La elegimos a Saoirse primero, le mandamos el guion y le encantó, quiso hacer la película de inmediato. A ella le gustó la posibilidad de hacer algo completamente diferente a lo que venía haciendo”, expresa George, quien luego subraya cómo Rockwell le aportó algo de slapstick [humor físico] al papel. “Le caía como anillo al dedo”, remarca el cineasta de This Country.
“El cuerpo de Sam y sus movimientos recuerdan al cine mudo, es un actor muy detallista, siempre le está agregando algo imprevisto al rol y lo atractivo era ver cómo Stoppard se mostraba vulnerable ante la comicidad de Stalker. Sam siempre tenía algo para sumar, se quedaba leyendo el guion y anotando por horas”, recuerda el director, quien filmó Mira cómo corren en plena pandemia de coronavirus. “Eso generó una atmósfera especial”, cuenta Rockwell. “No había nada abierto en Londres, entonces recuerdo tomarme un gin and tonic en el motorhome, y cómo se creó una camaradería en el elenco, nos cuidamos tanto entre todos que no tuvimos ningún solo caso en el set”, recuerda.
Un misterio, muchas posibilidades
Al tener como epicentro de la investigación un teatro, Mira cómo corren se divierte con la metatextualidad, sabe cuándo regresar a las secuencias intimistas, sus personajes rompen la cuarta pared, y al mismo tiempo se busca sorprender a la audiencia con la inclusión de figuras reconocidas como el recordado Richard Attenborough (interpretado por Harris Dickinson) y el productor John Woolf (Reece Shearsmith).
En plena celebración de las cien funciones de La ratonera es donde Kopernick es asesinado luego de sugerir una adaptación cinematográfica. Los contrastes, nuevamente, son predominantes. “La idea era crear secuencias de humor que también se sostuvieran sobre el choque de culturas entre el outsider norteamericano y los británicos que forman parte de la obra, y Adrien [Brody] se divirtió mucho con eso también”, remarca George. “La pregunta del millón era cómo abordar este misterio con un toque novedoso. El whodunit se hizo tantas veces que es imposible encontrar una vuelta de tuerca que sorprenda porque ya se hicieron todas, ese fue el gran desafío que tuvimos, pero fue lo que hizo más interesante la experiencia”.
En ciertos momentos, Mira cómo corren se aleja de la investigación para hacer un estudio de personaje y allí es donde entra Rockwell con un papel que tiene rasgos similares al de Billy de Siete psicópatas, al de Sam de En la Luna: Moon, e incluso al de Owen de Un camino hacia mí: el carisma que se consigue explorando la vida interior de esos “antihéroes”, como él mismo los llama. “¡Vamos! A mí nunca me van a elegir para ser el héroe prototípico, yo tengo debilidad por los héroes poco ortodoxos y por los villanos, a lo sumo soy un héroe desprolijo, pero hasta ahí llegamos”, manifesta el actor, a quien se pudo ver recientemente en la miniserie de Ethan Hawke, Las últimas estrellas del cine, poniéndole la voz al director Stuart Rosenberg.
-Allí se exploran las debilidades y cuestionamientos de los actores, como el caso de Paul [Newman], un hombre que era muy duro con sus trabajos ¿Sos parecido? ¿Sos crítico con lo que hacés, sos duro con vos mismo?
-Me parece que que soy muy crítico antes en realidad, en mi preparación para mi personaje, me degrado a mí mismo siempre antes de que empiece a filmarse una película, y a veces durante el rodaje. Después de que se estrena, trato de dejarla ir. Creo que si no dejo ninguna base sin cubrir al prepararme, entonces puedo ser menos crítico posteriormente. Dicen que no ganás la batalla en el ring sino en el entrenamiento y eso es lo que me sucede.
En diálogo con George, el realizador asegura que Mira cómo corren está atravesada por la historia del cine y el teatro y sus principales referentes, y por la necesidad de deconstruir los géneros para que de allí surja algo inédito. “Con este guion tuvimos que tener cuidado con equilibrar los thrills [los momentos de susto] con el misterio, y además hacerlo gracioso y que los personajes sean graciosos también, trabajamos mucho eso, y lo tuvimos que trasladar al montaje.
-También se menciona mucho a Alfred Hitchcock...
-No podía faltar. La ventana indiscreta es mi película favorita porque es un thriller, pero en el que también hay comedia en esa relacion entre los personajes de James Stewart y Grace Kelly. Él era un maestro en eso. Además, me inspiré en films que son aventureros en sus propuestas, como los de Pedro Almodóvar y los de los hermanos Coen, que toman temas duros pero resaltando cierto humor. A eso mismo quise apuntar, a la comedia negra.
Cuando a Rockwell se le pregunta cómo encaja este rol en su extensa filmografía que comenzó en 1989 con el slasher Clownhouse, se toma ese tiempo prudencial para responder y habla de cómo el cine que lo formó lo condujo a interpretar a estos anti con un giro para no distanciar del todo al espectador, algo que logra con Stoppard en el largometraje de George.
“Crecí en los 70 mirando películas como El francotirador, Mi vida es mi vida, Toro salvaje, Calles peligrosas, Badlands, El precio de la felicidad, y todas ellas me enseñaron algo. Sus actores y directores son maestros y uno aprende a actuar mirando películas, al menos eso considero”, reflexiona y sus palabras se vuelven nostálgicas. “Una película es un momento de tu vida, cuando yo recuerdo un trabajo que hice, me transporta a una época determinada, me vuelve un recuerdo sobre un día de trabajo en particular. El cine es una máquina de tiempo”.
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