Ryan Phillippe lucha contra sus demonios mientras busca impulsar su carrera
A los 46 años y con su pasado como ídolo adolescente a cuestas, el actor busca regresar al éxito con la serie Big Sky
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La cara de Ryan Phillippe es una de esas que permanecen inalterables en el imaginario colectivo: la mayoría del público no ha vuelto a verla demasiado desde que, hace 20 años, parecía destinado a ser la próxima superestrella de Hollywood. Por estos días el actor está en plena promoción de la serie Big Sky [sin fecha de estreno en la Argentina], donde el público podrá descubrir que esa cara sigue exactamente igual que como se la recuerda. A los 46 años, aunque más curtido, más musculoso y más tatuado, Phillippe tiene todavía el aspecto de un ídolo adolescente. Y eso es todo lo que el público le ha permitido ser: un fetiche nostálgico y un sex symbol generacional.
En Sé lo que hicieron el verano pasado, Phillippe encajaba en el físico de los ídolos adolescentes de los noventa. Como Leonardo DiCaprio, Nick Carter o Jason Priestley, tenía rasgos angelicales que, según los cánones estéticos griegos, evocaban bondad y pureza de espíritu. Pero el actor añadía un factor extra: sexo. Ninguno de sus personajes era un galán romántico, un héroe aventurero o una brújula moral, pero todos eran seductores. En Estudio 54 interpretaba a un joven tan obsesionado con ser alguien que no dudaba en utilizar su erotismo para conseguirlo. El propio Phillippe reconoció en la revista FemaleFirst que sentía envidia de la vida de fama, fiestas y modelos de DiCaprio. En Estudio 54, el dueño de la legendaria discoteca neoyorquina le indicaba que si quería entrar tendría que quitarse la remera y así aparecía él en el póster de la película. Poca gente la vio, pero mucha vio su imagen con el torso desnudo.
Juegos sexuales, una adaptación de Las relaciones peligrosas con adolescentes cancheros de Nueva York, era una fantasía perversa sobre lo sencillo e irrevocable que resulta arruinar la reputación de una jovencita mediante el sexo. Sin embargo, el único miembro del reparto que salía desnudo era Phillippe. Él era la tentación prohibida. Él era la femme fatale. Él era el objeto sexual. Él era, de acuerdo con la tradición de Hollywood, la chica de la película.
Phillippe también aparecía desnudo en Corazón de héroes y en Relaciones tormentosas, ante lo cual admitió a la prensa sentirse incómodo: “No quiero ser conocido como el joven que enseña la cola en todas sus películas”. La prensa de la época describía su físico como “un adonis rubio”, “sexualmente tentador y completamente entrañable”. En Estudio 54, una Sela Ward de 42 años le acariciaba el torso frente a un espejo susurrándole que tenía “el cuerpo del David [de Miguel Ángel] y la cara de un Botticelli”. En definitiva, al actor se lo trataba como durante décadas solo se había tratado a las actrices. La cultura del cambio de siglo estaba proponiendo un nuevo tipo de hombre, el “metrosexual”, tan ofrecido sexualmente, tan consumible, tan cosificado y tan explotado como las mujeres. Y Ryan Phillippe fue el máximo representante en Hollywood.
En 2015, una periodista lo entrevistó para Elle y arrancó el reportaje confesando que, al llegar al bar donde habían quedado, fingió no ver al actor de lo nerviosa que se puso. “Lo vi con su gorra y su remera a rayas y empezó a sonar en mi cabeza ‘Colorblind’ de Counting Crows [la banda sonora de Juegos sexuales]. Decidí imaginarme que eso no era una entrevista, sino mi fantasía adolescente hecha realidad. Porque Ryan Phillippe fue el primer joven del que me enamoré. Y, sin él saberlo, ha influido en mi percepción de mi sexualidad femenina”.
Su matrimonio con Reese Witherspoon elevó su estatus, hasta el punto de que en 2002 Vanity Fair los describió como “la pareja de actores más cautivadora desde Paul Newman y Joanne Woodward”. Se conocieron en la fiesta del 21º cumpleaños de la actriz y ella solía contar que, cuando lo vio por primera vez, le dijo: “Así que vos sos mi regalo de cumpleaños”. Aquella anécdota alimentaba esa percepción de que Phillippe era un hermoso objeto. Phillippe y Whiterspoon se casaron cuando tenían 24 y 23 años, estando ella embarazada de seis meses, y tuvieron un segundo hijo cuatro años después.
“Un día Ryan se estaba despidiendo de Reese y ella se puso a llorar”, contó la actriz de Legalmente rubia Jennifer Coolidge. “Él le dijo: ‘¿Por qué llorás? Vas a seguir viéndome durante el resto de mi vida’. ¿Qué chica no querría escuchar algo así?”. El actor parecía diseñado para satisfacer todas las fantasías adolescentes femeninas y, sin duda, cumplió el sueño infantil de Witherspoon de tener una familia perfecta antes de los 25.
Mientras él alternaba películas sin repercusión con papeles secundarios en dramas de prestigio como Gosford Park, Vidas cruzadas o La conquista del honor, ella cobraba los cheques con más ceros de todo Hollywood gracias a Legalmente rubia. En los Oscar de 2002 presentaron un premio juntos y, cuando llegó el momento de abrir el sobre, él dijo: “Dale, leelo, vos ganás más plata que yo”. Ante los rumores de que Phillippe no sabía gestionar esta disparidad, Witherspoon sintió la necesidad de defenderlo, también en Vanity Fair: “Nunca fuimos competitivos. Ryan tiene mucho éxito. Le llegan montones de ofertas, de mucho dinero. Enormes sumas de dinero”.
La misma publicación celebró aquella improvisación como “el mejor chiste de la gala”, pero años después Witherspoon admitió en la cadena CNN haberse sentido aturdida por el comentario. “No estaba en el guion, no me avisó que lo iba a decir”, aclaró la actriz en 2020. “Pero las normas de género han cambiado bastante desde entonces. A mi hija le he inculcado que jamás debe sentir vergüenza por ganar dinero. Hay muchas mujeres en todo el mundo que no tienen esa oportunidad, así que nunca debe sentir pudor por ganar más dinero que su pareja”.
Un final anunciado
Tras la ceremonia de los Oscar de 2006, en la que ella ganó como mejor actriz por En la cuerda floja, un vigilante de seguridad le pidió a Phillippe su entrada para una fiesta. Él respondió: “Mi mujer es mi entrada”. Se separaron cuatro meses después. Tras el divorcio, el actor no solo pasó un año y medio sin trabajar, sino también, según él mismo confesó a la revista People, cinco meses sin salir de la cama. “Me quería morir. Estaba listo para suicidarme. No me cuidaba en absoluto. Nada más despertarme, lloraba y vomitaba”.
Desde entonces, Phillippe ha huido de su imagen de sex symbol evitando las películas románticas e interpretando a militares, policías, agentes de la CIA y francotiradores. En 2010 ejerció de presentador de combates de lucha libre. Cuando declara antibelicista, pero dice cosas como “daría mi vida por haber combatido en la Segunda Guerra Mundial”, el actor pareciera estar intentando adscribir su imagen a cierta masculinidad tradicional.
En los últimos años ha aparecido en películas de la categoría de Setup, un thriller de acción con Bruce Willis y 50 Cent que el propio Phillippe describiría como “espantosa” y que, como la mayoría de sus últimas películas, se estrenó directamente en formato doméstico. Los paparazzi, sin embargo, siguen acordándose de él y lo fotografían en cada una de sus juergas nocturnas, lo cual ha ido devaluando su imagen en Hollywood. Resulta que Ryan Phillippe no era una estrella. Era, simplemente, una celebridad.
“La única razón por la que les intereso a los paparazzi es porque estuve casado con la actriz mejor pagada del mundo”, lamentaba el actor en 2008 en la revista de moda W. En 2011 tuvo un hijo con la modelo de 21 años Alexis Knapp, fruto de una relación breve: él se enteró de que ella estaba embarazada cuando ya lo habían dejado. En 2016, confesó que sufre depresión desde su infancia y que su lucha contra ella es diaria: entre su crecimiento personal, se muestra orgulloso de haber conseguido no mirar Instagram cada mañana nada más despertarse.
En 2017 su entonces pareja, la modelo de playboy Elsie Hewitt, lo demandó por agresión. En la denuncia, Hewitt relacionó su agresividad al consumo de drogas (cocaína, éxtasis y esteroides). Phillippe negó los hechos, aclaró que la agresiva había sido Hewitt y que él solo estaba defendiendo a su invitada (una chica que había conocido en una fiesta, tras discutir con Hewitt) y a sus dos hijos, que dormían en la habitación de arriba.
En la contrademanda, el actor aseguraba que Hewitt “fabricaba una historia” para “extorsionarlo”. Finalmente, ambas partes llegaron a un acuerdo extrajudicial para evitar, entre otras cosas, que Reese Witherspoon fuese llamada a declarar, tal y como pretendía el abogado de Hewitt.
Ryan Phillippe es una promesa que nunca se hizo realidad: una estrella que no triunfó, una fantasía erótica que el público dejó atrás y una promesa de marido y padre de ensueño que, a ojos del público, no llegó a realizarse. En los últimos años ha tratado de sacar adelante una carrera como director y guionista para no pasar tanto tiempo delante de las cámaras. El único proyecto que se materializó fue Catch Hell, un thriller sobre un actor de Hollywood venido a menos llamado Reagan Pearce que es secuestrado y torturado por dos aldeanos en un rancho en medio de Louisiana.
Catch Hell era una sátira sobre los medios de comunicación (los secuestradores usurpaban la identidad del actor en Instagram y publicaban comentarios racistas y homófobos que llevaban al público a cancelarlo) y una parodia del propio Phillippe. David Schiff, su representante en la vida real, interpretaba al representante de su personaje.
Phillippe escribió, produjo, dirigió y protagonizó la película. La trama se le ocurrió mientras rodaba una película en Shreveport (Louisiana) y un par de operarios del rodaje lo invitaron a montar a caballo por el bosque. En pleno paseo, le entró la neurosis de que en realidad no conocía nada a esos tipos y que podrían perfectamente estar tendiéndole una trampa. El propio actor explicó a Los Angeles Times que el verdadero terror que le sobrevino es que esos dos tipos podrían torturarlo durante días sin que nadie lo echase de menos: sintió que era tan poco famoso que nadie lo buscaría.
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