El actor que estrenó El hombre gris es uno de los nombres más atípicos de la industria
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Ryan Gosling escapa de las carátulas y cuesta encontrar en sus proyectos una línea rectora. Puede ser un musical, una película de acción, una comedia, un drama o incluso una pieza de mafiosos, el canadiense de 41 años pasea por el cine de autor como por los grades tanques de Hollywood con notable comodidad. Por este motivo, hacemos un repaso por su carrera, sus pasos en falso, y su palabra en exclusiva para LA NACION, con respecto a su nuevo proyecto, El hombre gris.
Una infancia compleja
El 12 de noviembre de 1980 nació en Ontario, Canadá, el pequeño Ryan Gosling. Su padre era vendedor y su madre secretaria, y si bien su familia era mormona, el futuro actor recuerda que no le interesaba practicar dichas creencias: “Yo no era mormón, mis padres sí lo eran. Mi mamá era muy astuta, me decía que esa religión era una opción, pero no la única y que yo debía encontrar mi propia verdad”. Sin embargo, la importancia que su familia le daba al culto religioso, le permitió al niño desarrollar una exposición con la que se sintió cómodo, como recordó en una oportunidad: “Había algo bueno en eso de ir a la Iglesia y sociabilizar tanto siendo tan chico. El tener que rezar en público, saludar a mucha gente, hablar ante pequeñas multitudes, cantar en las capillas y muchas cosas similares. Algo de eso siempre se quedó en mí”.
Cuando Gosling tenía trece años, sus padres se divorciaron, una situación que lo afectó profundamente. El niño vivió de forma fija con su madre, y su hermana mayor, Mandi Gosling, quien se convirtió en su gran sostén y principal confidente. Pero la angustia que transitaba el pequeño, se trasladó a su conducta en el colegio y pronto se ganó el apodo de “chico problemas”. Además su amor por Dick Tracy y Rambo, lo llevaron a pretender resolver todos sus problemas a fuerzas de puñetazos (incluso una vez, inspirándose en el personaje de Stallone, sorprendió a varios cuando sacó de su mochila un cuchillo de carnicero). Y mientras su fama de “chico problemas” no hacía más que crecer, encontró un inesperado lugar de pertenencia en un popular club infantil.
Desde chico, él sabía que quería ser actor y eso lo llevó a probar suerte en distintos castings. Ryan no le tenía miedo al público y firme en su decisión, se animó a presentarse a una prueba para el show televisivo infantil, El club de Mickey Mouse. De esa forma, el pequeño que en el colegio era un verdadero terremoto, se metía en la casa del ratón más amigable del mundo.
Una estrella infantil
El club de Mickey Mouse fue una verdadera escuela para Gosling. No solo porque pudo dar sus primeros pasos como actor profesional, sino porque conoció a otros nombres que serían clave no solo en su vida, sino también en la industria en general. Siendo un preadolescente, Gosling compartió pantalla con Justin Timberlake y Britney Spears. De hecho, con Timberlake tuvo una gran amistad, al punto que su madre llegó a ser la tutora legal de Gosling, cuando su mamá debió volver a Canadá. Como contracara a ese éxito, su actitud en el colegio solo empeoraba. “Me esforzaba mucho, pero no podía recordar qué era lo que enseñaban los maestros”, confesó el actor sobre ese período y agregó: “Me resultaba muy difícil aprender cosas que para el resto eran de lo más sencillas y por eso me llevaron a clases de educación especial”.
Con el paso de los meses, eso que comenzó casi como un juego, dio pie a una carrera de sostenida continuidad. Luego de dos años en El club de Mickey Mouse, entre 1993 y 1995, Gosling inició un camino televisivo que lo llevó a hacer ficción en otros programas como ¿Le temes a la oscuridad?, Las aventuras de Shirley Holmes y Ready or Not, entre otros. En 1998 recibió la posibilidad de un protagónico, en la serie Young Hercules, en la que interpretó al héroe del título, a lo largo de cincuenta episodios. De esa forma, a finales de los noventa, su cara era muy conocida en la pantalla chica, y como es habitual, el salto al cine era su próximo objetivo.
Una pasión que lo llevó a la fama
Invocar el nombre de Ryan Gosling es pensar en Diario de una pasión, la película que en 2004, lo catapultó a la fama. Pero antes de llegar allí, hubo un camino que varias veces le resultó esquivo. Luego de dos papeles pequeños, en 2001 protagonizó The Believer, en donde interpretó a un muchacho judío que empieza a militar en filas neo nazis. El film recibió buenas críticas, pero estuvo lejos de ser un éxito de taquilla, un camino similar al de algunas de sus siguientes piezas, como Cálculo mortal o El crimen de Leland. Por esa época, Ryan tuvo algo de protagonismo en distintos medios al darse a conocer su breve romance con Sandra Bullock, su compañera de elenco en Cálculo mortal, y con la que estuvo en pareja un año. En lo referido a su carrera profesional, Gosling no perdía su entusiasmo y buscaba con avidez ese proyecto que lo confirmara como un nombre ascendente en Hollywood.
Diario de una pasión llegó a los cines con el protagónico de Gosling, junto a una actriz que empezaba a ganar fama, Rachel McAdams. Esa conmovedora historia de amor, caló muy profundo en el público, que hizo de este film uno de los grandes hits de 2004. Pero la llegada del actor al proyecto, no fue tan sencilla. El director responsable del largometraje, Nick Cassavetes, estaba buscando al Noah ideal y mientras algunos barajaban a George Clooney como el mejor candidato, la aparición de Ryan lo cambió todo. El realizador no lo dudó ni un segundo: ese intérprete que estaba lejos de la fama, se presentaba como el actor idóneo para el proyecto. “Cuando le dije a los productores que quería contratar a Ryan para el rol central, me miraron como si hubiera dicho una barbaridad”, reconoció Cassavetes en una oportunidad. Por su parte, Gosling tampoco se veía en ese rol: “Cuando leí el guion pensé que nadie podía ser menos indicado que yo para ese personaje”.
Contra todos los pronósticos, la realidad de la película terminó por ser muy distinta. Ryan y Rachel tuvieron una química insuperable en pantalla y el film fue un triunfo total. Y si bien los protagonistas reconocieron en varias oportunidades que durante el rodaje se llevaron mal, tiempo después la situación tuvo un giro e hicieron oficial su vínculo amoroso (un noviazgo que duró hasta 2009).
Sus éxitos y un papel perdido que lo llevó a una crisis
A partir de Diario de una pasión, Gosling comenzó a ser una cara frecuente en la pantalla grande y el público buscaba con interés sus nuevas películas. Así comenzó una seguidilla de films que tuvieron un buen recibimiento, como sucedió con Lars y la chica real, Blue Valentine, o Secretos de estado. En buena medida, se trataba de proyectos de mediana escala, que tenían presencia en Hollywood, pero sin ser tanques que monopolizaran las salas. El actor procuraba trabajar en piezas que lo interpelaran bajo las órdenes de directores que tuvieron una mirada autoral.
Y llegó a su camino un proyecto de Peter Jackson, que lo llevó a hacer un gran sacrificio, pero que derivó en una amarga experiencia. El realizador de El señor de los anillos, estaba armando el elenco para Desde mi cielo, un drama sobre una joven asesinada, que desde el más allá tiene la posibilidad de observar como sigue la vida luego de su muerte.
Gosling quería interpretar al padre de la protagonista y logró quedar en el elenco, pero luego fue despedido, como reveló en una nota: “Cuando me contrataron pesaba 70 kilos y cuando me presenté a filmar había aumentado a 95 kilos. Y la verdad es que la producción y yo tuvimos una idea muy distinta con respecto a cómo debía lucir mi personaje. Yo realmente pensaba que ese hombre debía pesar casi cien kilos, creía en esa idea y me entusiasmaba hacer ese trabajo. Cuando me presenté en el set, me dijeron: ‘¡Te ves terrible!’, y yo pensaba que eso era un elogio, pero no lo era y me despidieron. Después de eso, quedé con mucho sobrepeso y sin mi trabajo”. Fue un momento terrible para Gosling, que lo llevó a retirarse de la actuación por tres años y a repensar su oficio como comentó una vez: “Es difícil interpretar a una personal real, cuando te la pasás viajando en jets. Yo necesitaba volver a experimentar la vida real”.
Volver a apostar por la actuación
Eventualmente, el actor se puso nuevamente en carrera y en 2011, protagonizó uno de sus títulos más emblemáticos. Dirigida por Nicolas Winding Refn, Drive cuenta la historia de un habilidoso conductor, que queda atrapado en una peligrosa trama. La mirada del realizador brillaba por una puesta en escena sobria, que le permitía a Gosling explorar la lógica de un personaje taciturno. No era un film de grandes explosiones, sino de una acción reposada que impactaba desde su elegancia.
Luego del éxito de Drive, Gosling participó de películas con resultados dispares pasando por The Place Beyond the Pines (en donde conoció a su actual pareja, Eva Mendes), La gran apuesta (en la que compartió pantalla con su admirado Steve Carell), La La Land, y por último, la que quizá sea su mejor película, Dos tipos peligrosos. Su debut en la dirección con The Lost River recibió críticas muy negativas, una experiencia que lo empujó a una crisis profesional, de la que le tomó tiempo recuperarse. Y en 2018, luego de protagonizar First Man, decidió tomarse un nuevo respiro del cine. Junto a su esposa Eva Mendes, que se encontraba virtualmente retirada, él se alejó de los sets de rodaje para reflexionar sobre la futura dirección de su carrera.
El hombre gris, su gran regreso
“Toda tu vida, escuchás mucho sobre qué significa tener hijos y todos esos clichés son ciertos”, aseguró Gosling en una entrevista, con respecto a qué sentía sobre la paternidad y el vínculo con sus hijas, Esmeralda y Amada. La vida familiar hacía muy feliz al actor, pero su deseo de volver a estar en pantalla, lo llevó a ponerle un punto final a esa pausa de cuatro años. De ese modo, Ryan protagonizó El hombre gris, el ambicioso largometraje producido por Netflix, dirigido por los hermanos Joe y Anthony Russo.
En esta nueva película de acción, Gosling interpreta a Sierra Seis, un agente de la CIA que decide ir en contra de su superior, un personaje sobre el que opina: “Fue un rol interesante porque sentía que se trataba de alguien que jamás tuvo ninguna idea romántica con respecto a ser un espía, no era lo que quería para su vida, ni tenía ninguna ilusión al respecto. Para él, se trata de un trabajo y no más que eso, y su deseo es retirarse apenas tenga la oportunidad. Eso me resultó muy interesante para interpretar y fue divertido ponerlo bajo todas esas situaciones extremas porque en muchos aspectos, es un personaje común y corriente, al que siempre sentí muy cercano, como deseo que también lo sienta el público”.
Con El hombre gris como su gran vuelta a la ficción y con una gran expectativa respecto de su versión de Ken en el film de Barbie, Ryan Gosling sigue haciendo, con sello propio, su camino en Hollywood, a través de personajes que parecen siempre escapar de los casilleros obvios para su carrera.
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