Russell Crowe: el actor que se hartó del éxito y aprendió a reírse de sí mismo
El intérprete tiene una divertida participación en la película Thor: amor y trueno
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Hubo un tiempo, entre fines de los años 90y los 2000 en que Russell Crowe parecía estar en todos lados. El actor, nacido en Nueva Zelanda y criado en Australia, había llegado a Hollywood después de una exitosa marcha en la TV y el cine australiano con la fuerza de un vendaval. A su aparición en el subestimado western Rápida y mortal, de Sam Raimi, protagonizado por Sharon Stone, Gene Hackman y Leonardo DiCaprio, le siguieron papeles cada vez más sustanciosos como el del policía que interpretó en Los Ángeles al desnudo.
En aquellos años cada vez que Crowe aparecía en pantalla era imposible dejar de mirarlo. Su cargada intensidad combinada con una naturalidad actoral prodigiosa lo convirtieron en uno de los intérpretes más solicitados de su generación. Era el actor ideal para encabezar esas películas de presupuestos medios y grandes ambiciones artísticas que Hollywood solía producir allá lejos y hace tiempo, a comienzos del siglo XXI.
Y así, entre 1999 y 2010, Crowe no paró de filmar, de cosechar excelentes críticas y de coleccionar nominaciones a los premios Oscar. En 2000 fue nominado como mejor actor por su papel en la excelente El informante, de Michael Mann; en 2001 ganó esa misma categoría por su interpretación en Gladiador, de Ridley Scott y en 2002 volvió a ser nominado por Una mente brillante, de Ron Howard. El frenético período probó un par de cosas: que Crowe era un actor extraordinario y que su intensidad en la pantalla le jugaba malas pasadas fuera de ella.
Malhumorado, serio hasta la hosquedad y a veces violento, pocos podrían haber imaginado al Crowe de aquellos tiempos como el actor que aparece ahora en Thor: amor y trueno. Su participación como el todopoderoso Zeus en la película de Marvel -el secreto peor guardado de la historia del estudio–, no solo le da forma a una de las secuencias más graciosas del film sino que cumple con el doble propósito de otorgarle al actor la posibilidad de reírse de sí mismo y de su carrera. Vanidoso, narcisista y con una faldita estilo peplum como la que vestía cuando fue Maximus, el gran gladiador del imperio romano, Crowe se anima a hacer el ridículo auspiciado por su amigo y director Taika Waititi.
“Fue genial trabajar con él porque es alguien siempre dispuesto a intentar cosas nuevas, a divertirse y jugar”, decía Waititi en una entrevista con LA NACION sobre su admirado Crowe al que, según prometió, el público vería en pantalla como nunca antes lo había visto. Una promesa confirmada que ni el propio actor podría haber pronosticado a principios de los 2000. Aquel tumultuoso período que alcanzó su peor momento a partir de la temporada de premios de 2002, cuando después de ganar el Bafta por su trabajo en la película de Una mente brillante Crowe atacó física y verbalmente a uno de los responsables de la transmisión porque su discurso de agradecimiento había sido cortado. Una reacción que, muchos creyeron en ese tiempo, le costó su segundo Oscar y solidificó su fama de cascarrabias ocasionalmente violento.
No lo ayudó en nada su posterior estallido de 2005 cuando, en plena promoción del film El luchador, le lanzó un teléfono a un empleado del hotel de Nueva York dónde se hospedaba. El incidente resultó en la intervención de la policía, una visita a la comisaría esposado y los cargos de lesiones en segundo grado y posesión de un arma (el teléfono) en cuarto grado. La imagen del actor saliendo del tribunal dio la vuelta al mundo y alimentó la certeza de muchos: Crowe era uno de los actores más talentosos de habla inglesa pero también un ser humano bastante desagradable y malhumorado. El hecho de que un tiempo antes se lo había señalado como el catalizador de la separación de Dennis Quaid y Meg Ryan, por entonces la reina del romance en la pantalla grande, solo complicó su imagen pública.
“Vivía dentro de una burbuja. Y no había descanso de eso así que llegó al punto en que las pequeñas cosas irritantes del día a día con las que todos tenemos que lidiar empezaron a crecer y crecer. La verdad es que me harté de ser exitoso. Llegué al punto de pensar: “carajo, déjenme tranquilo’”. Así que recuerdo ese tiempo como una era dorada para mi carrera pero también, mirando hacia atrás, fue un periodo muy duro”, explicaba Crowe el año pasado en una entrevista con el diario británico The Independent en medio de la promoción de su película Fuera de control (disponible en Amazon Prime Video y HBO Max) en la que interpreta a un hombre iracundo y desequilibrado obsesionado con una mujer después de un incidente de tránsito.
Aunque en la segunda década de los 2000 Crowe nunca dejó de trabajar (protagonizó Robin Hood, Los miserables, Noé y Dos tipos peligrosos, entre otras películas) , lo cierto es que sí se alejó del agitado mundo de Hollywood y se instaló en su granja de Nueva Gales del Sur en Australia, el lugar dónde pasó la pandemia y encontró la paz que tanto necesitaba. Hoy, parece otro, un habitual participante de las redes sociales, en las que suele compartir los idílicos amaneceres desde su lugar en el mundo y donde se lo puede ver con una actitud de bonhomía y la sonrisa siempre lista.
Casi lo opuesto de su personaje en la miniserie The Loudest Voice, disponible en Star+. Allí, el actor aparece irreconocible para interpretar a Roger Ailes, el creador de la señal de cable Fox News. Con ayuda del maquillaje y un traje que lo hace parecer obeso, Crowe vuelve a invocar a esa parte iracunda y explosiva de su personalidad pero esta vez para encarnar al inescrupuloso productor televisivo acusado de maltratos y abusos que precipitaron el fin de su carrera y de su vida. Más allá de su transformación física, debajo de los kilos de silicona de las máscaras, Crowe vuelve a demostrar su habilidad para dotar de humanidad y profundidad a sus personajes, ya se trate de un skinhead (Romper Stomper, 1992), un policía de los años 50 (Los Ángeles al desnudo), un matemático genial y perturbado (Una mente brillante), el más valiente de los gladiadores (Gladiador) o Zeus, el dios más poderoso del Olimpo.
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