La actriz de 36 años es una de las protagonistas de El callejón de las almas perdidas, el film de Guillermo del Toro que estrenó este jueves; en esta nota, un repaso por la vida de una estrella inusual que supo construir una interesante carrera siempre con perfil bajo
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Para una actriz que trabajó con grandes directores, ganó el premio a la mejor interpretación femenina en Cannes, recibió dos nominaciones al Oscar y puede ser selectiva en cuanto a los proyectos que termina abordando, Rooney Mara no es (nunca lo fue, en realidad) una estrella de Hollywood modelo. Incluso antes de su relación con Joaquin Phoenix y de su maternidad, Mara siempre estuvo enfocada en cumplir un determinado proceso al que jamás traicionó: hacer un buen trabajo, asistir con cierta timidez a las ruedas de prensa, recluirse y volver a empezar.
Si se la percibe seria -y casi siempre vestida de negro- en las diferentes red carpets es porque Rooney no disfruta de las cámaras o de la atención excesiva. A fin de cuentas, ese fue el motivo por el que abandonó el teatro cuando era pequeña, aunque eso implicó sacrificar su anhelo de trabajar en comedias musicales.
“Estaba tan horrorizada por el hecho de estar frente a todos mis compañeros de colegio que no podía recordar una simple frase. Ese fue el final de mi carrera teatral”, le contó a la revista Vogue en 2013 respecto a su debut en la actuación en una puesta de El mago de Oz, la primera y la última que integró. El testimonio de su talento reside en el único lugar en el que hay que buscarlo: las películas mismas. Mara no juega otro juego y, cuando lo hace, es extremadamente autoconsciente.
“Como actriz, ahora no podés simplemente estar en una película, ahora estás a cargo de venderla, y eso implica asegurarte no decir nada fuera de lugar o equivocado... Me resulta agotador”, se sinceró. “Me parece que es una presión que se les pone a quienes formamos parte de algo que ni siquiera nosotros concebimos”, reflexionó, dejando en claro que sus entrevistas son escasas y ceñidas generalmente a las minucias de sus composiciones, el tópico en el que más cómoda se siente.
Los prejuicios por su crianza
Si bien la actriz de 36 años no suele hablar de temas privados, en una ocasión decidió que era momento de separar sus trabajos en cine del modo en que había llegado a ellos. Cuando adquirió mayor notoriedad luego de personificar a Lisbeth Salander en el film de David Fincher La chica del dragón tatuado, su conexión con la industria fue puesta sobre la lupa y muchos cuestionaron su lucha por llegar a Hollywood y hasta qué punto las influencias de sus padres tuvieron incidencia en la construcción no solo de su carrera sino también en la de su hermana mayor, Kate Mara.
La familia materna de la actriz fundó el equipo de fútbol americano Pittsburgh Steelers, y la paterna, el de los New York Giants. De hecho, ella tomó ambos apellidos (Rooney es el de su madre y Mara, el de su padre) para formar su nombre artístico y dejar atrás a Patricia. “Rooney Mara sonaba mejor”, dijo. Cuando tanto ella como Kate subieron su perfil, su familia comenzó a ser un tema de debate. Sin embargo, la propia Rooney se encargó de desmentir que creció moldeada por la abundancia, y que eso mismo le dio el puntapié necesario para triunfar en Hollywood. Por el contrario, fue el ver a su hermana actuando lo que le despertó su deseo de seguir sus pasos. “Entiendo que mi crianza fue privilegiada, pero fue más normal de lo que lo que se piensa. Nunca vivimos en una mansión ni nada por el estilo, crecimos en una casa muy linda, pero nada extravagante como se dice”, manifestó en una ocasión.
Asimismo, Rooney aludió a cómo fue crecer en el seno de una familia católica muy numerosa, que en un momento de su carrera la frenó al momento de aceptar determinados trabajos, específicamente el rol de María Magdalena en la película de Garth Davis. “Tenía todas estas ideas preconcebidas sobre María Magdalena y sobre la religión en general, una gran cantidad de peso encima que me hizo dudar. No fue hasta que hablé con Garth y miré la historia como un adulto, sin la mochila de la escuela católica, que pude volver a verla con nuevos ojos”, explicó la actriz, quien se mudó de Nueva York a Los Ángeles para pasar tiempo con su hermana, quien desde los 14 ya estaba trabajando en el medio.
El impulso por abocarse a la actuación también vino de su madre, Kathleen Mara, quien organizaba noches de película con sus hijos -Rooney y Kate además tienen dos hermanos, Daniel y Conor-, una de las actividades familiares favoritas que les permitía evadirse de asistir a tantos partidos de fútbol americano, una verdadera tradición. “Siempre supe que no quería ser una actriz infantil, sabía que quería ir a la escuela y que quería comenzar cuando fuera mayor, pensaba que de esa forma me tomarían más en serio”, contó Rooney sobre sus inicios cuando, al finalizar sus estudios, vivió un tiempo con su hermana y leían guiones juntas. Su debut se produjo con la película de terror Urban Legends: Bloody Mary en 2005, y su recorrido siguió con intervenciones en las interesantes Youth in Revolt y Tanner Hall, donde brindó uno de sus trabajos más sutiles y subvalorados. Su mundo cambió por completo un año después del estreno de esa película coming of age de Francesca Gregorini cuando David Fincher llegó a su vida y ella demostró estar a la altura de dos papeles completamente opuestos.
Un paso a la oscuridad
En 2019, a Rooney la convocaron para filmar dos escenas clave de Red social, la obra maestra de David Fincher con guion de Aaron Sorkin basada en la gestación de Facebook con ribetes shakesperianos, y que tenía al libro de Ben Mezrich, Multimillonarios por accidente, como punto de partida. Sorkin, con la inteligencia que lo caracteriza, sentía que a la historia le faltaba una pata, un personaje que operara en el mismo plano que la audiencia, la famosa brújula moral. De esa forma nació Erica Albright, la novia de Mark Zuckerberg en el film que termina la relación en los primeros intensos minutos de la película, y que aparece luego en la mitad de la historia para dar su estocada con una frase para su ex: “Internet no está escrito con lápiz, está escrito con tinta”. Las dos secuencias son memorables, pero mucho se ha debatido sobre la primera, en la que Mara tuvo que seguirle el ritmo a un frenético Jesse Eisenberg en una jornada donde Fincher filmó las famosas cien tomas.
“Me acuerdo que me dijiste: ‘Bueno, chau’, y yo te respondí: ‘Oh, gracias’, pero también recuerdo pensar que debí haberte dicho algo más agradable, haberte dicho lo bien que estuviste en la escena y lamenté mucho no haberlo hecho”, le confesó Fincher a Mara en una entrevista que se realizaron mutuamente para revista Interview. “No me dijiste nada lindo, es cierto”, añadió ella. “Es que tenía que ocuparme de mucha gente”, se excusó él. “Está bien, no te guardo rencor”, le expresó la actriz cuando ambos ya estaban promocionando su segundo trabajo en conjunto: el relanzamiento del fenómeno sueco La chica del dragón tatuado.
Cuando pocos pensaban que Mara podía transformarse en Lisbeth Salander (especialmente luego de verla en Red social), su actuación fue tan extraordinaria que no solo le valió una nominación al Oscar, sino también el respeto de sus pares y la atención de otros realizadores. “La primera impresión que tuve de vos fue que tenías una belleza deslumbrante y un aire de seguridad en vos misma”, le reveló Fincher sobre el motivo por el cual depositó toda su confianza en ella para un rol complejo que lamentablemente no pudo volver a interpretar y que, según sus palabras, fue al que más cariño le tomó.
Si bien el rendimiento en taquilla de la remake no fue el esperado, Fincher y Mara no bajaron los brazos y buscaron la manera de seguir trabajando juntos. Luego de dirigirla en un comercial, comenzaron los rumores de que ella sería la protagonista de Utopia, la adaptación norteamericana de la miniserie británica creada por Dennis Kelly. Pero no pudo ser. La autora y guionista Gillian Flynn tomó la batuta con Sasha Lane como protagonista.
Una carrera al servicio de la diversidad
Luego de recibir su primera nominación al Oscar por su interpretación de Lisbeth Salander, Mara comenzó a elegir proyectos independientes como el excelente drama de David Lowery (con quien volvería a trabajar en A Ghost Story, también junto a Casey Affleck), Ain’t Them Bodies Saints, Efectos colaterales, de Steven Soderbergh, y en la más reconocida Ella, de Spike Jonze, donde interpretaba, según podemos inferir, al álter ego de Sofia Coppola en esa carta de amor en forma de largometraje que concibió Jonze como respuesta a Perdidos en Tokio (las simetrías están allí). En ese rodaje conoció a quien se convertiría en su pareja, Joaquin Phoenix. Mara se encontraba por entonces en una relación con el cineasta Charlie McDowell, quien la dirigió en la fallida The Discovery, pero Phoenix sintió un flechazo inmediato en el set.
Antes de producciones como la perturbadora Una, la nominada al Oscar Camino a casa, y el film de Terrence Malick Song to Song, Rooney Mara volvía a abordar otro desafío: tomar un personaje salido de las páginas de una gran novela y darle su impronta. Ese personaje fue Therese Belivet en Carol, el brillante melodrama de Todd Haynes basado en la novela de Patricia Highsmith El precio de la sal, una obra profundamente autobiográfica sobre una joven fotógrafa que se enamora de una mujer, Carol Aird (Cate Blanchett), en plena década del 50. Mara y Blanchett consiguen una química palpable y ambas fueron nominadas al Oscar por sus interpretaciones, mientras que Rooney ganó en Cannes como mejor actriz. La sutileza de su composición, especialmente cuando Therese se quiebra en ese proceso de descubrimiento de su sexualidad en el que sufre como si ésto fuera un rito de pasaje, es sencillamente deslumbrante, al igual que su mirada en una secuencia final que está entre lo mejor de Haynes y entre lo mejor que haya hecho Rooney en su carrera.
Su sensibilidad parecía conectar a la perfección con Therese y esa evolución que se va percibiendo a medida que su punto de vista se va alterando. “Siempre fui una persona muy sensible, y la gente me dice que esa sensibilidad puede transmitirse rápidamente a quienes me rodean. No lo hago adrede”, aclaró la actriz y añadió: “Pero a veces prefiero ser invisible porque soy muy mala fingiendo ser una persona diferente. Mis emociones invaden todo mi cuerpo a veces, y no encuentro lugar dónde esconderlas”, declaró Mara.
Joaquin Phoenix y una relación que crece fuera de los ojos de la industria
Si hablamos de sensibilidad, Rooney Mara y Joaquin Phoenix son la pareja perfecta, como si la unión que conformaron hubiese sido inevitable. Ya estando juntos filmaron la pequeña gran biopioc Don’t Worry, He Won’t Get Far on Foot, dirigida por Gus Van Sant, donde formaron una excelente dupla, pero su vínculo comenzó mucho antes. Mara y Phoenix se conocieron en 2012, en el rodaje de Ella. Por un malentendido, el actor pensó que a ella le había caído mal, aunque poco después se dio cuenta de que Mara era muy tímida. Su romance comenzó oficialmente cuando volvieron a coincidir en un set: el de María Magdalena. “Es la única chica a la que jamás he buscado por Internet”, contaba Phoenix en una larga entrevista en Vanity Fair. “Éramos solo amigos, amigos por correo electrónico. Nunca había hecho eso. Nunca había buscado a una chica online”, reveló.
Aunque ambos venían de mundos y crianzas disímiles, sus personalidades los unieron, al igual que el activismo por los derechos de los animales, entre otras causas. La pareja se comprometió en 2019, y en septiembre de 2020 fueron padres de un niño que lleva el nombre del fallecido hermano de Joaquin, el recordado actor River Phoenix. La noticia la anunció el director Victor Kossakovsky en el Festival de Cine de Zúrich después de la proyección de la película Gunda, de la que Joaquin es productor ejecutivo. “Por cierto, acaba de tener un bebé... Un hermoso hijo llamado River”, comunicaba el realizador. Muy recelosos de su intimidad, los actores no anunciaron oficialmente el nacimiento de su primogénito y se dejan ver en pocas ocasiones. Sin embargo, cuando Phoenix ganó el Oscar por Guasón, a ambos se los notó más relajados ante los flashes e incluso posaron juntos luego comiendo con la estatuilla dorada al lado.
En una de las pocas ocasiones en las que hablaron del pequeño River, lo hicieron en una carta abierta a revista People en noviembre de 2020, en relación a los 545 niños que no se habían reunido con sus padres después de ser separados en la frontera entre los Estados Unidos y México. “¿Cómo se lo explicaremos a nuestro hijo? Como nuevos padres es insoportable imaginar cómo nos sentiríamos si nos quitaran a nuestro hijo por un día y mucho menos durante años’', escribió la pareja. “Pero esa es la situación de esos 545 niños y sus padres. Como estadounidenses, es nuestra responsabilidad seguir prestando atención a la difícil situación de estas familias y obtener respuestas sobre por qué aún no han sido localizados”.
La pareja también se preguntaba: “¿Es este el país que queremos? ¿Son estos nuestros valores? ¿Cómo tratamos a los niños asustados e indefensos algunos de los cuales tal vez nunca vuelvan a ver a sus padres? Por el bien de nuestra nación, esperamos que podamos decir que los Estados Unidos rechazó inequívocamente esta crueldad y exigió que nuestros representantes hicieran todo lo posible para encontrar a esos padres desaparecidos”.
Audrey Hepburn, el desafío que se viene
Las biopics llegaron para quedarse, y en la mayoría de los casos el approach de una conocida figura no es el mejor. Al mismo tiempo, constituyen una caja de sorpresas que puede, precisamente, quebrar los prejuicios. Veremos si esto sucede con el film del realizador italiano de Llámame por tu nombre, Luca Guadagnino, basado en la vida de Audrey Hepburn con Rooney a la cabeza. Michael Mitnick (El dador de recuerdos y Una guerra brillante) será el guionista del proyecto. Si bien los detalles de la película no trascendieron (¿abarcará toda la vida de la estrella o un momento en particular?), Mara ya se está preparando para ponerse en la piel de la protagonista de Sabrina, Mi bella dama y Muñequita de lujo.
En la actualidad, la actriz también está promocionando su rol en El callejón de las almas perdidas de Guillermo del Toro, que se estrenó este jueves en salas comerciales, con actuaciones de Bradley Cooper, Cate Blanchett, Toni Collette y Willem Dafoe. Algunas secuencias del film del cineasta mexicano fueron rodadas por Rooney cuando se encontraba embarazada. Y a pesar de que muchos estarán ansiosos por ver el trabajo del director de El laberinto del fauno, Mara no podrá hacerlo ya que confesó que le genera ansiedad ver las películas que integra. “Las veces que lo hice, siempre pensé que tendría que haber hecho otra cosa”, declaró la actriz que admira a Gena Rowlands gracias a esas noches de película con su familia en las que descubrió Una mujer bajo la influencia.
En cuanto a su camino en Hollywood, no le pidan que suba el perfil. Mara tiene muy en claro cuál es su ruta. “La gente espera que me comporte de manera artificial, no realmente cómo soy, y cuando miro las entrevistas que daban en los 70 Patti Smith, John Cassavetes, ellos fumaban, tomaban, eran auténticos, y eso me da celos porque no creo que lo podramos ver ahora, en las entrevistas te tenés que autocensurar y no hay nada de genuino en eso. Detesto no poder serlo. Detesto censurarme”.
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