Ronnie Arias: su nueva vida en Uruguay y su mayor temor
Hace siete años decidió cambiar su vida y, desde entonces, todas las semanas va y viene a Riachuelo, Uruguay, donde se compró una chacra y tiene su propia huerta, frutales y está cerca de un bosque en el que corta su leña. Ronnie Arias delineó este nuevo estilo de vida y está muy conforme. Allí vive con Pablo, su pareja desde hace 25 años y con sus cuatro perros: Pancha, Palito, la Yuyo y el Chino. Ese es su mundo. "Riachuelo está muy cerca de Colonia y tiene apenas 270 casas. Te enteras de todo: a quién le robaron la cabra, a quién se le casó la hija o quién no se saluda con quién. En el pueblo yo soy el loco que corre -porque me ven haciendo running- y que trabajaba en la radio. Me recibieron con los brazos abiertos", cuenta Arias a LA NACION desde el país vecino. En rigor, iba y venía de Buenos Aires a Riachuelo todas las semanas hasta que, en enero pasado, se despidió de Sarasa, el programa de La 100 que condujo durante nueve años, con mucho éxito, y los viajes empezaron a ser menos frecuentes.
"Cuando declararon el asilamiento preventivo y obligatorio ya estaba viviendo en Uruguay. Voy a Buenos Aires cuando tengo trabajo, para hacer Bendita (Canal 9) o alguna campaña y vuelvo. Ahora ésta es mi casa y, eventualmente, duermo en Buenos Aires. A mediados de marzo se empezó a hablar de la cuarentena y el jueves 19 se cerraron las fronteras. Yo estaba en Buenos Aires para hacer Pasapalabra y Bendita, y Pablo se había quedado en Riachuelo para darles de comer a los perros. Imaginate si cerraban las fronteras y los perros se quedan solos y sin comida; no queríamos correr ese riesgo. El miércoles 18 de marzo volví a Uruguay y casi no entro: pedían el papel de residencia y yo salí tan apurado de casa que en vez de agarrar ese documento, monoteé el certificado de buena conducta. No me servía para cruzar, pero por suerte había un muchacho del consulado que yo conocía por haber hecho los trámites y me dio una mano: mandaron una fotocopia por WhatsApp y se solucionó. Zafé de caminar por cuatro paredes", cuenta.
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-¿Cómo es tu día a día en la chacra, en cuarentena?
-Entreno todos los días con mi personal trainer, online. Me hice pesas con latas rellenas de arena. Después escribo un poco, a ver qué ideas se me ocurren y a la tarde preparo todo lo que subo a las redes. A Bendita tengo que mandar contenido dos veces por semana. Estoy haciendo vivos para algunas marcas. Trabajo. No tengo un trabajo fijo, estoy puchereando. Hacemos podcast con Bebe Sanzo y estamos fluctuando entre los 10 y 15 más escuchados. De alguna manera repetimos la fórmula que hacíamos en Energy en los ’90, él en el piso y yo en el teléfono, hablando de todo. En esta cuarentena tengo para contar algo que no cuenta nadie y es la vida al aire libre. Todas las mañanas salgo a caminar 5 km con los perros, en el medio de la nada. Es otro contenido: pueden ver el atardecer desde mi piscina o a mis perros correr a las vacas del vecino y él puteándome. Tengo un camino de cítricos, un rosedal, una huerta y otra más alta para frutillas y caléndulas. Es mi pequeño paraíso. El único bajón es cuando pienso en la economía, aunque tengo mucha fe en que vamos a salir adelante. No desconfío de la salud sino de qué vamos a hacer después, cuando todo esto pase. No me sobre informo porque si no me angustio. Hago zapping a la mañana, veo algo de televisión, de redes sociales y no miro nada más hasta la noche, que sintonizo Bendita. Basta de quejarse. Pensar que los pibes que fueron a Malvinas estuvieron 42 días metidos en un pozo, dejémonos de joder y quedémonos en casa.
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-¿Y con tu pareja?
-Con Pablo tenemos categorías: yo hago parques y jardines y él, interiores. Lo que no quiere decir que no me toque cocinar, por ejemplo, y cocino con sobras y latas que tenemos en casa. Cuando todos hacen masa madre, yo aprovecho las sobras y hago una empanada gallega con una pascualina, pescado que sobró y una lata de atún. De alguna manera, con Pablo marcamos cuál es el límite de uno y otro. Nos estamos divirtiendo mucho.
-¿Aprendiste algo nuevo en esta cuarentena?
-Yo soy todo terreno. Planté todos los árboles de la chacra, voy al bosque y corto mi leña. Lo único que no aguanto es el sol, cuando hace mucho calor. Mis árboles son jóvenes y les falta crecer; para tener sombra tengo que ir al bosque. Compré un terreno que estaba sembrado de soja, o sea que la tierra era barro cuando sacaron el sembrado porque la soja mata todo. Y la casa es de materiales reciclable: OSB y steel frame, una casa finlandesa cien por ciento.
-Esta mudanza, ¿se dio sin querer o fue una decisión pensada?
- Hace siete años que voy y vuelvo todos los fines de semana. Al principio alquilamos una casita para hacer una prueba piloto y nos pareció que estaba perfecto, que era un muy buen lugar. Esta es mi casa hoy, en Buenos Aires tengo mi departamento: voy, trabajo y vuelvo. Soy sincero: no me doy cuenta que es otra vida. La decisión la tomé después del duro tratamiento del cáncer. Teníamos un canuto, pudimos pagar el terreno en cuotas y acá estamos. Quería bajar un cambio, plantar mis propias semillas, pero hippie, no soy. Tengo mi huerta con tomates, kale, repollo, cebolla, los frutales, corto leña para la estufa. Siempre me gustó el trabajo del campo. Lo que no tengo en casa se lo compro a Rubén, zapallitos, huevos, y la leche se la compro a Willber, a dos kilómetros de casa: dos litros de leche recién ordeñada que tengo que hervir cuando llego a casa, cuestan $20.
-Entonces vivís contento con el corazón partido entre estos dos hogares...
-Cuando me voy, extraño a los perros, pero amo Buenos Aires; me siento Evita volviendo de Los Toldos. El equilibrio es perfecto. Me gustaría que no hubiera tanto polvo ni pelos de perros en la chacra porque soy medio histérico. En la Argentina están mi mamá y mis hermanas, pero hacemos videollamadas, nos recomendamos series. Somos ese tipo de familias que son muy unidas aunque no se ven nunca. No estamos uno encima del otro, pero cuando necesitamos, aparecemos todos. Nuestra vida hizo que cada uno tuviera su propio mundo y que esos mundos se junten a través del afecto.
-Tuviste cáncer de laringe y el año pasado te dieron el alta definitiva, ¿cómo te sentís?
-Me dieron el alta definitiva el año pasado y me siento bárbaro. Mi oncóloga, la doctora García Miguel se jubiló y me derivó a mi médico laringólogo Mauricio Chalup que me dio el alta. Pero yo tengo problemas porque grito, me dan alergias, me resfrío: quedé medio maricón de la zona. Por suerte tengo a mi fonoaudióloga Débora Gutkin. Esas personas me salvaron la vida. El médico me dijo que me guardara porque soy paciente de riesgo. En esos días previos a que cerraran las fronteras, trabajé medio asustado, la verdad.
-¿Todavía tenés temores o ya diste vuelta la página?
-Nunca tuve miedo. Tenía más miedo a no poder laburar que a morirme porque pensaba que si no hacía lo mío, lo que sé, me iba a morir de hambre. Igual siempre recuerdo las palabras de Jorge Guinzburg, que me tranquilizan. Un día me dijo: "Ronnie vos vas a laburar toda la vida".
Nunca tuve miedo del cáncer. Tenía más miedo a no poder laburar que a morirme porque pensaba que si no hacía lo mío me iba a morir de hambre
- ¿Extrañás la radio?
- Lo que más extraño es el contacto diario con la gente.
-¿Por qué cambiaron los conductores de Sarasa [actualmente lo conducen Julieta Prandi y Mariano Pelufo] si era uno de los programas más escuchados?
- La gerencia de la radio decidió cambiar el equipo que conducía Sarasa. Todo se termina. ¿Voy a ponerme a llorar? Levantaron el programa La liga con un Martín Fierro y un premio Clarín. También Supermatch fue un éxito y terminó. O Kaos en la ciudad. Es parte del trabajo y ya está. Hubiera hecho Sarasa 30 años más porque la fórmula era buenísima y estábamos primeros, pero se levantó y es así, hay que aceptarlo. A veces la gente no entiende que dependés de una gerencia. Si hubiese hecho temporada en Mar del Plata con Antonio Gasalla, me hubiera ido peor. Ese es mi trabajo, mi vida son mis cuatro perros, mis amigos, mi casa. Soy un tipo muy ermitaño. Ese Ronnie Arias es un personaje que está buenísimo y seguro también soy yo.
-Alguna vez contaste que tuviste una vida de descontrol en tu adolescencia, pero conociste a Pablo y hace 25 años que están juntos. ¿Esos dos Ronnies conviven bien?
- Sigo siendo el mismo, pero son etapas que se cumplen. Si siguiera pito y matraca sería un tarado, quiero ser hermoso y joven como Nacha [Guevara] toda la vida. ¿Y de qué manera lo hace? Cuidándose. Soy un tipo de 58 años y estoy súper bien conmigo.
-¿Te gusta el hombre en el que transformaste?
-A los 23 partía baldosas, pero no extraño a ese chico que fui entonces. Quiero mucho a este Ronnie que es un self made man. Si hay algo que hice, fue a mí mismo.
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