Ronnie Arias: “Mi hermana estuvo en coma una semana y tuve que despedirme de ella a través de un audio”
El conductor dialogó con LA NACION acerca de su regreso a la radio, los proyectos que lo mantiene ocupado entre Buenos Aires y Uruguay y el doloroso momento familiar que atravesó en plena pandemia
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Ronnie Arias encontró una manera de vivir que lo hace feliz: trabaja en Buenos Aires y pasa los fines de semana en su chacra de Uruguay, muy cerquita de Colonia. Hace apenas unos meses volvió a la radio -por estos días se luce en Perros de la calle, en Urbana Play 104.3, junto a Andy Kusnetzoff-, mientras sigue en Masterchef Uruguay y adapta una novela mexicana para una plataforma de streaming.
En una charla íntima con LA NACION, Arias habla de este regreso, cuenta cómo transita el duelo luego de la repentina muerte de su hermana menor, Silvina, y reflexiona sobre la educación de su sobrino Juan José (21), que decidió mudarse junto a él y su pareja hace ya dos años y que hoy es otro gran motivo de orgullo para él.
-Durante mucho tiempo fuiste como invitado a Perros de la calle hasta que te quedaste, ¿cómo se dio?
-Volví a la radio gracias a Andy. El año pasado fui por primera vez como invitado a PH: Podemos Hablar y la pasé muy bien. Sucedió algo muy loco, porque de los “chicos de negro”, Andy era de los ácidos y yo de los putos glamorosos: CQC y Kaos. Éramos de palos completamente diferentes, pero ideológicamente iguales, sólo era una cuestión de forma o estética. Andy es una persona cálida y nos sedujimos mutuamente. Después me invitó a Perros de la calle, cuando todavía estaba Lizy Tagliani, que quería irse, y surgió la posibilidad de poder entrar. Empecé a venir más seguido, y me fui quedando.
-Tu salida de La 100 no se dio de la mejor manera, ¿tenías ganas de volver?
-Yo tenía muchas ganas de hacer radio. El 19 de diciembre del 2019 me dijeron que no me renovaban el contrato en La 100, después de 10 años. Beto Casella me dijo entonces que fuera a Bendita, una gran persona que me sacó de la depresión de saber que no iba a tener laburo. En marzo, la pandemia me agarró del otro lado del charco, y me quedé ahí. Y aclaro que tenemos esa chacra hace más de diez años. Pensé que se había terminado mi carrera, que me iba a dedicar a las plantas, a los perros, a la huerta. Y ahí leí un tuit de Graciela Borges que hablaba del miedo que los seres humanos le tenemos a la pausa.
-¿Qué te pasó con ese tuit?
-Sentí como un bife, pensé en tanta gente que tiene momentos en los que no trabaja, y yo laburo desde los 16 años, que me fui de casa, y no paré nunca. Por eso entré en pánico cuando pasaron unos meses y no tenía trabajo. Me di cuenta que no se me había terminado la carrera, sino que era un impasse que me iba a servir para crecer, para descansar. A la semana me llamó Fabio Alberti para entrevistarme en una radio de Punta del Este, el productor era el dueño de la radio y me propuso hacer un programa todos los sábados, para todo el Uruguay. Y ya estaba trabajando con un equipo hermoso, con Maxi de la Cruz y Flor Raggi.
-No estaba terminada tu carrera…
-No. Y, un día me agarré fuerte a la silla de Perros… y no me levanté más (ríe). Ya pasaron unos meses y confieso que al principio me costó entrar a un grupo humano tan armado, y tuve que aprender un formato nuevo. Siento mucho afecto y respeto por parte del grupo, pero todavía no conocemos los límites del otro. De alguna manera, me estoy adaptando porque las salidas son más largas que en La 100 y es otro mundo. Nunca fui es políticamente correcto y tengo que aprender otra forma de humor para mantener ese lugar. Además, sigo en Masterchef Uruguay, que allá es semanal y le va muy bien, y estamos todos contra todos hacia la final. Confieso que cocino muy bien, pero soy muy desprolijo. Y estoy adaptando una novela mexicana para una serie. Me entusiasma. Y escribí una obra de teatro, una comedia musical que tiene que ver con espíritus. Todas cosas que fui pensando en medio de la pandemia. Me gusta estar ocupado; en la chacra me levanto temprano, me preparo el mate y ya voy a trabajar al campo, a limpiar la huerta, armar los canteros. Planté 270 árboles.
-Vivís entre Buenos Aires y Colonia... ¿Ese es tu ideal?
-No lo sé, pero se parece (ríe). Con Pablo [su pareja] estamos tres días allá y cuatro acá. Ahora él está arreglando nuestra casa en Buenos Aires, porque en pandemia estuvo cerrada y se vino abajo. Me está haciendo estanterías para la ropa, porque tengo muchísima; me gusta que sea mía.
-Contaste que no le sacas las etiquetas a la ropa, ¿cómo la lavas?
-Se sacan quirúrgicamente y después se vuelven a poner. Pero en general ni llego a lavarla porque la uso una o dos veces y después va al arcón de la ropa de colección. También regalo mucha ropa a mis hermanas o dono. Y otras las colecciono.
-Nunca tuviste el deseo de ser padre y, sin embargo, estas criando a tu sobrino. ¿Cómo resulta la experiencia?
-Mi sobrino ya es mayorcito, tiene 21 años. Vive con nosotros, le dimos nuestro cuarto, que es el más grande de la casa y con el baño más lindo. Nunca quise ser padre, es verdad. Y ahora tengo un ‘sobrijo’, como dice él. Mis hermanas me dicen que mi Silvina, la Chivi, me dejó la mejor herencia.
-¿Lo adoptaste?
-Legalmente no porque ya es grande. Mi hermana falleció de muerte cerebral en enero del 2021, mientras estaba de vacaciones en el sur, con su novio. Los médicos dicen que era algo congénito y que podría haberle dado en cualquier momento de la vida: le dio a los 54. Y Juan José o Juano, se mudó a casa.
-¿Por qué terminó viviendo con vos?
-Fue una decisión de él, ni siquiera mía. Con mi hermana Silvina éramos muy unidos y vivíamos muy cerca, nos veíamos todo el tiempo. Nosotros somos cinco de mayor a menor, Lilian, yo, Sandra, Alejandra, y la Chivi.
-Sos su tío preferido…
-Depende el día, a veces me quiere apuñalar, pero creo que sí soy su preferido. Mi hermana estuvo en coma una semana, en un hospital de Bariloche, y tuve que despedirme a través de un audio que le pedí que le pusieran al oído, porque estábamos en pandemia y no podíamos viajar. Mi madre no pudo viajar porque era mayor. Sólo viajó mi sobrino con mi hermana Alejandra, para contenerlo, y mi hermana Lilian y su marido que son médicos y estaban autorizados a viajar. Nadie más pudo estar con ella. Con Bebe (Sanzo) hicimos un podcast que se llama Todo sobre la Chivi y van a hacer una serie sobre eso, que adaptó Gustavo Marra.
-¿Y cómo te dijo tu sobrino que quería mudarse con vos?
-Cuando mi hermana falleció, mi sobrino y mi mamá se vinieron unos días a casa. Y una mañana Juano me preguntó: “¿Y ahora quién es mi familia?”. Le respondí que podía ser la abuela, o cualquiera de mis hermanas con sus parejas, o Pablo y yo, que tenía un montón de familias para elegir. Y me abrazó y me dijo “yo quiero que mi familia sean Pablo y vos”.
-¿Y qué dijo tu pareja?
-Pablo es feliz si yo soy feliz. Y Juano se quedó en casa.
-¿Cómo se modificó tu vida con la mudanza de Juano?
-Nuestra vida es una sitcom. La primera etapa fue muy dura. La convivencia fue complicada porque es hijo único de madre soltera y padre no presente. Está estudiando publicidad así que vive en Buenos Aires y en vacaciones se viene a la chacra. Pasamos mucho tiempo juntos y somos una familia. A veces nos cocina, comemos, nos tiramos en el sillón. Pero también tiene muchos vicios porque es grande, mi hermana era maestra y tenía tres turnos en diferentes barrios carenciados, llegaba a la casa y Juano le tenía la vida solucionada. Cocina riquísimo, y mucho tiempo trabajó en el restaurante de (Fernando) Trocca.
-¿Se pelean mucho?
-Al principio había bastante tensión, discutíamos, y ahora ya nos acomodamos, nos acostumbramos. Conversamos mucho también, aunque a veces cuesta porque los chicos de hoy no hablan tanto. También lo reto, y si me doy cuenta de que estoy equivocado, le pido disculpas. Creo que una de las cosas que tiene que aprender es a compartir, algo que todavía no sabe porque es hijo único. En mi casa éramos cinco hermanos y todo era de todos.
-Decís que te fuiste de tu casa a los 16 años, ¿cuál fue tu primer trabajo?
-Cuando me fui trabajaba como cadete en una empresa de gaseosas muy importante, en el ‘78. Pero mi primer trabajo fue en el garaje de Tito, en la zona de rectificación de cintas de freno en un taller mecánico. Y después trabajé en la perfumería Chiche, sobre la Avenida Nazca.
-¿Y cómo entraste a los medios?
-De chico hacía publicidad. Tenía la presión de ser un niño artista. Mi mamá me llevó al casting de Jacinta Pichimahuida, la versión de María de los Ángeles Medrano. En ese entonces yo tendría 9 años y me hizo el casting Mari Bovcon, que llamó a mi mamá y le dijo que tenía un hijo que era un genio, pero el problema es que para nene daba nena y para nena, daba nene; y para chico daba grande y para grande daba chico. Era muy difícil ser un mariquita en esa época.
-¿Vos lo tenías claro?
-Me gustaba hacer shows, jugar con mis hermanas, practicar vóley y las carreras de autitos. Pero se me notaba. Lo que decían las maestras era: “Bueno, está criado por todas mujeres, ya se le va a pasar”. Me mandaban al gabinete de psicopedagogía. En una de las charlas que teníamos con la Chivi, me dijo: “Qué difícil habrá sido todo para vos”. Y tenía razón, porque era otra época. Nos falta mucho todavía, pero al menos hoy los padres pueden entender que a los hijos les pasa algo diferente, y que no sean una aberración en el barrio.
-Pero nunca lo viviste de esa manera, ¿o sí?
-No, porque mis viejos eran artistas. Mi papá Heraclio era director de teatro independiente; fue el padre de todos los hermanos y falleció de un cáncer terminal cuando mi hermana menor tenía apenas unos meses. Tres años después mi mamá conoció a César, que era músico, tenía una discoteca y fue quien nos crio. Cuando me di cuenta que soy gay, tendría unos 10 años, mi gran miedo era que se me notara en la cara. Porque conocía solamente a dos gays que eran pareja y era el hijo del farmacéutico, y se les notaba. O a Pedrito Rico, que también se le notaba. En el colegio tenía amigos que me protegían de los otros que me decían maricón.
-¿Y cuándo lo aceptaste sin miedos?
-No hay que victimizarse porque eso genera más división. Hay que hacerle frente a los problemas. Yo nunca me victimicé, aunque sí por otras cosas, porque me gusta el melodrama. Siempre fui un peleador. Con el cáncer aprendí y me repetía: “conmigo no van a poder”.
-Tuviste cáncer de laringe hace unos años, ¿cómo estás hoy?
-Me hago un estudio todos los años, estoy bien. Fue bravo, estuve mudo durante un año y pasé momentos muy duros, pero nunca tuve miedo a morir; sí a quedarme mudo. Hice de todo, medicina china, terapia de vidas pasadas, constelaciones familiares. Tuve cáncer y hace siete años que estoy libre, se puede curar, se puede hacer detección temprana, se puede salir adelante.
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