Desde el verano integra el elenco de la nueva versión de Brujas, aquel exitazo de los 90 que supo reunir (en un hallazgo de producción) a Moria Casán, Thelma Biral, Nora Cárpena, Susana Campos y Graciela Dufau e imponer para siempre el género de comedias femeninas en la cartelera local. En la remake, Romina Ricci interpreta a Inés, un rol que originalmente no estaba entre los más relevantes pero que, a fuerza de talento y maña, ella no sólo le sacó mayor partido sino que lo convirtió en el puntal de la adaptación actual. No es extraño, entonces, que se haya alzado con el premio Carlos a la mejor actriz al promediar la temporada de la pieza en Villa Carlos Paz.
Hoy la obra del español Santiago Moncada ocupa el escenario del teatro Astros, en plena Calle Corrientes . El elenco del verano ha sufrido algunas modificaciones, pero el resultado sigue siendo el mismo: una comedia eficaz, que combina el humor con el misterio, el drama y, a diferencia de la versión original, cierta pátina feminista. ¿Cuánto de lo último habrá que acreditarle a Leonora Balcarce, Andrea Bonelli, Andrea Del Boca, Viviana Saccone y a Romina Ricci?
Sobre esto y su excelente presente afectivo, que incluye tres hijas de distintas edades y de distintos padres, y un marido extranjero, Romina se explaya en la charla con LA NACION.
–¿Habías visto la versión original de Brujas?
–No, no la vi. Y tampoco vi un video que estaba dando vueltas de la versión original. Preferí no ver nada. En algún momento lo veré porque obviamente me da intriga. Pero quise ingresar al proyecto sin tantas influencias, quise sentirme lo más libre posible para poder componer el personaje a mi manera. Al principio leí bien el guión e investigué un poco sobre el autor. Descubrí que originalmente eran sólo cuatro personajes, después se agregó un quinto, que es el personaje de la jueza. Y también me preocupé por estudiar la época en que fue escrita la obra, a fines de los 80. Seguramente en su momento era muy moderno tocar ciertas cuestiones, pero después estas tal vez quedaron un poco demodé.
–A propósito, ¿ustedes aceptaron el texto original sin retaceos o pidieron algunos cambios?
–Hubieron cambios desde el vamos, pero a nuestro entender había que seguir modificando varias cosas. Por ejemplo, al comenzar la obra en la versión original las cinco amigas cantaban una canción religiosa; bueno, ahora nosotras cantamos un tema de Fito (Páez), "La rumba del piano". E hicimos muchas modificaciones al texto. Yo, por ejemplo, le sumé lenguaje inclusivo. También hicimos mucho para que el personaje de la lesbiana no terminara desplazado. Nos replanteamos si ciertas cuestiones estaban acordes a la época o no. Pese a ser una comedia femenina, la obra tenía un notorio costado machista, así que fuimos modificando y modificando todo lo que pudimos.
–Cuando surgió el proyecto de Brujas, ¿pudiste elegir libremente el personaje o ya tenías uno asignado?
–A mí originalmente me propusieron el personaje que hacía Moria (Casán), el de la prostituta. Y a mí me pareció algo muy fácil, no porque alguna vez haya sido prostituta sino por el tema del cuerpo. Siempre me llaman para hacer de sexy, de come hombres, de femme fatal. Podría haberlo hecho y me hubiera divertido un montón, pero el personaje de Inés me pareció que tenía un desafío más grande, era la naif, algo totalmente opuesto a lo que suelo interpretar. El desafío era doble, porque además de naif mi personaje es alcohólica, un rol realmente difícil, porque te podés pasar fácilmente. Mi personaje es menos liviano, es muy graciosa pero también sufre muchísimo, tiene muchos secretos y no se le tienen que notar. Es alcohólica, pero no lo demuestra. Miente mucho, pero porque tiene miedo a que la juzguen. Lo que más me interesó es que es un personaje con muchas contradicciones.
–En general se te conoce más como actriz dramática. Basta recordar tus participaciones en los ciclos televisivos Resistiré, Doble vida, Vidas robadas, Mujeres asesinas, Herederos de una venganza y Farsantes. ¿Fue una sorpresa que te convocaran para una comedia?
–No, pero de repente mis compañeras sí se sorprendieron. La Bonelli, por ejemplo, me dijo: ¡Ay, no te hacía tan graciosa! He hecho algunas cosas cómicas, pero pocas. A los 20 años, por ejemplo, hice un papel pequeñito en La señorita Elsa. Recuerdo que era una tragedia y sin embargo yo hablaba y el público se reía. Ahora, que estoy estudiando Dirección de ópera en el Colón, y montando Romeo y Julieta, me pasa que todo me causa gracia. Encuentro la comicidad en lo trágico. Pero, ojo, para hacer reír con un personaje dramático tiene que estar hecho con mucha verdad. Es complejo. La gente se ríe con mi personaje en Brujas, pero yo lloro en el escenario. ¡Yo estoy descompuesta y ellos se c... de risa! Me parece maravilloso.
–¿En qué género te sentís más cómoda? ¿En el drama o la comedia?
-Me gusta todo. Creo que en la comedia puede estar el drama y en el drama, la comedia. Lo que me interesan son los roles y lo que cuentan. Los más interesantes son los que atraviesan todo: tanto la comedia como el drama. Porque la vida es así, en un momento te reís y en otro llorás. A mí me interesan los roles que me sorprenden. La que te pega el golpe bajo y luego, de repente, te hace reír. Eso, que descoloca, es lo que me resulta más interesante.
–Hablando de sorpresas, ¿cómo te tomaste el alejamiento de Inés Estévez y María Zocas de Brujas y la incorporación de Leonora Balcarce y Andrea Del Boca?
–Me dolió bastante que se fuera Inés porque la amo con toda mi alma. Pero es entendible que tengan otros compromisos. El trabajo del actor es así. Nosotros somos instrumentos y tenemos que estar preparados para interpretar la partitura con distintos instrumentos. Bueno, ahora vinieron otros instrumentos y eso tiene su parte divertida. Refresca la obra y recibís otros tonos que no estaban antes. A Leonora la conozco desde hace mucho, y somos grandes amigas, pero con Andrea nunca antes había trabajado.
–¿El proceso judicial que está viviendo Andrea fue o es un tema de discusión entre ustedes?
–No. La verdad que no, no nos metemos en eso; es más, no se habla de eso. Es algo muy privado de Andrea y respetamos si ella no quiere hablar del tema.
Estoy muy feliz de tener tres hijas mujeres. Ojo, me hubiera encantado también tener un varoncito, pero me siento muy orgullosa de ellas, de cómo nos entendimos, de todo lo que vivimos
–¿Es lo mismo trabajar con una colega que con una estrella?
–Sé que Andrea es una estrella, pero arriba y abajo del escenario es una compañera más. No veo esa diferencia ni ella la marca. Me parece divina.
–En los 90 Brujas inauguró los espectáculos de y para las mujeres, una costumbre que se mantiene hoy en día. ¿Cómo te llevás con ese tipo de obras?
–Siempre me aburrieron, no son obras que yo vaya a ver o me diviertan. Me habían llamado para varias, pero siempre me parecieron obvias. Esta es una obra del mismo género, sí, pero a la vez tiene una historia potente. No es que somos cinco actrices que miramos al público y les contamos nuestras vidas. También hay un misterio a develar y hay varios temas que se ponen en debate.
–Según tu experiencia, ¿reina mayor armonía en un elenco de mujeres o en uno mixto?
–En los elencos de mujeres en los que estuve siempre hubo armonía, yo creo que la armonía o desarmonía tiene que ver más con la cantidad de gente. Si es un grupo muy grande, todo se torna más complejo. Pero siempre en los grupos, chicos o grandes, existen ciertos conflictos y a veces son alimento para lo que tiene que suceder artísticamente. Pero por el momento en nuestro grupo no hay rispideces ni nada parecido.
–Hablando de mujeres, vos tenés tres hijas. ¿Cómo es la relación con cada una de ellas?
–Es muy linda la relación con mis hijas. Y estoy muy feliz de tener tres mujeres. Ojo, me hubiera encantado también tener un varoncito, pero me siento muy orgullosa de ellas, de cómo nos entendimos, de todo lo que vivimos. Con cada una todo fue y es muy diferente. Porque tengo a una de 21 (Valentina Gutiérrez), a otra de 15 (Margarita Páez)y por último a una de 3 (Bethiana Abud). Las tuve en tres momentos muy diferentes de mi vida y con tres padres distintos, pero así y todo hemos logrado vínculos muy lindos y armónicos.
–¿Es difícil criar a tres hijas de distintas edades? ¿A una mujer, a una adolescente y a una niña?
–La mujer es también muy niña, la adolescente es también mujer y la niña es... está todo muy mezclado por momentos. A veces la niña te dice cosas que no podés creer y la grande te sale con cosas de niña. Van aprendiendo de ellas mismas y van rotando los roles de quién cuida a quién. Conmigo a veces también sucede lo mismo, si bien yo soy la que cuida siempre y no permito que me cuiden, a veces, de repente, sucede lo contrario: me sorprenden cuidándome y me gusta.
–¿Las tres viven con vos?
–La más grande y la más chica viven permanentemente conmigo. Y la del medio va y viene de la casa de su padre, porque Fito vive muy cerca.
–Además son hijas de parejas diferentes. ¿Esto te complica a la hora de tomar decisiones sobre sus crianzas?
-No. La más grande ya tiene 21, la voy guiando, pero ya es una mujer, tiene su novio, estudia y trabaja. No hay mucho para hablar con su padre al respecto, salvo alguna eventualidad. Tampoco hay mucho para criar, pero sí para aconsejar. Justamente el otro día me dijo que soy la persona que mejores consejos le da en la vida y eso me dio mucho amor y me hizo bien que así sea. En sus etapas de rebeldía siempre traté de no ir al choque, le permití que expresara su rebeldía y, bueno, con el tiempo se fue dando cuenta de que no hacía falta. Y con Fito como padre nunca tuvimos un problema, porque vamos para el mismo lado, muy claramente, nunca tuvimos ni un roce, es impresionante cómo nos acompañamos, formamos un dúo imbatible y eso da mucha seguridad a la hora de criar un niño. Con el padre de Valentina, en cambio, sí hemos tenido diferencias, pero con el tiempo se fueron limando. Sobre todo cuando ella misma fue eligiendo lo que quería y si eso se encontraba más cerca del pensamiento del padre o de la madre. Y en cuanto a la más chiquita, yo estoy con su papá y si hay alguna diferencia está ligada al tema de los caprichos, de si se los permitís o no. Yo a Bethiana la quiero malcriar y en ese sentido me siento como si fuera su abuela. Más que criarla, la quiero malcriar dándole todos los gustos. Me desespero si llora o le falta algo. No lo puedo tolerar, y el padre, claro, intenta poner límites. Es que soy madre desde los 20, por eso yo ya me siento abuela, pensá que Bethiana podría ser la hija de mi primera hija, que ya tiene 21.
–¿Tendrías más hijos?
–¡No doy más! (Risas). Pero, como te digo esto, no sé...con mi actual pareja re-tendría otro hijo; es más, ¡lo hubiera tenido anoche! En momentos como el de anoche, me digo: vamos, que venga otro con todo. Pero después, pienso: me voy a tener que volver a levantar mil veces a la madrugada por un bebé, y vuelvo al "¡No puedo más!" En definitiva, me la pasé criando hijos la mayor parte de mi vida. Tengo 19 años de soltera y 21 como madre. Tengo más recuerdos con hijos que sin hijos.
–Hace poco declaraste: "Ser madre es la mejor película que hice, ningún otro papel me interesó más que el de la maternidad". Es casi una declaración antifeminista.
–Bueno, tal vez yo sea una excepción. Pero lo concreto es que yo soy feminista y también disfruto mucho el rol de madre; sobre todo porque se trata de vínculos y yo disfruto de los vínculos con mis hijas y también de los vínculos con los padres de ellas. Me gusta ver todo eso en el tiempo, como si se tratara de una película. Creo que eso, al final, es lo más importante de la vida. Mis hijos son mi mayor tesoro. La familia que uno crea, más allá de la que uno tiene de origen, que es otro tema, es la mayor construcción a desarrollar durante toda la vida.
–Recién te referías a los padres de tus hijas. ¿Mantenés buenos vínculos con tus ex?
–Sí, sí, mantengo buenos vínculos con todos. Y también esos vínculos van creciendo, adquiriendo diferentes formas y rotando. La relación con mis ex es como una obra de teatro, con distintas escenas, en las que primero entra un personaje y luego sale otro.
–De tus ex el más famoso, obviamente, es Fito Páez. Es sabido que tuvieron una historia de amor dividida en dos etapas. ¿Fantaseás con un tercer capítulo?
–En principio, no. Yo creo que la tercera etapa es la que estamos viviendo, que es de amor de familia. Porque con Fito somos familia y lo seremos siempre, ya que tenemos una hija en común.
Yo estaba buscando un actor negro para un cortometraje que contrastara con mi piel bien blanca. Y ahí nomás apareció Walter. Después filmé con él y me enamoré de él
–Contame cómo conociste a tu actual pareja, al brasileño Walter Abud, padre de tu hija Bethiana.
–Nos conocimos en Brasil. Yo me acababa de separar y me estaba yendo a Paris en busca de un viejo amor, que había conocido en una oportunidad y que no se había podido dar porque yo ya estaba ocupada. Pero en el medio, en San Pablo, por donde pasé para filmar un cortometraje, lo conozco a él en una fiesta. Yo estaba buscando un actor negro para que contrastara con mi piel bien blanca. Y ahí nomás apareció Walter, que no es africano pero sí moro. En cuanto lo vi dije: es él. Después filmé con él y me enamoré de él, pero como yo ya tenía el compromiso de ir a París...y lo curioso fue que él también, ya que el mismo día que yo viajaba ¡él hacía lo mismo, hacia la misma ciudad y con el mismo objetivo de buscar un viejo amor! Cosa de locos, ¿no? Nos dijimos chau y quedamos a expensas de lo que decidiera el destino. Yo después estuve de novia cuatro años con el francés, viví un buen tiempo en Paris y luego fui y volví varias veces. En el medio, vuelvo a viajar a San Pablo –esta vez con mi novio francés- , ¿y a quién me encuentro? ¡A Walter junto a su novia francesa! Pero no pasó nada, hasta que al tiempo él me envía un mensaje y yo justo me acababa de separar. ¡Y él también!
–Más que un romance, lo de ustedes parece una telenovela.
–Sí, sí, cierto, ¡mi historia con mi actual pareja es de telenovela! En nuestro caso la realidad superó a la ficción. Si lo hubiésemos escrito, nadie lo hubiese creído. La cuestión es que ahí me fui nuevamente para San Pablo, nos vimos al toque y desde entonces estamos juntos.
–¿El se estableció acá o viven una relación a la distancia?
–No, él vive acá. Pero viajamos seguido a Brasil, porque el resto de su familia vive allí. El es productor musical y DJ.
–Además de trabajar en Brujas, estás grabando la serie sobre Maradona. Aunque los productores pretendieron mantener todos los detalles del proyecto en el máximo de los secretos, sé que interpretás a Graciela Alfano. ¿Hablaste con ella antes?
–¿Quién te dijo que hago de Graciela Alfano? ¡A mí me dijeron que hago de Moria!
–Bueno, la que realmente salió con Maradona fue Alfano y, es más, hace unas semanas lo confesó en LAM.
–En realidad hago de una vedette que tal vez sintetiza a varias. Es verdad que en un móvil le comenté el tema a Moria y ella me juró que nunca había tenido algo con Maradona. El look es el de Moria, pero también uso una peluca rubia. Así que...mmm... Por contrato no te puedo adelantar mucho, pero mi personaje se llama Mónica Bang y aparece cuando Maradona descubre el mundo de la noche.
–Mucho se habla últimamente sobre el empoderamiento de las mujeres. ¿Cómo te atraviesa a vos el tema?
–Al tema lo veo super poderoso y estoy ahí, apoyándolo. Y también metiéndome en eso, porque yo debo reconocer que estaba bastante aislada de un montón de cuestiones, que estaban tapadas y ahora se están destapando para todos. En ese sentido debo agradecerle a Dolores Fonzi que arrancó con el colectivo de Actrices y gracias a este entendí un montón de cosas.
–A lo largo de tu carrera, ¿sufriste algún tipo de abuso o acoso?
–Sí, me pasó. Fue al comienzo, pero en realidad siempre puede suceder. Tengo recuerdos de un montón de situaciones.
–¿Protagonizadas con actores, directores o productores?
-Con todos, con todos ha sucedido algo. De algunos abusos o acosos me fui dando cuenta con el tiempo. Porque a veces una naturalizaba ciertos hechos que no estaban bien, que no eran correctos. Algunos los resolví yo, hasta con cachetazos, sola, sin ningún tipo de apoyo de nadie. Porque no eran cosas que una iba por ahí contando, generaban vergüenza o culpa, y, lo que es peor, para el medio eran normales. Yo aprendí a cuidarme sola y eso hizo que luego todos me respetaran. Desde entonces tengo como un cartel en la frente que dice: ¡ojo conmigo!
Agradecimiento: Dada Bistró
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